Capítulo cuarenta y uno
Me asomé por una de las ventanas y eran varios los que habían afuera, no tardarán en entrar. Hay que saber cuándo retirarse, no puedo ser presa fácil. Algo me dice que pudo haber sido Keny, y juro que si fue así, lo haré trizas.
Me escondí detrás de la pared de la puerta de entrada, tenía poca munición al lado de ellos, pero si la utilizo sabiamente, podría llevarme unos cuantos por delante. Lo mejor será quedarme en un lugar, donde no esperen encontrarme y tomarlos por sorpresa.
Daisy
Entramos a una especie de sótano y Abdiel abrió una puerta secreta, el lugar se veía un poco oscuro y caluroso. Caminamos por unos cortos segundos, pero la carga de saber que John estaba solo, impidió que pudiera seguir.
—No podemos simplemente irnos y dejarlo, Abdiel.
—Comprenda, señorita. Solo empeoraría las cosas, y el jefe me mataría si algo le pasa.
—Podemos salir de esta si luchamos juntos, pero no podemos abandonarlo.
—No sabe en el peligro que nos estaríamos enfrentando, no haga las cosas más difíciles y vámonos.
—¡No me iré! — iba a dar la vuelta de regreso, pero vi un hombre detrás de Abdiel y no me dio tiempo de avisarle, cuando le dieron un golpe en la cabeza con la base de un arma y él cayó inconsciente al suelo.
—¡Abdiel! —retrocedí lentamente, pero él me apuntó con el arma.
John
Escuché la puerta y me quedé pegado a la pared, sin emitir ningún ruido. Entraron dos al frente y ambos tenían rifles de alto calibre. Solamente entraron ellos, los demás, al parecer se quedaron afuera vigilando. Ambos caminaron apuntado al pasillo, y me acerqué sigilosamente al hombre que estaba detrás, puse mi brazo alrededor de su cuello, y antes de que el otro se volteara, le disparé en la cabeza. Al otro le torcí el cuello, quitándole el arma que cargaba. No hice más que agarrarla, y escuché un pequeño ruido en la puerta de entrada, pero no me dio tiempo a reaccionar rápidamente. Tras escuchar la detonación, sentí un ligero ardor en el hombro. Hace mucho tiempo no sentía ese ardor.
Disparé hacia la puerta y retrocedí para correr hacia el pasillo. ¿Cómo es que me dejo pegar un tiro?
Presioné la herida y mi mano no tardó en cubrirse de sangre. No parecía profundo, pero estaba perdiendo demasiada sangre, así no voy a durar nada.
Escuché sus suaves pasos cuando entraron a la casa. Tenía que hacer algo para detener el sangrado. Miré a todas partes, y al alcancé a ver un paño de la cocina, no tuve de otra que hacerme un torniquete para detenerlo por ahora. Traté de aguantar mi quejido al presionarlo tan fuerza. No puedo hacer más ruido o voy a revelar mi posición.
Permanecí en la cocina y me escondí por detrás de la mesa, cuando alcancé a ver por debajo a dos hombres entrar a la cocina, y esperé a que estuvieran más cerca para levantarme y dispararles. Otros tres hombres llegaron a la escena, y no tuve de otra que salir de ahí. Escuché los disparos por mi culo y tuve que correr lo más que pude, así no podré seguir. Voy a tener que largarme, o van a matarme y no puedo dejar a la mocosa sola. Me pregunto si ya habrán salido al otro lado.
Daisy
—Baja esa arma, no hay que irnos a este extremo. Podemos arreglar las cosas de otra manera.
—¿Juliana?
—¿Juliana? — ¿Quién es Juliana? —. No sé de quién habla, me temo que me ha confundido. Solo soy una pobre mujer.
—¿Pobre mujer? ¿Y qué estás haciendo por estos lares, muñeca?
Piensa en una respuesta rápida, Daisy.
—Vine a pasar la noche con Alma, pero no pude hacerlo, me perdí buscando el baño.
—¿Estás jugando conmigo? — arqueó una ceja.
—No, le aseguro que no, yo solo quiero encontrar el baño.
—Tengo órdenes de acabar con quien se cruce en mi camino.
—Esto es injusto. ¿Hacen a todos los hombres tan cobardes o qué?
—¿Qué dijiste?
—Al menos si vas a matarme, dame la oportunidad de defenderme. No sería divertido que me mates así nada más.
—No tengo tiempo que perder contigo — cargó el arma.
—Ya verás, idiota— estaba intentando sacar el cuchillo de mi bolsillo, pero para nada que salía.
El filo se había quedado encajado en la tela.
—¿Y ahora qué estás haciendo?
—Espérame un segundo.
Soy una completa inútil.
—¿Tú me estás pidiendo un segundo? ¿Qué tipo de payasada es esta?
—Voy en serio contigo, cobarde. Conozco mis derechos y no voy a dejar que me mates sin siquiera darme una oportunidad de partirte la madre.
—Las mujeres son bien problemáticas.
—Y te metiste con la peor de todas, créeme—logré sacar el cuchillo y lo señalé con el.
—Eres muy entretenida. Quisiera saber qué harás ahora con un simple cuchillo.
—En realidad, lo único que sé hacer es correr—esbozó una sonrisa—. No te rías, no es algo que me haga sentir orgullo alguno—hablaba seriamente, pero él lo tomaba todo a broma.
—Juguemos entonces—me sorprendió que mis provocaciones y habladurías sin sentido me regalaran una oportunidad, lo único que no me gustó fue ver el cuchillo que sacó de su pantalón negro. Yo no quiero ser picada en pedacitos.
—Sabes, creo que prefiero que saques el arma. Un hombre se ve más atractivo con ella— reí nerviosa.
—Hablas demasiado—se acercó, y retrocedí.
Creo que he cometido un error otra vez.
Estaba temblando al ver el filo de ese cuchillo tan alargado, por lo que traté de retroceder, cuando lanzó un inesperado corte horizontal hacia mí cara y no pude retroceder a tiempo, al menos no lo suficiente, cuando un ligero ardor y dolor corrió por mi mejilla.
Le lancé un navajaso, pero este lo esquivó. Quise evitar su siguiente ataque, pero no pude. Torció mi brazo hacia la espalda, haciendo que mi mano perdiera la fuerza y el cuchillo se deslizara de mis manos.
—¿Así planeabas defenderte? — me empujó de cabeza contra el piso y sacó el arma de regreso—. Ya me cansé de perder el tiempo contigo, bola de grasa.
Busqué alcanzar el cuchillo del suelo y se lo arrojé, en ese preciso momento, se escuchó un disparo y cerré los ojos pensando lo peor, pero al no sentir nada y escuchar el ruido de su cuerpo desplomarse, volví a abrirlos. Vi a John y suspiré aliviada. El hombre aún estaba con vida, aunque en sus últimos momentos.
—¿Quién te mandó? — le preguntó.
El hombre escupió en el suelo y miró a John sin decir una sola palabra.
—En realidad, me importa una mierda ahora mismo quién haya sido, lo más que me molesta es que me echaron a perder un polvo para esta mierda y no saben el mal humor que me traigo—John le apuntó en la cabeza y le disparó. ¿Realmente eso es lo que le molesta de todo esto? —. ¿Estás bien?—me preguntó, extendiendo su mano para ayudarme a levantar—. Te dañó el rostro ese hijo de puta— reí por lo tonto que sonó, y por preocuparse por eso, no es normal que lo haga.
—¿Ahora somos más parecidos? — sonreí, y él se quedó serio.
—Necia —me di cuenta de su herida en el hombro, y me acerqué.
—Eso se ve muy mal. ¿Te sientes bien?
—Es solo sangre, no es grave. ¿Tú estás bien? ¿No tienes más heridas?
—Estoy bien.
—Hay que salir de aquí. Deben estar por encontrarnos. Si este tipo estaba aquí, eso significa que la persona definitivamente es Keny. Las únicas personas que sabíamos de este atajo era Abdiel y Keny.
—Hay que ayudarlo— miré en dirección a Abdiel, y me acerqué.
—¿Está muerto?
—No lo sé.
—No tenemos tiempo. Vámonos.
—No podemos dejarlo ahí.
—¡No seas imprudente, Daisy! Si esa gente logra encontrarnos aquí, nos harán polvo. Tenemos que avanzar.
—¡No lo pienso dejar, así como no pensaba abandonarte a ti!
—¡Tch! —refunfuñó.
Levantó el cuerpo de Abdiel de mala gana y lo ayudé a cargarlo, para poder darnos prisa.
John me pasó el arma de Abdiel por el camino y seguimos por un largo trayecto lo más rápido que podíamos.
—Hay un auto a cinco minutos caminando, según salgamos al otro lado. Tenemos que llegar ahí para irnos a la mierda.
Luego varios minutos caminando ligero, no hicimos más que salir de ese túnel, y cuatro hombres nos apuntaron.
—¿A dónde con tanta prisa? — los cuatro esbozaron una sonrisa, y John suspiró molesto.
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