Capítulo 1. La invitación
Lunes 21 de noviembre del 2022. Amelia
Era un lunes por la mañana cuando me llegó un mensaje de mi mejor amiga Cristina.
"Amelia dime que si iras a la fiesta"
La fiesta en las afueras de mi pueblo natal, hace un año que me no cruzó por ese lugar, amaba a mi abuela Catalina, ella me crio desde que mi mamá murió cuando tenía cinco años, hace un año ella entró al bosque y como nunca le había pasado se perdió. Realizamos una búsqueda exhaustiva pero no sirvió de nada.
La extraño mucho y regresar a ese lugar no me ayuda en nada, pero hace mucho que no veía a mi amiga, así que iré a costa de mis ideas, quizá sea bueno dar un cierre a este asunto.
"Claro, ya le pedí permiso a mi papá, el viernes iré en autobús, así que te espero allá."
Cuando mi madre vivía éramos una familia muy unida, vivíamos en la ciudad de Sunca, pero después de su muerte, causada por un idiota que manejaba borracho nos fuimos a la casa de la abuela a las afueras de la ciudad. El pueblo Zama apenas tenía 4,521 habitantes, había dos supermercados, una ferretería, un hospital, una boutique y un cine que reproducía películas viejas, la casa de la abuela estaba más allá, arriba de una colina muy cerca del bosque. Después de dos años de luto mi papá pudo recuperarse y fue necesario volver a ciudad, pero por algún motivo, en sus planes no se encontraba llevar a su hija de 7 años.
Así que me quedé con mi Nana por doce hermosos años, ella era tan paciente y cálida, le encantaba compartir con la naturaleza, era una mujer sorprendentemente sabia, hasta que un día después de regresar con el doctor, ingresó al bosque, logré verla por la ventana, su semblante era triste y miró como si fuese la última vez, salí corriendo pero no logré alcanzarla, me introduce al bosque pero fue inútil, había desaparecido, así que corrí de regreso y le marqué a mi padre, sin embargo, después de un mes de búsqueda, dejaron de ingresar al bosque para buscarla y la ficharon como persona desaparecida.
Desde ese momento no había regresado a Zama, pero Cristina, aquella que me ayudó desde que llegue al pueblo iba a cumplir 20 años y quería que estuviera con ella, no perdería la posibilidad de ser feliz de nuevo, así que me decidí a ir.
Viernes 25 de noviembre del 2022. Amelia
Estaba helando cuando salí del autobús, una ráfaga de viento alboroto mi cabello rojizo y me estremecí por el frio, cuando levanté la vista fue muy fácil dar con Cristina, a ella le encantaba vestir muy colorida, ella era alta, con cabello rizado y tez color bronce, al ser invierno llevaba un gorrito de color rosa chillón que combinaba con su suéter color lila.
- ¡Amelia! Qué bueno que viniste, ya verás que no te vas a arrepentir de haber venido. ¿Recuerdas a Guillermo? El chico alto, guapo, que estaba loco por ti en la preparatoria. - Me dijo tan rápido y entusiasmada que apenas pude asimilarlo.
- Cómo olvidarlo, era uno de los pocos caballeros que quedaban en este pueblo.
- Bueno irá a la fiesta sólo porque escuchó que volvías.
No dije nada, sólo sonreí. Guillermo era lo que todas querían como novio, pero nunca me convenció a mí, sentía que algo no me cuadraba en él, se podría decir que era demasiado bueno para ser verdad. ¿Cómo una persona tan buena podía estar con los chicos que les ponen los cachos a sus novias o aquellos que hacían vandalismo en las calles? Como Nana siempre decía dime con quien te juntas y te diré quién eres.
Así que nos subimos al carro y fuimos a la casa de Cristina, recorrer esas calles me llenaron de sentimiento, pero no quería preocupar a mi amiga, así que sólo fingí y canté todas las canciones que se reproducen en la radio, debía dejarme llevar por el momento y olvidar mi pasado, era tiempo de sanar y recordar los buenos momentos que viví en este lugar.
La casa de Cristina estaba en lo alto de la colina, solo había 10 casas en esa zona, una de ellas fue la mía. Cada vez que visitaba a mi amiga me sorprendía su casa, era de tres pisos, bastante amplia con un diseño contemporáneo con vidrios amplios, siempre pensé que era una pecera gigante.
Debido a que llegamos a las 9:00 de la noche, decidimos irnos a dormir en cuanto terminamos de cenar. La cama era tan cómoda que no tardé en conciliar el sueño.
Cuando abrí los ojos el cuarto se había desaparecido, definitivamente es un sueño ¿Por qué no puedo despertar? El frío era insoportable y me encontraba con mi pijama de ositos en medio del bosque, siento que alguien me está mirando, pero no puedo ver más allá de la niebla.
- ¿Quién anda ahí? - hablé lo más alto que pude, pero no recibí respuesta.
Decidí caminar, tratando de entender que estaba sucediendo cuando vi un cuerpo colgado en un árbol, no me quise mover, la sangre se me fue a los pies cuando noté que aquel hombre tenía una pose inhumana, su brazo derecho parecía hecho trizas, enrollado en una rama, su pie izquierdo estaba volteado y su cabeza dio un giro de 180° siendo imposible ver su cara.
Mi mente volvió a mi cuando escuché un gruñido detrás de mí, me di la vuelta y encontré a un lobo mostrando sus dientes, en posición de ataque.
- Esto es solo un sueño, no me hará - no pude terminar de hablar cuando la bestia saltó sobre mí y empezó a morderme el brazo, el dolor se sentía tan real ¿Por qué no despierto?
Cerré mis ojos y escuché un golpe seco, el dolor paró y sentí que unas manos cálidas me levantaban del suelo.
-Ya te tengo.
La voz de un hombre rompió el silencio y su beso en mi frente me despertó.
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