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Capítulo treinta y uno

Kwan

Enfoqué la vista en la pantalla, donde se apreciaban varios ángulos del edificio.

—¿Detonamos el lugar, joven?

—No, no lo hagan, dejen que se vayan.

—Pero ¿qué haremos con Alma? Si lo deja escapar ahora que tiene la oportunidad de atraparlo, terminará arrepintiéndose.

—Dimos justo en el clavo. Esa mujer no es la hermana de Alma de la que tanto hablan.

—Entonces, ¿sí piensa que es la mujer?

—No lo sé, pero voy averiguarlo. Si no es la hermana y fue capaz de aparecer por ella, significa que es importante la panterita para él.

—¿La matará?

—No, mi problema no es con ella, es con él. ¿Cómo podría matar a una dulce panterita como esa?

—¿No me diga que le gustó esa mujer?

—No podría decir que gustarme, porque no lo sé, pero esa mujer tiene algo que la hace especial; no sé si es esa mirada tan dulce que tiene, pero se me eriza toda la piel de tan solo recordarla. Sin duda tiene un don especial, hasta me cambió el estado de ánimo.

—Suena extraño escucharlo decir eso.

—Lo sé, me sorprendo de mí mismo— sonreí—. Quiero que investigues todo sobre esta chica, quiero saber su verdadero nombre, porque no creo que sea Juliana.

—¿Llamamos a nuestro contacto?

—Si, él debe saber quién es ella.

—¿No sé estará arriesgando demasiado por esto? ¿Qué pasaría si resulta ser la mujer de Alma?

—¿Cuándo algo ha sido un impedimento para mí?

—Nunca.

—Bueno, sea lo que sea de él, no veo que su relación sea muy buena. Sin duda golpea muy duro la panterita. Fíjate, creo que he escogido un buen apodo para ella. ¿No crees que un leopardo y una panterita, tienen buena conexión? — sonreí.

John

La traje a la casa y quiso pensar las cosas, la dejé sola para que aclare sus ideas, ya que está insoportable. Me dejé golpear de una mujer delante de todos, se está aprovechando de que le tengo lástima, pero eso dejará de ser así mañana. Ella tiene que aprender a defenderse por sí sola. El día que yo no esté, volverá a ocurrir lo mismo y la van a hacer pedazos. Tiene que aprender a defenderse.

Estuvo unas largas y extensas horas en su cuarto y luego tocó la puerta del mío, le abrí rápidamente esperando que respondiera lo que le dije.

—Me voy a quedar, mañana entrenamos.

—Muy bien. ¿Te quedó claro que no tendré lástima de ti y que te trataré como un hombre?

—¿No es lo que siempre haces? Buenas noches.

Si piensa que la he tratado como un hombre hasta ahora, no quiero imaginar qué pensará mañana.

×××

Nos despertamos a la misma hora de siempre y nos dirigimos a la zona de entrenamiento luego de haber hecho los ejercicios previos de calentamiento. Había estado bastante callada y distraída.

—¿Qué estás esperando? — no terminé de decirlo cuando me empujó.

Me sorprendí un poco, porque de la nada se vio bastante segura y decidida. ¿Qué estará pensando? Quiero ver hasta dónde está dispuesta a llegar.

Esperé que ella me golpeara de vuelta, para así empujarla. Siempre lo he dicho, es extraño golpear mujeres. Lo detesto, pero todo sea porque ella reaccione de una puta vez.

Pese a haberla empujado, ella tiró su mano a mi cara para arañarme.

—¿Te crees gata o qué?

—Te pareces tanto a mi padrastro, eres igual de cobarde.

—Eres tú la única pendeja que se dejaba pegar. No creas que no disfrutaba viendo cuando te jalaba por las greñas y te tiraba contra la acera.

—¡Eres un infeliz, acosador! — tiró un suave puño a mi cara, y le agarré el brazo, torciéndolo a su espalda.

—Aún después de muerto sigues mencionándolo como si lo extrañaras. ¿Eso es lo que te pasa? — soltó un quejido y me pisó el zapato.

—¿Cómo te atreves? — su intento de usar el codo fue frustrado por mi fuerte agarre y empujón contra la grama.

Si quisiera fracturarle el brazo, lo hubiera hecho sin problemas, pero sería una molestia tener que esperar luego su recuperación.

—Eres muy débil, por eso te arrastraban todos. Si hubieras hecho esto que haces ahora en ese momento, no hubieras sido la burla de todos, y le hubieras dado su merecido.

Se levantó, encarándome.

—¿Y tú qué sabes de lo que hacía o no? Te crees saberlo todo.

—Porque lo sé todo. Si hubieras hecho algo antes, no hubieras estado en ese sótano casi moribunda. ¡Eres patética!

Su puño, como siempre, tan lento y predecible.

—Incluso ahora sigues siendo patética. Si llegas a estar en un combate con alguien que no sienta lástima por ti, estarías en el otro mundo hace rato.

—No estoy aquí para que sientas lástima de mi, pendejo.

—La estoy sintiendo, y para que alguien como yo sienta algo de lástima, debes ser realmente miserable—vi una lágrima asomada en el rabo del ojo, y reí—. ¿Vas a llorar ahora? ¿Busco a tu mami para que te consuele? Oh, claro, olvidaba que también está muerta.

—Más que nadie debes saberlo, pero ¿qué te va a importar? Tú no sientes nada e incluso mataste a tus padres. ¿Qué puede sentir alguien como tú? Eres igual de miserable y patético que yo.

—Te equivocas, tontita. Yo al menos acabé con mis problemas de raíz, en cambio tú, te sometiste a ellos. ¿Se puede ser más patético en este mundo? Solo fuiste una víctima, y hasta el sol de hoy, lo seguirás siendo. Mientras continúes llorando por las verdades, no vas a poder superar tu pasado.

—Si tan miserable te parecía, ¿por qué me ayudaste? ¿Por qué me sacaste de allí? — me gritó, dándome una bofetada y se la devolví instantáneamente, haciéndola caer de regreso al suelo.

—Porque eres tan miserable, que me era irritante verte en ese estado. Por otra parte, porque eres una herramienta muy fácil de manipular. Muy frágil, débil, un triste parásito que no tiene a dónde ir; alguien que ya no le queda nada, y que si mueres mañana, nadie va a extrañarte. ¿Ahora te das cuenta de cuán miserable y patética eres?

Bajó la cabeza, y luego de unos instantes, me miró con esa misma sonrisa fingida que siempre da.

—Sí, ahora me doy cuenta— se levantó del suelo y me encaró—. Todo lo que tengo es por ti, y te lo debo a ti, así que me esforzaré y me convertiré en lo que tú quieras que sea.

Verla a ella, era como ver un reflejo del idiota que fui y lo hacía el doble de irritante.

×××

Los días pasaban, y seguíamos haciendo lo mismo, aunque cada vez la veía peor físicamente. Trataba de no golpearla muy fuerte, aun así, llegaba el momento en que me ganaba la irritación y no medía la fuerza. Ella se está defendiendo más, pero no durabamos mucho entrenando.

—Ya detenga esto, John— me pidió Keny.

—¿Qué dijiste?

—Va a matarla. Ella es solo una mujer y está tratándola como a nosotros.

—No te metas en mis asuntos.

—La señorita no está bien, por eso interfiero. Más que nadie conoce que lo respeto y lo aprecio mucho, y sería incapaz de llevarle la contraria, pero si me parece que la está lastimando demás. Me pidió que la cuidara, y eso he estado haciendo, pero su cuerpo no va aguantar más entrenamientos así. Puede golpearme o matarme, pero le pido que no siga con esto. Aunque ella no lo diga, su cuerpo está muy lastimado. Han sido días muy fuertes para ella, y usted no le ha dado descanso.

—No se va a morir por eso. Ella tiene peso demás y es fuerte, además, ella no se ha quejado y ella misma se levanta todas las mañanas para hacerlo. Mis entrenamientos siempre fueron así y no hubo problema.

—No es lo mismo, señor. Ella es muy joven y es una mujer, la fuerza y resistencia de ella no es igual a la suya. Tiene más resistencia porque es un hombre, ¿cómo puede compararla?

—¡Ya no sigas, y lárgate de mi vista!

—Espero no se arrepienta por lo que le está haciendo, señor. Permiso — se fue y le di un puño a la pared.

¡Joder, cómo si no lo supiera!

Subí las escaleras, paseando por el pasillo, sin perder de vista la puerta de su habitación. Por la hora que es debe estar durmiendo. Iba a entrar al mío, pero no me sentía con ganas de hacerlo. Le di un suave toque, pero no hubo respuesta. Debe estar profundamente dormida.

La abrí lentamente, y me asomé, viéndola acostada y cubierta con la sábana, como era de costumbre. A pasos sigilosos, llegué al lado de la cama y la observé detenidamente. Me dio la impresión de que estaba siendo acechada en los sueños.

Su rostro se ve hinchado y lastimado. Quería ver más allá de ella, pero si quito la sábana puede despertar y no quiero que me encuentre aquí.

Ya sé que he sido un cobarde y que no debería estar sintiéndome mal ahora. No merezco ni siquiera sentirme así, ni estar aquí mucho menos, pero mírame; aquí ando como un idiota viendo mi obra como si hubiera algo que admirar. ¿Qué está pasando conmigo?

Acerqué mi mano a su rostro y removí el mechón de cabello que lo cubría. Acaricié su mejilla y su piel se percibía caliente. Siempre se mueve demasiado mientras duerme.

Me agaché a su lado, no sé qué esperaba o hacía, simplemente sentí la necesidad de quedarme un rato haciéndole compañía. Ella se acomodó de lado, mirando hacia donde mí y pensé que era el momento de irme, antes de que pudiera percatarse de mi presencia, pero al oír su suave quejido la miré. Hacía gesto de dolor, aún estando dormida. ¿Qué podría estar soñando?

Llevé mi pulgar a su mejilla y lo rocé con sumo cuidado, sin duda alguna, su piel es excesivamente suave. Mi dedo se escabulló hacia sus labios y suspiré amargamente, trayendo a mi mente lo que tanto me he esforzado en olvidar.

La puerta se abrió y mi reacción fue algo apresurada. Keny traía consigo una bolsa de hielo. No sé por qué actué como si tuviera intenciones de cometer algún delito.

—¡Vas a matarme de un jodido susto, hijo de puta! — quedé de pie rápidamente.

—No esperaba encontrarlo aquí.

—Grábate eso bien; nunca estuve aquí —le advertí.

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