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D-7

Golpear el saco de box más cercano lejos de aliviar la carga en el pecho de Park solo parecía multiplicarla. Si se concentraba con precisión podía rememorar cómo sus manos habían apresado el seguro de la Glock y segundos después el ruido de las detonaciones taladraba sus sentidos, manteniendo la esencia a pólvora seca sobre su sensible olfato y la sonrisa siniestra de quien debía considerar su jefe.

—¡Bastardo, manipulador!

Golpeó con más saña el saco de box y el silencio en el Anexo le dio la respuesta. Quién en su sano juicio se levantaba a las tres de la mañana a entrenar como si las olimpiadas estuvieran a la vuelta de la esquina... solo él que no tenía otra manera de salir de aquel acuerdo con tendencias a complicarse.

Nadie le podía arrancar de la cabeza la idea de que había mucho más detrás de los acontecimientos del mediodía. Aun cuando sus compañeros en el equipo de seguridad que rodeaba a Min lo hubieran minimizado diciendo que se harían cargo de limpiar la evidencia, como si fuera algo del día a día.

Recordar cómo los gemelos Song habían sido drogados y redirigidos a Japón le revolvía el estómago. Así funcionaba, y Min no mentía cuando la noticia de un verdadero campeonato de kickboxing y boxeo profesional sería la cortina de humo perfecta para enmascarar los verdaderos planes del pálido.

Hacerse con la corona de las mafias a nivel internacional, enterrando la imagen del humilde vagabundo que creciera en un tugurio de Daegu para reclamar al Rey Dragón del que tanto alardeaba, esa era su ambición. Jimin terminó dejándose caer sobre la madera pulida con los brazos y las piernas extendidas.

Su pecho subía y bajaba conteniendo un jadeo de cansancio mientras la tela grisácea de una de sus sudaderas favoritas se humedecía a cuenta del sudor.

—Quisiera tanto cerrar los ojos y nunca más despertar...

Su propia voz le sonaba vacía mientras el suave aroma a mandarinas y caramelo se balanceaba ligeramente con las notas de roble del pulcro gimnasio.

Una curiosa sombra había contemplado todo su ataque de entrenamiento y ahora se despeinaba la rosácea cabeza antes de colocar una botella de agua a una prudencial distancia de Park.

Jimin percibió el cambio en la atmósfera antes de encontrarse con los inquisidores ojos del cachorro llamado Yeonjun. El más joven amplió la sonrisa agridulce que exhibía para sentarse como un indio y golpear con la botella de agua las costillas de Park.

—¿Por eso eres el mejor, verdad? Dicen que la hora dorada para todo es a las tres de la mañana. Incluso para estudiar Nam piensa así, no me vendría mal entrenar a esta hora...

El de ojos verdes y cabello grisáceo se incorporó arrebatándole la botella de agua al menor. Yeonjun suspiró sin dejar de mirarlo. Había algo en Jimin que le incomodaba y al mismo tiempo le atraía.

Quizás porque había golpeado a su hermano dos veces o porque daba la impresión que a quien creía un alfa de carácter arisco podría convertirse en su Imperio Romano. No estaba seguro, pero por algún sitio tendría que iniciar hacer las preguntas correctas, y el peligris era, sin dudas, la punta del iceberg.

—Las tres de la mañana es un pecado para cualquiera. Deberías estar durmiendo y dejar de perseguir a alguien que no sabe lo que quiere. Créeme, niño, eres muy afortunado por conservar tu libertad...

Contestó Jimin terminando la botella de otro largo trago. Yeonjun se miró la punta de los pies antes de arrugar el ceño.

—Solo estaba tratando de entablar una conversación. La verdad, estoy aquí porque no aguanto la cantaleta de Taehyun sobre pedir disculpas y esas cosas. Suelo desquitarme con el box o las carreras cuando estoy estresado.

Concluyó sin dirigirle la mirada y Jimin la apartó con rapidez. Ciertamente no soportaba el contacto visual por más tiempo del debido, así que intentaba mantener a raya las posibilidades que descubrieran su fachada. Por eso las alarmas se encendieron cuando observó al omega olfatear el ambiente.

Por unos instantes Jimin estuvo tentado a comprobar si su imitador de aroma se había desvanecido antes que el fuerte olor a tierra mojada casi le noqueara el rostro. Su omega, hasta el momento cómodamente acurrucado, levantó las orejas.

—Hyung está en problemas esta vez... Sabía que se le adelantaría el celo con tanta planificación. Seguro anda en dirección al santuario.

—¿Santuario?

Jimin intentó no saturarse con más datos sobre el aroma de quien ya había identificado con aterradora precisión. Más específicamente, por la combinación de whisky, pino y bosque en calma intoxicando su naricilla curiosa que por la expresión expectante de Yeonjun.

Dicho sea de paso, no podía entender cómo el joven estaba tan tranquilo cuando aquel efluvio atraía a su omega al punto de convertirlo en un molesto cachorro dado a corretear contra las paredes de su conciencia.

—Sí, debajo de la Villa Min hay una especie de refugio que llamamos el santuario. Hyung encontró un manantial de aguas medicinales y lo modificó para convertirlo en un lugar de curación. Casi nadie lo utiliza, pero todos sabemos que se ha convertido en el sitio privado de él en muchos sentidos. Mayormente cuando trata de aplacar sus problemáticos celos. Ahora solo percibimos cuándo su aroma primario se vuelve loco y sabemos que serán tres días sin saber del jefe.

¿Tres días? ¿Por qué le duraba tanto cuando lo normal era uno?¿Qué tipo de alfa era Min Yoon Gi?

Jimin se mordió la lengua mientras aquel exquisito olor se apaciguaba. Yeonjun se puso en pie.

—Lo mejor será que nos vayamos a dormir. Mañana tengo universidad y seguro tú también. Realmente...

Dejó las palabras en el aire mientras observaba a Jimin incorporarse también. El de ojos verdes se rascó la nuca intentando leer las intenciones del de cabello rosa pálido.

—Realmente debería decir que lo siento... ya sabes, por lo de hoy más temprano, pero no sería totalmente sincero. Voy a patearte el trasero en cuanto empiecen las pruebas para el Gran Slang que organiza hyung y no me va a importar que seas su favorito, Park.

La pequeña amenaza, por alguna razón, le hizo gracia a Park que negando con la cabeza se cruzó de brazos antes de recargar su peso contra el box.

—Será un honor entonces, Choi ¿Te digo un secreto?... Sé que eres admirable aun sin conocerte...

Yeonjun estaba a punto de elaborar algún comentario mordaz cuando una de las manos de Jimin se cerraron sobre su hombro derecho en un apretón reconfortante.

Tienes el valor de ser tú mismo... a pesar de todo...

Sin comprender de qué iba aquello cuando vio desfilar a quien apodaban Asura mientras el silencio se hacía parte de las paredes forradas con grafiti del gimnasio del Anexo, Yeonjun suspiró.

Mientras tanto, la luz de una tímida Luna acariciaba la piel blanquecina de la espalda de un hombre que llevaba impreso el dragón desde el músculo pectoral izquierdo hasta el hombro de ese mismo lado.

Min Yoon Gi inhalada y exhalaba intentando que el calor debajo de la capa de agua donde estaba sumergido su cuerpo le aliviara de aquellos pensamientos obscenos cuando debía estar rodeado de omegas para calmarse y no vagando alrededor de cierto chico de labios esponjosos y mejillas plenas.

Para él los celos eran un martirio cada mes, pero con el tiempo los supresores le habían llevado a establecer una rutina donde ya no veía necesidad para contratar omegas que le ayudaran a liberarse.

Desde que decidiera erigir su imperio en Seúl, descubriendo aquella clase de coincidencia mágica debajo del terreno de la futura villa se había llevado el premio ganador a sus opciones.

Una verdadera maravilla natural donde la temperatura del agua oscilaba según el clima y que permitía admirar a la madre Luna en una ciudad donde la naturaleza se había camuflado tiempo atrás con el urbanismo.

Debía estar más en calma, esperando que el supresor le hiciera efecto mientras el agua se encargaba de cobijarlo o sus propias manos ayudaban a disipar aquel calor. Sin embargo, seguía anclado al recuerdo de la conversación de la tarde en el ascensor y al sentimiento amargo de haber decepcionado a su última adquisición.

—¿Por qué me tiene que importar tanto?¿Por qué estoy forzando una realidad que no me pertenece?

Se recriminó desechando la idea de calmarse por sí mismo mientras sus manos se agitaban bajo el agua. La liberación le tomó demasiado tiempo cuando su piel era iluminada por minúsculas gotas y su rostro se contraía evocando unos ojos verdes que le despreciaban con saña.

La noche se marchó unas horas después y Jimin maldijo entre gruñidos ahogados antes de despojarse de las cobijas y como si se tratara de un régimen militar terminara de reaccionar al ruido estridente del gong siendo azotado por uno de los ayudantes de Jin.

La rutina en la Villa Min se resumía a iniciar la jornada a las seis de la mañana con el desayuno en el comedor común antes de estirarse en el Anexo. Jimin pudo reconocer a la variopinta tropa de por lo menos treinta chicos que llegaban con celeridad para llenar las dos alargadas mesas que presidían aquella estancia.

—Buenos días, siéntate con nosotros Park...

La cálida sonrisa de Joshua parecía eximirlo de ser la cabeza pensante detrás del equipo de guardias personalizados de Min. El peli gris dudó en aceptar su invitación mientras tomaba uno de los servicios de cubiertos antes de dirigirse a la especie de desayunador donde tres omegas servían con movimientos metódicos.

—Vamos, no tengas mensura. Ayer no tocaste casi nada y hoy tendremos sorteo en el ring del Anexo.

Ming Hao llegó a su lado acompañado de un chico más bajo que parecía una copia espectral del temido jefe Min. Solo recordar la información que le había compartido Yeonjun en la madrugada en su escapada contra el estrés, logró que las palabras de Jimin se quedaran a medio camino. Fue entonces cuando los ojos grises del chico se iluminaron para dar paso a una pequeña sonrisa.

—Ya sé lo que piensas, pero no comparto ningún lazo de sangre con el jefe Min. Lee Jihoon, un gusto, pero prefiero que me llamen por mi apodo, así que solo Woozi, para el temido Asura...

Una mano pálida fue extendida y Jimin comprobó que aquel chico menudo con el cabello amarillo brillante podía esconder muchos secretos a juzgar por lo firme del apretón.

—Es la reacción normal cuando te ven Woozi. Ya vamos a desayunar. La mayoría aquí debe ir a la secundaria o a la universidad ¿No es así Jimin-san?

Uno de los más jóvenes que había acompañado a Jin cuando se armara el pandemonio ante los intentos fallidos de fuga de Jimin, apareció para sostener una bandeja atestada de carne y vegetales. Más que un desayuno aquello parecía un almuerzo reforzado.

Respondía al nombre de Asakura Jo y entre los cachorros, llevaba el nombre del solitario en plata. También era alfa y Jimin agredeció haber tomado sus supresores y usar casi medio frasco de imitador de aroma para sobrevivir a un día donde el recuerdo del aroma que su omega había identificado como adictivo no debía acosarle, aunque ciertamente, mantenía la esperanza de encontrarse con aquella mirada azul púrpurea que llevaba la firma de Min Yoon Gi.

A unos cuantos niveles por debajo del comedor común del Anexo, el alfa de pálida piel se retorcía preso de un dolor insoportable.

Nunca pensó que más que el celo violento por el que se encontraba atravesando las visiones volvieran atacarlo desprevenido.

"Para ser alguien que odia las maldiciones, no sabes a lo que te enfrentas. Tú nunca estarás en paz, recuerda lo que te digo. El día que encuentres a tu destinado, será el inicio de tu miseria."

"¿Por qué eres tan cruel, por qué te empeñas en condenarme Young Hye?"

La chica de espesa cabellera negra y apacibles ojos azules sonrió con malicia antes de hincar sus dientes cargados de veneno en el hombro izquierdo de Yoongi, allí donde rezaba el tatuaje destinado a marcar al jefe del bajo mundo. La especie de mal que hacía su aparición cada mes palpitaba con vida propia mientras el lobo de Yoongi rasguñaba las paredes de su conciencia.

"Él está aquí, no hagas que te obligue. Búscalo, ambos necesitamos a nuestro omega."

Aceptar aquel llamado animal iba contra todos sus principios, más cuando estaba seguro que no se equivocaba. Lo había percibido solo levemente, quizás alucinando con la idea de que fuera cierto, aunque las consecuencias de ese descubrimiento tuvieran implicaciones catastróficas.

Jimin no podía ser realmente su destinado, aquello sería antinatural. En su razonamiento de humano calculador no podía ser ese omega perdido con el deber de arrebatarle lo único que podía reclamar como suyo.

Sin embargo, el dolor parecía solo agravarse, al punto que no le importó emerger del borde la piscina que formaba el manantial y alzar el auricular. Su voz ronca y pesada fue lo primero que recibió Namjoon del otro lado de la línea.

—Lo necesito... ya sabes dónde...

Murmuró antes de colgar masajeando ambas sienes. Ahora le palpitaba la cabeza y algo más difícil de ocultar en su anatomía. Él nunca se equivocaba y esta no sería la primera vez.

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