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Capítulo treinta y nueve

John

Han transcurrido cuatro meses. Las cosas iban fluyendo un poco mejor que antes. Estaba luchando con ese demonio interno que buscaba destruirlo todo. Busco la forma de ser un poco más sutil con ella, pero muchas veces me es difícil. Tenemos muchas diferencias, y eso ha causado muchas discusiones. 

Daisy se ha concentrado en los estudios y sus entrenamientos. Debo mencionar, que ha mejorado bastante en ese aspecto. Se ha visto más segura, decidida y en disposición de aprender lo que le enseñan. Es poco el tiempo que nos cruzamos últimamente, ya que ha tenido varios exámenes en la universidad, y el trabajo a mí me ha mantenido muy ocupado. 

Por otra parte, he estado teniendo problemas hormonales, por así llamarlo. Problemas que no he podido resolver, y que me afectan en el rendimiento y concentración. Luego de la pérdida del bebé, yo no me he atrevido a tocarla, tampoco he podido estar con otra mujer. Se podría decir que he estado en el desierto, y es que ni mi mano es compatible conmigo. Extraño esos días donde esto no me afectaba. Me he vuelto tan miserable. 

—Pudimos investigar lo que nos ordenó, señor. Todo indica que fue la gente del Panda, quienes ocasionaron ese ataque hace unos meses. Por las grabaciones que teníamos, pudimos investigar más a fondo y su empleado de confianza es uno de los que aparece en la cinta. Su nombre es Edrick, me tomé la libertad de buscar toda su información también e hice un perfil detallado y completo de este sujeto.

—El panda era uno de los socios de mi padre, me tocó hacer varios trabajos con él. Me gustaría saber quién es la persona que está pasando información a todo el mundo sobre la muerte de mi padre; a ese es a quien hay que darle de baja lo más pronto posible. No sé cómo se filtró esa información y no creo que Aquiles antes de morir lo haya hecho. 

—¿Qué hará, señor?

—Por lo pronto, vamos a lidiar con Edrick. Quiero que encuentres su debilidad. Necesito que cante para mí, así que te lo encargo.

Daisy

Las cosas entre John y yo han cambiado radicalmente, ya no es la misma persona de siempre. Tiene sus momentos en que está insoportable, y lo mejor es dejarlo en su mundo. Peleamos muchas veces, pero no ha sido la gran cosa. No me insulta tanto como antes. Me he dado cuenta de que varias veces ha estado a punto de explotar con mis ataques y se contiene. A pesar de todo eso, siento que nuestra relación o lo que sea que tenemos, no avanza. Sé que no es expresivo, que no es cariñoso o detallista, que no tiene ningún interés romántico hacia mí y me lo ha demostrado hasta ahora, pero a veces me hace creer que sí. No puedo evitar guardar una esperanza; no sé lo que estoy esperando de él, pero quizás eso es lo que hace que me frustre. Ni siquiera me ha tocado o me ha insinuado nada, no es como que esté esperando eso, pero es raro que con lo pervertido que es, no haya tratado nada. 

Escuché en la universidad del cumpleaños de una compañera y me puse a pensar en varias cosas. No conozco nada de John y no sé cuándo es su cumpleaños. Me surgió la idea de preguntarle, pero a él no le gusta que le pregunten sobre su vida personal. 

Por otra parte, he seguido asistiendo a la universidad como de costumbre. He estado en puros exámenes y ha sido pan comido. Siempre me había gustado lo que estoy estudiando, pero no sabía cuán fácil era, y cuán buena me he vuelto en tan poco tiempo. Saqué la puntuación más alta en el último examen, y es algo que me hace sentir orgullosa de mí misma. He estado muy concentrada en mis estudios, quiero ser la mejor y serle de ayuda a John.  

John me vino a buscar a la universidad, y se veía muy pensativo y no quise preguntarle en ese momento. 

—Has estado mirándome desde que te subiste. ¿Sucede algo, mocosa? — preguntó inesperadamente, y miré por la ventana.

—Nada. 

Al llegar a la casa me bajé, y él se quedó en el auto.

—Tengo que atender unos negocios y no sé a qué hora llegue a la casa. Cualquier cosa, avísame. 

Últimamente ha estado muy ocupado, no creo que esté descansado tampoco lo suficiente. Al encontrarme con Abdiel, se me ocurrió preguntarle. 

—Esto será una pregunta extraña, pero ¿sabes cuándo es el cumpleaños de John?

—Pues… en sus documentos oficiales, ha tenido muchísimas fechas. Su verdadera fecha de nacimiento es un misterio. 

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando con él?

—Unos cuántos años. 

—¿Nunca ha celebrado su cumpleaños?

—No es como que a él le haga falta o le agrade ese tipo de cosas. 

—Debe ser triste que no celebren tu cumpleaños. 

—De hecho, no creo que le interese saber siquiera. 

—Aun así, eso es muy triste. ¿Crees que le agrade si escojo el día de hoy como su cumpleaños?

—No creo que a él le moleste que haga eso. Al contrario, supongo que podría agradarle.

—¿Eso crees? ¿Cree que le guste que le prepare una tarta de cumpleaños?

—Nunca lo he visto comer postres o tartas, pero puede tratarlo, la intención es lo que cuenta, ¿no? 

—Supongo que tienes razón. 

××× 

Luego del baño, me puse manos a la obra. Rebusqué en internet varias recetas, pero los ingredientes no estaban completos, por lo que Abdiel fue con la lista a la tienda. 

Nunca he hecho una tarta, probablemente haga un desastre, pero no pierdo nada intentándolo. 

A mí tampoco me han celebrado mis cumpleaños, y es triste que nadie se acuerde de ti. No es tanto el detalle de una tarta, más bien es que te feliciten y se acuerden de tu existencia, eso vale más que una simple tarta. Conociendo a John, no sé si le agrade la idea, pero es solo una tarta. No creo que forme tanto alboroto, ¿o sí? 

×××

Luego de haber pasado el trabajo de prepararla, me invadió la preocupación. Tenía temor de que la rechace o que me desprecie por haber hecho esto. 

Me quedé en espera de que llegara, pero era muy tarde y aún no regresaba. Sé que me lo había dicho, pero creí que quizá vendría antes. 

El sueño me estaba rindiendo. En la pantalla del teléfono se reflejaba la hora, pero los minutos se volvían eternos con la larga espera y mis párpados pesaban. Recosté la cabeza sobre la mesa, luchando con ese cansancio que me acechaba. 

John

Llegué a la casa, topándome con Abdiel ena entrada. 

—Hasta que al fin llega, señor. 

—¿Qué pasa? 

—Estaba esperando a que llegara, al igual que la señorita. Lastimosamente se quedó dormida hace varios minutos. 

—¿Y por qué me estaban esperando? Le dije a la mocosa que iba a llegar a tarde.

—Pase por la mesa del comedor. Iré a llevar su saco a la habitación. 

Caminé a la mesa del comedor y vi a Daisy dormida, con la cabeza apoyada en sus antebrazos. Toda su ropa y cabello tenía una especie de polvo blanco, que me llevó a considerar la alta posibilidad de que había encontrado algo indebido en algún lugar de la casa y la muy curiosa lo habría consumido.

—¿Qué demonios es esto, Daisy? ¿Te estabas drogando? 

Despertó asustada, quedando de pie tan rápido que por poco cae con todo y silla. 

—¿Cuánto consumiste? En primer lugar, ¿quién te dio autorización de drogarte bajo mi propio techo? ¿En qué estabas pensando?

—¿Qué? ¿De que estás hablando, John? —su mirada apagada y expresión soñolienta, me llevó a examinarla de pie a cabeza. 

¿Cuánto consumió? ¿Y por qué se ve tan cansada? Se supone que el efecto sea todo lo contrario y esté trepando paredes.

—Creo que hay un malentendido aquí. Esto es harina. Es lo que se utiliza para hornear. No tuve tiempo de cambiarme, no sabía que me encontrarías así. Que vergüenza.

Me volvió el alma al cuerpo. Esta mujer va a matarme de un infarto.

—¿Te gusta? — entró a la cocina, trayendo consigo una tarta bastante horrorosa por donde quiera que lo viera. 

—¿Y esto?

—Estaba supuesto a ser una tarta de cumpleaños, solo que no creí que sería tan difícil. 

—¿Y quién cumpleaños? ¿Tú? 

—No, pero de hoy en adelante tú sí. 

—¿Yo? 

¿De qué está hablando esta mujer?

—Sí. Quise escoger este día, ya que me dijo Abdiel que no tenías un día en específico para celebrar tu cumpleaños. Siento mucho tomarme el atrevimiento. 

—No me gustan las cosas dulces. 

—Lo siento, no lo sabía— se vio desanimada y no sabía qué decir.

—Pero puedo comerlo. 

—No, no quiero que comas algo que no te gusta. Puedo preparar algo que sí te guste. 

—No, esto está bien — le metí el dedo y lo llevé a mi boca, era demasiado dulce, pero no sabía mal, pese a su apariencia—. ¿Estabas cocinando con la ropa y con el pelo? Estás hecha un desastre. 

—Lo siento— desvió la mirada, y sonreí. 

—Gracias — le dije, a lo que ella me miró sorprendida.

—No digas esas cosas, no es normal en ti y me pone nerviosa— dejó la tarta sobre la mesa, y acorté la distancia que había entre los dos. 

—Tal vez tienes razón, no es una palabra que acostumbre usar a menudo. 

Las hormonas volvieron a revolcarse. Cada vez que la tengo cerca, no paro de tener imágenes obscenas. 

—¿Sabes lo que estoy imaginando en este momento? Tú, cubierta de esa tarta, y yo probando cada parte de ella y de ti a la vez. Sin duda alguna, podría decir que pensando en eso, me ha comenzando a gustar las cosas dulces y empalagosas. 

—T-tu lado pervertido ha vuelto aparecer — tartamudeó.

—¿Lo extrañabas? 

—Claro que no — su voz temblorosa me hizo reír.

—¿Y por qué tiemblas? — tomé una muestra de la crema batida en mi dedo y pinté sus labios con ella. 

Sus labios se entre abrieron y acomodé mi dedo en su boca, cuando instintivamente lo cubrió y succionó. Agité mi dedo, grabando el calor de su boca. Seguramente, ante sus ojos, debía lucir como un imbécil, por lo atontado que me sentía al apreciarla chupando mi dedo. Sus mejillas, si de por sí son redondas, han de verse tan hermosas abultadas. 

—Haz eso mismo aquí abajo. 

Los pasos de Abdiel nos separó, cada uno actuando por su parte. Sentí que hasta los huevos se me encogieron. 

—Lo siento mucho. ¿Interrumpí algo?

¡Maldición! Justo en la mejor parte. Estaba a punto de acabar con la maldita dieta en la que he estado durante estos meses. Este perro siempre tan inoportuno. 

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