Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo cuarenta y cinco

Fui a la farmacia a comprar medicina que pueda reducirle la fiebre, para así regresar a la casa. Subí a su habitación y la vi recostada. 

—Oh, ¿no te has muerto?

—Para tu desgracia no. ¿No te enseñaron a tocar la puerta, John? 

—Esta es mi casa, no tengo que tocar la puerta para entrar a tu habitación.

—¿Y si hubiera estado desnuda o con otro hombre aquí? 

—Los quemaría vivos, además de que dudo mucho que puedas estar con alguien debido a tus condiciones. 

—¿Estás queriendo comprobar si puedo?

—Quién sabe. 

—Tu ropa está bien sucia, deberías bañarte. 

—¿No te importa lo que pude haber estado haciendo, te preocupa más la ropa? A veces eres interesante o es que estás realmente loca. 

—O simplemente me acostumbré a verte así. 

—Otra mujer en tu lugar, estaría asustada de mí. Eres muy extraña, ¿sabías? 

—Hablando de extraños. ¿Qué estabas imaginando para estar tan alegre? — me miró el pantalón, y sonrió. 

—¿Qué hacías mirando a esa parte?

—¿Yo qué culpa tengo de que andes apuntándome con esa arma? 

—No es por ti, mujer, no te ilusiones. 

Caminé hacia la cama y saqué las medicinas del frasco para extendérselas. 

—¿Y por qué estás así entonces?

—Estaba con otra mujer y como tuve que detenerme para venir, me quedé así. 

—Ya veo, parece que esa otra mujer no te atendió bien. 

—¿Por qué pones esa cara de poco amigos? 

—Es la única que tengo. Yo puedo hacerlo — me arrebató las pastillas de la mano y las llevó a su boca—. Gracias, y buenas noches. 

—¿Me estás echando de aquí? ¿Crees que luego de que tuve que dejar de hacer lo que estaba haciendo por venir a traerte esto, me voy a ir como si nada? ¿Cómo piensas pagarme?

—No tengo dinero, y estoy totalmente jodida con esta pierna, así que no sé cómo voy a pagarte. 

—Para algo tienes tus manos, tu boca y tus tetas, ¿o es que tampoco le sabes dar uso?

—¿Tú realmente estás diciendo eso, John? Eres la persona más vulgar y pervertida que haya conocido en mi vida. Ya trajiste las medicinas, así que puedes irte ahora a terminar lo que empezaste en otro lado. Conociéndote, no creo que tengas problemas en activar tu superpoder, ¿o sí? — sonrió.

—Es una buena idea. ¿Para qué quiero un trabajo de una mujer inexperta? Que te mejores— salí del cuarto.

Niña estúpida. Definitivamente algo anda mal en mi cabeza. Primero me pongo más duro que el puño de un loco, solo por una niña inexperta, segundo, acabo de reaccionar como un niño malcriado al que le quitan su juguete y se pone a hacer berrinches. Estás viejo para andar actuando así, John. 

×××

Me quedé debajo del agua, necesitaba calmarme, estaba hirviendo, pero no precisamente de fiebre. Comencé a tocarme, pero esto era ridículo. No es justo que tenga que conformarme con la mano, cuando fue ella quien provocó esta incómoda erección. Que se haga cargo. 

Me puse el bóxer y regresé a su cuarto, cerré con seguro la puerta para evitar otra interrupción de Abdiel. Ella lucía dormida, pero no creo que lleve mucho tiempo durmiendo. Le quité suavemente la sábana y me coloqué sobre ella, poniendo solo una pierna entre las suyas. Daisy abrió los ojos tras mi presencia. 

—¿Qué estás haciendo, pervertido? 

Le tapé suavemente la boca y le hice seña de que se mantuviera en silencio. 

—No hables duro o Abdiel va a escucharnos, y esta vez se podrá caer la puerta, pero no le abriré a nadie. Sé buena y no hables duro, ¿de acuerdo? —quité la mano de su boca y me miró fijamente.

—¿Planeabas violarme mientras dormía? 

—No, sería muy aburrido eso. Solo quería sorprenderte y, por lo que veo, lo logré — me acerqué a olfatear su cuello y se estremeció—. ¿Qué tipo de perfume estás usando? ¿Acaso tiene un afrodisíaco o qué? Odio las cosas dulces, pero extrañamente esto me pone muy caliente. Lo haces intencional, ¿cierto?

—Estás loco. 

—Tú andas descontrolando mis hormonas, y luego me dejas con las ganas, así que la loca eres tú—agarré sus dos senos y los chupé por encima de la blusa. Esto sí son tetas y no como las de aquella mujer. 

—John… — gimió.

—¿Estás así de roja por la fiebre, o es otro tipo de calentura?

—¿Por qué haces esto? ¿Por qué me haces sufrir así? 

—Quedamos en que solo serías mía. ¿Qué tipo de hombre sería si no atiendo a una mujer, que claramente necesita mi ayuda? 

—Yo no necesito tu ayuda, idiota. Eres tú el que desea esto, yo no. 

—¿Tú no? — arqueé una ceja, y sonreí —.  Eso no me dice tu expresión en este momento. Incluso para mentir eres mala. Debería castigar esa boquita que dice tantas mentiras. 

—Yo no quiero las sobras de otra— desvió la mirada.

—Estúpida, ¿realmente creíste que estaba con una zorra? — reí con ganas—. Si tengo a mi mujer en casa y doblemente calientita, ¿para qué atender a otra? 

—¿Tú qué? — me miró sorprendida.

—Tócame— sujeté su mano y la llevé a mi erección—. Ahora quien tiene fiebre soy yo, y necesito mi dosis de medicina. Ahora eres tú quien la tiene, así que hazte cargo, cosita. 

Lo apretó con su pequeña mano y mi cuerpo extrañamente se estremeció.

—Espera un segundo, mocosa— le pedí al sentir esa sensación extraña, ella se vio asustada.

—¿Te lastimé? 

—¿Crees que una mano tan pequeña podría lastimarme? ¿Qué tipo de virgen eres, mujer?

—Pues si no te gusta, lo dejaré de hacer. 

—Ni se te ocurra. 

—Pues no me llames virgen, estúpido. 

—¿Y no es eso lo que eres? 

—Quítate de encima de mí, no haré nada contigo— frunció el ceño y giró la cabeza.

—Ya deja las tonterías. 

—Discúlpate entonces.

—¿Disculparme? — arqueé una ceja.

—Sí, o de lo contrario, no haré nada. 

—¿Así que te crees que yo voy a disculparme por una pendejada como esa?

—No, no lo harás. Eres muy orgulloso y un idiota, por eso te dejaré con las ganas. 

—Discúlpame, no lo volveré a decir. 

—Eso fue muy rápido, deja que mi cerebro procese esto. 

—No es gracioso, mocosa.

—¿No lo es? Más gracioso es que parezcas un perrito cuando te acarician la cabeza. 

—Agárralo otra vez. 

—No seas así de directo, es incómodo. 

—¿No te gusta sentirlo en tu mano? 

—Cállate, John. 

—Acabas de avergonzarte. Ya tengo tu debilidad.

—Déjame en paz. 

—Cuando termine te dejaré en paz. Motívame, no sé, tócate o tócame. Tú eliges el que más te guste. 

—¿Yo tocarme? ¿Estás loco?

—¿Qué hay de raro en eso? 

—¡Eres un pervertido! 

—No te he hecho nada de lo que quisiera, así que no sabes cuán pervertido puedo llegar a ser— desvió la mirada, y sonreí. Hasta que al fin se calla y no protesta. 

Lo frotó por encima del bóxer y esa sensación era increíble, nunca había sentido algo igual. Se sentía totalmente diferente, a cuando soy yo quien me toco por mi cuenta. Nunca le había permitido a una chica masturbarme. 

Lo saqué del bóxer y ella lo agarró firmemente en su mano. Su mano era tan suave y pequeña, que solo me calentó más. Estaba tratando de evitar quejarme, pero era imposible. Metí mi mano por debajo de su bata y arranqué una parte de su ropa interior. 

—¿Por qué haces eso? 

—Puedo comprarte millones más, pero este estorba ahora. 

—No estás pensando hacerlo ahora, ¿verdad? 

—Hablas demasiado.

—Tengo una pierna jodida, ¿y tú estás pensando en esto?

—No lo meteré en tu pierna, además, esta me parece que está esperando— metí mi dedo entre medio de sus labios y no tardó en humedecerse—.  Que mujer tan entretenida, luego dices que no quieres— metí mi dedo en su apertura y apretó mi brazo, mordiendo su labio superior y cerró los ojos—. Eso fue muy sexi, cosita —al ver que mi dedo entraba con facilidad, coloqué uno más.

—John… — gimió fuerte.

—Baja la voz, mocosa — besé su cuello y creé un camino de mordidas, mientras continuaba penetrándola con mis dos dedos.

Su cuerpo estaba temblando y sus gemidos eran incontrolables. Si continúa gimiendo así, no sé si pueda contenerme; además, Abdiel puede escucharla. 

Llevé mi otra mano a sus senos y los froté por encima de la ropa. Ver esa expresión tan sensual en su rostro, me era imposible no contemplarla con detenimiento. Hace unos lindas expresiones cuando está excitada. 

Saqué mis dedos y acerqué mi pene a su cavidad.  

—Espera, John. ¿Qué crees que haces? — preguntó preocupada.

—Baja la voz.  

—No hagas una tontería. 

—¿Esta tontería no se siente bien? — lo froté entres sus labios y el sonido que emitió por su humedad al frotar mi pene ahí, fue realmente incitante y peligroso. 

Esta mujer está a punto de hacerme perder el control. Lo presioné un poco en su vagina y ella se tensó. 

—Cálmate, cosita, no lo haré. 

—Que digas eso me preocupa más, siempre has sido un mentiroso.

—¿Por qué tienes tanto miedo? Ya lo has tenido dentro de ti. 

—No es lo mismo. No tienes condón puesto.

Me masturbé mientras lo frotaba entre sus labios, se sentía demasiado bien como para detenerme. Su cuerpo se estaba relajando poco a poco, podía percibirlo al frotar mi glande en su entrada. Estas ganas me estaban consumiendo por dentro, y eso es un peligro. 

Se sentía muy caliente su cuerpo, en especial esa área que tanto frotaba. Alcé su pierna sana y me acomodé bien para poder estar más cerca de ella. Lo continué frotando y masturbando con ayuda de sus jugos lo más rápido que podía, mientras que ella mordía sus labios por el roce intermitente de mi glande en su clítoris. 

Solo con verla estaba sintiendo ese hormigueo en la punta de mi cabeza. Su humedad me volvía loco. Sus gemidos sincronizados se volvieron más constantes y tras ver cómo mordió con suma sensualidad y perversión sus labios, acabó con mi autocontrol. 

Estaba a punto de correrme y la penetré de una estocada. Antes de que pudiera soltar un gemido de sorpresa por recibirme de golpe, la besé, robando cualquier palabra o queja que pudiera dar. No era el momento de quejarse, era el momento de responder por su provocación; en especial, por haberme hecho perder el autocontrol con el que había luchado desde el principio. 

La sensación de haber cruzado las puertas al mismísimo infierno en ese crucial momento, más lo ajustado y resbaladizo que estaba por dentro, acabó conmigo. No pude evitar explotar en su rico interior. Definitivamente se sentía mucho más delicioso sin condón. 

Me sentía arrepentido, por supuesto que sí, pero por no haberlo hecho antes. Mis putas reglas se habían ido a la mierda otra vez, y todo por su culpa. 

—¿Qué fue lo que hiciste, John? — gimió entre fatiga—. ¿Dónde están tus reglas, infeliz? 

—Tú me haces romperlas fácilmente, no te quejes; además, esto se puede solucionar, no pasará a mayores. Me deberás una próxima vez, pero cuando te recuperes. No te lastimé la pierna, ¿verdad? 

—No, pero eres un salvaje. Sabía que no debía confiar en ti. 

—¿Cómo se siente tener todo eso dentro de ti? — pregunté curioso, y me miró visiblemente avergonzada.

—No hagas ese tipo de preguntas en este momento. 

—Muero de curiosidad.

—Muérete de curiosidad entonces. 

—Bueno, al menos déjame ver cómo se ve—me salí lentamente de ella, mi cuerpo tembló como hace mucho tiempo no lo hacía. 

Me posicioné entre sus piernas, y antes de que pudiera juntarlas de la pena, las presioné contra la cama, evitando que pudiera hacerlo. 

—Ya deja la vergüenza, esto es casi como una experimento de ciencia, al menos para mí— la miré y se tapó la cara avergonzada—. Déjame ver cómo se ve. 

—Mientras estés ahí mirándome, no haré nada. 

—Supongo que debo meter mis dedos entonces — la miré esperando ver la reacción que tendría, y sacó sus manos de la cara.

—No te atrevas. 

—Házlo para mí entonces. 

Quería apreciar cómo se vería. Jamás he terminado dentro de una mujer sin condón, y quería apreciar esa obra de arte. Al ver cómo se desparramó mi semen de su exquisito coño hacia la cama, mi pene latió de la excitación. Pareciera que estuviera llorando. Sin duda, era muy excitante, hasta sentía ganas de continuar clavándola. Algún día deberé hacerlo otra vez. No debo preocuparme por esto, mañana todo se solucionará. 

—Esto es muy erótico. Otro día lo haremos, pero desde el comienzo. 

—No volveré a hacer esto. 

—Ya veremos. Tengo tiempo demás para convencerte. 

—Voy a limpiarme. Buenas noches, John.

—¿Por qué buenas noches?

—¿No vas a irte como siempre haces? — me miró de reojo, y frunció el ceño. 

Se levantó lentamente de la cama y se metió al baño, por lo que aproveche y saqué la ropa de cama y la cambié por otra. Cuando salió del baño, me acosté en su cama. 

—¿Qué haces aquí todavía? — preguntó, caminando hacia la cama.

—Ya cállate y acuéstate, no vaya a ser que amanezcas muerta por exceso de leche antes de dormir. 

—Puedes irte a la mierda. 

—No creo que quieras eso. Ven — le di unas palmadas a la cama, invitándola a entrar.

Ella entró y se acostó boca arriba. Le toqué la frente y aún estaba ardiendo en fiebre. Con lo que hicimos ahora, supongo que es normal que su temperatura esté así. 

—¿Te sientes mal todavía? 

—No— maldita niña orgullosa, y luego habla de mi. La despeiné y me quedé frotando su cabeza.

—¿Qué estás haciendo? 

—Ya cállate y duérmete, no me hagas arrepentirme de haberme quedado aquí contigo— seguí haciéndolo y se quedó en silencio. 

No sé qué mierda estaba haciendo, ni que ella fuera un perrito que necesita que le froten la cabeza; digamos que era algún tipo de pago por haber tocado la mía… 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro