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Capítulo seis

Los años fueron pasando extremadamente rápido y las cosas han ido cambiando drásticamente. Con el negocio, los entrenamientos, es muy poco el tiempo que estoy desocupado. Mi padre me enseñó un poco de contabilidad, quiere que adquiera más conocimiento en todo lo que tenga que ver con el negocio y dinero. Ahora estoy manejando el casino también. Acompaño algunas veces a mi padre cuando tiene planes de darle un golpe bajo a algún enemigo. Hace unas semanas tuvimos un incidente con uno de sus enemigos. Casi nos matan, si no hubiéramos actuado rápido, no estuviéramos vivos para contarlo.

—Tenemos que hablar, John. Vamos al estudio.

—De acuerdo, papá— lo seguí al estudio, y nos sentamos a hablar.

—Te tengo buenas noticias. Desde mañana en adelante comenzarás a estudiar en un colegio privado.

—¿Un colegio?

—Sí, no seguirás tomando las clases en la casa. Quiero que salgas y estudies. Necesito que aprendas lo suficiente para poder hacerte cargo del negocio. Por otro lado, hay una persona que quiero que vigiles— arrojó un sobre amarillo encima de la mesa y lo abrí.

Miré la información, junto a las fotos que contenía. La información era de una chica llamada Liam Sworth, 17 años y soltera. Estaba toda su información; estatura, peso, lugares que frecuenta, a qué se dedica fuera de estudiar, placa y modelo del auto, entre otras cosas más. Físicamente era muy bonita; rubia, delgada y tenía una expresión de ser muy plástica y presumida.

—¿Es hija de Jeff?

—Así es, quiero que la vigiles.

—¿Es la única orden?

—Sí, no harás nada más. No es necesario tener contacto con ella, pero sí vigilarla. Si el negocio que vamos a cerrar lo cancela a última hora, la chica será nuestra presa. En este caso, tu premio.

—¿Vas a continuar con eso, papá? No estoy interesado en violar mujeres. ¿Por qué siempre quieres meterme a la cama con todas?

—Eres hombre y eso hacemos los hombres, John.

—Si te escucha mamá, ¿qué diría?

—Cuidado con el tono que me hablas.

—Lo siento, es solo que no soporto que cada dos días estés queriendo que me acueste con una y con otra. El sexo no es algo que me llame la atención, quiero concentrarme en los negocios.

—Ya sé cómo eres, pero quiero que lo sigas haciendo. No creo que sea tan malo complacerlas, ¿o sí?

—Son muy ruidosas y están más abiertas que saco de papas. ¿Crees que eso puede causarme algo?

—Supongo que tendré que conseguirte una virgen. No puedes ser tan exigente, son muy escasas.

—Lo que quiero decir es que no me interesa tener más sexo con nadie, estoy bien, así como estoy.

—Regresando al tema principal, no quiero que tengas distracciones mientras estés allá. Vas a la escuela a estudiar, a que aprendas mucho y a vigilar a la chica. Necesito que seas un niño obediente e inteligente; nada de amistades y nada de perder el tiempo mirando debajo de las faldas de ninguna. Si quieres putas, yo te las consigo y de gratis, pero nada más, ni nada menos. Te necesito con todos los sentidos despiertos, John. Tú muy bien sabes que hemos estado pasando un mal momento, y no quiero que te vayan a madrugar. Eres mi hijo y ellos irán por tu cabeza también.

—Lo sé, puedes estar tranquilo. Voy a cumplir con todo lo que me pides.

—Ahora quita esa cara y sonríe. Te hace falta una buena cogida a ver si se te quita ese mal humor.

—Creí que habíamos dejado eso claro hace unos instantes, pero veo que no.

—Ve a descansar, mañana tienes mucho para hacer. El uniforme te lo llevé al cuarto, y el auto lo tienes preparado. No olvides llevar tu licencia.

—Buenas noches, papá—me fui al cuarto y me tiré en la cama.

Todos los días es lo mismo. Solo piensa en sexo y sexo. ¿Qué hay con eso? Para mí no es nada y él lo ve como si lo fuera todo. ¿Será que el bicho raro soy yo?

×××

A la mañana siguiente, me fui directo al colegio. Había muchas personas afuera y, al ver mi auto se me quedaron viendo. Odio llamar la atención, a veces quisiera ser invisible.

Caminé dentro del colegio y busqué donde sería mi primera clase. Al entrar, casi todos estaban sentados esperando a que la profesora comenzara. Varias personas se me quedaron viendo y me quedé serio. Me senté en una silla distante de todos y me puse los auriculares para escuchar música, no quería oír sus murmullos ni sus conversaciones; en realidad para mí no existen.

×××

Tiempo después, la profesora llegó y me hizo presentarme. Quise ser lo más cortante posible para que no me buscaran conversación. Mientras me estaba presentando, una chica de cabello negro largo y bajita, entró. Corrió a sentarse en una silla y aproveché para sentarme en la mía.

Me quedé atendiendo todas las clases de por la mañana, hasta que llegó la hora de almuerzo. No hizo más que sonar el timbre y mi pupitre se llenó de chicas.

—¿Cómo es que te transferiste faltando la mitad del semestre?

—¿Cuántos años tienes?

—¿De dónde eres?

—¡Son un maldito fastidio! ¿Por qué no se largan por donde mismo vinieron? —les hablé en un tono fuerte y se sorprendieron. Quería buscar un respiro, así que me levanté de mala gana metiendo mis manos en los bolsillos y salí a caminar. Debo buscar a Liam y no perderla de vista.

Caminé por un rato y me detuve frente al salón de clases donde está supuesto a estar ella y logré localizarla. Estaba hablando con dos chicas más. En persona se ve mucho más arrogante que en foto. Saqué mi teléfono y, sin que se diera cuenta, le tomé una foto; luego me giré para seguir caminando por el pasillo, cuando una idiota se tropezó conmigo. La miré molesto y ella retrocedió.

—Lo siento mucho, no lo vi — al ver su rostro me di cuenta de que era la misma chica que entró al salón tarde.

Mirándola de cerca no era fea, aunque sus piernas eran muy delgadas. No sé qué demonios hacía mirando sus piernas. Al darme cuenta de mi estúpido pensamiento, la miré.

—Debes estar muy ciega entonces— respondí indiferente.

Seguí caminando como si nada hubiera sucedido. Es mi primer día y ya estoy odiando el colegio, y a todos los que aquí vienen. Es desesperante el ruido que hay en este lugar.

La tarde pasó rápidamente y esa chica no dejaba de mirarme. Es malo tener ese don de saber cuándo te están mirando. Según sonó el timbre, salí a toda prisa del salón y bajé lentamente por las escaleras, ya que a lo lejos podía ver a Liam. Solo espero que las cosas de ahora en adelante salgan bien.

×××

Al llegar a la casa, fui al estudio para hablar con mi padre.

—¿Cómo te fue en tu primer día, hijo?

—Bien.

—¿Lograste encontrar a la chica?

—Sí, no fue nada del otro mundo.

—Bien hecho. Te tengo un trabajo, John. Necesito que le des una advertencia a este sujeto— me dio una foto del hombre, y su información.

—¿Quién es?

—Alguien que me debe dinero y está haciéndose el de la vista larga. Ya sabes qué hacer con él, hijo.

—¿Muy herido?

—Una lección que lo haga pagar lo que debe.

—Entendido, me encargo hoy mismo.

Me cambié el uniforme y me puse el gabán; luego busqué a Aquiles para que fuéramos juntos a buscarlo.

Últimamente mi padre ha estado mandándome a hacer este tipo de trabajos simples. Casi todas las semanas hay dos o tres que no le han pagado y, él sabiendo como son, sigue atendiéndolos. Todos los días es algo nuevo y, en realidad, odio estos trabajos. Prefiero más quedarme manejando los negocios, que matando o golpeando a medio mundo. He perdido la cuenta de a cuántas personas he matado ya. Todo sea por mantener a mi jefe feliz.

Me puse los guantes negros y nos quedamos vigilando a que saliera de su casa y, en la oportunidad que tuvimos, Aquiles manejó el auto hasta llegar a donde él. Me bajé rápidamente y lo agarré por el abrigo, antes de darle un puño en la cara y, agarré su pelo entre mi mano para empujarlo contra el pavimento. Él se cubría con las manos para que no le hiciera nada más, pero mis órdenes eran claras.

Le di varias patadas en donde lo cogiera.

—Tenga, joven— Aquiles me pasó el bate y lo agarré.

—Terminemos con esto de una vez.

Alcé el bate y comencé a pegarle con todas mis fuerzas, en cada parte de su cuerpo, excepto la cabeza. Mis órdenes no son matarlo, por eso no lo hice.

Sus quejas y llanto me estaban molestando, era como si se taladrara en mi cerebro. Es algo a lo que debo estar acostumbrado a estas alturas, pero sigo sintiendo el mismo desespero cada vez que lo escucho.

—Para que no se te olvide pagar las cuentas que debes. Es la primera y última advertencia, para lo próxima no seré tan considerado — le di un último batazo en la espalda, y regresé al auto.

Aquiles se subió conmigo y me quité los guantes.

—¿Qué te contó mi padre sobre el Sr. Sworth?

—Es una pregunta muy extraña, pero supongo que se la puedo responder. Eran buenos amigos antes, pero todo llegó a su fin luego de un malentendido.

—¿Qué malentendido?

—Acusaron a su padre de venderle unas rutas a otro socio; rutas que manejaban, obviamente entre los dos.

—¿Y eso fue cierto?

—Con todo respeto, eso debe preguntárselo a su padre, joven.

—Está bien.

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