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D-3

Decepción. Esa era la emoción principal que embargaba a un aturdido Park Jimin mientras las palabras de Seok Jin no parecían llegar bien a su cerebro.

—Disculpe hyung, pero sigo sin comprender cómo es que han tenido acceso a toda esa información. Bien podría presentar una demanda por acoso.

El pelinegro tuvo ganas de reírse en voz alta pero se contuvo a tiempo. Este chico, por muy bueno que fuera sobre el ring de boxeo, seguía siendo tan inocente y puro como una flor. Jimin pareció intuir aquel razonamiento porque arrugó el entrecejo y un puchero disgustado enmarcó sus carnosos labios, solo reforzando lo que ya Jin asociaba con una imagen demasiado adorable.

—Lamentablemente no podrías ni empezar con el proceso. Voy aclararlo más. Mi esposo, Namjoon se hace cargo de todos los asuntos judiciales de Min, el dueño y señor de esta villa y del negocio de exportación de té verde en Seúl y Busan. Tus padres viven en la misma zona portuaria que acaba de comprar, eso y el hecho de que Lee Taemin, el dueño de The Rouge, le ofreciera un excelente trato a cambio de información relativa a su mejor peleador, y ese eres tú cariño. Para no hacer la historia más larga, solo dos semanas atrás cuando nuestro jefe comprobaba las nuevas instalaciones de Busan se presentó la ocasión para hablar con tus padres y ofrecerles una explicación de la razón por la cual su hijo firmaría con nosotros...

—¡Pero es que siquiera se está oyendo!¿Cómo demonios estaban tan seguros que yo aceptaría? De hecho sigo aquí contra mi voluntad. Prácticamente me están amenazando con mi familia para que continúe con esta farsa. No soy el títere de nadie y si ustedes están acostumbrados a lamerle las botas al desgraciado de Min pues yo no...

—Wow, por lo visto la fiera despertó antes de tiempo. Yeonjunnie no se equivocaba.

La presencia de un chico de pálidos cabellos color platino interrumpió la conversación. Aun con la incipiente iluminación en la estancia, Jimin pudo reconocer a Soobin y cómo sus heridas aun necesitaban unos días para sanar. Una sensación nauseabunda se apoderó del estómago de Jimin.

Jungkook tenía razón, por alguna extraña razón subirse al ring le estaba convirtiendo en una especie de monstruo sediento de sangre y venganza ¿Pero exactamente de quién?

—Ahh Soobinnie ¡Cuántas veces te he de decir que no puedes abandonar la habitación! Aun estás herido, niño caprichoso.

El menor correspondió con una sonrisa que le marcó hoyuelos en las mejillas. Una sonrisa que por unos segundos le calentó el pecho a Jimin.

A pesar de estar en un mundo duro y condenado al fracaso, los que hasta ahora había conocido parecían llevarse como una familia unida, lo que irremediablemente le recordó a Taehyung.

¿Cómo le iba a explicar a su mejor amigo que a partir de ese momento estaba bajo la proteccion legal de Min y por ende tendría una nueva forma de vida?

Aunque si era más prolijo, la peor parte era el hecho de haber sido contratado como un alfa cuando evidentemente no lo era y llevar una doble vida en aquel sitio no iba a ser para nada fácil. Eso si no se escapaba primero.

—Estoy bien Seokjinnie hyung. Solo tenía curiosidad por el chico nuevo ¿Es Park, verdad? Creo que ya me conoce hyung, pero no está de más hacer las presentaciones: Kim Soobin, tercer pupilo del Anexo.

Jimin observó la pálida mano que era extendida. Aun siendo joven, Soobin tenía ademanes de una persona mucho más madura. Mirando hacia cualquier otro sitio que no incluyera al chico aceptó con un ligero apretón. En ese instante se dio cuenta que su aroma se había disparado con un tono agrio, hecho que el omega y el verdadero alfa en la habitación percibieron.

—Seok Jin hyung, aún sigo sin comprender la mitad de las cláusulas del contrato. Necesito refrescarme ¿dónde queda el baño?

Tanto Seok Jin como Soobin compartieron una mirada dubitativa antes de que el mayor le indicara a Jimin que existían duchas comunes para los habitantes del Anexo, así como tres cuartos de baño privados que podía utilizar sin distinción.

Otro problema gigantesco si por desgracia tenía que seguir allí. Aun así, se las arregló para no esbozar otra mueca cuando fue guiado por el propio Seok Jin fuera de la habitación y pudo comprobar que aquel sitio era enorme. Un gimnasio equipado con lo último en tecnología para practicar deportes. Un ring de boxeo que a veces servía para hacer kick box también.

Una piscina térmica y el área de rehabilitación. Los tres dichosos cuartos de baño, un comedor cocina y las duchas comunes. Jimin respiró profundo una vez atravesó la luneta ricamente adornada de uno de los sanitarios.

Seok Jin le había dicho que Soobin se quedaría afuera a esperarle mientras se incorporaban a la cena con el servicio ¿Quién demonios cenaba de madrugada?

Era una de las preguntas lógicas que embargaban al castaño mientras pensaba cómo rayos iba a conseguir camuflajear su olor a mandarinas y caramelos sin neutralizador a la mano.

—Esto es una calamidad. Decididamente nací un día trece y de paso todo lo de gato negro me cayó encima.

Se lamentó encontrando su reflejo en el espejo del lavamanos. Tenía que encontrar una salida y cuanto antes mejor.

A solo unos cuantos metros de la ubicación actual de Jimin, Kim Taehyung escaneaba los límites de la residencia Min como si tuviera rayos láser en la mirada.

—Esto es una reverenda estupidez ¿En serio crees que nos dejarán entrar solo por pedirlo con educación?

A su lado Jeon Jungkook palidecía a cuenta de la insoportable frialdad de una noche donde los copos de nieve por fin habían dado por terminada su tarea sobre el cielo de la ciudad.

—Si no lo intento no lo sabré. Además... ¿Quién diablos te dijo que puedes hablarme? Estoy cabreado hasta el universo contigo Jeon.

Jungkook tuvo ganas de gritar en alto. Era evidente que pasarían meses para que Taehyung le perdonara, solo el hecho de que le llamara por su apellido demostraba cuan enojado se encontraba el omega que sin miramientos se dirigía a una de las tantas recepciones que poseía la Villa Min.

—Buenas noches, solicito ver a Park Jimin. Es un chico que no sobrepasa el uno setenta y cuatro, tez dorada, ojos verdes hipnotizante y un mal carácter peor que el de un omega encinta. Por favor...

Después de la extraña presentación el encargado de la seguridad externa del otro lado de la ventanilla tuvo ganas de reírse, pero el tono gélido del chico y el aspecto de matón de quien le acompañaba fueron suficientes para que el hombre alzara un dedo pidiendo unos segundos para contactar con Seok Jin en el interior de la mansión.

El tiempo le parecía eterno a Taehyung mientras el hombre asentía con la cabeza y luego colocaba una expresión neutral en su arrugado rostro.

—El señor Park no tiene permitido recibir visitas en tanto nuestro jefe no regrese. Lo siento joven, pero es todo lo que puedo hacer.

Una maldición quedó amortiguada por el gruñido de Tae y Jungkook apareció providencialmente para evitar que su omega le dijera hasta del mal que iba a morir al pobre empleado.

—Te lo dije. Esta gente—Jungkook hizo una floritura con su enguantada mano—No es fácil de roer y si es como dijo Taemin, Jimin ya no tiene control ni de su propia vida.

—No lo empeores con psicología de quinta. Ya estudio esa materia para saber perfectamente de qué va. Por otro lado, parece que no me conoces. Solo estaba probando con la idea B, la idea A aún no la aplico...

—¡No puedes estar hablando en serio!¡Demonios, Kim Taehyung!

Pero Jungkook sabía de sobra que dijera lo que dijera nadie detendría a su omega de lograr su propósito. Aun cuando las cámaras de seguridad del ala este de la mansión captaran a dos jóvenes intentando pasar la verja forrada con alambre de espinos, nada se interpondría entre el omega de mirada turquesa y su mejor amigo.

Por lo visto Park Jimin tenía telepatía porque algo le gritaba que un alboroto estaba a punto de ocurrir. De camino al comedor principal del Anexo y escoltado por un silencioso Soobin las alarmas del sistema de seguridad de la mansión comenzaron a protagonizar una verdadera fiesta pirotécnica.

—Otra vez esos idiotas tratando de colarse en la Casa Mayor. Mira que hay gente estúpida a montón en esta ciudad.

Fue el comentario de Soobin y Jimin pensó con lógica... Si me están sirviendo la oportunidad en bandeja de plata ¿Por qué no aprovecharla ahora? Con un hábil movimiento apresó las muñecas del más joven y antes que pudiera siquiera hablar, le propinó un cabezazo que literal puso a dormir a Soobin.

—Perdóname otra vez cachorro, pero no puedo estar en esta cárcel de cristal ni un segundo más.

Mientras Jimin intentaba orientarse en los jardines cargados de escarcha y congelados cerezos, Taehyung lograba pasar la verja con la ayuda de un jadeante Jungkook que no había dudado en quejarse del peso de su omega.

—No dices eso cuando hacemos el amor. Y no estoy gordo, solo tengo un envidiable trasero que no verás en meses por ser un idiota.

Fue la respuesta de Taehyung y en otra situación el pelinegro habría sonreído. Ahora solo se concentraba en atrapar las manos gélidas de Tae mientras el aullido de los perros de caza de Min anunciaba el fracaso de aquel insólito plan.

—Joder, esto es el laberinto del Minotauro y no trajimos el hilo de Ariana ¿Dónde rayos puede estar Jimin?

Y como si las constelaciones colapsaran, un reflector gigantesco encandiló a ambos jóvenes consiguiendo que se detuvieran en medio de lo que parecía un jardín japonés. El chasquido sordo de varias armas y los puntos rojizos iluminando áreas vitales de ambos cuerpos sirvieron de justificación para que un gélido estupor les embargara por igual.

—Por nuestro propio bien Tae, controla tu lengua.

Masculló Jungkook mientras se colocaba delante del omega y dejaba salir su aroma de cuero y wisky en todo su esplendor. Aun así quienes les apuntaban no rebajaron la intensidad. Una figura esbelta se hizo presente a través del halo de luz hasta que ambos chicos descubrieron que no se trataba de un solo hombre y sí de al menos cinco chicos con apariencias diferentes.

El más alto y quien parecía tener mayor edad lucía un impecable hanbok negro. Sus ojos ambientados por pequeñas manchas castañas en contraste con una tez pálida y labios en forma de corazón le daban el aspecto de un omega, probablemente el más hermoso que hubieran visto en su existencia.

Parecía una pintura viviente que en esos momentos negaba con la cabeza mientras los más jóvenes a su alrededor se tronaban los dedos.

Pandilleros del demonio.

Pensó Taehyung pero los rostros inocentes que le miraban bien podrían ser exonerados de pecado alguno si no llevaran el tatuaje del dragón en el cuello o en sus muñecas.

¿Qué edad puedes tener cuando se trata de ingresar a la mafia?

Uno de los chicos, de irreal cabello rosáceo y piel dorada les observaba con curiosidad mientras tensaba lo que bajo las luces del jardín se asemejaba a un cinturón. Otro, con el aspecto de un adorable gato les miraba achicando los ojos.

Los otros dos se mantenían neutrales, probando aquel punto de que lo más probable es que fueran la retaguardia para ese particular encuentro.

—Por lo visto la noche solo parece mejorar. No estoy para estas cosas ya. Jungwonnie por favor, acompaña amablemente a los polizones fuera de la villa.

—¿Polizones? ¡Hasta dónde llega la falta de respeto de esta gente! No me aguantes Jungkook, no voy a largarme de aquí antes de recuperar a mi amigo, que sean unos secuestradores de asco o que pertenezcan a la mafia me vale un rábano ¡No pondré un pie fuera de esta mansión hasta que no tenga a mi Jimin! Es eso o me verán encadenarme a algún árbol de los tantos que se cargan aquí ¿Qué problemas tienen con el exceso de naturaleza?

El berrinche de Taehyung lejos de parecer amenazador solo les produjo ternura a todos. Incluso Seok Jin que se preguntaba cómo aquel omega podía ser tan valiente rodeado de pequeños alfas y haces de luz sobre su cuerpo que con un solo click acabarían con esa pasión que centelleaba en sus orbes azul turquesa.

Ahora entendía lo que Namjoon le había dicho antes de abordar. Min había traído un problema a convivir con ellos. Por muy útil que le fuera en el cuerpo de seguridad, Park Jimin tenía todas las condiciones para convertirse en un doloroso grano en su trasero.

Rectificando una inexistente arruga en su hanbok, Seok Jin chasqueó los dedos y automáticamente los haces de luz dejaron de enmarcar a aquella pareja donde el alfa contenía a su omega a duras penas.

—No somos unos incivilizados. El joven Park está por unirse a la cena del Comedor Principal del Anexo. Teníamos órdenes expresas de no dejarle salir antes de la firma del contrato pero por lo visto usted no estará tranquilo hasta que le vea. Ese chico está de una pieza, yo no puedo decir lo mismo de mi hijo Soobin.

Ese nombre encendió las alarmas en Jungkook y con lentitud reconoció al omega de Kim Namjoon. El médico retirado Kim Seok Jin o el fantasma blanco de la mafia como se le conocía en el bajo mundo. Sin embargo Taehyung seguía sin colocarse el filtro.

—Si tan civilizados son, debían habernos concedido el acceso minutos atrás y no obligarme a saltar una maldita verja que me dejó el trasero al rojo vivo. Seguro se me hace un hematoma. En fin nada de eso importa. Aquí lo que interesa es mi amigo. ¡Exijo ver a Jimin!

Reclamó otra vez con aquel tono berrinchudo que ya comenzaba a cansar a Seok Jin. Un ruido sordo de algo al ser despedido por el suelo acompañó a un agitado Huening Kai que llegaba procedente de uno de los tantos pasillos del Anexo.

La luna contemplaba aquella extraña reunión arrancando destellos del cabello azul eléctrico del chico que con dificultad lograba regular su respiración.

—¡Hyung, el señor Park se ha escapado!

La noticia cayó como un balde de agua fría para el resto de los asistentes mientras se daba la orden de cerrar todas las salidas laterales y activar la alarma para situaciones de contingencia.

Taehyung no pudo evitar una sonrisa burlona, porque una parte de su lobo sabía que algo como aquello sucedería a cuenta de Jimin. Una de las razones por las que su amigo había abandonado Busan era justo el deseo de ser libre.

No se puede mantener a un alma que exulta libertad cautiva, por muy confortable que sea la jaula, y Jimin era lo mismo que un halcón o un ave fénix. No se detenía a pensarlo dos veces si sus derechos o principios se veían amenazados.

—Deberíamos aprovechar la confusión y buscarlo por nuestra cuenta. Es ahora o nunca Tete.

Fue el ronco murmullo de Jeon antes de tomar la mano de su omega y correr en dirección contraria al grupo de alfas y omegas que les sitiaban.

A unos cuantos metros de ellos, Park Jimin bien podría adjudicarse los primeros lugares en un concurso de parkour mientras los tejados acanalados de la residencia Min le servían de pivote para alcanzar una de las salidas de seguridad justo antes que fuera cerrada.

Una sonrisa coqueta le adornó el rostro cuando el aire rudo de la noche arañó sus mejillas. Las luces a su espalda parecían un verdadero espectáculo pirotécnico mientras una lejana sirena anunciaba su huida.

Así debió sentirse el Conde de Montecristo cuando abandonó el castillo de If.

Pensó mientras se sacudía la nieve de sus delgadas prendas e intentaba regular su respiración. Nunca creyó que su felicidad duraría menos de un pestañazo cuando el ahora familiar chasquido de un arma y unas manos en su cintura le comunicaron que su plan no era tan perfecto.

—Sabía que ibas a ser un problema ambulante, niño bonito.

Aquella voz arrastrada que lograba desestabilizar su lobo y hacer arder de furia a su lado racional estaba de vuelta. El sonido lejano de un helicóptero y la llegada de varios vehículos en manada a la gravilla de la mansión solo confirmaron lo que ya intuía.

Aun así, Jimin se atrevió a girarse dentro de aquel forzado abrazo y con todo el desprecio que podía contener su mirada, enfrentar al alfa de purpúreos orbes.

—Dejaré de ser un problema cuando hablemos en igualdad de condiciones, así que puedes tirar ese gatillo que parece gustarte tanto o ser un verdadero hombre y exponer tus argumentos.

Min tenía ganas de echarse a reír. Una clase moral de parte de su última adquisición era como una especie de insulto. El aroma a gasolina de los vehículos mezclado con la escharcha pudo enmascarar el efluvio natural que Jimin desprendía.

El alfa se separó solo un poco para convencerse que probablemente la razón por la que asociaba aquella esencia con tonos cítricos y acaramelados con el hombre que le fulminaba con la mirada se debía al hecho de haber estado rodeado de omegas en las últimas horas.

Se desprendió de ese pensamiento de la misma manera que sacaba algunos copos de su cabellera negra rematada con tonos púrpuras. Jimin admiró aquel espectáculo en silencio.

El demonio era hermoso, eso no lo podría negar, pero gracias a su mentira estaba a salvo de futuras insinuaciones, o eso pensó el castaño antes que Min se le acercara como una pantera y sin delicadeza alguna terminara alzándolo como un saco de papas sobre su hombro.

—¿Qué estás demente, hijo de...?

Un fuerte azote en el trasero silenció a Jimin. Aquel tipo sin lugar a dudas tenía un grave problema mental. Cómo le hacía eso a alguien de su rango. Una risa estridente llenó la explanada antes que Jimin contemplara como dos sombras cobijadas por la seguridad que podría brindar el cuero y el armiño le saludaban desde su incómoda perspectiva.

—Parece que volveremos a los tiempos en que Yoongi educaba a Taehyun como a un bebé. Solo que este nuevo pupilo es aún más problemático.

Fue lo que dijo un chico de cabello casi blanco e imperceptibles hoyuelos cuando sonreía que respondía al nombre de Jung Hoseok, Jhope, para sus más cercanos, Jack el oscuro en asuntos de la mafia. Kim Namjoon apreció el espectáculo a modo de fierecilla domada que protagonizaba Jimin sobre el hombro de Yoongi.

Algo le decía que la suposición de Jhope se quedaba corta y que a partir de entonces ninguno de los que vivieran en la Villa Min conocería la paz.

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