Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

vi. fragilidad en el ser

Los dos hombres estaban sentados frente a frente, separados por una vieja mesa de bar, ambos sosteniendo una taza que llenaba sus cuerpos de calidez contra la nieve que caía fuera. Uno cargaba entre sus largos y venosos dedos una taza de café amargo; y el otro, con sus pequeñas y dulces manos, sostenía un tazón de chocolate caliente con crema. Cada uno era diferente y, sin embargo, sus miradas parecían conectarse a la perfección incluso entre la marea del silencio. Existía un hilo de timidez entre aquellos vistazos que se instaban de tanto en tanto, como si la ausencia de voces hiciera la situación incómoda, pero ambos, internamente, estaban de acuerdo de que la inexistencia de charla no era incómoda, sino que atraía un ambiente sosegado y agradable.

No obstante, el silencio nacido entre ellos no duró mucho, pues ambas presencias sabían a qué habían ido allí y la razón no era para sólo tomar y compartir una taza de líquido caliente. Fue JiMin, entonces, quien tomó la palabra después de su saludo y un rato de calma.

—Aurora... —comenzó el rubio, observando la tibia taza entre sus manos— ella era una amiga que tuve en mi infancia. Eso te lo conté.

YoonGi alzó la vista al contrario y oyó con atención las palabras que salían de sus abultados labios, sumergiéndose en la historia que pronto contaría.

—Sí... eso lo sé.

—Pues, Aurora Feraud... falleció a sus doce años. Vivía en un lugar un tanto alejado de la ciudad, fue adoptada por su madre en Francia cuandoteníasiete. Ella... era rubia, traje un montón de fotos para que puedas ver... —JiMin sacó de su mochila un pequeño libro donde había dejado enganchadas un par de polaroid y fotos viejas y gastadas con el pasar del tiempo. Se las entregó a YoonGi por encima de la mesa, observándolo esperanzado—. Siempre solía vestir ropa de niño... era una niña bastante única en aquellos tiempos.

YoonGi lo miró, un tanto extrañado a decir verdad, pero se mantuvo serio y le dedicó toda su atención mientras recibía las fotos de Aurora y JiMin juntos. Sostuvo una pequeña entre sus manos donde se notaba a la niña con una expresión seria, expresando toda esa rebeldía que cargaba encima y la seguridad en sus ojos. El pelinegro no supo distinguir el sentimiento que se recargó sobre su pecho y destiló en sus ojos un deje de melancolía.

—Era muy bonita... —musitó con la mirada puesta en las fotos.

—Lo era —aseguró JiMin—. Fue una niña grandiosa. Muy inteligente y amable con todos. Sabía sobre un montón de cosas y me enseñó muchas otras, también. Aprendí mucho de ella.—Él mantuvo la vista pegada a YoonGi en todo momento al hablar.

JiMin le habló sobre la llamada de la madre de Aurora en aquel día en el que su niñez se hizo un poco más oscura. Le contó sobre el misterio que ahondaba toda esa situación y la soledad que lo amparó los días que le siguieron a ese. Mencionó la casa donde antes vivía, el color blanco de la madera exterior y el campo de margaritas detrás de ésta.

YoonGi dejó las fotos sobre la mesa y se tocó las manos al sentirlas picar, asintiendo a cada palabra que dejaba salir JiMin de sus labios. Oía con sinceridad, pudiendo sentir el dolor ajeno en cada sílaba que se desprendía desde su lengua, entendiendo que aún todo ese misterio ardía en lo más profundo de su ser y que se reflejaba a través de sus pupilas. Sintió una puntada en el lado izquierdo de su pecho al ver una vasta esperanza en los irises brillantes de JiMin, como si aquellos ojos le estuviesen suplicando por algo que él no comprendía.

—Debió ser una gran chica y lamento muchísimo lo que ocurrió con ella... Pero, JiMin, yo... no estoy entendiendo —mencionó, apretando los labios y entrecerrando sus ojos en confusión—. No entiendo por qué... me has invitado a charlar sólo de ella. Comprendo que ella marcó una gran parte de tu vida y que tal vez hablar te haga bien o algo, pero, ¿por qué vienes a mí? No quiero sonar irrespetuoso, pero es un poco extraño, ya que no somos tan cercanos...

La cabeza de JiMin se agachó en cuanto YoonGi dejó de hablar y un suspiro se escurrió de sus labios con cierta angustia oculta.

—Lo sé, por eso te he... pedido disculpas por molestarte con esto. Sin embargo, no lo hago por querer "descargarme" o "charlar" de esto con alguien. —Levantó la mirada y volvió a fundir sus pupilas en las ajenas—. Lo hago porque tú, de la nada, has dibujado de manera tan perfecta a Aurora que me ha dejado pensando durante días. No hay forma de que hayas recordado cada línea de sus ojos sonrientes por verla sólo una vez en una foto durante un instante. Por eso... —suspiró— estoy tratando de saber si la conocías de algún lado: amiga, vecina, conocida, compañera de colegio, hija de la amiga de tu madre, lo que sea. Lo que puedas saber me ayudaría mucho a encontrar una solución a todo esto.

YoonGi mantuvo la mirada sobre JiMin, hasta que no pudo soportar la intensidad de sus pupilas. Bajó la mirada como estaba acostumbrado a hacerlo, tragando saliva en cuanto un nudo se formó en su garganta por la voz un tanto temblorosa del rubio en busca de una respuesta. YoonGi negó despacio, ahora fijando su vista en sus manos pálidas envolviendo una taza ya vacía y fría.

—Yo... No —aseguró, cerrando los ojos ante su propia respuesta—. No la conozco, ni la he conocido. No sé quién es A-Auro... Aur... A... —tartamudeó y dejó de intentarlo en la cuarta vez, sintiendo sus labios incendiarse al siquiera intentar pronunciar aquel nombre. El cuerpo le tiritó ante un escalofrío y volvió a negar a pesar de que JiMin ya no le insistía—. No sé quién es. Nunca la he visto.

JiMin notó el repentino nerviosismo que se instaló en el cuerpo del contrario y apretó los labios, ladeando la cabeza sin despegar ni un instante la mirada de YoonGi, analizando cada movimiento lleno de ansiedad del anterior mencionado.

—Aurora —pronunció por él—, se llamaba Aurora.

El pecho de YoonGi se encogió sin razón alguna y sus ojos se perdieron entre el gentío que pasaba el rato en aquel sitio.

—Pues no la he conocido. Siento decepcionarte, de verdad, pero no encontrarás respuestas en un desconocido como yo.—YoonGi empujó las fotos que yacían frente a él para devolvérselas a su dueño, ni siquiera levantando su cabeza al hacerlo. Comenzó a juntar sus cosas con rapidez al sentir su alma gritarle que se fuese de allí y volviera a los confines de su habitación—. Me iré ahora, pasaron más de quince minutos y ya he contestado tus dudas.

En cuanto YoonGi se levantó y se colocó la bufanda alrededor del cuello, JiMin imitó su acción y guardó las cosas, pagó por su café después del menor y le siguió el paso fuera del bar.

—Espera, YoonGi —lo llamó desde atrás, tratando de seguirle el paso rápido, frunciendo el ceño al ver que el otro ni siquiera detenía su apurado andar—. YoonGi, espera, por favor. Necesito...

—¡No quiero! —bramó, girando un instante para verlo y señalarlo con la mano temblorosa, maldiciendo hacia sus adentros al sentir su corazón tan acelerado dentro de su pecho, sabiendo que aquello significaba otro ataque cercano—. Déjame en paz, maldita sea, ¡ya te dije que no la conozco! ¡No sé quién... es... Aurora!

El alma se le escapó en aquella palabra y los ojos se le inundaron de lágrimas cuando sintió el olor a margaritas deslizarse a través de su cuerpo en forma de escalofrío. Su pecho subía y bajaba y sus piernas comenzaron a temblar como si no tuviese fuerza para sostener su propio cuerpo. Miró a JiMin con miedo y desvió la vista a sus propios pies, llevándose las manos a la cabeza en un insignificante intento de calmar su pánico.

—¿YoonGi?

El mencionado negó rápido con la cabeza e intentó volver a caminar, pero sus piernas no le respondían y sus pulmones ya no le hacían caso; ya no se llenaban del aire que necesitaba.

—No... quiero... No quiero... —susurró en un hilo de voz, apretando sus ojos y quebrando en un llanto repentino y lleno de tormento.

JiMin se sobresaltó al ver las mejillas rosadas de YoonGi empaparse de lágrimas sin previo aviso y sintió su corazón arrugarse al verlo tan frágil de pie frente a él. Rápidamente se acercó al pelinegro y sus manos dudaron en tocarlo, pero, al verlo sollozar sin remedio, se decidió a envolver su delgado cuerpo y apretujarlo contra el propio para darle calor bajo aquella ventisca de nieve sobre sus cabezas.

—YoonGi... YoonGi, no llores, lo siento, no quería presionarte, lo siento mucho —musitó cerca de su oído, acurrucándolo como si el otro fuese un niño desprotegido.

El muchacho con poliosis lloró aún más fuerte entre los brazos de JiMin y pegó sus manos en el pecho del rubio, no con intenciones de empujarlo, sino con la pura razón de sentir los latidos de su corazón sobre la frialdad de su piel. La manera en que los brazos del mayor lo envolvían con tanta calma y paz hacía que su pecho rebosara un sentimiento desconocido para él, creando en sus pestañas blancas y negras un lago cristalino de lágrimas que no acababan. Volvió, como la primera vez, a esconderse en su cuello como si aquel lugar fuese el pozo donde se creaba la tranquilidad y la armonía. Su piel se erizó ante la suavidad con la que su alma era tratada, casi como si JiMin estuviese deslizando sus cálidas manos en el corazón de YoonGi y abandonando caricias que se enraizaban hasta lo más profundo de su ser.

—M-me duele... —bisbiseó en un lloriqueo, animándose a envolver la cintura de JiMin y abrazarlo de la misma manera en que el otro lo hacía—. Lo siento, no quería... reaccionar así... Perdón...

—No pidas perdón —negó rápido JiMin, arrullándolo con dulzura—. Fue mi culpa. No debí preguntarte tantas cosas... Discúlpame, pequeño.

YoonGi formó un puchero tembloroso con sus labios, acurrucándose aún más en la comodidad de su cuello mientras acariciaba el abrigo negro de JiMin que cubría su espalda. Suspiró al sentir que sus lágrimas se sosegaban ante la grandiosa presencia del contrario, pudiendo notar cómo en su pecho nacían pequeñas flores en un jardín abandonado, siendo JiMin quien estaba regando cada parte de su corazón.

—Hace frío... —señaló YoonGi con los ojitos cerrados, olisqueando el aroma a shampoo de arándanos que JiMin traía encima—. Es mejor si nos vamos a casa.

JiMin permaneció en el mismo sitio, aún con la fragilidad de YoonGi entre sus brazos, casi meciéndolo al compás de la brisa y la nieve que empalidecía todo a su alrededor. Sonrió al notar que YoonGi ni siquiera se separaba de él, incluso cuando decía querer irse a su casa. El rubio acarició la nuca del otro y se animó a plantar un casto beso sobre su mejilla, sonriéndole con parsimonia al distanciar sus rostros para mirar sus ojos llorosos.

—¿Quieres que te acompañe a casa? —preguntó, llevando sus manos tibias hacia las mejillas del menor para secar el camino de lágrimas que sus pestañas habían dejado caer.

YoonGi ladeó la cabeza y apoyó la mejilla en la palma del contrario durante un instante de manera inconsciente, encogiéndose de hombros mientras bajaba la mirada, arrullado en la ligereza con la que JiMin lo cuidaba.

—¿No te molesta? Digo, es... un poco lejos, supongo. Además, hace frío y...

—No, YoonGi, no me molestaría acompañarte a casa si eso significa hablar más contigo. Me agradas.

La sonrisa que JiMin le dedicó con tanta gentileza hizo que el pecho de YoonGi rebalsara de un irremediable sentimiento absorto de paz y alegría. Sonrió también, con cierta timidez, aceptando su gesto amistoso.

...

En cuanto sus pasos se frenaron al llegar a la dichosa casa y un silencio momentáneo se instaló entre ambos, JiMin comenzó a despedirse de YoonGi y sus pies empezaron a llevarlo lejos del pelinegro. Sin embargo, en un instante de valentía y algo más, YoonGi detuvo el andar del mayor con un llamado y una mirada tímida.

—¿Quieres pasar a tomar un café?

Aquellas fueron las palabras que se atrevieron a desatarse desde lo más profundo de su ser y escupirse en la ventisca de la media tarde. JiMin, ante los ojos ajenos un tanto misteriosos y llenos de secretos, aceptó como el hombre curioso que era y, contento con la repentina invitación del más joven, sonrió siguiéndole el paso al interior de la casa.

JiMin fue sorprendido al caminar por detrás y ser presentado al mundo en donde YoonGi respiraba desde el alba hasta el conticinio. Las paredes estaban llenas de cuadros magníficos de épocas antiguas y el suelo de madera resplandecía como si lo puliera cada día. El pasillo al inicio de la vivienda era angosto, siendo decorado por unas pocas mesillas de tono oscuro, sosteniendo aquellos jarrones de extravagante forma; objetos totalmente únicos en su especie. Al cruzar una puerta de vidrio, se encontró con una enorme sala que podría deslumbrar a cualquiera. Las paredes tenían decoraciones con tonos sutilmente dorados y blancos, haciendo que el suelo de madera oscura resaltara con elegancia.

—¿Eres millonario o algo? —preguntó JiMin con una pequeña risa, mirando el alrededor con ojos curiosos. Su vista se posó en el arpa que yacía casi como si fuese una reliquia en el centro de la habitación, siendo acompañada por un jarrón alto y delgado conteniendo margaritas en perfecto estado.

—¿Qué? —YoonGi giró la vista a él y también rió, negando al instante—. Claro que no. La mayoría de cosas son por herencia. —Soltó un suspiro y caminó hacia el final del primer salón para tomar un pequeñísimo pasillo que guiaba a la cocina—. ¿Te gusta el café dulce o amargo?

JiMin caminó detrás de él, asombrado por el lujo del sitio, creando una armonía esplendorosa con la elegancia que YoonGi traía impregnada en la existencia por naturaleza.

—Dulce está bien —dijo. Sus ojos ahora se posaron en la silueta de espaldas del joven frente a él.

En ese instante, JiMin pensó sobre la delicadeza que llevaba el menor de ambos; la sutileza con la que hacía cada movimiento, su manera de hablar y de expresarse, incluso sin darse cuenta. Le parecía magnífica la forma en que las pupilas de YoonGi hablaban tanto sin siquiera abrir la boca y cómo sus manos se movían en cuanto iluminaba su pensamiento. Creía extraño que, un hombre tan dulce y puro como lo era Min YoonGi a sus ojos, se viese a sí mismo como un pequeño grano de arena en el mundo, asustado de todo y de nada.

—YoonGi —llamó, queriendo tener su atención durante un momento. Cuando los ojos del mencionado conectaron con los suyos, añadió—: ¿De qué sufres?

YoonGi lo observó, sabiendo exactamente a qué se refería con su pregunta, pero un tanto descolocado por lo repentino de ésta.

—Ansiedad, fobia social y depresión —confesó, desviando otra vez sus ojos hacia la tetera, llenándola de agua para calentar—. ¿Por qué?

JiMin mantuvo durante corto tiempo el silencio, contemplando el perfil del otro. Suspiró, sintiendo sus manos picar como si su cuerpo le rogara que tocara a YoonGi para entregarle una pizca de calidez.

—Sólo... quería saber por qué tus ojos siempre denotan ese deje de tristeza, incluso cuando estás sonriendo —mencionó, no seguro de si sus palabras ofenderían al pelinegro—. Lo siento, sé que no es de mi incumbencia, pero te creo una persona dulce y amable con la cual me gustaría ser cercano. Quiero conocer más de ti y...

Su hablar fue interrumpido por una risa llena de ironía por parte del contrario.

—¿Persona dulce y amable? —cuestionó con sorna—. JiMin, no puedes estar más equivocado.

—¿Por qué dices eso?

YoonGi hizo una mueca como si estuviese harto de esa clase de preguntas, negando despacio y dándose la vuelta en el lugar, apoyándose contra la mesada mientras posaba ahora sus ojos sobre los del rubio, manteniendo el semblante serio.

—Estoy seguro de que tienes una idea errónea de lo que soy. Lo siento, pero no soy ni dulce, ni amable. Soy amargado y odio a las personas —indicó, seguro de sus palabras—. Lloro cuando no debo y tengo miedo de cosas que no existen. Detesto que me toquen en exceso y miento todo el tiempo, metiendo excusas porque soy un maldito que prefiere estar durmiendo en su casa a que pasar tiempo con su novio. Tengo ataques de pánico en medio de una clase, me comporto mal con quienes quieren ayudarme y muchas veces soy falso para no herir los sentimientos de las personas, pero luego soy extremadamente honesto y no me importa nada. ¿Qué hay de bueno en alguien que odia la vida pero no puede dejarla por temor?

Los ojos de JiMin permanecieron entrelazados en los del menor que, al hablar, parecían destilar una marea llena de súplicas y congoja. Ante su mirada contradictoria con sus palabras, JiMin decidió acercarse un poco más a él, quedando tan sólo a un paso de su cuerpo.

—¿Quién te ha dicho que puedes clamar que lo que veo y siento es erróneo? —preguntó, contemplando las pupilas de YoonGi pintarse de duda—. Cada uno tiene cierta verdad y no puedes refutar mi imagen sobre ti porque es lo que me mostraste desde el inicio y me sigues mostrando, justo en este instante.—JiMin suspiró, manteniendo su seriedad y su tono neutro—. Y yo entiendo, YoonGi, que tus ojos no puedan verte de la misma manera en que yo te veo, pero juro por las estrellas que te noto tan puro, como las piezas de arte rotas y desgastadas, pero que aun así mantienen su belleza.

En el pecho de YoonGi nació un sentimiento nuevo y desvió la mirada al notarlo, negando suavemente con su cabeza en un intento de no lidiar con ello.

—No hay belleza en estar roto —aseguró con cierta desazón.

—Pero sí la hay cuando se sobrevive a eso. ¿Preguntas qué hay de bueno en alguien que odia la vida pero no puede dejarla por temor? —mencionó, acercando un dedo al pecho de YoonGi para tocar el sitio donde yacía su corazón—. Que, justo aquí, existe algo que te da oportunidades sin que te des cuenta. El miedo puede ser caótico, pero también te detiene a hacer cosas de las que te arrepentirías en otra vida. Te esfuerzas para salir del lugar que te atormenta inconscientemente y eso, YoonGi, para mí, es suficiente para emanar belleza.

Los labios de YoonGi se curvaron hacia abajo y de su boca no pudo escaparse palabra para contrarrestar el discurso ajeno. Sus ojos bajaron hacia el suelo irremediablemente, pues la vergüenza de escuchar cosas tan honestas golpeando su corazón no le permitieron mantener la mirada conectada al hombre frente a él. Un silencio ocurrió entre ambos, casi tan ensordecedor como la presión de un lago apretando el cuerpo de un niño indefenso. YoonGi, entonces, luego de unos minutos, retomó su poca valentía y regresó sus ojos hacia los de JiMin, tragando saliva al ser atacado por un escalofrío repentino en cuanto notó que el rubio jamás le había quitado la mirada de encima entre toda esa marea de quietud.

—¿Puedo... —se aclaró la garganta— puedo preguntarte algo, JiMin?

—Lo que quieras.

—¿Por qué siempre intentas... salvarme de mí mismo? ¿Por qué siempre estás ahí cuando lo necesito? No somos nada. Ni siquiera amigos. Concuñados es un título innecesario que no nos relaciona para nada. ¿Qué somos y por qué siento...? —YoonGi detuvo sus propias palabras, de pronto sintiendo su garganta cerrarse. En cuanto tragó saliva, continuó—: ¿Por qué siento que te quiero a mi lado, a pesar de que apenas te conozco?

JiMin lo miró durante un buen rato; uno en el que pareció leer cada rincón del alma de YoonGi y ver el color de cada flor de su interior. Sonrió ante su pregunta, ladeando la cabeza y colocando sus manos en los bolsillos de su pantalón en una posición relajada.

—Porque yo también te quiero a mi lado —confesó, encogiéndose de hombros—. No lo sé a ciencia cierta, YoonGi, pero me traes una sensación agradable y me gusta estar contigo. ¿Por qué darle tantas vueltas al asunto si ambos nos sentimos igual? Podemos juntarnos, charlar, enviarnos mensajes o simplemente estar para el otro, no le veo el problema.

YoonGi apretó sus labios con nerviosismo, sintiendo su estómago llenarse de cosquillas mientras también se achicaba de hombros como si le restara importancia al asunto.

—No lo sé, pregunto porque... no suelo llevarme de esta manera con otros así de fácil. Pero, tú eres tan insistente que ya ni me puedo negar a salir a algún bar contigo.

JiMin carcajeó y alzó una ceja, aún de brazos cruzados, haciendo de su mirada más profunda en el menor.

—¡Ah! ¿Y ahora te obligo a salir? —Chasqueó con la lengua y negó varias veces con cierta gracia en su tono—. No es así, ni te he insistido tanto. Además, lo admitiste, me quieres a tu lado. Ya no me lo puedes negar.

El pelinegro se tocó la nuca, desviando la mirada y terminando por reír, arrugando su nariz como si aquella idea le disgustara, pero siendo divertido después de todo.

—Cállate... tú eres igual —mencionó, imitando la pose de brazos cruzados.

—¿Y te molesta? —rió JiMin, sonriendo ante el lenguaje corporal de YoonGi, notándolo menos a la defensiva y más relajado que antes—. Entonces, ya que dices que no somos nada... ¿te gustaría ser mi amigo, Min YoonGi?

JiMin extendió su mano hacia el muchacho, esperando que la estrechara. Mantuvo siempre su sonrisa tan amable y dulce, deseando que la palidez de los dedos ajenos envolvieran los suyos y por fin pudiese decir con seguridad que mantenía una relación amistosa con aquel joven.

YoonGi, en cambio, observó dudoso aquella mano tan gentilmente posada delante suyo, como si le asustara dejar entrar a alguien más a su vida a parte de las personas que ya conocía de hacía tiempo. Sin embargo, el aura de JiMin emanaba tanta armonía a su alrededor que le era incapaz pensar algo negativo de aquel hombre. Suspiró, entonces, dispuesto a tomar su mano y a estrecharla como si un pacto se estuviese creando entre ambos.

—De acuerdo... —musitó, demasiado tímido para verlo a los ojos—. Seremos amigos entonces, Park JiMin.

El universo de sus manos se entrelazó con delicadeza mientras ambos juraron inconscientemente una conexión entre almas. En el pecho de los dos despertó una añoranza y un anhelo inevitable, permitiendo así que una flor próxima a descubrir naciera entre los matorrales del jardín de sus corazones. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro