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⛩D-DAY [The Last]⛩

Cuatro años después, Isla de Jeju

Cuando Jimin regresó a Corea pensó que sería casi imposible reconstruir su vida. Mucho menos convertirse en el excéntrico consejero de una Comunidad de Sanadores cerca de Hamdeok Beach, en la isla de Jeju.

Sin embargo, no podía estar más agradecido con su vida actual. Pese a que no estaba exento del coqueteo de alfas y betas o de la insistencia de las ancianas que solían compartir la residencia en el Resort donde también fungía como ingeniero, vivir en función de los demás se había convertido en su tabla de salvación.

La decisión de acatar su destino no había sido una fácil. Muchas noches, como la que estaba por comenzar, sentía el peso de la nostalgia más que nunca. A pesar de desentenderse del Bajo Mundo, su labor como sanador en Jeju le ofrecía suficiente información para estar al corriente de sus antiguos conocidos.

Cambiar su color de cabello, por un rubio platino o su onomástico por Jay solo eran formas discretas de ocultarse a sí mismo de lo inevitable. A medida que el tiempo había sellado sus heridas, la reclusión en aquellos parajes y el influjo de la madre Luna le habían fortalecido en su deber de ser útil.

Nuevas realidades para acompañar nuevas visiones, pero la añoranza estaba ahí, justo a la vuelta de la esquina, cuando el rumor de que uno de los clubes privados en la isla sería visitado por el magnate a la cabeza de la exportación de piezas de arte en la península, no pudo ser más que otra forma de enmascarar la tentación.

—¿Estás seguro que no necesitas compañía? Mi amigo dijo que son tipos duros, por muy bueno que seas en el kickboxing.

Ha Sung Woon, el primer habitante de la isla que le había tendido la mano cuando era solo un torpe desconocido intentando descifrar su misión, torció el gesto. Una sonrisa cómplice decoró las armónicas facciones del de ojos verdes. 

—Sobreviviré. 

Fue la escueta respuesta, pero para Sung Woon, Jimin era alguien de pocas palabras y miles de misterios por desenrollar.

—Si tú lo dices. Solo no regreses con los brazos rotos. Tanto a las abuelas del resort como a tu jefe le interesa que tus manos estén intactas.

—Anotado, jefecito.

El aludido se fingió ofendido antes de palmearle la espalda a Park con un gesto de cariño. Tenía fe en que el tiempo reblandecería la especie de coraza mental que protegía aquel chico tal como las nuevas flores salían a conocer el mundo cada primavera.

Jimin por su parte, estaba más preocupado por ser elegido en la lista de aspirantes al combate clandestino que ocupaba el sótano del Angel's Heart, el club de luces iridiscentes que pregonaba una noche de barra abierta para camuflar las transacciones donde seguramente estaría involucrado su objetivo.

—Lee Jay, eres el cincuenta y nueve. Buena suerte allá arriba.

Jimin asintió antes de aceptar la máscara de búho que le tendían tras bastidores. A veces, cuando el hastío de su vida monástica como sanador del santuario de la isla lo asfixiaba a sobre manera, se escapaba para ser parte de estos encuentros.

Las ganancias iban al fondo dedicado ayudar a familias y omegas sin apoyo que también patrocinaba Sung Woon. La vida modesta de Jimin, como residente de una de las cabañas del Resort, del lado más alejado de la playa, bien podía ser otra forma de ocultarse cuando económicamente podía disponer de cierta holgura.

Las luces remitieron para anunciar el inicio del combate. La adrenalina corría por sus venas mientras los recuerdos del pasado amenazaban con hacerle sonreír.

Tres asaltos después, cubierto de sudor y algunos cortes en las mejillas, el título de campeón volvía a caer sobre su figura fibrosa o la curiosa trenza de cabello rubio platino que le cosquilleaba hasta perderse cintura abajo.

Jimin acababa de recuperar su chaqueta de cuero después de una merecida ducha cuando alguien irrumpió en el locker de los pujilistas.

—Lee Jay, nuestro jefe quiere hacerte una oferta. Acompáñanos ahora si eres un hombre inteligente.

Mechas pelirrojas, nariz respingona y cara de niño bueno. Kang Taehyun había dejado de ser un cachorro pero la sensación de deja vu no abandonaba a Jimin.

Tuvo tantas ganas de acercarse para despeinarle el flequillo, preguntar por Yeonjun, Soobin o los otros, incluso abrazarlo. Pero sabía que ya caminaba por arenas movedizas al urdir ese plan para burlar al destino.

—Quizás solo soy sensato. Dile a tu jefe que me busque en la discoteca, todo irá mejor si le invito a una copa.

Cuatro años atrás no hubiera tenido el valor para formular semejante pedido. Cuatro años atrás era un chico inseguro con ganas de comerse el mundo e interpretar el papel de lo que no era realmente.

Los días de esconderse bajo la casta opuesta acabaron hace mucho. Hoy peleaba con un falso nombre pero con el orgullo de su casta original. Taehyun se tocó la oreja izquierda, prueba de que las viejas normas de seguridad en la Liga del Dragón Dorado sólo habían evolucionado.

—De acuerdo, pero permítame que le escolte hasta allá.

Ofreció con una expresión adusta, a lo que Jimin accedió con una leve inclinación de cabeza. El depósito con el premio de la pelea ya estaba en su cuenta, ahora solo le quedaba enfrentarse a la verdadera razón detrás de toda su estrategia.

Cuatro años, cuatro años sin verle más allá de sus sueños y anuncios de periódico, firmando convenios o posando en soledad para alguna revista sensacionalista sedienta de conocimiento sobre el origen de su riqueza.

La música estridente o la colección de aromas mezclados se adhirieron a la piel de Jimin cuando puso un pie en la discoteca del club. Aún así, pudo identificarle por encima de la avalancha de esencias.

Pino, bosque profundo y tonos de whisky. Familiar y lejano como sus recuerdos. Unos orbes azul casi violeta le recorrieron en toda su extensión, y por unos absurdos instantes, Jimin creyó que la máscara de su personaje era atravesada por la aguda mente de Yoongi.

—Buenas noches, señor Lee. Pocas veces me invitan a una copa en estos días. Si es tan amable…

Las elegantes manos del alfa le convidaron a tomar asiento. Jimin luchó por mantener a raya su añoranza. Yoongi estaba océanos atrás, en un universo que él se había ocupado de equilibrar al precio del olvido, ya era suficiente con este intento desesperado por volver a verle.

—Gracias, y antes que se tome la molestia de hacerme la propuesta para formar parte de sus filas, le advierto que estoy al tanto de la verdadera naturaleza de sus negocios en la ciudad. Puede que sea muy buen actor, señor, pero todo el mundo sabe que detrás de una gran fortuna se esconde un crimen proporcional.

El chasquido de varias armas apuntando en dirección a puntos vitales del omega deberían haber hecho saltar sus alarmas internas. Pero la expresión mezcla deja vu con sorpresa de Min valía la pena por encima de todo aquel jaleo.

—Por lo visto el señor Lee tiene agallas—concluyó el alfa con una sonrisa torcida.

Jimin se encogió de hombros antes de darle un sorbo al Margarita que Min había elegido para él, contribuyendo a reforzar la sensación de perturbador reconocimiento.

—En la terraza se respira mejor, después de todo, este es un sitio paradisíaco.

El tono obscuro de aquella voz no debió despertar sus sentidos de esa manera, pero ya era demasiado tarde. Los guardaespaldas de Min intercambiaron miradas donde se filtraba el mismo sentimiento de incredulidad mientras observaban a su señor ofrecerle el camino aquel omega prepotente.

Jimin aún saboreaba los matices del cóctel en su paladar cuando una impactante vista de Hamdeok Beach llenó sus pupilas. Lejanas hogueras sobre la arena, música y faroles multicolores, tardes de surf y despreocupación para ignorar el cosquilleo en su piel.

Esta vez decidió colocar primero la piedra para cosechar, si es que podía, algo más que la mirada recelosa de su acompañante. Aún cuando Yoongi parecía regir sobre el paisaje bajo sus pies, Jimin sabía de sobra dónde estaba su atención.

—Seré directo, no me interesa nada de lo que me puedas ofrecer y tampoco estoy tan desesperado como para caer en las redes de alguien así.

—¿Entonces?—una atractiva ceja se alzó en el rostro hecho de nieve del alfa—Si eres tan arrogante como para dirigirte a mí sin ambages, algo más que curiosidad debe descansar detrás del deseo de que estemos a solas… No te ofendas, cariño, pero tampoco es que tenga tal hambre como para morderte en público.

El sutil cambio en las olas llegó a Jimin como la sinfonía que tanto había esperado. 

"No me recuerdas. No sé si agradecer o sentirme miserable por ello. Aún así, aquí estamos."

—¿Debería reírme? No me interesa meterme en tus pantalones, alfa egocéntrico. Yo solo…

—Tú solo eres un pequeño provocador. Te vi en el ring, tenías esa maldita sonrisa de suficiencia de que podrías comerte el mundo si así lo quisieras. Eres un omega de belleza exótica, pero algo me dice que te place más comportarte como un alfa rompe pelotas.

Jimin no pudo evitarlo y una limpia carcajada salió para decorar la brisa de la noche con un sonido celestial. Yoongi se quedó atrapado en aquel instante. Como si hubiera escuchado aquello en otra vida.

Como si la visión de cabellos rubios casi albinos sobre la almohada de su solitaria habitación de hotel y la caricia de labios pecaminosos sobre su piel no fuera lo suficientemente perturbadora.

Del otro lado del encuentro, el omega se recompuso. Cómo lo había extrañado. Provocar la estampida en el contrario y luego sonreírle con complicidad.

"Es suficiente. Aún te amo… pero yo…"

—Fue agradable verlo, señor Min.

El de misteriosos ojos verdes se colocó algunos mechones errantes detrás de las orejas antes de abandonar la terraza.

Minutos después, Yoongi salía de su estupor para ordenar a sus hombres una investigación permorisada sobre aquel impertinente que le había dejado temblando el alma y con un problema entre las piernas.

Una semana después de su muestra de flaqueza, Jimin terminaba sus oraciones dedicadas a la Diosa para emplearse en una de las actividades que más le apasionaban en los últimos tiempos.

Yume parecía tranquilizarse cuando la naturaleza le rodeaba y aunque le guardaba rencor por su decisión de tomar el olvido sobre el amor, reconocer a Karatsuyu detrás de la mirada de Yoongi, le imprimió algo de esperanza.

Un sentimiento tan codiciado como el oxígeno para alguien consagrado a la soledad. Una parte del alma del omega sangraba ante la idea de haber sido removido de los recuerdos de su mate por designio de la Diosa. Otra, la más egoísta, temblaba  de anhelo ante la posibilidad de que Yoongi, no su lobo, o su shifter, pudiera reconocerle y volverle amar. 

Esos pensamientos borrascosos giraban en la cabeza del omega mientras regresaba a su pequeña casa de la playa.

La acogedora cocina que daba paso a las tibias arenas solía estar abierta cuando salía hacia el mar o al Resort, por eso no le sorprendió encontrar a Sombra, su pequeño perro pequinés, durmiendo barriga arriba sobre los pórticos del porche trasero.

—Mira qué buena cena haremos esta noche ¿Te apetece el pescado a la brasa?

—A mí me gusta con un buen vino. 

Una voz profunda rompió el hilo que los sonidos y aromas del mar imponían sobre la estancia. Jimin se incorporó lentamente. Sombra trotó hacia Yoongi confirmando su capitulación.

El habitual traje de negocios que identificaba al Rey del Bajo Mundo había sido sustituido por un polo en tonos azules de la marca FILA que dejaba poco a la imaginación en cuanto a las dimensiones del pecho y los hombros fuertes de aquel hombre.

Los pantalones de deporte le hacían justicia a la solidez de los músculos hasta perderse en la palidez de los dedos clavados en la arena. Jimin siguió empapándose en la imagen de su mate, hasta que el halo de cabellos oscuros de Yoongi le eclipsó el sol.

—Gusto de verte de nuevo, Lee o debería decir… Park… ¿No es Park Jimin tu verdadero nombre?

Por un breve instante el mencionado creyó escuchar el vandazo de su corazón al romperse una vez más. Por instante el bombeo desesperado lo impulsaba a arrojarse a los brazos del alfa y llorar hasta espiar el peso de su decisión.

La expresión curiosa de Yoongi le alertó de que aquel milagro no había sucedido. Claro que no, ni aunque le contara su historia podría creerle. Solo diría lo que él mismo se había asegurado de tejer.

Que venía de Busan y gustaba del pujilismo clandestino. Que era un omega raro por comportarse más como los alfas.

—Todos tenemos secretos. Park Jimin murió tiempo atrás. Pero si te satisface llamarme así… realmente no importa.

Ignoró la mueca que se dibujó en el rostro de Yoongi mientras avanzaba hacia el interior de su hogar. Los pasos de Sombra se mezclaron con las pisadas de arena del alfa antes de que la isla de la cocina quedara en el campo visual de los dos.

Jimin le dio la espalda deliberadamente. La trenza de cabellos rubios se agitó mientras colocaba los peces sobre el fregadero y localizaba un cuchillo para iniciar la tarea que se proponía. Yoongi tomó asiento en el taburete más cercano con el cachorro de Jimin echado a sus pies.

Dueño y señor a pesar de no ser invitado, observó con indolencia la faena para sacar escamas, limpiar agallas y colocar sal en las heridas que presagiaban la carne sobre una parrilla antes de pasar a los acompañamientos.

Cuando menos lo predijo, una copa de vino blanco le fue ofrecida al de cabellos de luna y ojos de primavera. 

—Déjame a mí el resto.

Musitó el alfa mientras su mirada se deslizaba más allá de los dedos que aceptaban el recipiente cargado de licor frío. Jimin juraba que hasta sus tobillos desnudos, cortesía de su pantaloncillo corto eran parte del examen de aquellos ojos hambrientos.

La pulsera con motivos de los animales del zodiaco que cargaba en su tobillera derecha tintineó antes de que se alejara de Yoongi.

—No te he invitado a quedarte, pero supongo que eso no cuenta. Lo que quieres lo tienes… la mayoría de las veces…

Concluyó vaciando la copa con un lánguido sorbo y el alfa lo premió con una sonrisa maliciosa. Un silencio confortable, solo interrumpido por el romper de las olas contra las franja de playa les acompañó hasta que el olor del pescado ahumado y las especias se mezcló con la esencia que los identificaba como alfa y omega.

—Pruébalo con la ensalada de coles de Bruselas, luego el vino…

La orden melodiosa de parte de Min lo obligó a sonreír. Sin dejar de observarlo, el de ojos verdes aceptó la porción que se le ofrecía. La mezcla de sabores y tonalidades le bombardearon las papilas gustativas.

Iba a tomar de la copa cuando unas manos le ganaron la apuesta. Yoongi apuró el contenido del vaso ajeno antes de realizar la cata que de veras anhelaba. Jimin recibió sus labios con impaciencia. Abriéndose como la flor de luna repleta de rocío y promesas antes de la caída libre.

—Yoongi… nosotros…

—Shhhh… no me importa. Lo dejaste claro. Lo que quiero lo obtengo. Voy a conquistarte, dulce mentiroso.

El corazón del más joven se rompió un poco más. Los fragmentos del pasado y del presente se arremolinaban a sus pies. Estaba cometiendo otro dulce pecado.

Pero no podía parar de besar aquella boca o de caer por aquellas manos. Aún cuando había renunciado a ese destino, su alma clamaba por la de Yoongi, y eso, por inconsecuente que fuera, le sabía a suficiente.

La tarde se convirtió en noche y la noche en amanecer cuando Min Yoon Gi regresó a la tierra de los conscientes. Se suponía que debía volver a tomar el control de sus negocios en Seúl; que su deber como líder del Clan y como respetable figura pública debía ser el centro de su mundo.

Sin embargo, cuando el informe sobre Lee Jay, realmente Park Jimin,  había reposado sobre su escritorio en la habitación de hotel, la sensación de estar dejando escapar a una parte importante de sí mismo lo había poseído al punto de no pensar con claridad.

No solo estaba la extraña sensación de reconocimiento que lo embargaba desde que lo había visto sobre el ring, como si compartieran una vida paralela prácticamente inconcebible.

No, era incluso más complejo que verse reflejado en aquellos ojos o descubrir que el dije con forma de atrapa sueños del colgante que heredara de su madre era el gemelo del de piedras lapilazuli que acariciaba el pecho de Jimin.

Tantas coincidencias eran desconcertantes. Tal como escuchar a su lobo por primera vez en mucho tiempo. Yoongi no sabía por qué pero ahora estaba seguro que no podía darle la espalda a ese sentimiento.

Sus brazos se anudaron en torno a la grácil cintura del chico que dormía a su lado. Zarcillos de cabello rubio platino se derramaban sobre sus hombros hasta marcar el inicio de las redondeadas caderas. Jimin entreabrió los ojos como si él también soñara. Yoongi sonrió hasta que sus encías fueron visibles.

—He tenido un sueño realmente loco…

Confesó incorporándose un poco pero sin dejar de abrazar al omega. Jimin se tensó perceptiblemente pero lo dejó continuar. Las manos nervosas donde reposaba un anillo tallado en oro se enredaron en unos dedos más pequeños.

—Es la declaración más cursi de la vida, pero pude verte cargando a mis hijos en tu vientre mientras nos casábamos sobre un ring de boxeo.

La risa ronca de Yoongi pretendía diluir la tormenta detrás de aquellas lagunas verdes, pero Jimin ni siquiera se inmutó cuando la primera lágrima dio paso a un verdadero diluvio.

—No… no necesito que me digas que me calme. Tampoco te estoy rechazando. Para ti es extraño oír o ver esto,  pero la historia que viste en tus sueños ya sucedió hace tiempo. Tú y yo… es tan irónico que el destino se esfuerce por empujarnos uno contra el otro cuando el resultado es siempre funesto…

—Si te refieres a la esencia de mis negocios, aún puedo…

—¿Por qué luces tan adorable ahora?¿Por qué tardé tanto tiempo en admitir que te he amado desde antes de ser consciente de mi propio ser? Por favor, escúchame atentamente. Dudo que me creas en esta nueva realidad, pero aún así, te debo esa verdad. Después, cuando haya terminado y si todavía tienes fuerzas para comprender mi decisión, entonces podrás notar lo equivocado de ese último sueño.

Yoongi solo se sacudía en la confusión mientras Jimin iniciaba un viaje del que dudaba haber sido parte, aunque su nombre era el protagonista.

La explosión de emociones desfiló por aquel rostro hermoso hasta mezclarse en el torbellino de caos que siempre había intentando esconder tras los muros de su alma. Reconocer tantas historias, nombres e incluso cicatrices debió aterrorizarlo.

Reconocer el egoísmo tras una historia de cuentos de hadas en pleno siglo veintiuno le supo cómo ingerir un platillo agridulce. El sol estaba alto en el cielo cuando las palabras y los ruegos se agotaron.

Park Jimin le pedía que volviera a casa sin él.  Park Jimin, su inicio y su final, le privaba de sus visiones de un anacrónico hogar en el corazón del desastre cuando el futuro seguía marcado por la muerte.

Interpretar las aguas del mar podía ser más sencillo que reparar la tierra del tiempo. Yoongi marchó bajo el manto de la tristeza y la inconformidad. Estaba seguro de que hubiera puesto la marcha hacia el fin si una misteriosa brisa estival no se esforzara por traer el efluvio de cerezos en flor y madarinas chinas. 

—¿Señor?¿Acaso…?

—¡A la mierda con el destino, cuándo he sido tan tonto como para creer en profecías y sortilegios!

—Pero señor… el jet está a punto de despegar y…

—¡A la mierda el jet, al infierno el horario! Avisa a Hoseok que no llegaré hasta mañana. Hay un omega testarudo al que tengo que cazar y ya sé cómo hacerlo.

Taehyun y el resto de la guardia que acompañaban al Rey del Bajo Mundo se observaron mientras su propio jefe volteaba cualquier lógica posible.

La línea del sol sobre el horizonte irradiaba franjas color naranja sobre la arena de Hamdeok Beach mientras Jimin dejaba que las olas se arremolinaran a sus pies.

La frialdad con la que se había encapsulado su alma era insoportable. Como el capullo de una mariposa nocturna sin esperanzas de abandonar la crisálida, había visto partir a Yoongi dos días atrás.

Si tan solo pudiera ser diferente. Si tan solo pudiera cumplir con su deber de sanador a su lado… Eran demasiados "quizás" para acompañar su soledad.

"Si he de marchitarme por ti… entonces quiero vivir perdido en este último recuerdo. Eres mi Luna de caos aún cuando no lo merezco."

Decidido abandonar nuevamente un mundo donde no podría resistir a la tentación de volver a ver a la razón tras su destino. Jimin regresó a su hogar para sumirse en la mecánica tarea de preparar la maleta.

Werwolf Cave, una antigua comunidad sobre las Montañas Rocosas en América necesitaba de su apoyo y sería la distracción perfecta para cortar lazos, quizás para siempre.

Con esa resolución se despidió de Sung Woon, de las amables ancianas del Resort, la gente que en los últimos años le había visto ir y venir. Se despidió de la luna que le había condenado y se lamió las nuevas heridas en su coraza de cicatrices.

—Lo siento, señor, pero este vuelo acaba de ser cancelado.

—Pero… si hace solo instantes…

El ruido en el aeropuerto de la isla de Jeju remitió hasta convertirse en un ligero zumbido.

Los altavoces de llamada y las pantallas que anunciaban la cartelera de vuelos parpadearon hasta quedar fijos en la imagen de un chico de ojos verde azules que infructuosamente escapaba de otro destino.

Jimin supo que se trataba de Yoongi incluso antes de escuchar su voz detrás del micrófono que los de la torre de control usaban para recordar el itinerario. 

—Park Jimin, omega testarudo como las condenadas piedras, tienes prohibido mover siquiera tu linda boca mientras escuchas lo que pienso de todo lo que me confiaste días atrás…

Un murmullo enternecedor comenzó a poblar la multitud paralizada en la terminal aérea. Jimin enrojeció dramáticamente.

—Cariño—prosiguió Yoongi sin apartar su mirada azul violeta de la figura esbelta de su chico—Puede que todo sea una tonta mentira, como también puede ser la más escalofriante de las verdades. El hecho de estar conectados por fuerzas más antiguas que la propia raza debería ser un abismo insalvable. He podido ver cuánta fe le tienes a los designios de la Diosa, aún cuando han sido días, la realización de que te conozco y acepto como una parte de mí mismo es más fuerte que cualquier plan apocalíptico o lo que sea que eso signifique. A lo que quiero llegar, mi hermosa Luna, es que nunca he seguido las regla y esta no será la primera vez. Si te fallé antes, perdóname. Si te dejé cargar el peso del mundo por generaciones y tomar la decisión final… pues eso está a punto de cambiar. Olvida los eclipses, las fantasías o los cometas. Olvida que nuestras almas son una sola habitando nuestros cuerpos. Olvida toda lógica o estratagema de la Diosa para escribir unas líneas que solo nos pertenecen a nosotros. No tengo un jodido anillo a la mano, no tuve tiempo de ensayar votos o traer un montón de rosas negras para ti. Tampoco de pedírtelo sobre el ring de boxeo donde brillas aún más que la propia Luna. No soy la gran cosa y estoy seguro que pronto te decepcionaré, pero lo que sí puedo apostar a mi favor es que te amo y a si tenga que amarrarte a mi dedo meñique no permitiré que vuelvas a cargar con la soledad. No seas así de cruel, cariño mío. Comparte todas tus cicatrices mientras te beso el alma.

Para ese entonces el grupo de personas bajo las escaleras paralizadas o los que se congregaban en el primer piso de la terminal pedían por un beso al estilo drama romántico.

Jimin solo sentía el mundo palpitar a través de la vieja cicatriz en su cuello. Esa que por muchas eternidades le seguiría uniendo al peligroso hombre de mirada azul violeta sobre el que había impreso su vida y quizás… solo quizás… olvidado su destino para florecer en tierras lejanas donde todas las profecías confluían en una.

THE END



🐾ALMA DE ALFA🐾


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