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Capítulo sesenta y uno

Subimos a la que será de hoy en adelante nuestra habitación y pusimos las maletas en medio.

—Es un cuarto muy grande— caminó alrededor de la habitación.

—Lo necesitaremos. El bebé dormirá con nosotros. En esta esquina quiero que pongan la cuna, estará cerca y podremos vigilarlo bien. 

—Como siempre pensando en todo. Te ves tan tierno cuando hablas de nuestro bebé. No pensé escucharte hablar así. 

—Hay que organizar nuestras cosas y poco a poco comprar lo que falta para la casa. Puedes ponerla como gustes. Supongo que a las mujeres les gusta eso de decorar a su gusto, y ya que no sé un divino de eso, es mejor que te encargues tu. 

—Tú me ayudarás. 

—Si tú lo pides. Ya que no te dejé dormir, es mejor que te des un buen baño y te acuestes a dormir un poco. 

—No, es muy temprano. ¿Qué vamos a hacer? — me miró esperando una respuesta.

—No lo sé. ¿Quieres salir a explorar Londres?

—Tenemos que ir a la tienda y comprar todo lo que nos hará falta para cocinar. De hoy en adelante, me encargaré de cocinar para los dos. 

—No, para eso contrato una empleada y que se encargue de eso.

—No, lo haré yo. 

—Pero tú no puedes estar esforzándote demasiado. 

—¿Crees que cocinar es esforzarme demasiado? El sexo sí es esforzarme bastante y no por eso vas a pedirme que lo dejemos de hacer, ¿o sí?

—Una cosa no tiene que ver con la otra. 

—¿Lo ves? Imaginé que dirías eso. ¿Por qué no nos bañamos juntos y vamos? 

Organizamos nuestras cosas y nos fuimos a bañar, para luego poder ir a hacer las compras. Eso de salir a las tiendas creí que sería un dolor en el trasero, pero no fue así. Compramos todo lo que ella necesitaba. Estuvimos largo rato dando vueltas por la tienda. 

Este lugar no es tan diferente de donde vinimos. Los edificios, las tiendas, todo es casi más de lo mismo. De vuelta, ella se quedó mirando por la ventana casi por todo el camino. Se veía de buen humor y sonriente. Me gusta verla así. Según llegamos, saqué todo lo que habíamos comprado y lo llevamos a la cocina. Organizamos todo como ella quiso y se puso a cocinar. 

—¿Te puedo ayudar en algo? Me estoy sintiendo inútil solo viéndote desde lejos.

—Acércate — me acerqué como me pidió y llevó su pulgar a mis labios.

—¿Esto qué es? — lamí mis labios y era algo muy dulce para mi gusto.

—¿No me digas que nunca has probado el chocolate, John?

—No, es demasiado dulce. Te dije que no me gustan las cosas dulces. 

—Que lastima— pasó su dedo en el cuello y con una sonrisa, se giró a seguir cocinando.

¿Me está tentando y ahora se voltea? ¿Y ella qué se cree? Removí su cabello hacia la espalda, para luego acercarme y lamerlo. Si es de su piel puedo tolerarlo. 

—Creo que ahora sí me gusta— susurré en su oído y bajé a besar su cuello.

—¿Recuerdas ese día que te preparé la tarta? 

—Sí, que el idiota de Abdiel nos interrumpió. 

—Tu cara valía un millón. Se notó el malhumor en el que estabas. Él no tardó en darse cuenta, pues incluso tu pantalón parecía que tenía relleno— rio.

La giré hacia mí y la encaré. 

—Ahora que lo recuerdas, ¿qué tal si recreamos esa escena? — metí el dedo en el envase del chocolate y pinté sus lindos labios—. Ahora no está Abdiel para interrumpirnos o espantarnos— lamí lentamente el chocolate de sus labios y ella cerró los ojos.

Todo de ella es dulce y es lo único que puedo tolerar sin cansarme. Es algo que de alguna manera me tienta mucho a probar. Es una tentación difícil de controlar. Miré sus labios entreabiertos, como si estuvieran esperando un beso y no pude resistirme, es como si pudieran controlarme. La besé y el sabor del chocolate, mezclado con la dulzura de sus labios, se convirtieron sin duda en mi sabor favorito. Ella puede romper cualquier barrera o regla que tenga, con tanta facilidad que ni siquiera puedo sentirme culpable ahora. Es como si ya no pudiera decidir por mí mismo. Entrelacé mis manos en su cabello para profundizar nuestro beso. 

—John, casi no me dejas respirar— su respiración se escuchaba agitada, y reí.

—Si no me hicieras desearte tanto, no haría esto— la sujeté por la cintura y la besé de vuelta, puso ambas manos en mi pecho y respondió mi beso.

Luego de unos instantes, me detuve y cruzamos mirada. Nuestra respiración agitada y el calor se hacía se presente cada segundo que transcurría. 

—Será mejor que termine de cocinar, ambos debemos comer. 

—Te comería a ti ahora y sobre la mesa. 

—John, tenemos que calmarnos. Tenemos toda la tarde y noche para eso, cariño. 

—Supongo que tienes razón, será mejor que me detenga — acomodé mi pantalón.

×××

Jamás había comido algo tan bueno. Por lo que veo, es buena en todo lo que hace. Antes no me hubiera dado cuenta de esas cosas, supongo que es porque toda mi atención está en ella ahora. 

—Voy a bañarme— se levantó de la mesa.

—Gracias por la comida. Cocinas delicioso, linda. 

—La comerás más seguido— sonrió, y subió a la habitación.

Aproveché y lavé los platos. ¿Quién diría que estaría haciendo esto? 

Al terminar, que tardé un tiempo, subí a la habitación y Daisy estaba en toalla sentada en el borde de la cama. 

—Creo que subí en un mal momento. 

—Ya puedes usar el baño. Voy a secar mi cabello ahora. 

Será mejor que entre al baño, antes de que haga otra cosa. Entré a bañarme y me tomé algo de tiempo debajo del agua. Cuando regresé a la habitación, Daisy no estaba. ¿A dónde pudo haber ido? Me quité la toalla y busqué la ropa que iba a ponerme, cuando escuché la puerta detrás de mí. 

—Creí que me habías abandonado— comenté, aún de espaldas a ella.

Ella no respondió y me estuvo raro, así que la miré. Estaba en medio de la habitación en una lencería color púrpura, una tela tan fina y transparente, que podía ver su cuerpo a través de ella. La antena captó rápidamente la señal que le estaban enviando, fue tanta señal que hasta mi cerebro se fue en blanco. Me quedé en silencio mirándola y analizando cada parte de su apetecible cuerpo. Tenía su cabello suelto y su mano sujetaba la suave tela, tratando de taparse un poco la ropa interior, pero ya lo había examinado todo. Su expresión tímida, acabó por matarme. 

—¿Te gusta? — desvió la mirada, y fue otro golpe más.

—Date una vuelta — me acerqué y ella la dio.

Tragué saliva al ver su voluptuoso trasero con esa tanga tan ajustada y pequeña. Siempre la había querido ver así. Hasta mi corazón quería salirse del pecho. 

—Si tu intención era acabar conmigo, lo has logrado. Te ves perfecta y exquisita— la sujeté por la cintura—. No sabes cuántas cosas te haría en este momento. 

—Calmado, cielo. 

—¿Me estás pidiendo calma luego de alborotar cada hormona en mi cuerpo y hacerme babear doblemente?

Sonrió.

—Te dije lo que quería hacer hoy. 

Recordé lo que había dicho en el avión y me estuvo curioso, pues en realidad, pensé que no hablaba en serio. 

—¿Qué haremos?

—Quiero que aguantes un poco más y te controles. El sexo no es solo ir directo al grano y ya. Hoy quiero que tomemos un tiempo y conozcamos cada parte de nuestro cuerpo. Nada de ir directo a eso. 

—¿Eso qué significa? 

—Que aún no vas a comer. 

—¿Eh? ¿Tú me estás diciendo que vas a ponerle una presa al león, y pretendes que juegue con ella y no se la coma?

—¿Qué hay de malo en que quiera relucir tu lado romántico? 

—Lo único relucido en este momento es lo que tengo entre las piernas— suspiré—.  Lo siento, me alteré. 

—Deja el drama. Ese siempre está reluciendo. Quiero conocer una parte nueva de ti, John. 

—Esto es muy cruel. Me siento engañado y utilizado. 

—No es tan malo. 

—El tan es lo que lo daña. ¿Sabes lo que es ver todo ese monumento delante de mí y no atacarte? Tengo autocontrol para algunas cosas, pero no para esto. Esto es un abuso, acabas de dañar mi mente.

—Necesito que tengas un poco de autocontrol y tomes el tiempo de preparar el material. No todo es meter y ya. Ya sé que estás acostumbrado a eso, pero quiero que tengamos una terapia sexual hoy. 

—¿Estás diciendo que no estás satisfecha en como te caliento? Me siento insultado. 

—No he dicho eso, pero quiero que hagamos algo distinto; algo que creo que deberían hacer y practicar todas las parejas. 

—Las demás parejas me importan un huevo, tú eres quien me importa ahora. 

—Entonces serás bueno y vas a complacerme, ¿verdad? Quiero poder tocar tu cuerpo sin necesidad de que te sientas incómodo, y que podamos disfrutar los dos plenamente de esto. 

Me prometí que iba a complacerla en todo y que sería comprensivo, pero esto es complicado. Estoy hasta sudando. Esta mujer me tiene acelerado con solo verla.  

—Aceptaré hacerlo, pero con una condición. 

—¿Condición? 

—Quiero verte en cuatro patas. Ese espectáculo no me lo pierdo ni amarrado. 

—Estúpido, no digas esas cosas tan repentinas.

—Yo digo lo que quiera. No puedes quejarte, cosita hermosa. Ahora debes aguantar mi forma de ser y de decir las cosas, es lo menos que puedes hacer luego de pedirme algo como esto, en una situación tan crítica como esta. ¿Sabes lo duro que me tienes? 

—Ya cállate. Eres un grosero y un pervertido. 

—Ah, pero que buenos orgasmos tienes cuando te hablo así y estás a punto de correrte. 

—No tienes remedio— su rostro se ruborizó, y no pude evitar reír.

Quizás esto sí sea divertido.

—¿Y cómo empezaremos? 

—Acuéstate en la cama. 

—Yo siguiendo órdenes de una chica, que bello es todo.

—Deja de protestar tanto. 

Me acosté en la cama y me le quedé viendo. Ella comenzó a bailar de una forma bastante provocativa y estaba esperando que se le subiera, aunque fuera un poco la lencería, pero no lo hacía. 

—Estoy considerando poner un tubo en el medio de la habitación.

—John, por favor.

—Lo siento.

—Estás dañando el momento. 

—Pero y qué culpa tengo de que desee verte haciendo… — se me quedó viendo y carraspeé—.  Haré silencio mejor.

Golpeó su frente.

—Esto no es lo tuyo. 

Me levanté de la cama y me acerqué a ella.

—Entonces bailemos los dos.

—¿Y tú sabes bailar?

—No, pero haciendo el ridículo me di cuenta de que soy un experto — ambos reímos.

—Pero se supone que haya sido yo. 

—Haz silencio— agarré sus dos manos y las llevé a mi torso, las dejé ahí para bajar mis manos a sus caderas.

—Rayos, John— acarició mi torso y lo apretó.

—Ahora puedes moverte como lo estabas haciendo, y así puedo acariciarte a la vez. 

Ella continuó moviendo sus caderas y la combinación con esa ropa tan sexi, la hacía ver el triple de atractiva. Traté de moverme a la velocidad de ella, pero no podía concentrarme en moverme, cuando sus caderas se movían de esa forma tan sensual. Al ser un poco más alto que ella, solamente mirarla desde este ángulo, podía ver sus dos senos y el autocontrol se estaba poco a poco acabando.

Fui descendiendo mi mano, un poco más abajo de sus piernas y lo levanté lentamente hasta poder tener contacto con su trasero directactamente. Lo que no estaba cubriendo la ropa interior de su gran trasero, lo agarré firme y dejé escapar un suspiro. La pegué más a mi cuerpo para poder agarrar ambos y la emoción se mostró por todos lados. 

—¡Maldición!

—John… 

—¿Otra vez la cagué? No he hecho nada malo. 

—Me estás atravesando — se tapó la cara y su risa me hizo soltarla.

—Bueno, nadie te manda a jugar conmigo. Estoy sufriendo demasiado.

Caminó a la cama y se colocó en cuatro patas, mostrando el monumento de Satanás delante de mí. 

—Tú estás jugando con fuego, Daisy. 

—Tócame. 

No lo pensé dos veces. Me acerqué y las agarré a la vez. Son jodidamente suaves y grandes. Este demonio me está tentando y no sé si pueda aguantar más de esto.

—¿Por qué no dejamos esto para otro día? 

—Compórtate. 

—¿Cómo puedes pedirme eso cuando estás fotografiándome con ese trasero gigante? — los apreté fuertemente y ella se quejó.

Le di una nalgada, solo para ver cómo se movían como gelatina. Esa tanga le quedaba perfecta. Quisiera partirla por el medio. Respiré hondo y la oí reír. 

—No es gracioso. Es un momento muy cruel y duro para mí. Esta terapia terminará mandándome a un manicomio. 

—Acuéstate— me pidió.

Me acosté, y al ver que se puso entre mis piernas, la detuve. 

—No, chula. Date la vuelta y pon todo eso en mi cara. 

—Te he dicho que no digas esas cosas así. 

—Avanza o voy a romper las reglas y no solamente a ellas. No olvides que tú me haces romperlas muy fácil. 

Se subió sobre mí y puso todo ese monumento en mi cara. Era como otro sueño hecho realidad. Llevé mis manos a su trasero y lo abrí. El hilo de la tanga se veía muy sexi y provocativo, dividía claramente lo que estaba a punto de comerme. La humedad se hacía visible y mordí los labios con tener semejante banquete en frente. 

—Esto es demasiado vergonzoso, John. 

—Deberías ocupar tu boca, ahí tienes con que entretenerte. Déjame entretenerme con lo que me corresponde.

Las abría y las cerraba, solo para ver sus movimientos. Tiene un cuerpo muy erótico. Ella no tardó en llevarlo a su boca. Estaba viendo estrellas y era solo el comienzo. Se sentía muy bien esa sensación que producía su boca en el. Acerqué mi lengua a su ropa interior y la lamí por encima. Su humedad se hacía cada vez más visiblemente en su ropa interior. Su sabor era exquisito. Moví a un lado su ropa interior y pude apreciar el paraíso, no pude evitar probarla directamente. Tomar de ella, es algo magnífico. Saber que se encuentra así por mí, me hacía sentir una satisfacción inmensa. Movía mi lengua con desespero, deseoso de probar cada parte. Sus gemidos me provocaban a hacerlo más y más rápido. Ella estaba haciendo un buen trabajo, tanto que, no podía parar de quejarme. Esta mujer es una diosa. Metí dos dedos dentro y ella se quejó, enterrando sus uñas en mi pierna. Di suaves chupones en su clítoris, solo para apreciarla temblar. Continuamos así por un largo tiempo. Está sensible, creo que el embarazo la ha puesto así. Su excitación la delataba, pues lo hacía rápido y sus gemidos eran constantes. Si dejaba que continuara, iba a terminar antes de tiempo. La hice bajarse y quise que se pusiera en la misma posición. 

—No seas tan brusco. 

—Ya lo sé. 

Claro que lo sé, pero qué difícil se me hace. Ya parezco un virgencito de pacotilla. Acerqué mi pene a su apertura y lo froté en su entrada, traté de penetrarla suavemente, pero esas ganas de romperla, me estaban quemando por dentro. Al llegar a lo más profundo de ella, me estremecí. Llevé mis dos manos a sus caderas y la embestía suavemente. En realidad no se sentía mal, estaba increíblemente caliente y húmedo. Es como si ella lo estuviera sintiendo mejor. Cada vez que la penetraba, podía ver claramente el brillo de sus fluidos cubriendo la base de mi pene y eso me volvía loco. Me aferré a su cuerpo para alzarla y quedar justo detrás de ella. 

—¿No darás ninguna queja, cosita? — susurré en su oído. 

—Ninguna.

Llevé mi mano a su mejilla y la acaricié, su piel siempre tan suave. Bajé mi mano a su cuello y giré su rostro para besarla, mientras continuaba penetrándola suavemente. Estuvimos así por unos minutos, pero quería ver mejor su rostro, y en esta posición no podía contemplarla como quería. 

Me detuve y me senté en el medio de la cama, la hice sentar sobre mí y ella comprendió lo que quería. Se aferró a mi cuello y se movió lentamente. Coloqué una mano alrededor de su cuerpo para mantenerla firme. Se sentía mucho mejor poder apreciar sus expresiones en calor y escuchar sus gemidos. 

Entrelacé mi otra mano en su cabello y la besé apasionadamente, y ella entrelazó la suya en el mío. Metí mi mano por debajo de su lencería y acaricié su espalda. Esos besos húmedos se han convertido en otra debilidad. Fui descendiendo de su boca a su mentón, hasta llegar a su cuello, dando suaves y deseosos besos. Quería adueñarme de su cuerpo, pero en especial de su dulce y suave cuello. Ese deseo egoísta de tenerla para mí, de que solo sea mía; es algo que me carcome por dentro y que cuando estamos en la cama, ese deseo incontrolable e insaciable se agudiza; y muchas veces es más fuerte que yo. No quiero que siga conociendo esas partes tan patéticas de mi. 

Llevé mis manos a sus caderas para ayudarla y chupé su pezón por encima de la lencería. Sus uñas se clavaron en mi espalda y gimió mi nombre. Si ella supiera cómo me enciende eso, lo haría más a menudo. Se estaba moviendo un poco más rápido y se sentía tan bien, que ese escalofrío no dudó en aparecer. La besé y la abracé, acercándola a mi cuerpo para sentir el roce del suyo. Estaba a mi límite, ya no podía aguantar más de estas sensaciones, que solo ella causa. 

Creí que tardaría por la velocidad, pero no fue así. Justo en ese momento de acabar dentro de ella, su cuerpo vibró. Siempre lo hace y es magnífico sentirla así. Ella sujetó con sus dos manos mi rostro y sonrió. 

—Te amo, John— murmuró.

Me sentía incómodo para mirarla en ese momento.

—Eres… — no encontraba qué decir y recosté mi cara en su pecho.

Al escucharla reír, la abracé, y me tiré hacia atrás en la cama con ella. Presioné su cabeza en mi pecho, no quería que me viera en ese momento tan crítico. 

—Tu corazón está muy agitado, John.

—Tu causas eso, así que ya no digas más — despeiné su cabello y le di un beso en la cabeza; su pelo siempre huele tan bien—. Yo también lo hago, mocosa. 

—¿Haces qué? — rio.

—¿Realmente me harás repetirlo? 

—Sí. 

—Te amo, cosita. 

—No es difícil, ¿lo ves? Incluso tu corazón se agitó más. 

—Cállate de una vez. 

Daisy rio.

Cuando es la persona con la que mezclas algún sentimiento, las cosas dejan de ser como antes. No importa cómo, dónde, o lo que hagas, simplemente disfrutas de todo porque estás con ella, y porque sabes que es especial e importante para ti. No había descubierto cuánto poder tiene sobre mí hasta ahora.

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