Capítulo cuarenta
—No interrumpiste nada. Estábamos hablando de la tarta. ¿Quieres un pedazo?
—Gracias, pero no se preocupe, señorita. Debo retirarme a dormir.
—Ya veo. Gracias por todo.
—De nada, señorita. Buenas noches.
Sí, que se vaya. A fin de cuentas, ya me bajó el huevo y hasta la presión.
—Yo me iré a descansar también. Tengo que quitarme este olor a muerto. Deberías hacer lo mismo, estás toda sucia con eso que utilizaste.
—¿No vas a comer un poco?
—¿Estás incluída? — me miró y luego bajó la cabeza, se pone muy nerviosa con facilidad—. Me comeré un pedazo y me acompañarás, ya luego nos vamos a dormir cada quien a su cuarto.
—De acuerdo.
Era demasiado dulce, pero ella se lo comía con mucho gusto. Hubiera dado todo porque no nos hubieran interrumpido. No creo que tenga experiencia tampoco en eso; supongo que deberé enseñarle después.
Teniendo ese pensamiento, vi que llevó su dedo a la boca y me le quedé viendo. No creo que sepa que la estoy mirando, y si lo sabe, lo hacía intencional.
—Iré a recogerme. Buenas noches, John.
—¿A dónde vas?
—A bañarme y seguir durmiendo—sonrió, y siguió caminando.
¿Acaba de jugar con mi cerebro? Eso fue un golpe muy bajo.
×××
Dejé al agua ahuyentar todo estrés que me consumía. Ha sido un día largo y pesado. Toda esta situación que está enfrentando el negocio, no me conviene, estoy perdiendo demasiado. Tengo que buscar una forma de acabar con todos, y cada uno de ellos que traten de destruir todo lo que me ha costado levantar.
Mientras me vestía, oí un suave toque en la puerta.
—¿Quién es?
—Soy yo. ¿Puedo entrar? —al escuchar la voz de Daisy al otro lado de la puerta, la dejé pasar a la habitación.
Su perfume no tardó en hacer reaccionar mi cuerpo. Que malo es cuando tienes los sentidos tan sensibles. La abstinencia me está torturando.
—¿Qué haces aquí, mocosa?
—No puedo dormir. Vi la luz tuya encendida, así que imaginé que también estabas desvelado.
—¿No te han dicho que es peligroso invadir el cuarto de un hombre a esta hora?
—¿Puedo hacerte compañía, John?
—¿No estás buscando algo más?
—No puedo dormir, y pensé que, quizá, podría dormir contigo. ¿Puedo? Te juro que no voy a golpearte, ni balbucear, ni roncar, ni tirarte de la cama.
—¿Dices eso cuando ya has agotado todas las anteriores conmigo?
—Lo siento.
—Supongo que solo por hoy, y no te mala costumbres, normalmente me gusta dormir solo— se acostó en la cama de lado, y se le vio hasta el alma negra que muy en el fondo tiene. Esta mujer me está provocando y no sabe el lío en el que se está metiendo—. Sabes, creo que acabo de descubrir que dormir acompañado de vez en cuando no está mal— me subí sobre ella, aún de lado, y puse sus manos por arriba de la cabeza—. No voy a perder el tiempo contigo, no creas que no he notado la calentura que tienes hoy. Has estado provocándome, mocosa. La señal no solo yo la he recibido, este también lo ha hecho... — froté mi erección en su trasero y ella me miró.
—John…
—Te he tenido desatendida, ¿cierto?
—Pensé que ya no deseabas esto conmigo; supongo que porque tienes a esas mujeres que te atienden; en cambio yo no tengo a nadie.
—Ni vas a tener a nadie más. Si deseas algo de mí, pídelo con esa boquita, yo te daré lo que pidas sin protesta.
—¿Hoy estás generoso?
—Sí, y para que veas cuán generoso puedo ser en estos casos, te daré todo lo que tengo sin protestar, y tú deberás ser la chica interesada, que acepta todo lo que le den. ¿Qué te parece, cosita?
Hubo un silencio general de la nada que no me agradó en lo absoluto, ella me miró fijamente y me quedé prestando atención.
—¿Sucede algo? — no terminó de decirlo, cuando se escuchó una balacera afuera.
Me levanté de la cama y busqué el arma y el cuchillo en la gaveta de noche. Ella no sabe usar un arma, así que le pasé el cuchillo.
—Escúchame bien, hay sub debajo de la casa. Vamos a bajar al primer piso y tú te irás sola, ¿quedó claro?
—¿Qué?
—¡Maldita sea! — le agarré la mano, y caminé lo más rápido que pude, cuando me encontré con Abdiel en el pasillo—. Llévate a Daisy por el sub, luego los alcanzo. Sácala de aquí.
—No lo recomiendo, señor. Los hombres no están afuera.
—¿Cómo que no están afuera?
—Estuve vigilándolos por la ventana, pero de la nada se fueron, y cuando venía advertirle, fue cuando comenzaron los disparos. Parece que lo vendieron, señor. ¡Estoy seguro!
—Llévate a Daisy.
—Es peligroso, señor, no puede combatirlos solo.
—¿No vas a seguir mis órdenes? ¡Llévatela!
—Tú no te puedes quedarte solo, yo me quedo contigo— dijo Daisy.
—¿Ni siquiera sabes defenderte tú, y planeas defenderme a mi? Llévatela— le solté la muñeca y bajé las escaleras.
¿Quién mierda estará detrás de todo esto? Me tocará pelear como en los viejos tiempos, no tengo de otra. Tengo que llamar la atención para que ellos puedan irse.
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