Capítulo cuarenta y siete
Con el pasar de los meses, todo continuó de la misma forma. Luego de Daisy recuperarse, quiso retomar sus estudios y reincorporarse a la universad, pero opté por matricularla en otra donde brindaba estudios en línea. Dene asistir cada cierto tiempo de manera presencial, lo que viene siendo las prácticas.
El ambiente estuvo y está algo caliente, durante estos meses hemos tenido varias situaciones, aunque me las arreglé para salir a flote, mientras que ella ha estado concentrada en sus estudios y yo en los negocios. Se podría decir que no la veo muy a menudo, pues nuestros horarios rara vez coinciden. Al llegar a la casa tan tarde, ella siempre estaba durmiendo o encerrada en su cuarto frente al computador.
Se le ha metido a la cabeza la idea de querer trabajar, a lo que me he negado rotundamente, pero al mismo tiempo, entiendo su necesidad de sentirse útil y querer salir de estas cuatro paredes.
Tengo en mente proponerle que trabaje en la empresa, pero tendría que vigilarla, y más con todos esos enemigos que tengo. Ahora que conocen su identidad, pueden hacerle algo, pero no puedo esperar a que ella decida quedarse siempre encerrada en la casa; aunque no me guste, ella es un niña todavía que tiene esos estúpidos sueños de progresar y ser alguien en la vida.
Por otro lado, desde esa noche, no tenemos nada de sexo, de hecho, ningún tipo de acercamiento. He pensado que quizá, no le gustó lo de esa noche o es simplemente que no siente esas necesidades como yo. ¿Esa mujer es de piedra o qué? ¿Qué tipo de persona puede estar sin eso? Ella no puede ser humana.
Me retuve en la casa a propósito, quería encontrarme con ella para saber cómo le ha estado yendo con los estudios. Además de que la oí moviendo cosas en el cuarto y eso me tenía intrigado, para no decir, ansioso.
Ella bajó las escaleras y se sentó en la mesa del comedor. Comenzó a comer, sin pronunciar una sola palabra. Es la primera vez que la veo en un pantalón corto, y con la dieta que estoy, eso no ayuda en lo absoluto.
—¿Qué haces vestida así?
Dudo mucho que en la universidad la acepten entrar así.
—Voy a salir con unas compañeras.
¿Salir? ¿Ha perdido el juicio?
Abdiel se mantuvo cerca de la mesa y cruzó mirada conmigo, intuí que se habían puesto de acuerdo. Debo ser flexible y tener en cuenta su posición. Encerrándola aquí no consigo nada.
—Así no puedes ir a ninguna parte, se te ve hasta las ideas con ese pantalón.
—Ni modo que me vea plana. No se puede ocultar lo que tengo, John.
—Con eso no vas a ninguna parte. ¿No tienes vergüenza?
—¿Acaso estás celoso? — sonrió coqueta.
—No, pero no me enseñas eso a mí hace largos meses y quieres enseñarlo en la calle.
—Es solo un pantalón.
—¿Y eso qué? Un pantalón que te levanta el trasero y que si te doblas, vas a parar el tráfico.
—¿Es eso un halago?
—No, no te confundas. Lo digo por la pantalla de televisor plasma que tienesbde retaguardia, mujer. ¿No te da vergüenza que se te queden mirando el trasero en la calle, como si fueras algún tipo de programación barata?
—No, soy soltera y puedo hacerlo. Creo que estos meses te han vuelto más sensible a este tema o es que inconscientemente sientes celos y no quieres admitirlo.
—Parece que se te ha olvidado quién eres.
—¿Y quién soy, según tú? — iba a responderle, pero me contuve. Suspiré y le di un sorbo al agua.
—Te iba a ofrecer un trabajo. Hablemos de negocios, Daisy.
—¿Negocios?
—Ya que estás buscando un trabajo tan desesperadamente, yo puedo ofrecerte uno.
—¿Un trabajo? ¿Ilegal?
—¿Y qué más creíste que sería?
—Pues no me interesa.
—Ni siquiera me has dejado decirte de qué se trata. Manejo tres empresas, en las cuales necesitaré de un contable que ponga al día los números, ¿me comprendes?
—¿Empresas de qué tipo? Conociéndote, debe ser algún tipo de empresa llena de fraude y lavado de dinero, ¿me equivoco?
—¿Cómo crees que sería capaz de eso? ¿Tan malo te parezco? — sonreí.
—Como si no supiera a qué te dedicas.
—Pues efectivamente, tienes toda la razón. ¿Te animas o no?
—Yo no quiero ir a la cárcel, ni tener que lidiar con los federales.
—¿Tan mala te consideras? Actualmente tienes la puntuación más alta en tu clase. Tú y yo juntos, seríamos capaces de llegar muy lejos.
—Ese “juntos” suena muy lindo y todo, pero sé que es por interés, y eso hace que no me agrade.
—Tú saldrías ganando también, no solo yo. Tendrías un trabajo estable, ganarás fama, dinero a montón, estarías más cerca de mí, y serás como mi sombra.
—¿Tu sombra o tu esclava?
—Tú y yo sabemos que no serías solamente eso.
—¿Y qué sería entonces, John?
—¿Vas a aceptar mi propuesta o no? Yo no dejaré que los federales, ni nadie intervenga en esto. Estarás muy bien protegida, solo que tendrás que cambiar tu identidad y pasar como una conocida socia mía. Tendrán los ojos en ti cuando pongas un pie en la empresa, pero estaremos entrando juntos, así como si fuéramos la pareja del año.
—¿Tantas ganas tienes de tenerme cerca?
—Quién sabe — se quedó en silencio y sonrió.
—Está bien, espero realmente me ayudes.
—Te doy mi palabra.
—Tu palabra no vale nada, John.
—Te aseguro que no te pasará nada. Yo voy a protegerte. ¿Cuándo no lo he hecho?
—El día que me secuestraron.
—Pero fui a buscarte, no puedes quejarte, mocosa.
—Y si vuelve a ocurrir algún día, ¿irías por mí?
—Claro que lo haría.
—Y si muero algún día, ¿me extrañarías? —que pregunta tan estúpida.
—No te olvides de que me debes mucho y no dejaré que te deshagas de mí tan fácilmente. Incluso si eso ocurre, hasta después de la muerte iré por ti. Voy a ser tu pesadilla. Tu existencia y todo de ti me pertenece, por ende, no dejaré que nada te pase.
—Eso es lo mas romántico que has dicho en tu vida.
—¿Romántico?
—Bueno, fue una mezcla rara. A cualquier otra mujer que le digas eso se asustaría, pero extrañamente no puedo sentir miedo de ti.
—Cambiemos el tema, no sé cómo se desvió. Mañana mismo iremos a la empresa juntos, para que la conozcas y veas lo que hay. Ya que tus clases son en la noche, no tendrás que hacer ningún ajuste.
—Me parece bien.
—Y tú, no la pierdas de vista—le ordené a Abdiel—. Y tú, nada de andar cueriando.
—¿Qué es eso?
—Olvídalo. Vete, que se te hace tarde.
—Regresaré luego, socio— se levantó de la mesa y se acercó.
—¿Qué pasa? ¿Estás esperando algo? — le pregunté, y ella sonrió.
Me dio un beso en la mejilla y se apuró a irse. ¿Y esta mujer qué demonios hace? ¿Cree que soy su papá para que me esté dando besos en la mejilla?
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