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Prefacio.⸙


Desconocido.

¿Qué es la vida sin diversión? o dicho de una mejor manera: ¿Qué sería de la vida sin un par de muertes?.

Las líneas y reflejos del sol en el ocaso, generaban sombras en el interior del bosque, dándole una atmósfera lúgubre, y no esperaba menos para describir mí situación.

Me incliné para revisar la trampa y lo que había caído en ella.

Sus redondos y negros ojos se cernían sobre mí. Sus bigotes se movían captando cualquier indicio de movimiento; estaba asustada y muy alerta.

Pobre criatura.

Tomé a la pequeña liebre por sus orejas y me puse en pie.

—Seguro que has sufrido mucho en este lugar tan aterrador... —Relamí mis labios y sonreí, sin poder contener la emoción—. Pronto estarás bien.

Sabía lo que venía. ¿Puede que incluso ella lo supiera y por eso se retorcía en mis manos? Golpeando con sus patas traseras mis antebrazos.

—Shhh. Tranquila, calma... —Rebusqué en mi bolsillo aquel objeto que al sacarlo, brilló en un plateado tosco.

Su intento por zafarse de mi agarre se incrementó.

Un intento muy inútil.

Con fuerza y apenas delicadeza, introduje el cuchillo en su pecho; triturando órganos y huesos. Ante el dolor soltó un pequeño pitido, mientras la sangre brotaba de ella y salpicaba mis manos en cada bombeo de su corazón o lo que quedaba de el.

Exquisito...

No podía explicar la euphoria que recorría mi cuerpo, pero me hacía sentir vivo.

Necesito más.

Usando el cuchillo rasgué su pecho en un corte vertical y muy limpio. Sus entrañas cayeron sobre el suelo y sus intentos por vivir, cesaron.

Solté una carcajada.

Me fascinaba ver ese "último momento", en cada ocasión.

Mi pecho subía y bajaba, agitado. Mi aliento se hizo visible frente a mí debido al clima gélido. Un hormigueo retumbaba en mi estómago y un dulce cosquilleo acariciaba mi entrepierna; todo por la calidez de su sangre en mis manos.

Delicioso...

Suspiré, controlando un poco mis impulsos. Luego, caminé hacía el auto con la liebre aún en mis manos para arrojarla a un puñado de ellas que había mutilado —De múltiples formas— y que yacían apiladas en el lugar. Limpié la sangre del cuchillo y de mis manos con un pañuelo. Rebusqué en mi bolsillo las llaves del auto hasta encontrarlas, luego subí en el y lo encendí; acelerando a fondo hasta salir del bosque y llegar a la carretera.

En el retrovisor observé mi reflejo: esa expresión de excitación aún permanecía intacta y adornaba mi rostro con una sonrisa, junto a ese brillo especial en mis ojos. Ésto solo sucedía cuando algo me emocionaba o atraía. No podía controlarme.

Busqué en las estaciones de la radio alguna canción estruendosa —De esas que suelen escuchar los chicos de mi edady después de encontrar la indicada; encendí un cigarrillo.

El ruido del motor resonaba con fuerza y la velocidad aumentaba en cada segundo. Mientras exhalaba el humo por la ventanilla.

Había olvidado lo que se siente...

Matar.

No los entiendo.

¿Por qué lo ven como algo malo o como un pecado imperdonable?.

Si ésto se siente endemoniadamente delicioso...

—Es incluso mejor y más excitante que el sexo.

Mi sonrisa se agrandó, eufórico. Le dí otra calada al cigarrillo mientras daba pequeños golpes con los dedos sobre el volante, al ritmo de la canción.

No puedo retenerlo más.

Lamí mi labio inferior de solo pensar en la idea de volver a hacerlo...

¿Por qué no?.

Está decidido.

Ya no hay marcha atrás y además...

Me había tardado lo suficiente.

Es hora de volver a jugar...

Centré mi vista en la carretera y luego, sonreí.

Qué fácil me ponen las cosas...

Bajé el volumen del estéreo y reduje la velocidad hasta detenerme.

—¿Necesitas que te lleve? —La observé con anhelo. Mientras ella sujetaba su mochila con cansancio.

—¿Lo dices en serio? —Su mirada otoñal se encendió por unos segundos. Luego, sujetó su bolso con más fuerza, indecisa—. Me gustaría hacerlo, pero...

Vamos...

Pensé.

Se que quieres hacerlo, Danell.

Ella era una de esas chicas que vivían usando máscaras de "bien portadas". Sin embargo, éso solo era superficial. En el fondo; querían divertirse, ser folladas, duro o con locura y que alguien les guardara el secreto.

Eso era fácil.

Yo podía hacer todas esas cosas...

Incluso más.

—Danell, nos hemos visto antes y te conozco de toda la vida —Me incliné, para abrirle la puerta del auto—. Vamos, entra. Te llevo.

Le sonreí, usando todo mi encanto para engañarla. El rubor en su rostro se volvió palpable y justo como lo esperaba; me sonrió con ternura, mientras subía al coche.

Gané.

Me encanta que las cosas siempre salgan como quiero.

Aceleré a fondo y luego, encendí una vez más el estéreo. Mientras una sonrisita malevola se dibujaba en mi rostro.

Ahora...

¿Cómo quieres jugar, Danell?.

⸙⸙⸙⸙


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