Capítulo setenta
—Relájate, no se va a morir. Quédate con él mientras me encargo de los otros.
—¿No lo vas a matar?
—No, nos lo llevaremos.
—¿Llevárnoslo?
—Sí. ¿Quieres que lo termine de matar? Yo que creí que serías tú quien me pediría que no lo hiciera. Que mi mujer esté llorando por otro hombre me hace sentir incómodo. No importa lo que escuches, no salgas de aquí. Presiona su herida.
—Está bien.
John salió de la casa y no hizo más que salir, y los disparos comenzaron. Me arrodillé al lado de Kwan y traté de presionar su herida.
—Lo siento, Kwan.
—Acaba lo que hiciste.
—No puedo.
—Hace un momento estabas decidida— tosió varias veces seguidas.
—Realmente lo siento— mis lágrimas no se detenían.
—No tienes que llorar. Lo hiciste bien. Yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar, y más si alguien tiene un cuchillo en mi cuello.
—No te vayas a morir. Te vas a poner bien.
—¿Qué demonios le ves a él, panterita?
—No continúes con eso.
John regresó, y se detuvo al lado mío.
—Levántate— me ordenó.
Yo me levanté y John le agarró el brazo a Kwan para levantarlo de un tirón.
—¡Eres un cabrón! — se quejó.
—Cállate. Agradece que no te vuelo la cabeza por estar pendiente a mi mujer y por hacerla llorar delante de mí, idiota. Muévete. Tú vendrás con nosotros.
John le ayudó a llegar al auto, y lo sentó en el asiento trasero.
—Quédate con él, Daisy— cerró la puerta luego de subirme.
Manejó hasta el hospital más cercano y lo atendieron rápidamente. Le pagó al doctor para que lo vigilara y no intentara escapar.
—¿Qué quieres con Kwan? — le pregunté.
—Él nos ayudará para matar a los Roberts. Él tiene conexiones con ellos, así que si somos más, mejor.
—¿Lo usarás?
—Por supuesto. No le quedará de otra que hacer lo que le diga. Tú también me ayudarás a convencerlo. Ya ves lo enamorado que lo tienes.
—¿Estás celoso?
—Que sea la última vez que llores por otro imbécil delante de mí o no respondo. Fue muy humillante haber presenciado esa escena. Hasta me estoy arrepintiendo de haberlo dejado respirando.
—Tú y tus celos.
—¿Te gustaría que yo hiciera eso con otra mujer, o que una mujer se me confiese delante de ti?
—La arrastraría por el pelo.
—Ahora entiendes mi punto. Que bueno. No sabes cómo he intentado controlarme para no hacerle nada, merezco una buena recompensa luego.
—Eres un aprovechado.
—No deberías cogerle pena a ese imbécil. Él está bien y no se va a morir, yo soy quien va a morir, pero de la rabia. No creas que no voy a cobrarte lo que hiciste.
—Está bien. Te recompensaré luego.
—Esa es mi esposa — sonrió.
Se ve tan lindo cuando se pone celoso. Supongo que de algo sirvió este susto.
—¿No vas a atenderte también?
—No, yo estoy bien. Ese tipo pega como una niña, o es que ya estoy acostumbrado a que me traten muy mal.
—Cualquiera diría que te gusta que te peguen.
—Si eres tú, no me estaría malo—. sonrió, acariciando mi mejilla —. Estoy orgulloso de ti, cosita. Lo hiciste bien. Defendiste a tu esposo, y cuando le dijiste que me querías solo a mí, me hizo muy feliz. Para él fue algo así como, un bofetón sin manos— rio.
—No sé si deba estar feliz por eso que sucedió.
—Por cierto, ¿a quién se le ocurre pedir perdón, luego de matar a alguien que le estaba amenazando con un arma? Creo que sirves más de comediante, que de asesina.
—Deja de burlarte. No fue para nada gracioso. Yo no quería matarlo, el arma se me disparó.
Se carcajeó más fuerte.
—Eres tan linda, que siento ganas de hacerte el amor aquí mismo.
—C-cállate—tartamudeé.
—¿Por qué pones esa cara? Eres mi esposa y puedo hacerlo.
—Cambiemos el tema. ¿Qué planeas hacer ahora?
—Muchas cosas, pero la más importante es monitorear que la casa donde está la niña, sea segura del todo. Voy a contratar yo a mis empleados como antes hacía, ya que el idiota de Abdiel no elige bien. Últimamente contrata puros mancos. Lo mejor será que te quedes con la niña o que nos mantengamos lejos de ella por ahora.
—¿Por qué?
—Porque si cometemos un error, esa gente puede encontrar esa casa y le pueden hacer algo a la niña. Lo mejor es llamar su atención a otra parte y llevarlos a donde nosotros queremos que ellos vayan, ¿comprendes? Kwan no es como esa gente. Esas personas son mucho más peligrosas e impredecibles, hay que andar con cuidado. Ellos no dudarían en matarnos, Kwan sí dudó. Quiero que entiendas que las cosas se pondrán color de hormiga cuando decidamos enfrentarlos, y necesitaré que Kwan esté de nuestra parte; para eso necesitaré de tu ayuda y tu influencia. Sé que si le ruegas va a ceder. Ese tipo está hasta las trancas contigo, ¿y qué no haría un hombre con tal de ver a la mujer que le gusta feliz?
—Entendido. Haré lo que dices, John.
—Esa es mi es mi chica— me despeinó.
Entré al cuarto que le habían asignado a Kwan y me acerqué a la camilla.
—Necesito hablar contigo, Kwan. Ya sé que estás herido por mi culpa y debes estarme odiando mucho, pero yo necesito tu ayuda.
—¿Y crees que puedo servirte de algo ahora?
—No, pero más adelante sí. Ya sé que lo más probable te niegues, pero no pierdo nada intentando.
—¿Qué sucede?
—Quiero que ayudes a John a dar con los Roberts.
—El amor te tiene ciega, panterita. ¿Realmente crees que lo ayudaré?
—Por favor, sé que es egoísta pedirte esto luego de todo lo que ocurrió, pero ayúdanos.
—Te obligó a convencerme, ¿no?
—No, lo hago por mi hija. Quiero evitar que ella también se vea afectada en esto, Kwan. Solo te pido que lo ayudes. Esa gente pusieron una bomba en nuestro auto y casi nos matan. No quiero que ella esté en medio de esta guerra. Perdóname por ser tan egoísta y pedirte esto, realmente lo siento, pero entiéndeme. Tengo miedo de que le hagan algo malo a nuestra hija o a John. Él ha sido malo, pero se está esforzando en arreglar su vida y ser una mejor persona por nuestra hija. Ya sé que lo odias, que quieres verlo tres metros bajo tierra, pero debes comprender que si mató a tu padre, es porque le hizo mucho daño. Si hubieras estado en su lugar, estoy segura de que hubieras hecho lo mismo, y más si alguien cercano a ti, está en peligro también. No te pido que lo perdones o se hagan mejores amigos, pero al menos hagan las paces por ahora.
—El hecho de que él sea bueno contigo, no significa que lo será conmigo. A la que me descuide, me cortará la cabeza.
—Si hubiera querido hacerlo, lo hubiera hecho hoy mismo.
Sonrió.
—Que ingenua eres. Necesita de mí por eso no lo ha hecho, pero ¿qué crees que pasará cuando obtenga lo que quiere?
—Yo no dejaré que lo haga.
—Lo dice la persona que acaba de clavar una cuchilla en mi costado con tal de defenderlo. A la que él decida algo, a ti no te quedará de otra que aceptarlo.
—Te equivocas. Yo no quiero, ni quise hacerte daño.
—Haya sido por miedo o lo que sea, lo hiciste. Si él te pide esta vez que lo hagas por el bien suyo y de tu hija, ¿me dirás que no vas a dudar?
—¿Tú dudarías si se tratara de una hija tuya? —se quedó en silencio y desvió la mirada—. Sí dudarías, así como dudaste en matarme.
—¿Y quién te dijo que dudé?
—Pudiste haberme matado y no lo hiciste. Nada te lo hubiera podido impedir, aun así, soltaste el cuchillo.
Volvió a mirarme y se quedó en silencio.
—¿Te has vuelto orgulloso también?
—Ya basta. Te ayudaré, pero que te quede claro que lo hago por ti, no por ese idiota. Supongo que sigo siendo el mismo idiota de siempre, que se deja llevar por un culo.
—Gracias, Kwan. Realmente te agradezco que hayas aceptado ayudarnos. Espero algún día puedas perdonarme por lo que te hice.
—No me pidas disculpas, yo no tengo nada que perdonarte; a fin de cuentas, me lo busqué por imbécil. Me enamoré de la mujer incorrecta, ¿qué te puedo decir?
—Dejémos ese tema hasta ahí. Ya me tengo que ir. Espero te recuperes pronto y puedas salir de aquí.
—Eso espero. Odio los hospitales.
—Solo te dejarán dos días.
—De igual manera es mucho tiempo.
—Cuídate mucho— antes de dar la espalda, Kwan me agarró la muñeca.
—¿No te vas a despedir adecuadamente?
—¿Eso qué significa?
—Al menos deberías darme un beso en la mejilla luego de lo que causaste.
—Será para que me hagan dormir con el perro hoy. ¿Has perdido la cabeza?
—¿Qué hay de malo en darnos un beso de amigos? A fin de cuentas, es tu culpa de que yo esté aquí. Lo menos que puedes hacer es eso.
—No me agrada la idea.
—Cerraré los ojos y lo haces— cerró los ojos, y con mi otra mano la acerqué a su rostro, fingiendo que lo había besado.
—Ya.
—¿Crees que soy idiota? — me acercó bruscamente hacia él.
—Ya basta, Kwan.
—¿Por qué un beso te pone tan nerviosa? Pensaré que estás enamorada de mí y no quieres admitirlo.
—Deja de decir tonterías.
—Entonces hazlo.
John entró a la habitación sin tocar, y al verlo con esa mirada asesina, retrocedí nerviosa.
—¿Quieres que te dé un besito yo? Si cierras los ojos, no podrás distinguir quién lo hizo. Cierralos nuevamente, y así de paso te tumbo lo dientes, imbécil.
—John, vámonos de aquí.
—No tienes que ser tan celoso, John. ¿A qué le temes? ¿A que le guste más el mío?
John rio.
—Hay muchas personas que cuando lo dejan en el puesto de amigos, no vuelven a ser los mismos. Eres un vivo ejemplo de eso. El rechazo te ha jodido tanto el cerebro, que no sabes lo que dices. Te dejaron claro de a quién quiere, ya acepta que te rechazaron y te cortaron las alas, pendejo. Ella es mi esposa, y le sacaré los ojos a quien los ponga en ella. Primera y última advertencia. Vámonos, cosita— me agarró la mano, sacándome de la habitación y sin dejarme responder—. Tu castigo será mayor, Daisy.
—¿Por qué? No he hecho nada malo.
—Quiero que según lleguemos te bañes y quites todo lo que tienes encima de él, incluyendo la suciedad de sus manos. Creo que deberías lavarte con Clorox para que te logres limpiar, y de paso, desinfectarte. Esa ropa la quemarás también.
—¿Estás bromeando? — creí que estaba bromeando, pero al ver su seriedad me di cuenta de que no.
—¿Tengo cara de payaso? — preguntó en un tono serio.
No sabía que sus celos eran a este nivel. No dije una sola palabra, no quería hacerlo molestar más. No hice nada, pero cuando está así es mejor dejarlo quieto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro