Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo cincuenta y cinco

—¿Qué hace Kwan aquí? — preguntó Daisy.

—Eso quisiera saber. No voy a ninguna parte, voy a salir a enfrentarlo.

—No puedes salir, John, él quiere matarte.

—Yo no le tengo miedo a nadie.

—No dejaré que te hagan nada, yo saldré.

—Tú no vas a ninguna parte.

—Puedo hablar con él y tratar de calmar las cosas.

—¿Calmar las cosas con un hombre que viene a cazarme? Que buen chiste— se acercó a la puerta y le agarré el brazo—. Te controlas, Daisy. ¡¿Vas a cometer otra necedad?! — pregunté molesto.

—Cálmate. Todo estará bien, solo suéltame.

—No, te vas a quedar aquí. Yo seré quien salga a enfrentarlo.

—¡Kwan! — gritó Daisy.

—¡Cállate la boca!

—¿Panterita?

—Voy a salir con John. ¡No dispares, por favor!

—Está bien, salgan.

Salimos los tres y Kwan se nos quedó viendo. Todos sus hombres bajaron las armas.

—¿Escudándote detrás de una mujer, Alma?

—¿A qué se debe esto, Kwan? — indagó Daisy—. ¿Por qué estás aquí?

—Panterita, me siento aliviado de verte —la abrazó y tiré de su brazo hacia mí.

—¿Quieres morirte, cabrón?

—¿Y desdé cuándo tan sobreprotector con mi panterita? ¿No eres tú quien la abandonó ese día? — sonrió.

—Ya dejen de pelear. ¿Esto qué significa, Kwan?

—Pensé que te habían matado. ¿Cómo es que estás aquí?

—Casi me matan, pero aquí estoy.

Como se nota que este imbécil se la come con la mirada, es irritante ver como ella también le sigue la corriente.

—¿Me estás declarando la guerra? Veo que acabaste con nuestra tregua. Fuiste tú quien atacó mi casa, ¿no es así?

—Sí, fui yo. No fue tan difícil encontrarte como pensé, caíste muy fácil. Agradece que no fueron los Roberts, o estarías hecho polvo ahora mismo.

—No discutan más, por favor.

—No voy a discutir porque estás aquí. Yo que planeaba vengarte, pero estoy feliz de saber que estás bien. Al menos Alma sirvió para algo. Si te llegaba a pasar algo, ahora mismo lo hubiera enviado contigo.

—Como si fuera a permitirlo. Estás soñando demasiado. Si ahora mismo me tienes así, es porque está ella, o de lo contrario, ya no estarías respirando.

—¿Puedes irte, Kwan? No compliques más las cosas.

—Lo haré por ti, panterita. Debes cuidarte al estar al lado de este, y más ahora que se lo van a quebrar muy pronto, y no hablo solo de mí. Mis brazos estarán abiertos para ti, si un día deseas huir y dejarlo— sonrió—. Siento mucho haberte dejado sin empleados, creo que deberás contratar más— le hizo un guiño a Daisy y se giró—. Vámonos, muchachos, no hay nada que hacer aquí— se fue con sus hombres, con esa misma arrogancia que lo caracteriza.

Me giré para entrar a la casa.

—John.

—Déjame solo, Daisy.

Caminé dentro de la casa y fui al estudio, me serví un trago y me senté en la silla del escritorio. Tengo que organizarme, me estoy descuidando demasiado. Si sigo como voy, me van a terminar matando. Debo prepararme, porque la guerra que se aproxima, no sé si logre salir vivo de ella.

—John— Daisy tocó la puerta.

—Quiero estar solo.

—Sé que estás molesto conmigo, por eso quiero que solucionemos las cosas.

Cuando estoy así de quebrantado e irritado me gusta estar solo. Puedo lastimarla y no quiero.

—Vete, tengo cosas que hacer.

—No quiero que las cosas entre nosotros estén así, por favor.

—Entra— me levanté de la silla y ella entró—. ¿Quieres un trago?

—No puedo tomar por las medicinas, John.

—Lo olvidaba. ¿Cómo deseas arreglar las cosas? ¿Tienes alguna buena idea?

—No me trates así. Sí le hablé con confianza es porque no quería que te hicieran nada.

—¿Te crees que soy un novato en esto o qué? Siempre resuelvo mis asuntos solo, no me hace falta tu ayuda para nada. Planeabas arriesgarte por segunda vez, y te confiaste demasiado de él. ¿Qué hubiera ocurrido si a él no le importaras, y al salir, te hubiera matado? Como se ve que no te importa tu vida.

—Me importas tu.

—No necesito que me cuides como si fuera un maldito niño, no sé si te has dado cuenta, pero no lo soy. Lo que ibas a hacer, era una puta necedad.

—Lo siento. ¿Podríamos olvidar esto y estar tranquilos?

—Te pedí que quería estar solo, necesitaba mi espacio, aun así, quisiste entrar. ¿Por qué te quejas ahora?

—¿Lo que tienes son celos?

—¿De qué estás hablando?

—Me pareció que lo que tenías ahí fuera eran celos— se acercó y sonrió.

—Estás mal. ¿Por qué voy a sentir eso?

—No lo sé, tú dime— llevó sus manos a mi torso y lo acarició—. Si eso es lo que tienes, déjame decirte que solo me gustas tú; eres el único hombre que puedo ver y que existe para mí.

—¿Estás provocándome, cosita?

—Sí, quiero que te des cuenta de que solo te amo a ti y que no me interesa nadie más— bajó su otra mano a mi pantalón y apretó mi erección—. ¿Así me comprendes o todavía no?

—Estás sacando las garras.

—¿Está mal desearte ahora? — sonrió.

—Que buena estrategia la tuya, pero sigue siendo raro que estés tomando la iniciativa. ¿Lo haces solo para que se me pase el enojo?

—Admite que son celos. Por otro lado, no, no lo hago solo por eso, creo que ha pasado suficiente tiempo sin hacer nada, y debes recompensarme por haberme inducido al sexo.

—¿Dónde está mi cosita? ¿Qué te hicieron mientras no estaba contigo? Jamás imaginé oírte decir eso.

—Quería aprovechar para responder tus dudas. Yo sí siento esas ganas que tú sientes, sí me hacía falta hacerlo contigo y sí me toco cuando me siento con ganas y sola. ¿Eso responde la duda del otro día?

—¿Te golpeaste la cabeza?

—¿No es así como te gustan las mujeres? ¿No me digas que te incomoda que sean honestas contigo?

—No sé ni de qué estás hablando, pero me gusta esa mirada que tienes ahora—iba a hacer mi siguiente movida, pero tocaron la puerta.

—¿Está ahí, señor? —al escuchar la voz de Abdiel, me subió la cólera. Siempre joden en el momento que la cosa se pone buena.

—Lastima, nos interrumpieron— Daisy se dio la vuelta y le agarré el brazo.

—Quédate afuera y junto a Armando resuelve todo ese desastre, ahora tengo un asunto muy importante que atender.

—Como ordene, señor.

—¿A dónde creíste que ibas, cosita? ¿Crees que seguiré permitiendo interrupciones?

—Creí que eso era más importante.

—Mi mujer está pidiéndolo a gritos, ¿cómo crees que te dejaría con las ganas para atender a unos muertos?

—Me encanta lo organizado que eres, porque conoces cuales son tus prioridades— esta mujer ya se pasó.

Tiré todo lo que habían en el escritorio y la incliné sobre el.

—No creas que pasaré por alto tus provocaciones— bajé su pantalón junto a su ropa interior, me acerqué por detrás y froté mi erección en su trasero—. ¿Sientes cómo me tienes?

—John— jadeó.

No pensé que ella se pondría así tan de repente, sin duda alguna, esta Daisy me excita más que esa que aparenta no romper ni un plato.

Bajé el cierre y dejé visible mi erección, solo con acercarlo y rozarlo en su trasero, su cuerpo se estremeció. Tiene tanta suerte de que juré no ser tan cruel con ella, o de lo contrario, ya le habría partido el culo.

Lo rocé en su vagina y la penetré de golpe. Vi cómo se sujetó fuertemente del borde del escritorio y reí. Evidentemente estaba controlando sus gemidos y puse mis manos sobre el escritorio, a ambos lados de ella y me acerqué a su oído.

—Grita todo lo que quieras, deja que escuchen esa linda voz.

—¿Quieres que me escuchen? Eres un pervertido.

—Mientras sea yo quien esté provocando esos dulces gemidos, no tengo objeción en que lo hagas— la embestía más rápido, haciendo que no pudiera controlar su voz.

Alcé su pierna, colocándola encima del escritorio y tiré de su pelo con una mano, para luego acercarme a ver su rostro rojo. Entrecerró los ojos y mordía sus labios, señal de que estaba disfrutándolo.

—¿Te gusta? —reí—. Esa expresión lo dice todo. ¿Quién diría que estarías haciendo ese tipo de expresiones tan pervertidas, cosita? — mordí su oreja y soltó un gemido muy lindo, que me provocó un escalofrío en todo el cuerpo.

—Me gusta mucho— gimió.

No pensé que una mujer podría volverme tan loco y provocarme tanto. Con mi otra mano agarré su mentón, girando su rostro para besarla. Sus húmedos besos y esos suaves labios, me tenían muy caliente, tanto que ya había olvidado el enojo.

Su interior estaba muy húmedo, se ha amoldado más rápido y lo recibe con tanto gusto que en cada estocada se podía escuchar claramente nuestros fluidos mezclarse. Agarré sus manos y las puse por arriba de su cabeza, presionándolas contra el escritorio. No podía pensar en nada más que llenarla de mí, ya no soportaba un segundo más.

—Esto tendrás por provocarme, cosita— aceleré mis movimientos y, de una última y profunda estocada, me derretí dentro por tercera vez consecutiva en un mismo día.

—¿Qué estás haciendo, John? Llevas tres veces haciendo esto.

—Iremos por una cuarta. Nadie te manda a provocarme así. ¿Dirás que no te gusta que lo haga? Tu cuerpo tiembla mucho en ese momento, y hasta tus gemidos se vuelven más excitantes, ¿no te has dado cuenta? Lo retienes tanto que es inevitable que no explote con tanta presión y succión. ¿Qué sientes que te provoca eso? —pregunté entre fatiga.

—¡Idiota!

Metí mi dedo en su cavidad y la masturbé por unos cuantos segundos y luego lo llevé a sus labios, dándoles el brillo que requerían para la ocasión.

—¿Qué haces?

—Levántate— le ordené, y se levantó, girándose por completo hacia mí.

—No hagas esas cosas.

—Abre la boca—ella lo miró curiosa.

—¿Esto es otra de tus fantasías? — arqueó una ceja, y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.

—Pruébala, está recién procesada y calientita.

—Eres sin duda un pervertido—metió mi dedo en su boca, cerró los ojos y lo chupó. No pareció desagradarle en lo absoluto.

No pude evitar morder mis labios, pues esa escena se vio jodidamente excitante. Ya estaba sintiendo ganas de continuar.

—Que niña tan obediente. Para la próxima la vas a sacar tu misma directamente. ¿Te gustó?

—Sí— sonrió, y lamió sus labios.

Maldición, si continúa con esa provocación, no saldremos de aquí nunca.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro