SEIJAKU: [ALMA HAVINTIS]🎋
"Los ecos de la tormenta, la calma en medio del caos, el halo de luz que rodea la zona de penumbra, el hambre en medio de la abundancia, la Luna engullendo al Sol, el dragón ha vuelto para reclamar su trono.
El destino es un enorme espejo de aguas turbulentas… ¿Puedes ver qué hay más allá de ese reflejo? Una historia de amor más vieja que el tiempo. Una maldición camuflada bajo los pétalos de la decadencia. Negro en el rojo, azul en el naranja. El fuego que enciende el fuego es el alimento del alma."
La última llamada ha sido emitida pasada la hora cero en el Hemisferio Norte. La Casa Matriarcal brilla bajo la nieve como una silenciosa infractora. Con cada segundo que se mueve fuera del reloj de plata que sujeta Kim Woosung las oportunidades de asistir a un juicio justo se esfuman como promesas en el viento.
—Bien jugado, hermanito. Cubrir tus huellas con nuestro estandarte se te ha dado de perlas.
Una voz familiar y al mismo tiempo desconocida se mece fuera de la habitación que minutos antes de la explosión sirviera para mantener los víveres a salvo en la casa de veraneo de los Mijailov. Kim Kibum, para la Hermandad, Uriah, sonríe a través de una cortina de sangre.
Woosung frunce el ceño. Aún cuando los lazos que le atan a su hermano mayor parecen haberse perdido en los caminos de la ignominia, su corazón consigue agitarse en defensa de quien por antes de la era de la conciencia fuera su ideal.
—No vine a regocijarme, si es lo que quieres saber. Solo hago esto para darle fin al juego de poder que no pudiste manejar. La Hermandad debe desaparecer, debió hacerlo justo después que descubrieras su verdadero fin.
El silencio vuelve a caer pesado entre los dos. No es necesario cuidar la distancia, no cuando el agujero que ha dejado la descarga de los explosivos parece insalvable, incluso para el antiguo poseedor del shifter.
Kibum sonríe con nostalgia, aún era un joven inocente cuando tuvo la mala suerte de escuchar la conversación de los Ancianos Mayores de su Clan.
《La mejor manera de encontrar el destino es escapando de él.》
Así rezaba la profecía en su ceremonia de presentación y a sus veinte años se creyó con la suficiente arrogancia para desafiar el curso de los acontecimientos. Los mismos caminos torcidos que tanto se había afanado en evitar lo llevaron a conocerla a ella.
Las mismas viejas rencillas contra su padre y el hecho de asumir la responsabilidad de Anciano Mayor en el Consejo Japonés lo obligaron a cruzar las fronteras para convertirse en el dueño de las mentiras. Un hábil titiritero, víctima de sus propias argucias.
—Para que la luz prevalezca debe existir un balance contra la oscuridad ¡Salve, frater! Que la Diosa nos vuelva a unir en la próxima vida.
Con el final de sus fuerzas, una zarpa ensangrentada se alargó hasta arrancar lo que Uriah ya le había entregado a otra persona. El Máster Supremo de la Hermandad dejaba que su esencia se confundiera con la nieve mientras su esposa y sus crías yacían agazapadas bajo la mirada atónita de sus fieles.
El sacrificio del líder para lavar la traición ajena. La corona ensangrentada de la disolución temblaba mientras Woosung extraía el colgante de piedras color ámbar que había portado su hermano. El gemelo de la profecía faltaba por llegar.
El calor del Sol del Sur era iluminado solo por las estrellas, se esperaba que el Norte fuera encontrado por los actuales guardianes del shifter, mientras Kai y el resto de los Mijailov se disponían a capitular.
Un número considerable de kilómetros separaba las almas encargadas de cumplir con los deseos de la Diosa de la Casa Matriarcal cuando la repentina necesidad de romper en llanto anidó en el pecho de Jimin.
—¿Qué sucede, mi Luna? De pronto…
Yoongi enmudeció cuando su destinado se refugió en el hueco de su cuello. Las inminentes lágrimas rodaban casi sin razón por el rostro cetrino del chico. Estaba cerca de cuestionarle otra vez cuando una paradójica sonrisa se insinuó en aquellos rasgos.
—He vuelto a ver más allá de mis pensamientos. Tengo la impresión que esa noche, en Japón, solo ajusté más el hilo del destino alrededor de nosotros.
El alfa intentó no percibir la punzada de preocupación que la mirada del omega transmitía, tampoco se permitió prestarle atención a la expresión satisfecha de su guía, mientras los árboles describían formas fantasmagóricas en dirección a una abrupta pendiente.
Para tener casi ochenta y dos años, Aleksander Volgov se mantenía en forma. Cuando dijo que la travesía hacia el santuario era tortuosa, no bromeaba para nada.
Una estela resplandeciente en el cielo desnudo se confundía con la aurora boreal. Una sensación de extraña familiaridad galopó sobre los corazones de los más jóvenes hasta que el andar perezoso de Volgov se detuvo.
A simple vista, solo eran rocas y arbustos en medio del camino, pero bajo las manos de un alto sacerdote, el círculo cruzado por tres lunas y los animales del zodíaco dejaban ver la realidad de pisar tierra sagrada.
—La Montaña Blanca no les concederá el paso a menos que ofrezcan algo. No tenemos toda la noche hasta que el amanecer cubra la llegada del cometa y sospecho que los Mijailov nos tienen preparada una sorpresa.
Con paso marcial, el anciano dejó ver un juego de puñales, muy similares a los que Jimin había encontrado en la sala de entrenamiento de la Casa Matriarcal en los últimos meses.
La empuñadura de uno era la cabeza de un zorro tallada en plata con una esmeralda engarzada. El otro recreaba un dragón de ojos de lapilazuli, muy similar al tono que tenían los iris de su mate.
—Un pequeño obsequio de sangre elegida…
Insistió Volgov y Yoongi gruñó varios juramentos al tiempo que trazaba una media luna sobre la palma izquierda de Jimin y el omega hacía otro tanto sobre la suya. El rojo fluyó en pálidas gotas sobre la nieve plateada y en otras circunstancias ambos hubieran reído de toda esa parafernalia.
Sin embargo, la extraña fuerza que los unía se encargó de derribar el execeptismo y dar paso a lo que muy pocos habían contemplado en estado de conciencia.
Las dimensiones del bosque parecieron contraerse hasta desaparecer y Jimin tuvo la impresión de ser absorbido desde dentro.
Cuando el ligero temblor que acariciaba su cuerpo remitió lo suficiente pudo notar a qué se refería Volgov en cuanto a que el acceso era un tanto peculiar.
No podía decir que se encontrara en algún templo dedicado a la Diosa, quizás fuera más justa la descripción de estar en una isla cósmica donde la línea del horizonte desaparecía y las estrellas giraban en torno a una imponente Luna.
Nuevas lágrimas llegaron para humedecer su rostro cuando el tirón en su mano le hizo comprender que alguien más compartía su melancolía. No era necesario pronunciar palabras mientras las heridas con forma de media luna se fundían en un perfecto arco entre ambas palmas.
Alma Havintis: el primer hechizo para aquellos que juraron compartir su alma más allá de la eternidad. Desafiando destinos, iniciando viajes a los que nadie estaba dispuesto asistir. Los portadores actuales de semejante peso vieron emerger al glorioso Dragón Dorado antes de acurrucarse a los pies de una dama.
El prado de flores lunares al que habían arribado se dejó mecer por la presencia de una criatura con forma antropomórfica. Ojos de jade, nueve colas a su espalda, melena de plata y rostro de mujer.
La personificación de Shia, la madre Luna, se acercó a sus hijos. La idea de que las níveas manos de ella se pasearan con la delicadeza de una mariposa sobre la unión de sus palmas parecía desconcertante, sin embargo, una extraña lluvia de paz comenzó a iluminar sus rostros hasta que la especie de bóveda celeste sobre sus cabezas se sumió en la oscuridad.
"Más allá de los fundamentos del tiempo y el espacio, el amor prohibido de la Diosa y los mortales bendijo la tierra hasta conectar a todas las criaturas vivientes con las formas mundanas.
El hombre se hizo bosque, el día se enamoró de la noche, el Sol decidió pactar ocasiones para reconciliarse con su amante, pero ella le dejó a sus hijos la promesa de lo eterno. Agazapada bajo las hojas del lúpulo, derramando flores destinadas a existir una vez.
Sus invitados asistieron a la llegada de una estela de fuego con el aspecto de tres cabezas emplumadas. Un cuervo con cuerpo de serpiente. Un dragón de agua y de fuego o el mágico kitsune de nueve colas. Todas las bestias reunidas en una para enlazar pasado, presente y futuro."
Jimin comprendió que el santuario de los Montes Urales no estaba más allá de las paredes de roca centenaria o del cielo boreal. Jimin comprendió que el secreto por el cual el mundo licántropo parecía tambalearse y pugnar por su conquista estaba escondido en los riscos y parajes de su alma.
Alma Havintis ¡Alma de Alfa!
El tañido de una voz en su interior lo hizo gritar a través del silencio. La mano que tozudamente sostenía amenazó con abandonarle mientras la sacerdotisa de la Luna sonreía con suficiencia.
Un nuevo campo de apacibles flores lunares quedó a la vista. Las colinas sembradas de granos dorados mientras el vientre hinchado le hacía caminar despacio.
Un hanbook con tonos opalescentes ocultaba su gravidez pero no menguaba el peso de su resolución. Las tiendas de una aldea centelleaban en la distancia mientras el aliento de su lobo levantaba volutas alrededor.
"Estás aquí, amado mío. Libérame de esta aflicción que lleva tu nombre y tu recuerdo, condéname al abismo del olvido si de esa forma puedo apresar los fragmentos de tu esencia en mi corazón. Déjame ser uno con la lluvia y partir con el viento."
El cántico apacible de una voz antes de correr sobre el incendio deshace el empuje de las lágrimas. El guerrero solitario se abraza a su amado a la vuelta de aquel pueblo.
Una pequeña bandada de pájaros oscuros tiñe la luna cuando los rostros del pasado se vuelven a enlazar. El páramo se sacude y nubes de tormenta arrastran los recuerdos.
Cambian las ciudades y las estaciones, un coro de voces entona viejos cánticos en idiomas irreconocibles, las calles se tuercen, los rostros se contraen y pierden el sentido mientras los vitrales de una Catedral en Toscana se iluminan detrás de una estela plateada.
Los sonidos de la noche se mezclan con el aroma del incienso mientras un joven de negros cabellos se aferra a la plegaria entre las cuentas de su rosario. Las viejas cicatrices de una historia que solo se repite cual bucle espacial repiquetan a la doceava campanada.
Una figura en las sombras le observa, compartiendo la misma incertidumbre, compartiendo el mismo miedo. Sin embargo, el destino es tan caprichoso, que se esfuerza por tensar el hilo y alejarnos en otro lapso de tiempo. Pasan siglos en el cronómetro humano y las reminiscencias se agolpan con cada encuentro.
Mueren generaciones, se libran guerras, pero aquellos atrapados por el estigma de la destrucción y el primer enlace, se siguen encontrando en las fronteras de Cronos.
No hay deidad que los ampare del pecado de fundirse como uno, no hay condena perpetua hasta que los hilos se enrollan en los vástagos de la última generación.
El final del imperio de las serpientes de fuego viene del norte. La colisión a la llegada del Cometa se espera por décadas antes de la devastación. Nuestro joven viajero se observa a sí mismo detrás de los cristales del tiempo.
No puede abogar porque estará observando a su otra mitad, pero percibe el tirón de unas manos en las suyas y la huella plateada de la luna en la palma de su mano para guiar el camino.
Presencia la furia cáustica al abrir los ojos en un mundo controlado por fuerzas ajenas. Los latidos acompasados antes de la partida a una guerra condenada al fracaso y el amor incondicional de sus progenitores.
Las mentiras se desgranan como una aquelarre de formas atroces, como los cuervos rapaces que destrozaron los orígenes del lobo y el dragón. Hermandad, ángeles caídos, corrupción por amor, destino. Todo fluyendo desde el inicio de una promesa egoísta para mirar hacia el futuro.
A esas alturas, la lumbre del Cometa ilumina los iris color primavera. Jimin se abraza a sí mismo antes de observar la última puerta. Esa desde donde puede reconocer el jardín de la Villa Min y lo que parece un festival convertirse en realización.
Los banderines color lila ondean al viento mientras los cachorros del Anexo van de un lado a otro, compartiendo bromas y alguna que otra rencilla por hacerse del control de carismáticas pistolas de agua.
Serpentinas y lazos color ámbar se anudaban a las mesas repletas de canapés y golosinas donde omegas, alfas y betas disfrutan de la parrillada. Jimin camina entre la multitud que debería reconocer aunque nadie nota su presencia.
Descubre a Hoseok colgado del brazo de una hermosa chica con los rasgos de la familia Yamato. Su imaginación le traiciona porque piensa en Hikari y el sabor amargo de la culpa no duda en aparecer a la altura de su garganta.
Una colección de globos de helio en vivos colores es arrojada al viento primaveral y el perfume de los cerezos le cosquillea en la nariz. Entonces aprecia a los Kim enseñando a su cachorro los primeros pasos. Jin se gira en su dirección.
Jimin sabe que no puede verle, pero se siente como si el omega de cabello azabache pudiera salvar la barrera de la visión y advertir su presencia. Lágrimas de melancolía recorren su rostro una vez más.
Pasa el grupo donde Yeonjun exhibe su nueva técnica de box, cómo le gustaría hacerlo tragarse esas artes de gallito. Por un instante la sonrisa se hace visible en los pómulos elegantes del omega.
El grupo de efervescentes cachorros serpentea hasta una pareja atípica. Él es alto y pelinegro mientras su omega algo más bajo y de hebras doradas. Un pequeño cachorro con el cabello y los ojos color caramelo gatea entre ellos. Uno de los ojos del pelinegro luce empañado por la ceguera.
Una herida convertida en cicatriz le atraviesa del pómulo hasta la frente. Jeon Jungkook ha librado una batalla a la que él no ha sido invitado. Un anillo con el motivo de dos cuervos centellea bajo el sol estival.
Las ganas de esconderse y huir vuelven azotar a Jimin mientras identifica a su recién descubierta familia del otro lado de la pagoda de los lotos en la Villa Min. Están reunidos en silencio.
Como si ese gesto fuera todo lo necesario para acompañar la figura de un hombre que sostiene un niño de unos tres años por una mano.
—Hoy es mi cumpleaños otra vez, he aprendido a cepillarme los dientes y mi papá Yoon dice que me etsoy haciendo más fuerte ¿Eso te hace feliz? Quiero crecer pronto pero por otro lado quedarme siempre pequeño. Te extraño, papi. Te extraño mucho.
Cabellos oscuros y ojos de un verde bosque, Jimin no pudo resistir el impulso de correr hacia el sitio donde Yoongi le acariciaba la cabeza aquel niño que le resultaba aterradoramente familiar.
"A la memoria de Park Mijailov Jimin, el único omega con alma de alfa y el amor de mi vida."
La rúbrica sobre la piedra tallada con pequeñas rosas en ébano terminó de aflojar el último nudo en su corazón. El futuro no sería benigno con él. El futuro le arrancaría lo que tanto se había esforzado por ocultar de sí mismo.
Los gritos desesperados por vencer la niebla de la profecía y atrapar a sus seres queridos le desgarraron por dentro.
"¿Por qué me has escogido? ¿Por qué me muestras un destino que nunca he codiciado? ¿Por qué me alejas de él si recién admito que lo amo?"
Una leve perturbación en el cielo fue el inicio de una furiosa tormenta de meteoros. Chispas de colores, retazos de sueños. Los ecos de todas las lenguas murmurando mientras la marca en las palmas del omega y todas las promesas de antes se escapaban hacia el centro de un especie de círculo sobre el firmamento.
"Te he escogido por la única razón que detesto. Tal como yo, no puedes permitirte un mundo sin el calor del amor verdadero. Siempre has sido la representación de la Luna entre mis hijos. Siempre has guiado a los otros más allá de sus sueños.
Ahora que has visto el saldo de tu sacrificio, sé que aceptarás la realidad. Ellos dejarán de tenerte entre sus recuerdos. Desaparecerás esta noche junto con todos los rostros de ciclos pasados.
Aceptarás la humilde posición de ser un omega más, aunque portarás la responsabilidad de sanar a tu pueblo y traer confort a la tierra donde pises. Siempre has sido un sanador, mi irresponsable Yume. Ha llegado el tiempo de decir adiós. Un último deseo antes de que termine este ciclo. Alma Havintis ¡Alma de Alfa!"
El Imperio de Fuego perece bajo la luz de la Luna. Todo es quietud mientras una fina granizada cubre las ropas de un hombre hecho con la misma nieve. Min Yoongi observa los restos de la aurora boreal en compañía de su abuelo. Por alguna razón su cuello palpita y de repente recuerda que es temporada de zorros.
Una sonrisa nostálgica le llena las facciones. El amuleto con forma de atrapa sueños que hace de colgante en su cuello se colorea en tonos grises. En algún punto de Busan un joven de tristes ojos verdes ha despertado en medio de otra incomprensible pesadilla.
END. 3RD PART. REVIVAL MOON
ALMA DE ALFA
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