El descendiente directo de la muerte va a nacer con desdicha, un horrible ser, con grandes alas y apetito voraz. Capaz de devorar a veinte hombres y dispuesto a hacer las mayores atrocidades.

Esta bestia no podrá ser tranquilizada, acallada o sometida sin lo mismo que lo engendró; la muerte.

O al contrario de esto, la vida.

La vida podrá calmarlo, la vida podrá callarlo. Podrá volverlo una doncella sumisa con poco esfuerzo.

¡Pero cuidado aquel que tenga intenciones crueles con su queridísima vida, su preciada vida! Porque él no tendrá piedad, tampoco intención alguna de solo matarlo, sino de consumir su alma.