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Capítulo 01.

La luz del atardecer teñía de rojo las paredes de la gran sala principal de la mansión Kim. La silueta imponente de Kim Taehyung, líder absoluto del clan, dominaba el extremo de la larga mesa de caoba. A su alrededor, los consejeros más antiguos del clan, hombres cuya lealtad había pertenecido a generaciones de líderes Kim, intercambiaban miradas llenas de tensión.

El olor a incienso, tan característico de los encuentros importantes, parecía más denso que nunca. Silencio absoluto. Solo el sonido del reloj antiguo, colgado en la pared, marcaba el tiempo como un eco lejano.

—Saejegin Kim, no podemos ignorarlo más. 

El anciano consejero mayor rompió el silencio con voz grave. Sus manos temblaban levemente sobre la mesa, pero sus ojos, aunque cansados, no titubeaban. Taehyung, con su mirada fría y expresión imperturbable, observó a cada hombre en la sala como si leyera sus pensamientos.

—¿Y cuál es la urgencia ahora?—Respondió finalmente, con voz serena y peligrosa a la vez. Sus dedos tamborilearon suavemente sobre el brazo de la silla de cuero.—Durante cinco años he mantenido a este clan en la cima. ¿Creen que necesitamos ayuda? ¿Debo recordar todo lo que se ha logrado desde que asumí el liderazgo? 

Nadie se atrevió a contestar al principio. Finalmente, otro consejero habló, intentando sonar firme.

—Los Jeon están ganando terreno, Saejegin Kim. La alianza... es la única manera de evitar una guerra.

Taehyung reprimió una sonrisa irónica. ¿Una guerra? ¿Eso era lo que temían? Ellos, los Kim, jamás se habían arrodillado ante nadie, y no pensaba empezar ahora. Sin embargo, sus ojos cayeron sobre el sello de cera roja que aseguraba la carta frente a él. La insignia del clan Jeon era inconfundible: un dragón rodeado de espinas.

—¿Y cuál es el precio de esta alianza?—Preguntó finalmente, aunque la respuesta ya la sabía.

El anciano inclinó la cabeza.

—Un matrimonio, Saejegin Kim. Entre usted y Jeon Jungkook.

El aire pareció espesarse en la sala. Durante un momento, nadie se movió. Taehyung se reclinó lentamente en su silla, sintiendo cómo la sangre hervía bajo su piel. Matrimonio. Una alianza sellada con anillos y votos, como si él fuera una mercancía.

—¿Son conscientes que su líder es menor que yo, no es así? Si bien jamás hemos tenido disputas por los territorios, eso no significa que seamos del agrado del otro. ¿Por qué siquiera consideraron de esto una buena idea? Mas allá de evitar una guerra, no veo otro beneficio. 

Todos los presentes se quedaron en silencio, haciendo entender a Taehyung que, aunque se esforzara por recalcar la poca conveniencia en ese matrimonio, ninguno estaba dispuesto a ceder y dejar a un lado dicho tema. El matrimonio estaba por escrito, su destino se encontraba sellado. 

—¿Y qué sucede si me niego?

El anciano levantó la vista, clavándola en Taehyung con tristeza.

—Entonces el futuro del clan Kim será incierto.

El líder apretó la mandíbula, sus ojos oscuros centelleando bajo la luz tenue. No era un hombre que aceptara amenazas, pero sabía que el consejo no le dejaría otra opción. Sin otra palabra, tomó la carta y se levantó con elegancia, dejando que el silencio llenara el espacio que dejaba tras de sí.

—Reúnan mis cosas. Me encontraré con Jeon y su clan.

Sus pasos resonaron firmes mientras abandonaba la sala. Si aquel hombre esperaba intimidarlo, estaba muy equivocado.

A kilómetros de distancia, en la mansión Jeon, el ambiente era muy distinto. En el enorme patio interior, los hombres del clan Jeon practicaban artes marciales, el sonido de los golpes secos y gritos de esfuerzo resonaba como una melodía de guerra.

Desde una ventana en el segundo piso, Jeon Jungkook observaba la escena con expresión inescrutable. Su cabello rojo parecía arder bajo la luz del sol de la tarde, y su postura relajada contrastaba con el fuego que ardía en sus ojos oscuros. Aunque por fuera parecía tranquilo, dentro de sí hervía la furia contenida de alguien que no toleraba que le impusieran nada.

¿Matrimonio?

La palabra lo atormentaba desde que escuchó la propuesta absurda de su consejo. Un líder no necesita a nadie a su lado. Mucho menos a un hombre como Kim Taehyung, cuya reputación lo precedía: frío, calculador y distante. Jungkook conocía el tipo de líder que era Taehyung; uno al que llamaban "Rey" porque su gente lo seguía sin dudarlo. Pero en el fondo, Jungkook no podía evitar preguntarse si detrás de esa máscara perfecta había algo más.

—Capo, el consejo espera su respuesta.—La voz de su mano derecha, Namjoon, interrumpió sus pensamientos.

Sin apartar la mirada del entrenamiento en el patio, Jungkook dejó escapar una risa sarcástica, aunque su pecho seguía apretado.

—Quieren que me case con Kim Taehyung.—Su voz era un susurro, pero el peso de sus palabras cayó como plomo en el aire. Volteó lentamente hacia Namjoon—. ¿Qué les preocupa? ¿Que los Kim sean mejores que nosotros? Que se atrevan a desafiarnos, últimamente no pasa nada interesante por aquí.

Namjoon lo miró con un respeto casi temeroso, pero se mantuvo firme.

—No se trata de eso, Capo. Es cuestión de poder. Una alianza entre ustedes aseguraría que ambos clanes dominen la ciudad sin oposición.

Jungkook se cruzó de brazos, y una sonrisa amarga apareció en sus labios. El reflejo del sol poniente iluminó apenas las cicatrices suaves en sus nudillos; eran huellas de su lucha constante, de años construyendo con sangre y sudor el poder que ahora ostentaba.

—Poder...—Murmuró, casi para sí mismo. Un silencio pesado los envolvió por un momento.— Entonces no hay alternativa.

Namjoon negó.—No la hay. El consejo ha dado su palabra. Si rechaza la propuesta, lo tomarán como una declaración de guerra.

Jungkook dio un paso hacia la ventana, observando el horizonte teñido de rojo. Un presagio, quizás. Sintió cómo la mandíbula se le tensaba al imaginar al líder Kim, al hombre que ahora debía llamar prometido. Una alianza política. Un pacto forzado. ¿Acaso creían que él cedería tan fácilmente?

—Dicen que Kim Taehyung es un líder frío y calculador.—Añadió Namjoon, como si leyera sus pensamientos.—Su clan lo sigue como si fuera un rey.

Jungkook rio suavemente, aunque sus ojos seguían clavados en el horizonte.

—¿Y yo qué soy, Namjoon?

Su mano derecha bajó la cabeza en señal de respeto.—Usted es un dragón, Capo. Pero incluso los dragones necesitan alianzas para proteger su territorio.

La mención del dragón hizo que Jungkook relajara sus hombros por primera vez. Durante años, había llevado el símbolo del dragón como su emblema: fuerza, control y respeto. Pero aquella alianza... aquella unión lo hacía sentir como si le hubieran arrancado una parte de ese control.

—Está bien.—Dijo finalmente, con voz grave.—Asistiré a la reunión.

Giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la puerta, dejando a Namjoon atrás.

—Pero escúchame bien.—Añadió Jungkook, sin detenerse.—Si ese "rey" cree que puede controlarme, está muy equivocado.

Namjoon sonrió apenas, sabiendo que aquella reunión no sería nada pacífica.

La noche había caído por completo cuando Jungkook llegó al lugar acordado. Una sala neutral, elegante y lujosa, cuya atmósfera parecía construida para apaciguar a dos bestias que habían sido forzadas a sentarse frente a frente.

Jungkook descendió del automóvil con calma, su traje negro impecable ajustándose perfectamente a su figura. El cabello rojo, que contrastaba con la oscuridad de la noche, le daba un aire de peligro contenido. A su lado, Namjoon caminaba en silencio, consciente de que el Capo no necesitaba palabras de aliento.

El capo empujó las grandes puertas dobles con fuerza y entró en la sala. En el extremo opuesto, sentado con una elegancia natural, Kim Taehyung lo esperaba. Sus ojos oscuros y afilados se clavaron en él de inmediato. Jungkook lo recorrió con la mirada, deteniéndose en los detalles: el porte perfecto, el cabello rubio que caía suavemente sobre su frente, el traje a medida que parecía hecho para resaltar su posición. Un verdadero rey en su trono.

Por alguna razón, aquello le hizo sonreír.

—Así que tú eres Kim Taehyung.—Dijo Jungkook, rompiendo el silencio con una voz profunda y ligeramente divertida.—No eres lo que esperaba.

Taehyung lo observó con una expresión indescifrable, aunque Jungkook notó el brillo de advertencia en su mirada.

—Y tú eres Jeon Jungkook.—Respondió el contrario, sin perder la compostura.—Lamento decir que eres exactamente lo que imaginé.

La sonrisa de Jungkook se amplió apenas, aunque en su interior algo se agitó. Esa mirada, esa voz... Taehyung no era solo un rey; era un adversario a su altura. Y eso lo intrigaba.

El representante neutral, quien hasta ahora había permanecido callado, aclaró la garganta:

—La mesa está puesta. El acuerdo debe cumplirse. En una semana, ambos líderes estarán comprometidos.

Ambos hombres no apartaron la mirada el uno del otro, como si ya estuvieran midiendo fuerzas sin necesidad de palabras. La tensión entre ellos era palpable, un equilibrio delicado entre el desafío y la aceptación de un destino que ninguno de los dos había elegido.

"Este tipo... No va a doblegarse. Pero tampoco cederé. Esto será interesante."

La partida acababa de comenzar.


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