Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo diez

En el transcurso de varias semanas, seguí acudiendo al colegio como de costumbre, lo único que repetían hasta el cansancio era el nombre de esa zorra y no había nada que me pusiera de peor humor que eso.

En la salida del colegio, un hombre alto, vestido en traje y con pinta de guardaespaldas me detuvo.

—¿Es usted John?

—Depende de quién pregunte.

—Mi nombre es Edgar, soy empleado del padre de Liam Sworth. ¿La conoce?

Este es el peor escenario posible. No tengo el arma aquí.

—Sí. ¿En qué puedo ayudarle?

—El Sr. Sworth quiere hablar con usted. ¿Tiene unos minutos?

—Claro.

Lo seguí hasta un Mercedes Benz, color negro y tintado que se encontraba estacionado a las orillas de la entrada del colegio. Me abrió amablemente la puerta para que subiera. Reconocí al Sr. Sworth enseguida, ya había visto fotos de él en la información que me brindó mi padre.

—Buenas tardes, muchacho.

—Buenas tardes, señor.

—Debe preguntarse la razón por la cual quiero hablar con usted, pero es muy sencillo; me enteré que usted está saliendo con mi hija Liam. ¿Es eso cierto?

—Sí, estamos saliendo.

—¿Está enterado de lo que sucedió?

—Sí, es algo de lo que hablan mucho en el colegio.

—¿Has sabido algo sobre ella? ¿Se ha comunicado contigo?

—No.

—¿Qué le parece si vamos a otro lugar?

—Está bien, me gustaría saber más sobre su hija. Estoy muy preocupado con su desaparición.

Le dio la orden a Edgar para que manejara. No puedo bajar la guardia con este hijo de perra.

×××

Me trajo a una cafetería de la ciudad y nos bajamos. Nos sentamos en una mesa apartados de la vista y oídos de terceros. Encargó sin cuestionarme un jugo de china y un café cargado.

—Volviendo al tema de mi hija; ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. He estado buscando algo que me ayude a dar con su paradero, pero no la encuentro. Tengo temor de que le haya pasado algo muy malo. ¿Ha notado algo extraño últimamente? ¿Ella te ha contado algo?

—Ahora que lo menciona; hay una chica de otro salón que estaba vigilándonos mucho. La encontré varias veces espiándonos y Liam me había dicho que debía cuidarme de ella. Nunca entendí la razón, no sé si tenga algo que ver con lo que está sucediendo.

—¿Quién es esa chica?

—No sé su nombre, pero puedo preguntar para usted.

—Quiero saberlo todo.

Tenía que evitar sospechas a toda costa, a fin de cuentas, a esa otra zorra no la van a encontrar tampoco.

El mesero llegó a la mesa y puso el vaso de jugo delante de mí. Discretamente lo evalué y supe rápido que algo tenía. El color del jugo no era normal, aparte de tener el sorbeto ya dentro del vaso, se podía notar que lo habían movido por la marca que yacía en el.

—Su hija es una persona maravillosa. Ella no merece esto que está sucediendo, quisiera poder hacer algo para que aparezca.

—Solo esperar y tener paciencia, eso es lo que se puede hacer. Investigare todo lo que pueda, porque debo encontrarla.

—Si necesita algo más, no dude en avisarme.

—Avísame también, muchacho. ¿No tomarás del jugo?

—Claro—lo acerqué a mi boca, y fingí haberle dado un sorbo.

El olor que emergió del jugo, solo confirmó mis sospechas. Estoy seguro que no es solo una pastilla, sino dos. ¿Tantas ganas tiene de lastimarme?

—¿Cuánto tiempo llevas saliendo con mi hija?

—Casi un mes.

—Es poco tiempo. Nunca me dijo que estaba saliendo con alguien y, aunque no suelo inmiscuirme en los amoríos de mis hijos, me entristece que no haya sentido la confianza de hablarme sobre ti.

Él debía estar esperando que me surgiera algún tipo de efecto. Si mandó a excederse de cantidad, es porque no quiere perder tiempo.

Miré de reojo por debajo de la mesa el reloj de mi muñeca y observé la hora. Continuamos hablando y seguía fingiendo que estaba tomando del vaso. En realidad, el jugo no había tenido contacto siquiera con mis labios, si lo hago, pierdo.

—Me tengo que ir, señor. Mi madre debe estar esperándome — me levanté de la mesa e hice un pequeño teatrillo, donde pudiera hacerle creer que había logrado su cometido.

Estaba esperando su siguiente movida. Se supone que ahora dé la excusa de que va a llevarme a la escuela o a mi casa, y me llevará a otra parte.

Estaba esperando eso, no quería tratar de huir. Quiero salir de este problema, ¿y qué mejor manera que deshacerme de este maldito viejo?

—¿Te encuentras bien, muchacho? — se levantó de la mesa apresurado y me ayudó a caminar al auto—. Te llevaré a tu casa. ¿Dónde vives?

Fingí perder el conocimiento y me acomodaron en el asiento trasero.

—Listo, ya sabes que hacer— le dijo a Edgar.

Es el viejo más imbécil e inútil que he conocido en la vida, ahora entiendo a quien salió esa perra.

×××

Manejaron por un largo tiempo, si debo ser honesto, no tuve manera de grabar el camino por medio de los movimientos, pues el tiempo que se echaron fue extenso.

Con ayuda de Edgar, me bajaron del auto y me arrastraron hasta sentarme en una silla. Reaccioné poco a poco, todavía fingiendo que el efecto de la droga persistía en mi sistema. Mis ojos se empañaron por el agua fría que arrojaron sobre mí. Edgar me presionó por ambos hombros, haciéndome permanecer en la silla.

—¿Qué sucede? ¿Dónde estoy? — pregunté, fingiendo una tono cansado y denotando infinita preocupación.

Le di una breve ojeada a la habitación y me di cuenta de que, en efecto, solo eran ellos dos y yo. Eso es algo a mi favor. Muerto el perro se acabó la rabia. Estaría estropeando los planes de mi padre, pero no me importa. ¿Qué mejor excusa que decirle que mi vida estaba en peligro? Estoy seguro de que va a perdonarme por esto.

—¿Ahora me dirás dónde la tienes? ¿Dónde tienes a mi hija?

—¿De qué habla, señor?

Me dio un sólido puño en la cara y eso solo despertó mi enojo. Partió mi labio inferior por culpa del anillo que llevaba en su dedo. Escupí la sangre en el suelo, no era la primera vez que me tocaba tragarme mi propia sangre. Ese viejo es fuerte, pero no más que yo.

—¿Por qué me hace esto? Yo no sé nada de su hija.

—No soy imbécil. Sé muy bien que debes estar ocultándola. Hace un mes me dijo que quería irse lejos y casualmente consiguió un novio. ¿Te está pidiendo que la ocultes?

—Está equivocado, señor. Aún si ella me hubiera pedido algo como eso, jamás lo hubiera permitido.

—Estaba cansada de la vida que tenía conmigo y quería huir de mí. No dejaré que me la ocultes. Vas a decirme todo lo que sabes, muchacho. No saldrás de aquí hasta que hables.

Caminó hacia la mesa de la esquina y cogió una cuchilla filosa, pero de mango corto. Es mi día de suerte. Podré liberar el estrés en el que me dejó esa perra. Mi padre le tiene miedo a este viejo y no entiendo la razón, para mí es un simple imbécil, que me ha subestimado porque soy un adolescente.

Trajo solamente un empleado, se arriesgó demasiado y ni cuenta se ha dado. Eso no es nada inteligente de su parte.

—¿Con qué comenzamos? — sonrió, acercando el filo de la cuchilla a mi mentón.

—Buena pregunta— le di una patada a su pierna y tiré un codazo a la barriga de Edgar; luego me levanté abruptamente de la silla y la cogí en las manos para reventársela encima.

Escuché un pequeño paso detrás de mí y le arrojé una patada a su mano, dejando así caer la cuchilla. Tengo que deshacerme de este estorbo primero.

El viejo trató de coger la cuchilla, pero le puse el zapato encima, agarrándolo por el cuello y empujándolo a donde me aseguraría de que sería su mejor y único aliado hasta su último suspiro; el suelo.

Edgar no se había rendido después de recibir el impacto de la silla y quiso desempeñar bien su papel como mano izquierda y guardaespaldas, pero lastimosamente, no era algo que iba a permitir, por eso, dejé ir a Sworth, sabiendo que todo lo haría lo suficientemente rápido, como para no darle tiempo u oportunidad de reaccionar o levantarse. La cuchilla se adhirió a mi mano y de un ágil movimiento, la atravesé en el costado de Edgar, quien emitió un alarido que inundó el lugar. Sus rodillas tocaron piso, como el filo de mi cuchilla había perforado más allá de su piel. Para asegurarme de que no fuera un estorbo entre nosotros, me limité a solo acabar con su sufrimiento, clavando una segunda vez la cuchilla, pero en esta ocasión en el centro de su pecho. Desenterré la cuchilla, para darle el merecido descanso que su cuerpo ameritaba.

—¿Continuamos nuestra charla, señor? — le pregunté a Sworth, al oír su arrastre.

—¿Quién eres en realidad?

—Un simple estudiante. ¿Por qué?

Sacó un pequeño paño de su traje y se limpió la cara, transpiraba y sudaba mucho.

—Eres increíble.

—Lo mismo dice mi padre.

—Tú sabes dónde está mi hija, ¿verdad?

—¿Quiere que le cuente una historia? Venga, siéntese conmigo y charlemos. Olvidemos nuestras diferencias por un momento— sonreí, guardando la cuchilla en mi pantalón.

Busqué una segunda silla y la acomodé en el centro de la habitación, invitándole a sentarse, pero evidentemente tenía sus dudas, aun no bajaba la guardia.

—Esta vez invito yo la charla, ¿qué le parece?

—¿Quién te mandó?

—Usted mismo me trajo aquí, ¿lo olvida?

—Sabes muy bien de lo que hablo.

—No, no lo sé.

—Has matado gente antes, no veo en ti alguien que acaba de matar a una persona. ¿Quién te contrató?

—Me contraté yo mismo, ¿eso responde su pregunta?

—Está bien. ¿No tuviste nada que ver con lo ocurrido con mi hija?

—Siéntese y hablemos.

—No soy imbécil, a la que me acerque vas a matarme.

—¿Cómo crees, suegro? Solo quiero que hablemos. Creo que tiene mucho que explicarme, acaba de drogarme y traerme a un lugar para torturarme. ¿No soy yo quién debe dudar de ti?

—Estoy seguro de que sabes de mi hija.

—Siéntate y te contaré todo.

—Voy ceder por esta vez, pero ¿por qué no trabajas para mí? — caminó lentamente hacia la silla y me alejé de ella, dándole la confianza a que no dudara en equivocarse.

—No me interesa trabajar para ti, ni para nadie. Quiero que me diga la razón por la cual me quiso secuestrar.

—Ya te dije, estoy seguro de que sabes de mi hija y me lo estás ocultando.

—Sí, sé de ella y le contaré con mucho gusto— le señalé por segunda vez la silla y él se sentó con desconfianza.

Estaba analizando todos mis movimientos y yo también los suyos. No quiso darme la espalda, así que caminé lentamente dando la vuelta a la silla y simulando que estaba mirando el techo. Solo faltaba sacarle una conversación que sea de su interés.

—Su hija era muy cariñosa, era la mujer perfecta con la que cualquier hombre se volvería loco.

—No me gusta la forma en que te refieres a ella. ¿Por qué hablas en pasado?

—¿Por qué? No lo sé, solo estoy diciendo lo que pienso.

Me siguió con la mirada y continué hablando, hasta llegar a una distancia módica del respaldo de la silla. Ya era el momento de actuar.

Me acerqué rápidamente y agarré con ambas manos el respaldo de la silla para tumbarla hacia al frente. Su frente dio contra el frío suelo y puso ambas manos en el intento de levantarse, pero le puse la pierna a la silla, evitando que pudiera hacerlo.

—Relájese, suegro, no voy a matarlo todavía.

—¡Eres un cretino! — dijo quejándose.

—Y usted un imbécil.

Estaba tratando de arrastrarse, pero no era mucho lo que podía hacer.

Saqué la cuchilla de mi bolsillo y me agaché un poco, aún con mi pierna encima de la silla, para así quitarle uno de los zapatos con todo y calcetín.

—¿Qué estás haciendo, infeliz?

—En mi otra vida fui cirujano ortopédico, suegro— acerqué el filo de la cuchilla a la planta del pie, y di un corte vertical en el mismo centro.

Su grito fue tan espantoso, que me causó algo de gracia. El suelo se llenó de su repugnante sangre y fui en busca de su otro pie. Estaba luchando por meterlo debajo de la silla, pero no era mucho o nada lo que podía hacer. Le quité el zapato junto a la media e hice lo mismo en su otro pie. Sus gritos me hacían sentir satisfacción, ¿para qué negarlo?

Le di una patada a la silla para quitársela de encima y él se arrastró.

—¿Por qué no te levantas? — reí—. Así se inmoviliza a una rata— pisé su pie, y se retorció de dolor.

—¡Te voy a matar!— gritó quejándose.

—Muero por ver cómo lo harás.

Busqué en sus bolsillos el celular y lo tiré contra el suelo. No tenía nada encima; ya es hombre muerto y no lo sabe.

Sé arrastró hasta el cuerpo de Edgar y buscó desesperado en su ropa. Lo dejé porque sé que no encontrará un arma y, aún si la encuentra, no es mucho lo que podrá hacer.

Me sorprendió que encontró una pequeña cuchilla. Hice de cuenta que no lo vi y seguí caminando alrededor de él, como un tiburón cuando tiene a su presa segura.

—Esto te va a salir caro, cabrón.

—Estás tan viejo que ni fuerzas tienes para arrastrarte decentemente.

Me agaché frente a él y no dudó en tratar de cortarme, pero ya esperaba que lo hiciera, así que le agarré la mano en el aire.

—Cuidado, eso no es un juguete. Un cuchillo en manos equivocadas, puede ser muy peligroso— tiré un navajazo horizontal a su mejilla y le quité la cuchilla—. ¿No lo cree? — abrió sus ojos de par en par, y reí —. ¿Con qué comenzamos, suegro?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro