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🐾ALMA DE ALFA🐾
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Disclaimer: Contenido explícito +18
🐾ALMA DE ALFA 🐾
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Faltaban un par de horas para el amanecer cuando Jimin regresó al mundo de la conciencia. Una sonrisa gatuna adornaba sus bellas facciones al reconocer el olor de Yoongi en la almohada.
"No, no he tenido un sueño. En serio está aquí y es todo mío."
Se mordió el labio inferior antes de salir del enredo de sábanas de seda que pobremente cubrían su desnudez. A pesar de la noche que habían compartido, se sentía pletórico.
Algunas marcas rosáceas y otras que se transformarían en manchas violetas le decoraban el cuerpo, pero justo en los lugares donde habría ropa para mantener el anonimato.
"Seamos amantes. No estoy listo para complicarme otra vez y menos para que Lucien meta la nariz en mi vida."
Recordaba haberle dicho eso a Yoongi después de tocar el cielo por tercera vez. No recibió una respuesta, sino un gruñido bajo antes de que lo hiciera rodar sobre su estómago y lo preparara para volver a empezar.
Otro omega se hubiera desmayado, Jimin solo deseaba congelar el tiempo y fingir que eran una pareja normal en lugar de dos nombres conocidos en el Bajo Mundo.
Espiando sus dudas una vez más, recuperó la camisa de seda blanca con puños bordados en dorado que le pertenecía a su alfa y se dirigió al balcón trasero de su habitación.
Una franja rojo vino aún era conquistada por la Luna llena cuando la figura de un hombre fumando recostado sobre el barandal se hizo real.
Yoongi debió haber tomado una ducha, los mechones azabache se rizaban en la nuca producto a la humedad y algunas gotas brillaban sobre el albornoz rojo que había tomado del cuarto de baño de Jimin.
El omega se acercó pero no le dirigió la palabra. En su lugar se ocupó de escrutar el paisaje nevado de febrero sobre el ala norte del jardín. El efluvio de las rosas negras plantadas bajo el balcón se mezcló con el aroma a tierra mojada y pino de Yoongi.
Jimin inspiró hasta llenarse por completo. Unas manos acudieron a enroscarse en su cintura y el calor del alfa eliminó el ligero temblor que la fría madrugada provocaba en su cuerpo.
—Las horas antes del amanecer siempre me traen calma.
Una cálida oleada de humo con toques mentolados se unió al conjunto de fragancias que rodeaban al omega. Jimin se giró lo suficiente para tomar el cigarrillo que sostenía Yoongi en la mano del anillo y darle una generosa calada.
—Por un instante pensé que ya te habías ido, es tonto, pero eres muy cálido.
El alfa sabía a qué se refería. Jimin lo había abrazado todas las veces que habían terminado de hacer el amor, alegando que era la mejor almohada para él.
—Aún me quedan unos minutos antes de volver al hotel. Jim, sabes que tenemos que hablar.
Una ligera arruga se delineó en la frente de Min. Jimin dio otra calada antes de apagar el resto del cigarrillo contra el húmedo barandal del balcón.
—No voy a ceder, quiero ser tu amante y de momento me importa un rábano la posición de los grupos en la Sagrada Familia.
Afirmó antes de soltar el humo sobre los labios del alfa y abrazarlo por el cuello. Yoongi frunció más el ceño.
—Estás más seguro de este lado y lo sabes. Hoseok ha estado investigando a los Mijailov y puede que haya una razón más fuerte que la misericordia para que Katia se preocupe por ustedes.
Jimin chasqueó la lengua. No quería una charla seria sobre su origen o la posición en la Bratva. Estaba al corriente que los negocios del Clan Min en Moscú se prolongarían una semana más.
No quería que durante ese tiempo otro omega calentara la cama de Yoongi. No cuando él estaba allí para eso y para cargarse al que fuera que se opusiera a su decisión.
—Gracias por ser tan dulce… pero seamos justos. Yo tampoco me trago toda esta parafernalia. Olvida por un minuto quién se supone que soy. Quiero que veas a Park Jimin, el chico que recientemente ha descubierto cuánto le haces falta. Después quemaremos el mundo si te apetece, pero de momento quiero la llave magnética de tu habitación de hotel…
Una mano pequeña adornada con diminutos anillos plateados franqueó el nudo del albornoz hasta llegar aquel sitio donde el alfa crecía y se dilataba. Yoongi gruñó antes de tomarlo por la muñeca.
—Estás pensando con otra cosa… qué digo, ni siquiera piensas, tú solo quieres…
—¿Por qué te escandalizas, cariño? Si quieres que te siga vas a satisfacerme.
—No soy el juguete de nadie, niño tonto.
Yoongi tiró hacia atrás pero no lo soltó. En su lugar, consiguió que el omega se apoyara contra la barandilla, alzando su nariz aristócrata para mirarlo por encima del hombro.
—Juguete no, mi esclavo por otra parte…
Jimin se mordió los labios antes de inclinarse sobre el barandal. Yoongi maldijo un par de veces pero terminó levantándole los faldones de su camisa de seda hasta encontrar aquel sitio húmedo con sabor afrutado que se contraía de ansiedad.
—Vas a matarme antes de que podamos hacerlo serio.
Murmuró antes de acoplarse a su omega. Jimin ronroneó moviendo las caderas para recibirlo hasta el tope. El albornoz de Yoongi le rozaba los costados mientras las manos del alfa le pellizacaban los resentidos pezones bajo la seda.
—Yoon… mmmh… dime que eres mío…
Exigió Jimin observando la despedida de la luna sobre el lago. Los caninos de Yoongi le arañaron el cuello, aumentando la urgencia de las embestidas.
—Soy tuyo, mi vida…
Escuchó mientras se agarraba al barandal y doblaba el cuerpo para sentir aquel cosquilleo eléctrico en su interior.
—Promete que no serás de nadie más. Quiero oír que me amas más allá de la vida o la muerte. Quiero un amor como el de las rosas negras…
Volvió a presionar y esta vez sus gemidos fueron audibles mientras Yoongi lo estimulaba con su cuerpo y aquellas expertas manos.
—Me tienes en tus manos, bebé. No he podido dejar de amarte. Te amo de la forma más oscura posible. Te amo y te amaré más allá de un por siempre.
Yoongi se retiró del interior caliente de su omega antes de tomarlo en brazos y cerrar de una patada la puerta que daba al balcón. Jimin reía mientras el albornoz y la camisa se unían al reguero de ropa de la alfombra.
Con la espalda extendida sobre el colchón y los mechones plateados en la almohada, Yoongi le hizo el amor una vez más.
A veinte kilómetros de la Casa Matriarcal un bar de poca monta abría sus desvencijadas puertas para aquellos que aún tenían valor de desafiar el invierno ruso.
Un hombre demasiado elegante para semejante escenario de mesas con manteles manchados y jarras de cervezas con residuos, se acomodó en la barra. El dueño del sitio tardó en emerger tras el mostrador con una expresión furibunda.
—¿No sabe leer? Dice de ocho a doce de la madrugada, aún no abrimos a menos que busque empleo.
Las cejas pobladas de aquel gigante se disparaban al cielo. El joven le observó con calma antes de retirarse la capucha de su gabán negro. Par de ojos color ébano brillaron con malevolencia. Nuestro supuesto tendero lo supo antes de que el desconocido lo mencionara.
—Podemos fingir que su establecimiento es un simple bar de carretera o podemos negociar correctamente antes que sea borrado del mapa.
Dimitri Úglich, el dueño del bar e informante secreto de la Bratva, tragó duro al reconocer un emblema que en sus cincuenta años no había visto de frente.
Un uróboros atravesado por un cuervo destacaba en la pechera de aquel chico de nariz fuerte y rostro de alabastro. Jeon Jungkook vislumbró la oportunidad perfecta para dejar su regalo al clan ruso antes de concentrarse en sus verdaderos objetivos.
—No sé de qué habla, señor.
Intentó Dimitri mientras luchaba por encontrar el pequeño sello que Uriah le entregaba a todos los fieles de la Hermandad para reportar problemas. Tenía que estar en algún punto debajo de la barra. Jungkook chasqueó la lengua.
—Respuesta incorrecta, señor Úglich. Le veré en el infierno.
De un ágil movimiento se retiró del roñoso taburete. Dos minutos después, el antiguo bar llamado MOONLIGHT se convertía en escombros. Una sonrisa siniestra se dibujó en las facciones de Jungkook antes de volver a colocarse la capucha de su gabán.
El pesado escudo de armas de la organización que lideraba fue iluminado por los tímidos rayos del Sol. Había una última parada antes de regresar al centro de Moscú y en serio esperaba que Taehyung hubiera aprendido su lugar entre los traidores, porque una vez que diera a luz a su cachorro no pensaba perdonar semejante agravio al verdadero heredero de la Hermandad de los Cazadores Lunares.
El astro rey estaba en lo alto del cielo cuando Jimin descendió por la escalera de gargantilla hacia el comedor principal. El servicio de la Casa Matriarcal, comandado por el eficiente Eibar, aún deambulaba por allí, encargándose de los excesos de la noche anterior.
—Señorito Park, el omega Taehyung lo esperó hasta pasadas las nueve. Me temo que ha salido a cabalgar como último recurso.
Jimin se mordió el labio inferior. Taehyung le había llenado el chat que compartían de mensajes de voz donde le reclamaba el desayuno por obvias razones. Pero el antiguo omega elegido había estado ocupado hasta la saciedad en convencer a Yoongi de su loca idea de ser amantes.
—No quiero que tomes riesgos innecesarios. Este no es mi territorio y ya no tienes la fuerza del shifter para intimidar a tus enemigos.
Le había recordado Min mientras se ajustaba el traje de noche con el que había llegado a su habitación.
—Suenas como un padre huraño. Vale… me voy a comportar. Seré sigiloso como una pantera.
Bromeó ante el ceño fruncido del alfa. Yoongi por su parte, se volvió a colocar el antifaz y le plantó un beso demoledor en los labios.
—Más te vale ser un buen chico. Hoseok te hará llegar las indicaciones. Hasta entonces, cariño.
Un dedo largo y pálido le acarició la mejilla, desde ese momento la nube rosa donde había estado su omega se había encargado de retrasarlo hasta más allá de la hora habitual para desayunar.
—Gracias por la consideración, Eibar. Mejor tomaré un brunch en la terraza de la biblioteca. Quiero terminar la revisión de los planos del proyecto de expansión de las bodegas de las empresas Mijailov en Sarátov.
—Como guste, señorito.
Correspondió Eibar con un elegante asentimiento y Jimin se felicitó por mostrar la misma dignidad que le había inyectado Agust en aquellos primeros meses de ese lado del continente.
Mientras se acercaba a la biblioteca, con la sonrisa más tonta que recordara tener, un escalofrío le atravesó la espalda. Tuvo que agarrarse a un antiguo mueble de los que regentaban los pasillos para no irse de bruces.
Un claro nevado lleno de cipreses apareció ante sus ojos. El lago artificial de la propiedad Mijailov se veía al fondo mientras un córcel marrón regresaba sin jinete.
—¡Eibar!¡Lucien!¡Eibar, Agust!
Los gritos de Jimin movilizaron a una pequeña legión de empleados y a su apresurado hermano que apenas comprendía qué estaba sucediendo, pero que a juzgar por la expresión de horror dibujada en la cara del de ojos verdes, podía intuir que no era nada bueno.
—Tae… Taehyung, debemos ir en su busca inmediatamente, creo que…
El ruido de ruedas derrapando sobre la gravilla de la casona cortó el intento de Jimin de pronunciar más palabras. La puerta de acceso a la entrada principal se abrió con un rechinar de goznes.
Un hombre pálido como la nieve, calzando botas militares y con el símbolo de las tres lunas en el rostro se abrió paso entre otros tres de similar aspecto. Lucien fue el primero en reaccionar.
—Comandante Kim…
El aludido torció el gesto antes de fijar su mirada azul hielo sobre Park Jimin.
—Dile a tu hermano que ha llegado el momento de jurar lealtad.
La voz profunda del hombre hubiera sacudido a cualquiera. Pero para un omega del tipo de Park, fue solo una vana orden que no pretendía cumplir. Ahora comprendía lo que Yoongi le estaba tratando de hacer notar horas atrás.
Nuevamente era moneda de cambio, cuando el comandante Kim Jong-In, también conocido como ICE Kai, se presentaba en aquella forma descompuesta.
—Nuestro Master aún no lo aprueba. Jimin no ha completado su entrenamiento…
—Y no lo hará mientras se revuelca con Min Yoon Gi y vende información al enemigo.
Ese último dato trajo una oleada de silencio venenoso del lado de los Mijailov. Jimin observó la furia desfilar en los ojos de Lucien, pero aún así, el de cabellos cobrizos no vaciló.
—No tiene derecho a meter la nariz en la vida privada de mi hemano, y aunque dudo que sea cierta tal acusación, no voy a dejar que alguien que no ha terminado el entrenamiento básico jure. Yo soy su guardián y con eso debe bastarte.
Un gruñido brotó del pecho de Kai, Lucien le correspondió con igual ímpetu. Mientras aquel pulso de voluntades se producía, un nuevo grupo de coches entraron en el parquin.
Jimin abandonó su momentáneo estado de parálisis al reconocer a Yoongi y Hoseok entre los que bajaban de una camioneta Range Rover con vidrios polarizados.
—Por lo visto llegamos a tiempo para el festín de los cuervos.
Canturreó Hoseok antes de arrojar un portafolio a los pies de Kai y Lucien. Jimin no esperó más para hacerse eco de lo que ahora comprendía. La punzada en su cabeza desapareció para ser sustituida por aquel brillo plateado en su mirada.
—Deberían hacer mejor la tarea antes de apuntar al enemigo.
Masculló antes de ir a envolverse en los brazos de Yoongi.
—Se han llevado a Taehyung. No estoy seguro cómo pero…
—Jungkook ha regresado—Interrumpió el alfa de orbes color violeta antes de acariciarle el pelo a su omega—Tu Hermandad no es tan limpia como aparenta.
—Siento interrumpir la muestra gratuita de afecto, pero esto sigue siendo un acuerdo. Jimin pertenece a la Bratva, no al Dragón Dorado.
Kai volvió hablar. Sus esbirros revisaban el material recopilado por Hoseok mientras Eibar se las arreglaba para que todos volvieran dentro de la seguridad de la Casona.
—Te agradecería que te guardaras esos cometarios hasta que llegue madre.
Masculló Lucien y el Comandante se tragó algo sobre el nepotismo en aquellas tierras.
—Creo que el principito tiene razón. Me apetece hablar de cómo arrancarle las alas a cierto animal mientras devoro otro salmón a la brasa como el de ayer.
Hoseok volvió a romper la tensión con una sonrisa que ocultaba su verdadera valía. Jimin decidió que solo depositaría su confianza en el hombre que con gesto grave lo guiaba al salón de la biblioteca.
A solo dos horas de aquel sitio, Kim Taehyung despertaba en el maletero de un convertible negro con destino hacia lo incierto.
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