Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo cuarenta y nueve

Han pasado varios días y ella ni siquiera se ha atrevido a mirarme. Las pocas veces que hemos cruzados palabras, ha sido relacionado al trabajo, nada más ni nada menos. He tratado buscarle conversación, pero evade el tema y busca la forma de cortar todo e irse a su oficina. Mi cabeza estaba a punto de estallar. Me daba la impresión de que esta vez iba muy en serio con su distanciamiento.

Me molesta que todo se haya convertido en este martirio, pero más me molesta, no poder dejar de pensar en eso. Su pregunta ha estado dando vueltas en mi cabeza, pero no puedo aclararla. No sé lo que siento por ella, simplemente no lo sé. No puedo responderle algo de lo que ni siquiera yo estoy seguro. Sin duda alguna, ella ha sido especial, la veo de una manera diferente a las demás mujeres con las que he estado, quizá porque es con la mujer que más tiempo he convivido. Cuando estoy con ella me irrita fácilmente, pero a la vez, me divierto, puedo ser yo.

Disfruto haciéndola enojar o mirarme mal; incluso me gusta pasar tiempo con ella. El sexo también me encanta, aunque solo hayan sido pocas veces, de hecho, no he podido estar con otra mujer luego de la última vez que estuvimos juntos.

Sé que nos conocimos en las peores circunstancias, pero con el pasar del tiempo, la he llegado a considerar alguien especial y de confianza. Me hace sentir cosas raras y contradictorias que nunca antes había sentido, supongo que ha sido en parte la costumbre; me he acostumbrado a tenerla conmigo siempre. Incluso esos cambios de ahora me afectan. Todo lo que hace me termina por invadir la cabeza de muchos pensamientos.

Abdiel me informó que había visto a Daisy entrar a su habitación con varias botellas de alcohol, pero que no pudo hacerla razonar y por eso me llamó. A esta hora se supone que esté pegada al computador, ¿por qué anda en modo de fiesta? ¿Hay algo que celebrar?

Adelanté trabajo y dejé todo planchado para regresar a la casa cuanto antes.

—¿Qué estabas haciendo mientras no estuve? — pregunté en un tono alto donde pudiera despertarla.

—¿A ti qué te importa?

—¿Vas a continuar con esto?

—Sí, estoy cansada, déjame en paz.

—No quiero dejar las cosas así. No me gusta verte de esta forma, pareces una callejera.

—Pues déjame y vete, eso es lo mejor que sabes hacer, ¿no? — no puedo discutir este tema con alguien que está borracha, al final, solo se concentrará en su enojo.

—Me voy.

Salí de la habitación y me fui a dar una vuelta por la casa. Necesitaba despejar la mente de esa chiquilla. Mañana, cuando esté sobria, la enfrentaré. Al menos eso tenía pensado, pero tanto silencio detrás de su puerta, me tenía inquieto, tal vez más de lo que debería.

No sé si internamente buscaba un maldito pretexto para volver a verla, a si fuera en ese estado tan deplorable. Estaba consciente de que ella, al igual que yo, teníamos una manera diferente de lidiar con nuestros conflictos internos, pero odiaba a muerte su indiferencia.

Me agaché a un lado de la cama, llevando la mano a su mejilla enrojecida y la acaricié.

—¿No te es suficiente con saber que eres especial para mí, estúpida? ¿No te basta con tenerme así de cerca? ¿Por qué tenemos que estar distantes, si estamos acostumbrados a estar juntos? ¿Por qué haces que me vuelva un ocho? Me vuelves loco, ¿no te das cuenta? Si yo me siento satisfecho con tenerte así, ¿por qué tú no, cosita?

×××

En el trabajo me estuvo evadiendo y escondiéndose de mí como si fuera el mismísimo diablo en persona. Y en la noche, otra supuesta salida más con amigas, al menos, ese fue el pretexto que me dio para no darme la cara cuando fui a enfrentarla por lo de anoche. Es increíble la inmadurez de esa mujer.

Sumergiéndome en mi propia miseria, me despertó el timbre del celular. Lo alcancé en la mesa y viendo que se trataba de Abdiel, intuí que era para avisarme que ya había llevado a la mocosa de regreso a la casa.

—Dime.

—¡Unos hombres secuestraron a la señorita, señor! — su voz apenas era un susurro, la fatiga no le permitía articular bien las palabras.

—¿Qué?

—Un BMW negro. No logré vislumbrar la placa. Los he seguido, pero les he perdido el rastro. Lo siento, señor.

—¡Maldición! ¡Dame la dirección de donde estás!

Fui a encontrarme con Abdiel en el último lugar donde los perdió. Otra vez había permitido que en mis propias narices me la arrebataran. Si son los mismos que han estado siguiéndome, esto no pinta a tener un buen deselance.

Mis dudas fueron aclaradas, cuando mi celular salió sonando. Sabía que tarde o temprano iban a comunicarse.

—¿Quién es?

—Alma, Almita, ¿cuánto tiempo sin hablar? —tras escuchar la voz de Johnny Roberts, le di un puño al volante.

—¿Dónde la tienes, cabrón?

—¿Qué te pasa, Almita? Te escuchas alterado.

—Deja de rodeos y habla.

—Veo que estás perdiendo facultades por esta chica, así de importante ha de ser. Recordé una frase que decías mucho: “Hay que atacar a los enemigos por su debilidad”. Me parece que esta mujer es la tuya.

—¿Dónde la tienes?

—Te enviaré la dirección y quiero que vengas personalmente, ya sabes el protocolo, nada de armas, ni guardaespaldas, ni sorpresas.

Escuché el quejido de Daisy de fondo y se me agitó el corazón.

—No le hagas nada.

—Eso depende de ti, John. Te esperamos— colgó la llamada.

Esperé el mensaje de texto con la ubicación para ir directamente allá, dejando a Abdiel atrás. No estaba dispuesto a cometer un error que pudiera perjudicarla.

El edificio estaba bastante distante y abandonado. Al llegar, me rodearon y me pusieron un arma en la cabeza. Caminé dentro, escoltado con ellos y ahí vi a Daisy, tirada en el suelo y temblando. Su rostro estaba lleno de lágrimas. Estaba vestida, así que asumí que no le habían hecho nada.

Jhonny hizo acto de presencia y sus hombres me obligaron a arrodillarme.

—Hasta que al fin nos volvemos a ver. Hace tanto tiempo quería este encuentro y no me lo habías permitido. Siempre huyendo, hombre.

—Déjala ir, y arregla las cosas conmigo.

—Sabes que las cosas no se solucionan así. Quiero hacer un trato contigo.

—¿Qué trato?

—Quiero que trabajes para mí.

—¿Tanta mierda para eso? — me dieron un puñetazo en la cara, y giré el rostro.

—Cuidado con lo que dices. Mis hombres son muy impacientes y poco tolerantes. El trato es muy sencillo, trabaja para mí.

—No creo que sea tan sencillo, cuando tienes que meterte con los míos.

—Para todo hay que hacer sacrificios, y este será uno de ellos. Me gusta tu forma de ser, muchacho. Eres único, pero te has vuelto muy débil últimamente. Esa debilidad erradica de ahí, te está condenando. Te está evitando brillar como siempre has hecho, Alma. Todos tenemos deslices, pero tú aún estás a tiempo. Tu padre no hubiera querido ver en esto que te has convertido. Ya no eres el mismo, has perdido la gracia. ¿Dónde está el hombre fuerte, directo, decidido y con el corazón podrido? ¿Dónde está ese hombre que mató a su propio padre? Este que tengo enfrente no es el mismo.

—¿Eso es lo único que quieres? Está bien, trabajaré para ti, ahora déjala ir.

—Creo que no lo has entendido. La forma correcta de cerrar un trato de este calibre, es con una muestra de tu lealtad y compromiso. Los sacrificios son parte de crecer en este negocio y esa debilidad va a acabar contigo.

—No me jodas. ¿Estás realmente diciendo eso? Si es así, no voy a trabajar para ti entonces.

No era la primera vez que recibía una oferta suya, cuando aún trabajaba para mi padre, él me ofreció trabajar para él, pero siempre me negué, porque en ese entonces, mi padre era mi norte.

—No creo que estés en posición de decir eso. Si no estás dispuesto a ese sacrificio, haré que lo consideres.

Sus hombres me golpearon hasta el cansancio, pero eso no era nada diferente a lo que estaba acostumbrado. Jamás aceptaría algo tan ridículo como eso. Nunca trabajaré para él ni para nadie.

—Esto es muy aburrido, creo que deberemos buscar a la chica— comentó mirando a Daisy.

—¡A ella no te atrevas a tocarla! — retomando la postura.

—¿Aún puedes hablar y moverte? Sí que eres fuerte, Alma.

—A ella déjala. Resuelve las cosas como se deben, pero conmigo. Ya te dije que trabajaré para ti, pero no voy a sacrificarla a ella para eso.

—Necesito alguien capacitado, y una debilidad como esa, no es favorable para el negocio y para lo que busco.

—No voy a hacerlo, hay otras formas.

—No para mí— sacó el arma y me apuntó—. No me gusta dar segundas oportunidades, pero te voy a dar una oportunidad para que lo consideres, porque sé que vales la pena para ella.

—No la voy a sacrificar a ella. Si no estás dispuesto a aceptar esa única condición de dejarla ir, no voy a ceder.

—Entendido, supongo que me tocará enviarte con Leonardo— cargó el arma, y justo cuando iba a dispararme, Daisy se puso en medio, recibiendo el impacto de bala en el abdomen.

Su cuerpo estaba por desplomarse, pero la sostuve antes de que impactara el cemento. 

—Daisy… ¡¿Qué demonios hiciste?!

—Ya no más— musitó, y una lágrima traicionera bajó por su mejilla.

Sangre se desparramaba de su boca.

—Decidiste muy bien, niña. Le hiciste un gran favor a John. ¡Felicitaciones! A ti no pienso matarte aquí, el sacrificio ya está hecho. Si te decides, ya sabes dónde encontrarme. Espero consideres mi propuesta y tomes una decisión que nos favorezca a los dos— guardó el arma y salió con todos sus hombres, dejándonos a solas.

—¿Por qué mierda hiciste eso? ¿Cómo te atreves a ponerte en medio, estúpida? —sentía un dolor punzante en el pecho.

—Por primera vez pude hacer algo por ti, al fin puedo pagarte todo lo que por mí has hecho— su voz se escuchaba pausada y débil.

—¡Maldita necia! ¡Eres una imprudente!

—Hasta que por fin vas a deshacerte de tu dolor de cabeza— sonrió, y se quejó.

—No digas pendejadas. Ya te lo dije varias veces, de mí no vas a librarte tan fácilmente — presioné su herida, pues estaba perdiendo mucha sangre.

—Creo que es muy tarde.

—No te esfuerces, aguanta un poco. Vamos a salir de aquí y te llevaré al hospital— puse su brazo en mi hombro y la levanté para llevarla al auto.

Estaba sangrando demasiado, si no llego rápido, no podrá lograrlo.

—John…

—No hables más, Daisy. Perderás más sangre. 

La senté en el asiento del auto y me subí, no había rastro de los hombres de Johnny por todo el lugar.

—¿Puedo pedirte una cosa, John?

—¡No hables más, maldita sea! ¡Hazme caso por una vez en tu vida!

—Solo quiero oírte diciendo que me amas. Eres bueno mintiendo, al menos dime esa dulce mentira, por favor — su respiración agitada le hacía difícil expresarse con claridad.

—Vas a estar bien, aguanta un poco.

—No puedes, ¿verdad?

—Solo no quiero que hables. Voy a llevarte al hospital y te vas a poner bien—los nervios me estaban fallando, incluso mantener el volante me costaba trabajo.

—No quiero verte triste, prefiero verte molesto, John.

—¡Cállate!

—Perdóname por todo, fui egoísta y… — hizo una pausa—, quise obligarte a que me amaras, como yo lo hago. Solo por esta vez quiero aprovechar y decírtelo, John.

—Por favor, cállate, no sigas — esas punzadas en el pecho continuaban y más al escucharla hablar.

Estaba tratando de concentrarme en el camino. Tenía que llegar pronto y que la atendieran. Su mano la puso en mi brazo y apretó mi traje.

—Sigue tu vida y lucha por esa mujer que amas. Eres un buen hombre. Gracias por todo lo que hiciste por mí— seguía perdiendo mucha sangre, y su voz cada vez se oía más ronca y débil.

—No te estés despidiendo, maldita sea. Vamos a llegar y te pondrás bien, solo aguanta, por favor.

—Te amo, John. Te amo con cada parte... — guardó silencio y, en instantes, su mano perdió la fuerza y cayó en mi falda.

—Daisy, háblame. No juegues conmigo, por favor. Ahora no. ¿Daisy?

Tras ver que no se movía y tampoco abría los ojos, detuve el auto y me giré hacia ella.

—Daisy, háblame, por favor. Al menos abre tus ojos— acerqué mi mano a tomar su pulso, pero no pude sentir nada—. No, tú no puedes hacerme esto. ¿Daisy? — acaricié su mejilla y no respondía a mis estímulos—. ¿Mocosa?— acariciaba su mejilla con la esperanza de que despertara, pero no lo hacía—. ¿Cosita? Despierta, ¿sí? No me hagas esto. Tú no puedes dejarme solo, tienes prohibido hacerlo— sentí un agudo nudo en la garganta, que no bajaba ni tragando saliva, mi vista se volvió borrosa y lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

Toqué mi rostro sin creer que lo que realmente bajaban por mis mejillas eran lágrimas. Esa opresión en el pecho seguía latente, tan fuerte que sentía que me faltaba el aire. Ni siquiera un puñal dolió tanto.

Mi mente se volvió mi más grande enemigo. Las palabras de Aquiles antes de matarlo se cruzaron por mi cabeza en una fracción de segundos: «Tienes esa alma podrida, John».

Me había burlado de sus lágrimas, porque había pensado que era lo suficientemente fuerte para no llorar. Porque mi padre bien lo decía, un verdadero hombre no llora. ¿En qué momento dejé de serlo?

«Vas a tener tu merecido algún día y vas arrepentirte de todo lo que has hecho. De mí te vas acordar», las palabras de Keny también cruzaron por mi cabeza, y se repetían como un disco rayado. Incluso la voz de Daisy se había sincronizado a la de ellos: «Y si muero algún día, ¿me extrañarías?». «Perdóname. Fui egoísta y quise obligarte a que me amaras, como yo lo hago». «Solo quiero oírte diciendo que me amas».

Recosté su cabeza en mi pecho.

—Yo te amo, Daisy. ¿Me escuchas? Te amo más de lo que imaginaba. Perdóname por ser un idiota y no haberme dado cuenta antes. Perdóname por no decírtelo cuando me pediste que lo hiciera. Te ordeno que despiertes. Tú no puedes dejarme solo. ¿Qué voy a hacer ahora sin ti? ¿A quién voy a cuidar? ¿A quién voy a molestar y hacerle la vida de cuadros? Tú no puedes dejarme, te lo suplico. Eres lo único que tengo. Me dijiste que querías casarte conmigo, que ibas a permanecer a mi lado siempre. Tienes que cumplirme, mocosa.

Mis palabras no la alcanzan. 

—Hago lo que quieras, pero no me abandones. Te llevaré al hospital. Tú no puedes morirte. Tu deber es quedarte conmigo. ¡¿Me oyes?! — mis lágrimas no se detenían y mis manos temblaban, como nunca antes habían estado.

Aceleré el auto, guardando en mí las esperanzas de que ella despertaría en el trayecto. 

Dios, si realmente existes, no me la quites. Nunca te he pedido nada y debes odiarme por todo lo malo que he hecho, y por ser esto que soy, pero solo te pido que no te la lleves. Te doy lo que quieras, pero a ella déjala a mi lado, te lo ruego.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro