Pronto oscureció, tanto el cielo inundado de estrellas como su humor opacado por la presión. En aquel momento tan sólo quería hundirse en la comodidad de su cama, llenarse las venas de Sleeping At Last y ser acompañado por la soledad que no molestaba sus oídos -aunque tal vez sí su corazón- solamente para disfrutar de lo que era el silencio calmo. Sin embargo, él yacía ya arrepentido, rodeado por el lío de humanos que era aquel grupo universitario en una mansión que probablemente quedaría en ruinas luego de semejante fiesta.
No supo la razón por la cual se vio a sí mismo sosteniendo un típico vaso de plástico con cerveza dentro, observando a todos lados con los ojos bien abiertos, como si temiera a que algún salvaje del lugar se atreviera a querer arrancarle una sola palabra. Aspiraba el humo a cigarro y a algo más en el ambiente, sabiendo que a más de a una persona entre aquellas paredes le sofocaba, pero a la mayoría parecía gustarle ahogarse entre ese mar de gente y el aroma a drogas y sudor.
El volumen alto de la música irrumpía en sus oídos con una fuerza desopilante, provocando que su expresión fuese una de molestia en todo momento. Incluso Peter, quien se movía despacio a su lado y como quien desea saltar entre la multitud de la euforia pero se controla, había notado el rostro en completo disgusto con el entorno.
-¿Para qué viniste si vas a estar con esa cara? -preguntó cerca de su oído en voz alta para ser escuchado, y añadió-: Te hubieses quedado encerrado en casa si tanto te molesta salir conmigo.
Eso fue suficiente para hacerlo poner de un peor humor, encogiéndose de hombros y quedándose en el lugar cerca de una pared y una ventana como si fuese un niño regañado a quien no le permiten salir del rincón.
-Ve a bailar con alguien, nadie te detiene, Peter.
El más alto de los dos había escuchado la mitad de lo que había dicho, pero con la expresión que YoonGi estaba haciendo, entendió que no se alejaría de esa ventana ni aunque lo arrastrase. Peter chasqueó la lengua con un semblante de enojo y le hizo un ademán con la mano, comenzando a caminar lejos del menor y perdiéndose entre la multitud enfiestada. El muchacho con poliosis no pudo hacer más que suspirar y beberse de un tirón toda la cerveza para nada fría de su vaso, mirando hacia el exterior con desazón como quien no gozaba de los prestigios de la libertad. Y bebía y volvía a tomar, porque de esa manera creía que la noche se le pasaría más rápido; quizá emborrachándose el tiempo no le pesaría tanto en los hombros o, para su desgracia, éste quizá se congelaría.
Prefirió encerrar las penas que le causaba la molestia de Peter y su ademán tan lleno de desdén. Así que YoonGi convirtió su sangre en alcohol y los ojos le destilaron las mentiras que siempre quiso ser. Un hombre sin miedos, un muchacho sin que la ansiedad lo sofocara, una persona que podía nadar entre el mar de gente sin que la corriente lo abandonara en la nada. Entre tanto y tanto, un muchacho alto y de cabello gris se le había acercado y le había dicho que probara el ponche que había hecho con sus amigos, lo cual YoonGi no pudo negarse porque un "no" simplemente no se cruzó en su cabeza.
En su séptimo vaso ya mezclado con varias bebidas, su frágil cuerpo ya estaba caminando entre la multitud, un tanto confundido, un tanto perdido. Anduvo buscando quién sabe qué mientras deambulaba aturdido con la música y los gritos de aquellos quienes creían ser dueños del mundo. Veía incontables luces de neón, aunque no existiera ni una en los recónditos lugares de esa casa y eso le encantaba, le estaba encantando llenarse las pupilas de fábulas creadas por su mente perdida y de sus labios se arrancaban pequeñas risitas sin ninguna razón aparente porque se encontraba más solo que los que habían venido sin pareja. Los párpados le pesaban pero los mantenía abiertos todo el tiempo, probablemente debido a la sustancia que había probado entre aquellos tantos tragos que su garganta había tenido que aguantar y sus pies se arrastraban sin rumbo como si quisieran escapar de cosas que ni él sabía, pero que su ser sentía.
Recorrió la gran mansión varias veces y fue deslumbrado por la cantidad de gente que yacía en el lugar. Contempló risas traviesas de quienes aman en secreto; llantos de aquellos tan perdidos en su borrachera; una piscina repleta de alegría personificada saltando hacia la profundidad de ésta; un mundo de ojos tan trasparentes como un lago quieto bajo la infinidad del brillo lunar; besos tímidos y otros fogosos, siendo los primeros de una vida o el enésimo de la noche. Con cada paso que daba YoonGi, una historia se cruzaba en su camino como si vagara por las letras de un libro del tamaño del planeta, abierto sólo para que él y su ser se regocijaran sobre los cuentos de personas que jamás conocería.
Entre historia e historia, poco a poco el mundo onírico en el que había sido abrazado empezaba a derrumbarse. Mientras todo parecía ir bien para su consciencia no muy consciente, el pánico comenzó a carcomer de a poquito toda esa ilusión que se había formado en él en capas de cristal. Los efectos del alcohol, el cigarro y la droga en su interior hicieron una implosión donde yacía su cordura y ahora ya no era un hombre alegre buscando el camino hacia el principio del arcoíris, sino que regresaba su niño interior asustado y débil; había vuelto a su estado de temor puro y el sudor helado recorría cada centímetro de su cuerpo.
Se dio cuenta de que algo malo estaba pasando cuando ya no era deleitado con los millones de luces rodeándolo, sino que era acorralado sobre los escombros del abismo por aquella oscuridad lúgubre capaz de devorar cualquier alma existente. Las pupilas de YoonGi tiritaron y buscaron por doquier la paz que necesitaba para que sus pulmones volvieran a llenarse de aquel aire vital. El oxígeno se le hacía poco entre ese océano de humo acumulándose entre las paredes de la casa y el miedo empezaba a hacer catástrofe en toda su existencia.
El órgano a un lado izquierdo de su pecho comenzó a bombear con una fuerza extrema, haciendo que sus latidos se volvieran para él más ensordecedores que la melodía por la cual todos bailaban. Sacudió la cabeza como si quisiera quitarse de encima aquel atormentador sonido de su propio interior y se chocó con un par de personas, provocando los insultos hacia su persona e incluso empujones que casi lo hacen caer al suelo, de no ser por una mano que atrapó su delgada muñeca y tiró de su peso muerto hacia un lado, acercándose a un ventanal que daba hacia la calle.
-Hey, ¿estás bien? -Observó a YoonGi de arriba abajo sin soltar su brazo temiendo a que se derrumbara como el ser más frágil-. ¿YoonGi? ¿Me oyes?
YoonGi alzó su vista a JiMin y luego volvió a apartarla, sintiéndose tan sofocado que sentía el alma escaparse por su boca. Apenas pestañeaba y el color colorado en sus ojos mostraba claramente lo envuelto en fábulas que se encontraba y el mal viaje que estaba teniendo allí mismo.
-Quiero... vomitar -musitó YoonGi, mirando hacia todos lados, creyendo que todo el mundo se había vuelto tan lento que hasta el tono grave de la música lo asustaba.
-De acuerdo, iremos al baño de arriba, ¿está bien? -JiMin ladeó la cabeza como si esperara respuesta, pero al notar el estado ido del otro, decidió tomarle ambas manos con suavidad, pero a la vez firmeza, comenzando a caminar entre la multitud sin que la unión de sus manos se desarmara. El rubio ayudó a YoonGi a subir las escaleras lentamente y cruzaron un pasillo largo hasta dar con el cuarto de baño, adentrándose para luego cerrar la puerta detrás de sí.
YoonGi miró las paredes blancas y la serenidad de la luz como si estuviese en el paraíso. La música lejana se le asemejaba a un mundo diferente, aunque el miedo aún persistía y el sentimiento de ser perseguido lo tenía ansioso y temblando.
-M-me... siento... mal -volvió a hablar con unas tremendas ganas de llorar, pero sus ojos estaban tan secos que le dolían.
-Debe ser algo que has tomado. Tranquilo, vomita si lo necesitas, te hará sentir mejor -dijo JiMin, sobando la espalda del menor con cuidado sin despegar ni un instante los ojos de él.
YoonGi se pasó las manos por el rostro, sintiéndolo húmedo por el sudor y luego se sobó el pecho, otra vez comenzando a perder la respiración. Abrió un tanto más su boca en busca de aire y las piernas le flaquearon, obligado a sostenerse del brazo de JiMin para no caer. Las lágrimas entonces comenzaron a derramarse por sus pestañas y el temor aumentó, haciéndolo sollozar desesperado por regresar a casa y ser envuelto en sus propias mantas.
JiMin lo observó preocupado, casi asustado con las reacciones que tenía, sosteniéndolo de ambas muñecas para que no se fuera directo al suelo con todo su peso.
-YoonGi, YoonGi, tranquilo, mírame... Hey, no estás solo, estoy aquí -pronunció con una voz llena de calma y paz. Tomó al muchacho del mentón con dos de sus dedos, haciendo que los ojos cristalizados por el pánico encontraran los propios, intentando entregarle su tranquilidad-. Todo está bien, YoonGi... -susurró, acercándose despacio a él para envolverlo con la más pura delicadeza entre sus brazos.
YoonGi se mantuvo estático ante la calidez de su cuerpo que era desprendida como el polen de las flores. Lo arrulló entre sus brazos como si fuese la criatura más frágil, pero a la vez más bella de la galaxia y logró que, con sólo esa suavidad derramada sobre su torso, su existencia se volviera ligera y serena. El muchacho con poliosis se animó entonces a deslizar sus manos hacia la espalda de JiMin, hundiendo su rostro mojado por sus lágrimas en el cuello contrario, siendo invadido por una mezcla de aromas que le enraizó el alma de margaritas y rayitos de sol.
Los suspiros comenzaron a desbordarse por los labios de YoonGi, obligado a cerrar sus ojos ante la relajación que inundó su ser por aquella cercanía con JiMin. Los dedos pequeños del rubio pasaron en un ir y venir por la espalda del otro, arrancándole escalofríos y más suspiros repletos de alivio. El camino que hacía en su camiseta con sus manos estaba lleno de una inmensa templanza que hacía que el dolorido corazón de YoonGi se sintiera en la más liviana tranquilidad y todo miedo que lo perseguía se distanciara en pocos segundos.
No entendía por qué razón la calma había nacido en su pecho de tal manera por un simple abrazo; fue como una ventisca de primavera, arrasando con la oscuridad y la inseguridad que lo ahogaba en pánico. Y no podía estar más agradecido con la presencia de JiMin, pues sin el almíbar que destilaban sus manos quizá aún yacería su pobre cuerpo enterrado en aquel gentío, hundiéndose cada vez más en su propia congoja.
YoonGi no pudo evitar acercarse un poquito más en ese infinito que se había creado en un insípido cuarto de baño. Se acurrucó en el cuello de JiMin como un pequeño necesitado de calor y respiró el aroma a cigarro y a flores que el otro traía impregnado a la piel.
-Hueles... como a nostalgia -susurró, permaneciendo en aquella posición sin deseos de alejarse.
JiMin frunció el ceño y de sus labios se escapó una ligera risa, apretando apenas el delgado cuerpo de YoonGi.
-¿A nostalgia? -preguntó con un deje de diversión, frunciendo su ceño-. ¿Qué significa eso?
-Significa... -volvió a suspirar- que me recuerdas a alguien, o a algo, pero no sé a qué... Es una sensación rara.
La sonrisa de JiMin se ensanchó un centímetro más ante los susurros de YoonGi, como si el menor de ambos temiera a despertar a alguien mientras hablaban.
-¿Te calma estar así? -bisbiseó JiMin sobre su oído con las puras intenciones de ser escuchado. La piel de YoonGi no pudo evitar ser erizada.
-Me calma mucho... Déjame estar así un momento más, por favor, y luego ya no te molesto -indicó aferrándose más a él, olisqueando disimuladamente el cuello del rubio y escondiendo su rostro allí mismo, sintiéndose protegido en ese lugar.
La cabeza aún le daba vueltas por el alcohol consumido, pero la sensación de ser contenido entre los brazos del contrario era mucho más grande y resonaba aún más en su ser. Con aquella sensación rebosando su cuerpo de ser humano, un extraño pensamiento cruzó su mente. «¿Así que esto es ser protegido?», pensó, un tanto extrañado de sí mismo, pues ni siquiera con los consuelos y abrazos de su novio había recibido semejante sentimiento. La sutileza usada para ser cuidado por el cuerpo de JiMin era incluso más grande que el amor que Peter alguna vez le había entregado en aquellos años de puro silencio.
-Te mojaré la nuca y la cabeza para que se te pase un poco el malestar, ¿de acuerdo? -musitó JiMin, separándose apenas para mirarlo a los ojos en busca de su aprobación. Cuando YoonGi asintió con la cabeza, JiMin también lo hizo y dieron un par de pasos hasta acercarse al lavabo y abrir el grifo del lado frío. El rubio se mojó las manos para después, con caricias, pasar sus palmas empapadas sobre la piel del pelinegro. Mojó su nuca como si abandonara allí trozos de cariño y lo hizo así también con su frente, cuidándolo en un acto dulce y protector.
-Gracias -susurró YoonGi con los ojos cerrados, yaciendo quieto y mucho más sereno que antes ante el cuidado por parte del mayor-. Gracias...
-No es nada... -mencionó el otro con una leve sonrisa al verlo en un mejor estado, aunque estaba seguro de que debía descansar mucho más que recibir un simple abrazo-. ¿Cómo te sientes ahora, YoonGi?
-Un poco... mejor. Mi cabeza aún duele, pero... -se aclaró la garganta- ya no tengo miedo.
JiMin movió su cabeza en señal de comprensión, echando hacia atrás los cabellos negros y blancos que caían por la frente ajena, aprovechando de manera inconsciente de tocar ese mechón pálido tan característico de él.
-Tienes un cabello hermoso.
Las pupilas de YoonGi buscaron escapar de aquel cumplido como si temiera a mostrar una reacción extraña ante él. Se relamió los labios resecos y su vista se fijó en los rayitos de luz que entraban por la ventana alta del baño, notando cómo el amanecer hacía su presencia ante la ciudad. YoonGi, entonces, regresó sus ojos hacia los de JiMin y abrió la boca para decir algo, pero el sonido de la puerta interrumpió y abandonó las palabras en la punta de su lengua.
-¿YoonGi? ¿Estás aquí? -se oyó detrás de la puerta junto a unos golpecitos que llamaban constantemente.
YoonGi apretó los labios y se sostuvo del lavabo para girar con un suspiro.
-Sí, Peter, estoy aquí...
JiMin sostuvo el brazo del pelinegro y se acercó a la puerta para abrirle al novio, siendo al instante observados con una expresión llena de confusión y titubeo.
-¿Qué están haciendo? -preguntó Peter con el ceño arrugado, acercándose a YoonGi y apartándolo con disimulo del lado de JiMin-. ¿Qué crees que haces, Park?
Ahora el ceño de JiMin fue el que se frunció, mirándolo con los ojos entrecerrados.
-Estaba ayudando a YoonGi, lo encontré abajo en un muy mal estado. ¿Dónde estabas tú?
-Estaba también abajo, buscando a mi novio. -Remarcó la última palabra como si aquello no fuese obvio-. ¿Qué tan encerrados debían estar? ¿Por qué no me llamaste? -preguntó, ahora dirigiéndose a YoonGi.
YoonGi hizo una mueca al sentir su brazo ser apretado por el mayor, intentando apartarse, pero no teniendo ni siquiera la motivación de hacerlo.
-Tuve un maldito ataque de pánico, Peter. Tenía que alejarme de allí o me desmayaba -indicó, mirándolo a los ojos con cansancio-. ¿Cuál es tu problema? Si te hubiese pedido ayuda, ni siquiera me habrías escuchado por estar bailando. Déjame... -musitó, sintiéndose nuevamente pesado y con una sensación de náuseas subir a su garganta-. Quiero irme a casa...
Peter chasqueó con la lengua y apretó los labios, suspirando pesado ante la contestación tan tosca de su pareja. Miró a JiMin una última vez, como si le estuviese advirtiendo con la mirada, antes de salir del cuarto de baño.
-Mi hermana debe estar preocupada por ti, no la hagas esperar -señaló el mayor de los tres con un tono claramente molesto e irónico, saliendo de allí con YoonGi tomado de la mano.
YoonGi miró hacia atrás un momento, buscando encontrarse por última vez en la noche a los ojos de JiMin, pero éstos ni siquiera siguieron su camino. Los pasos de Peter lo sacaron rápido de aquella mansión donde la mayoría continuaba de fiesta, a pesar de que muchos ya se habían largado. Al caminar detrás de la espalda de su novio, siendo obligado a mantener sus manos entrelazadas, un sentimiento de ahogamiento se interpuso en su garganta y ni siquiera fue capaz de reclamar o pronunciar palabra alguna.
Se subieron al coche en donde habían venido. YoonGi observó de reojo con un deje de preocupación el que Peter tomara el volante en ese estado; con una clara cantidad de copas encima y un enojo bastante visible.
-Conduce despacio... -musitó YoonGi, más como una advertencia que como un consejo. Ante aquello, Peter solamente le dedicó una expresión repleta de irritación, y sin responder a sus palabras, arrancó el motor para dirigirse hacia la casa del joven Min.
El camino a su hogar fue silencioso y tormentoso. Nuevamente la lluvia se hizo presente en la mañana de Nueva York y Peter fue obligado a manejar cuidadosamente porque, aunque él tuviese un carácter fuerte y estuviese enojado, no tenía planes de lastimar a YoonGi o a sí mismo en un accidente automovilístico. Y así llegaron a la casa de YoonGi, ambos molestos con el otro, manteniendo un silencio tenso y los semblantes serios.
YoonGi abrió la puerta principal con sus llaves y dejó pasar a Peter, encendiendo las luces de la gran sala para abandonar sobre el sofá de cuero su chaqueta del mismo tono oscuro. Caminó con pesadez hacia la cocina para servirse un frío vaso de agua y fue cuando sintió la presencia del otro demasiado cerca. Se volteó a él y casi suelta un alarido cuando recibió un golpe en su mano y el vaso salió disparado hacia el suelo, estrellándose en cientos de pedazos.
-¡¿Qué mierda haces?! -gritó YoonGi con sus ojos abiertos de par en par.
-¿Qué mierda haces tú, YoonGi? -inquirió Peter, apretando sus dientes-. No me trates de estúpido, por favor. ¿Qué hacías con JiMin encerrado en el baño?
YoonGi frunció el ceño y el rostro le hirvió en rabia, dándole un empujón con todas sus fuerzas para que se alejara de él.
-¿Qué diablos te pasa? ¿Acaso no me escuchaste cuando te dije que estaba teniendo un maldito ataque? ¿No te importa nada de lo que yo te diga? -escupió YoonGi con los puños temblorosos.
-¡No soy idiota, YoonGi, por Dios! -bramó Peter, esta vez acercándose al menor con más rabia encima, tomándolo del brazo con brusquedad-. ¡Tienes impregnado en ti todo el perfume de JiMin! ¿Por quién me tomas? ¿Creíste que no me daría cuenta?
El pelinegro lo observó desconcertado, sin siquiera hacer el intento de zafarse de su agarre por lo atónito que se encontraba ante sus acusaciones.
-¿Qué estás intentando decir? -YoonGi negó con la cabeza, aún mirándolo a los ojos con perplejidad-. Peter, JiMin está casado con tu hermana. ¿De qué rayos hablas?
-¿Y eso qué mierda tiene que ver? Aún peor, ¡aún peor! Es sabido ya que JiMin es un maldito idiota, siempre lo supe. Mi hermana se casó con un infeliz que se la pasa intentando conquistar a todo el mundo y se cree la gran cosa -gruñó con tanta envidia que hasta YoonGi pudo notarlo en el brillo de sus ojos.
El menor de ambos volvió a negar con la cabeza, esta vez zafándose de su agarre con un tirón y volviendo a empujarlo, queriendo distanciarse de su presencia.
-Eres un imbécil, Peter. ¿Tantas veces has fingido ser gran amigo de JiMin para que termines hablando así de él? -Lo observó con disgusto, dando un paso hacia atrás y chocándose con el borde de la mesada.
Peter pasó las manos por su rostro de manera exasperada, soltando un suspiro pesado y ronco.
-No me has negado nada, Min. -Su expresión cambió de enojo a una de completa decepción-. No puedo creerlo.
-¿Qué quieres que te niegue? -reclamó YoonGi, desconcertado-. "No, no he besado a JiMin. No, no he follado con él." ¿Eso quieres que te diga? -cuestionó con el ceño fruncido, tensando su mandíbula-. Tanta mierda traes en la cabeza que no te das cuenta de que te he sido fiel incluso cuando me abandonaste por dos putos años, Peter. No tienes ni la más mínima idea de lo que estás diciendo ni por qué estás dudando de mí. No tienes razones para hacerlo. -Volvió a acercarse a él y tiró de su brazo para obligarlo a caminar hacia la salida-. Lárgate de aquí.
Peter apretó sus labios y detuvo al otro al tomarle la mano, serenando su expresión.
-Espera, YoonGi... -musitó, bajando la mirada-. Yo... lo siento... no quería... -suspiró y pasó una mano por su cabello, queriendo mostrarse arrepentido-. Te he dicho que no me gusta hablar de lo que pasó hace dos años y... Lo siento, no quería desconfiar de ti. Es sólo que... te amo tanto, pero tanto. No quiero que mires a otros hombres. No quiero que estés con otros hombres. Si fuera por mí, no te permitiría tener amigos sólo para que puedas mirarme a mí y sólo a mí. Odio que te toquen o te vean, no puedo evitarlo...
YoonGi lo miró, deshaciendo el agarre en su brazo por la punzada que su corazón recibió ante sus palabras. Sus ojos rebosaron una expresión de dolor y desconfianza, observando fijamente la mirada de Peter quien lucía abatido y con una llamarada de celos inundando su ser.
-Es una de las peores cosas que podrías haberme dicho, Peter. Sal de mi casa, quiero dormir en paz.
Volvió a tomar su brazo cuando recuperó la decisión y tiró de él hasta llegar a la puerta y abrirla, obligándolo a dar pasos hacia el exterior de la vivienda.
-YoonGi... No seas así, perdóname, no quise decirlo en ese sentido...
Peter intentó mantener una mano en la puerta para que ésta no se cerrara, pero YoonGi volvió a negarle con la cabeza y cerró de un portazo, colocando al instante la llave para que no tratara de entrar otra vez.
YoonGi oyó del otro lado un resoplido y una maldición salir de los labios de su pareja, haciéndolo sentir una molestia en el pecho que parecía ahogarlo en pena. Se pasó las manos por el rostro y se alejó de la puerta principal para caminar a través del gran salón y subir las escaleras pulidas, encaminándose con pesadez hacia su habitación para encerrarse allí como tanto había deseado hacerlo en toda la noche. Y en aquella soledad que tan conocida la tenía, se hundió entre las mantas que aún se retorcían entre el aroma a cigarro, alcohol y flores, escapándose a un lugar donde los ojos que lo arrullaban eran aquellos del color de la miel y el otoño.
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