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Capítulo setenta y dos

John

En la madrugada nos dirigimos al aeropuerto, y obviamente Kwan vino con nosotros. Nos cubrimos los tres, para así ocultar nuestra apariencia. Me aseguré de que trajeramos todo lo necesario con nosotros.

Durante el viaje, retocamos el plan y aclaramos algunos puntos. Luego, nos dirigimos a una casa humilde, la cual no llamaría la atención y podíamos quedarnos a prepararnos completamente. Entre menos en cantidad fuéramos, más seguro sería. No puedo permitirme que algún inepto eche a perder la misión.

Preparé el armamento y Kwan se encargó de darle una última ojeada a los explosivos, mientras que a Daisy la mandé a descansar un poco más. Esta noche será la vuelta y no puedo negar que aún estoy nervioso. Es como un mal presentimiento aquí en el pecho y quiero pensar que son los mismos nervios los culpables de eso.

Fui a encontrarme con Daisy mientras dormía y me senté en la esquina de la cama. Ha estado teniendo tantas dificultades por mi culpa, aun así, ella permanece al lado mío igual.

—Te debo mucho y debo compensarte por todo lo que has pasado y soportado por mi culpa— le di un beso en la frente, y salí de la habitación.

Las malas decisiones del pasado, tarde o temprano, siempre terminan afectándote en el futuro; antes no podía notarlo, pero ahora sí. 

Durante el día no pude descansar nada, a pesar de haber tratado de hacerlo. Ya era de noche, nos alistamos para salir al muelle y nos mantuvimos algo distantes viendo el movimiento que había.

—Nos mantendremos en contacto en todo momento por el micro. Son a prueba de agua y transparentes, nadie sabrá que los llevan puestos—observé a Daisy—. No te quites la gorra por nada del mundo. Ya saben que no podremos estar tan juntos cuando lleguemos al yate. Cada quien tendrá que fingir ser parte de su gente. Tenemos exactamente quince minutos, mientras Kwan se encarga de colocar los explosivos. Él estará por debajo del yate y tenemos que utilizar ese tiempo para vigilar que todo esté en orden. Por lo que vi, son dos hombres en cada lancha, así que Kwan tendrá que ocultarse mientras nos acercamos al yate. Según lleguemos a la isla, Daisy y yo nos infiltraremos en el yate. Esperarás mis órdenes y no actuarás por tu cuenta. Nada de hablar con nadie, y más importante, procura no llamar la atención. Si nos descubren, será algo complicado salir bien de esta. Tenemos que ser lo más sigiloso posible. Tan pronto Kwan termine, nos bajaremos en la isla para no llamar mucho la atención y nos mantendremos vigilantes. No podemos abandonar el área o sospecharán. Debemos actuar como si nada estuviera pasando—le extendí un arma, pero con el silenciador ya puesto—. Esta arma la vas a usar solo en caso de que las cosas se compliquen. Tendrás también una cuchilla, la cual usaremos para dar de baja silenciosamente. ¿Todo claro hasta ahora, Daisy?

—Sí, John.

—Toma— le pasé la cuchilla—. Protégete, cosita. Si algo sucede, por lo más mínimo que sea, avísame e iré a donde estés, ¿de acuerdo?

—¿Así como los superhéroes? —rio.

—Se podría decir que sí. No te arriesgues demasiado y sé una buena chica— le apreté el cachete, y sonrió.

—Lo seré, capitán— se paró de puntitas, y me dio un beso.

Kwan carraspeó, y ambos lo miramos.

—No están solos, ¿lo saben?

—Lo siento, no le presto atención a lo que sobra—Daisy me pellizcó el hombro.

—Compórtate— me miró seria.

—Nos vamos.

Nos acercamos sigilosamente al área del muelle y nos escondimos detrás de unas palmas.

—Las lanchas de la esquina están supuesto a ser las que irán detrás— comentó Kwan.

—A esas hay que ir. Quédate aquí, Daisy. Tan pronto nos encarguemos de esos dos, te haré seña de que vengas.

Ella no protestó, y se mantuvo con el equipo detrás de la palma. Kwan y yo nos acercamos al área de las lanchas, y caminamos como si fuéramos empleados corrientes, hasta llegar a la última lancha. Dentro de ella, había dos hombres, y al no ver gente cerca, entramos.

—¿Son nuevos? — preguntó uno de ellos, mientras el otro retomaba su postura.

—Sí, resulta que tenemos que tomar prestado esto.

Kwan no tardó en encargarse del otro a la vez, en un ataque coordinado. Lo agarré por el cuello, para evitar que fuera a gritar y alertar a los demás, para luego sacar la cuchilla y clavarla en su cuello.

—Hay que arrojarlos al agua— dijo Kwan.

—Sí, pero los dejaremos debajo del muelle. No quiero que vayan a lograr encontrarlos tan rápido.

Arrastramos ambos cuerpos, y los arrojamos al agua, cuando escuchamos unos pasos y retomamos la postura. Me senté en el borde de la lancha y Kwan sacó una caja de cigarrillos, ofreciéndome uno.

—Ya nos vamos— nos informaron dos hombres.

—Entendido— respondimos a la vez.

—Tu camisa está sucia, Kwan.

—Que lástima, me gustaba mucho— se metió la camisa por dentro del pantalón—. ¿Ahora luzco como esos hombres feos de los ochenta?

—Para mí luces igual de cabrón y feo que siempre.

—Eso no piensa Daisy.

—Avísame si quieres que te tire al agua también.

—No te agites, perro.

—¿Se podrían comportar? —agregó Daisy por el micro.

Olvidé que nos estaba escuchando.

—Has sido regañado, pendejo— Kwan rio, y lo miré con desdén.

—¿Puedes con la mochila, pequeña? — le cuestioné, mirando a su dirección.

—El hecho de que sea pequeña, no significa que no pueda cargar una simple mochila— la trató de levantar, y forcejeó con ella sin poder.

Hacía mucha fuerza y tapé mi cara. Si me rio de ella, me dejará a dieta por unos cuantos meses.

—Yo iré por ella, princesa.

—No, yo puedo— la trataba de alzar y no podía—.  ¿Qué demonios cargan ustedes aquí? ¿Piedras, bloques, un muerto? — Kwan se giró de espalda y tapó el micro.

—Kwan se está riendo, aún estoy a tiempo de empujarlo al agua, ¿ahora me lo permites, cosita? — miró furiosa hacia nosotros.

—Dale un golpe en la cabeza de mi parte, John— no dudé en hacerlo, y Kwan refunfuñó.

—Ella lo pidió, yo solo cumplo.

—Hijo de puta— me agarró por el cuello de la camisa, y reí.

—¿Podrían dejarse de pelear y cooperar?

—No estamos peleando, panterita— Kwan se rascó la nuca.

—Yo iré a buscar la mochila, antes de que vayan a volver esos tipos.

—Está bien.

Busqué la mochila y Daisy se adelantó a subir a la lancha. Kwan se acostó y lo cubrí con una pequeña manta negra que, aunque no lo cubría del todo, la mochila sirvió para taparlo. Daisy se mantuvo de pie y yo era quien iba a manejar.

Estuvimos esperando hasta que nos avisaron. Hasta ahora las cosas han ido de acuerdo al plan y espero sigan así. El yate se puso en marcha y todas las lanchas que irían al frente se alinearon, las que faltaban éramos nosotros, y unas dos más.

Me fui a la par con los otros e hice todo lo que hacían, hasta estar posicionado como debía. Fueron treinta minutos exactos, para llegar a la isla. Todas las lanchas se mantuvieron cerca del yate. Ordenaron ir al muelle y debíamos actuar antes de que eso suceda.

—Kwan, debes prepararte y bajar ahora.

—¿Qué sucede?

—Deberé llevar la lancha al muelle, luego no podrás entrar al agua sin que te vean. Ve preparándote y no te dejes ver. Daisy irá conmigo al muelle para no levantar sospechas, y luego buscaremos la forma de entrar al yate. Quiero asegurarme de que ese infeliz esté ahí con toda su familia.

—De acuerdo. No tardaré más de quince minutos.

—Cualquier cosa que suceda, te comunicas con nosotros. Ten cuidado allá abajo.

Miré discretamente que nadie lo fuera a ver mientras se ponía el equipo.

—Suerte, Kwan— le dijo Daisy.

—Saldré en quince. Tengan mucho cuidado— Kwan se adentró en el agua, y por suerte, nadie lo vio.

Estuvimos esperando a que todos los tripulantes salieran. No se podían ver el rostro de quienes bajaban por la posición en que estábamos, pero sin duda alguna, habían niños también. No quería que Daisy se diera cuenta, pues sé que ella no le gustaría saber que niños también morirán hoy, pero o son ellos, o somos nosotros.

Nos ordenaron ir al muelle, y fue ahí donde llevé la lancha. Me aseguré de esconder bien el arma, y miré a Daisy para asegurarme de que todo estuviera en orden.

Estuve mirando el reloj y el tiempo estaba pasando muy lento. Los hombres se bajaron de la lancha y se reunieron en un grupo, llevar a Daisy ahí podría ser un problema, pero dejarla aquí también.

—Mantén la cabeza abajo y quédate al lado mío.

Nos acercamos y estaban dando órdenes para ir en pareja a vigilar un área en específica. Lo peor de todo es que, a Daisy y a mí no nos tocó juntos.

—Tú y tu, se quedarán en el muelle, vigilando que nadie entre y nadie salga— me dijeron a mi con otro hombre—. Tú y tu, irán al yate con los demás. Vigilarán que todo esté en orden, y si ven algo extraño, no duden en alertar— le dijo a Daisy y otro de los hombres—. La familia del jefe está aquí, y por eso dobló la seguridad, así que no podemos fallarle, ¿entendido?

—Sí, señor.

Me acerqué a Daisy y le hablé en un tono bajo, donde solo ella pudiera escucharme.

—Quiero que te mantengas comunicada, y debes estar alerta a todo, princesa. Si ves algo extraño, me dirás tú ubicación e iré por ti, ¿entendido?

—Sí, John.

—Por favor, cuídate.

—Tú también, por favor.

Ella se fue con el otro hombre, y yo con el que me asignaron. No quería dejarla sola, pero tampoco quería estropear los planes.

Debo buscar la forma de llegar al yate, lo mejor será salir de este cabrón que me acompaña. No pensé que las cosas serían más distintas a como las planeamos. Esto lo cambia todo.

Una persona pasó por mi lado, y no sé porqué sentí algo extraño. Su perfume no era precisamente de un hombre. Lo seguí con la mirada y estaba vestido igual que los demás, pero no sé porqué percibí algo que no me gustó para nada. Me le quedé viendo a ver hacia donde iba, pero el otro hombre me habló.

—¿No vas a moverte? Tenemos trabajo que hacer.

—Lo sé.

Daisy

Subimos al yate y le pasamos a varios hombres por el lado. Todos estaban armados con rifles y mi compañero me habló.

—Vigila esta área, yo iré arriba—bajé la cabeza asintiendo a lo que dijo, y se acercó—. ¿Por qué no me miras? — alcé un poco mi rostro y me sujeté la espalda, fingiendo que me dolía.

No puedo dejar que se dé cuenta que soy una mujer.

—¿Te duele la espalda? Cada día los jóvenes están más jodidos. No te vayas de aquí— se fue, y pude calmarme. Eso estuvo cerca.

Miré alrededor, y en donde estaba no había nadie más. Los hombres se mantuvieron al frente, y yo en el costado del yate. Estaba muy nerviosa, mis manos temblaban. Creí que estaría con John, o al menos que iba a estar cerca, pero no está. Debo hacer las cosas bien y seguir disimulando.

Miré el reloj y faltaban cinco minutos para que Kwan terminara. No se había comunicado, cuando John me habló por el micro.

—¿Está todo bien?

—Sí, estoy en el costado izquierdo del yate. Puedo ver el muelle y la casa desde aquí, aunque no puedo verte a ti.

—Sigue como vas, linda. Tan pronto me encargue de este cabrón, iré para allá.

—De acuerdo— no terminé de decirlo, cuando una persona se detuvo un poco más al frente de mí.

Alcé la mirada y la persona se abrió la camiseta, dejando visible parte de sus senos con la camisilla que tenía debajo de la camiseta, y fue cuando me di cuenta de que era mujer. En su seno tenía tatuado un corazón y una rosa llena de espinas. Su cara la tenía cubierta hasta la nariz. ¿Qué hace una mujer aquí? ¿Acaso me descubrió?

—Daisy, ¿sucede algo?

No me atrevía responderle y menos sin saber si ella es de esa gente.

—¿Quién eres?

—No sabes cuántas ganas tenía de conocerte en persona, Daisy— esbozó una sonrisa maliciosa, mientras sacaba un arma de su pantalón.

—¿Quién está ahí contigo, Daisy? ¡Habla!

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