Perdón
Keyla caminaba por los pasillos de la escuela con un ligero brinco en su andar. No podía, ni quería ocultar la inmensa alegría que la inundaba en ese momento.
"No aceptaré más propuestas"
Zack le mandó ese mensaje desde temprano y le había alegrado el día con tan sólo cuatro palabras. Tal vez ante los ojos de forasteros estaba actuando de manera infantil e inmadura, pero pocos sabían lo que sentía por aquél chico.
—Keyla —la llamaron.
Ella volteó y sonrió al notar a una chica de ojos grises y cabello castaño claro caminando en su dirección.
—Ayer ya no hablamos. —La chica casi le recriminó un poco molesta.
—Lo siento, Zuri, me sentí mal —se justificó Keyla arrepentida.
Su amiga hizo la cabeza de lado y la estudió mientras Keyla se movió con incomodidad.
Después de Zack, había una sola persona que la conocía mejor que su propia familia, la ventaja que tenía esa chica sobre su mejor amigo, era que a ella no le ocultaba nada, en especial sus sentimientos.
—Mientras le sigas ocultando a Zack lo que sientes, él te lastimara sin siquiera saberlo —comentó la chica de ojos grises.
Keyla miró al suelo y se encogió de hombros.
—Él me ve como su hermanita, de nada serviría decirle lo que siento —le recordó con pesadez.
Zuri la miró con cierta irritación y frustración, abrió su boca para decirle algo cuando fue interrumpida.
—¡Key!
La mencionada se tensó ya que sólo una persona la llamaba así, y hacía semanas que no hablaban, no desde su rompimiento. Notó que Zuri miró con enojo a la persona que se acercaba y no la culpaba, pasó horas llorando con su amiga a causa de él.
Un chico alto de cabello negro, ojos azules y con músculos ligeramente marcados se acercó y se detuvo ante ellas.
—Hola, Zuri; Keyla, te estaba buscando —anunció.
Su amiga suspiró frustrada.
—Nos vemos después, Keyla —murmuró molesta no teniendo problema alguno con hacerle saber al chico lo mucho que lo detestaba.
Pero él no se inmutó, de hecho, veía a Keyla de manera fija y eso la estaba empezando a poner de nervios.
—¿Necesitabas algo, Adriel? —preguntó no queriendo prolongar ese encuentro más de lo debido.
Él le dio una sonrisa, una con la que antes la solía sentir querida, pero que ahora no le causaba el más mínimo efecto.
—Sí, he estado pensando mucho y... me di cuenta que cometí un enorme error —confesó él tomando su mano.
Keyla frunció el ceño, definitivamente no se esperaba eso.
La relación con Adriel había durado seis meses, todo iba viento en popa, o al menos eso se decía a sí misma. En un momento de desesperación aceptó el cortejo del chico frente a ella y aún peor, aceptó ser su pareja aunque no lo amaba.
«Me podré enamorar» había pensado en ese momento, quería sentir cualquier cosa que no fuera esa tristeza y desesperación que la inundaba al ver a Zack.
Pero Adriel no era el chico de ensueño que creyó, a veces le molestaba que hablara o viera a su mejor amigo, era un coqueto empedernido y actuaba como el típico hijo de mami que siempre se salía con la suya. Todo se desmoronó entre ellos en el baile de primavera: él quería una prueba de amor y ella no estaba lista. Le había dado todo lo demás, su tiempo y secretos. Estaba dispuesta a todo con tal de sacar a Zack de su corazón. Pero su cuerpo... eso ya era un paso más allá que no estaba lista para tomar.
Después de ese baile empezó la fiebre de las piedras del destino y Zuri aseguraba que fue el pretexto perfecto que Adriel usó para dejarla por no intimar. Así que cuando probaron sus piedras y se dieron cuenta que no eran compatibles, su ex le dijo que eso no iba a funcionar.
«Quiero encontrar a mi alma gemela» le dijo aquél día.
Así que no entendía porqué de pronto la buscaba de nuevo para admitir un error.
—No te estoy entendiendo —dijo Keyla en voz baja.
Él puso una mano en su mejilla con delicadeza.
—Toda esta estupidez de las piedras, me dejé llevar y te dejé ir, eras una buena novia y me sentía bien contigo.
Keyla frunció más el ceño dándose cuenta que todo siempre terminaba girando alrededor de él y lo que quería o sentía. Dio un paso atrás obligándolo a dejar su mejilla y soltar su mano.
—¿Te tomó cuatro meses y dos novias entenderlo? —le recriminó.
Adriel se encogió de hombros. Era un chico insufrible y ahora se empezaba a preguntar por qué derramó tantas lágrimas por su culpa.
—A veces debemos probar otros pastos para darnos cuenta que estábamos en el lugar indicado —comentó con desdén.
Keyla sintió ganas de darle una bofetada pero se contuvo.
—Sí, bueno... Yo aún tengo que probar otros pastos para probar tu teoría... No te preocupes, te avisaré cuando sea tu turno de nuevo —exclamó con ironía comenzando a alejarse pero él tomó su mano de nuevo.
—¿Quieres saber por qué te corté en realidad? —preguntó con crueldad.
Keyla lo miró fijamente.
—¿Por qué no me quise acostar contigo? —cuestionó con sarcasmo y frialdad.
Algo en los ojos de Adriel destelló, fue tan rápido que Keyla no tuvo tiempo de analizarlo. Notó que el chico se preparó para contestarle pero en última instancia solo se limitó a suspirar.
—No importa —susurró antes de alejarse de ella dejándola más confundida de lo que ya estaba.
Keyla lo vio alejarse con el ceño fruncido recordando que había esperado mucho de esa relación. Estuvo dispuesta a dar todo pero, al final, también ella tuvo culpa, pues quiso sacar un clavo con otro clavo, algo que únicamente la dejó marcada y lastimada.
Sacudió la cabeza incrédula y comenzó a caminar hacia el jardín de la escuela, aquel encuentro daba vueltas en su cabeza.
«¿Cuántos errores se pueden cometer a causa de un amor no correspondido?»
Salió del edificio y giró en dirección a dónde sabía que encontraría a sus amigos, sin embargo, se detuvo de golpe al ver a una pareja recargada en la reja que protegía la cancha de fútbol.
Era Vania con Zack. Ella le estaba dando una sonrisa coqueta y él bajaba su rostro poco a poco. Keyla no se pudo mover, no quería, tenía que comprobar que no estaba soñando o alucinando.
Los vio fijamente mientras sus rostros se acercaron, la vio ponerse en puntas para capturar los labios de su amigo y lo observó poner ambas manos en su cintura.
Casi pudo escuchar su corazón partirse en dos, ahora todo le estaba quedando claro.
Con razón Zack ya no iba a aceptar más propuestas, pues había decidido darse una oportunidad con la última chica que trató de unir sus piedras.
Giró y huyó del lugar mientras lágrimas le nublaron la vista, corrió hasta el baño de mujeres y tras encerrarse en el último cubículo se dejó caer al suelo y no hizo nada por detener el sollozo.
Tal vez se lo tenía merecido, esa cadena de corazones rotos se haría eterna mientras siguiera prendada de su mejor amigo.
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