Tribus
Un
El baile de reunión entre los cuatro reinos bajo la luz de los dioses estaba por comenzar. Los futuros monarcas de cada reino iban a reunirse, protegidos por la estructura del Castillo de la Resurrección. Todo para mantener los tratados diplomáticos entre los reinos, a pesar de que Morto y Maisha no habían sido coronados y estaban bajo la tutela de Karmela. Ambos sabían bien lo que se manejaba en su reino. Y al menos de parte de Maisha, se veía claramente una disposición a manejar esta labor.
Maisha se mordisqueó el labio inferior mientras le ajustaba la corbata a Morto, quien había tenido muchos problemas cuando intentó ponérsela. Fue una buena forma de distracción, reírse de los gestos de enojo de Morto era como un tratamiento para el estrés.
No obstante, el jocoso momento había pasado y la tensión arribó en toda la estancia. Todo esto debido a los acontecimientos que se aproximaban, específicamente, el compromiso con la heredera del Tiempo. Ese era un tema que le ponía los nervios de punta a Maisha, en especial porque era todo un tópico en el castillo.
Los criados al parecer se enteraron y empezaron a hacer todo tipo de teorías, metiendo de lleno al hijo de la Vida en estas. ¿Qué sucedería con el amor que se profesaban?
—¿Estás bien? —El murmullo de Morto lo sacó de sus pensamientos, y sus frías manos le acariciaron el rostro con delicadeza. Maisha apartó la mirada—. Maisha, mírame por favor.
—No sucede nada Morto, debemos bajar, nos esperan —fue su respuesta y le acarició las manos con un suspiro algo anhelante. Aunque tuvo que apartarlo tras eso.
Mientras el baile de entrada se daba con majestuosidad, Maisha mantenía sus ojos siempre en dirección a Morto. Deseoso de sujetar su mano y charlar con él, pero era Timp quién lo hacía. Ella sonreía con cortesía mirando hacia Morto, quien intentaba sostenerle la mirada, pero terminaba desviando sus orbes hacia el hijo de la Vida.
Maisha le dio una vuelta a la joven con la que bailaba; de cabello rojizo y piel tostada. Era Helix van Plart, hija de Nätuur. Ella bailaba agraciadamente con su vestido amarillento y pies ágiles, a veces Maisha se perdía y ella se encargaba de volver a guiar el baile.
No obstante, se podía ver a leguas como su vista se desviaba con frecuencia hacia el muchacho que estaba al centro de la pista, haciendo los pasos de baile solo. Justo como la rotación lo ordenaba.
Los cinco monarcas debían de bailar en el centro de la enorme pista, en un círculo que representase igualdad. En medio de esa circunferencia, bailaba el quinto monarca que quedaba solo. Los hijos de dioses bailaban con fluidez a pesar de estar distraídos, moviendo sus pies con la velocidad que la música indicaba.
Un salto a la izquierda y otro a la derecha, una vuelta junto a un aplauso. Maisha sostuvo por la cintura a la joven, atento a la melodía tan alegre. Esto tenía un contraste con su anhelante ánimo. La hija de la Naturaleza dio una última vuelta y con un solo brazo sostuvo el abdomen de Maisha, dio una vuelta completa y saltó hacia un lateral de la pista.
En ese salto se incluyó Morto, así tuvieron el chance de separarlo de Timp. Helix y Morto bailaban con fluidez mientras que Timp danzaba con elegancia junto a Lux Saadi, hijo del Fuego y la Luz.
El muchacho tenía su largo cabello oscuro hecho rastas, no combinaba con su traje elegante. El estoico gesto se mantenía en su rostro a pesar de estar dando múltiples brincos en su lugar, su piel oscura parecía resplandecer bajo las luces de los candelabros del salón.
Maisha contó los segundos para que la música se detuviera, al igual que su rítmico movimiento por el centro de la pista. Alzó los brazos en el momento justo y quedó con los pies juntos, sonrió casi con triunfo.
Finalmente, la música típica de Iloratz se detuvo. Los jóvenes detuvieron su baile en el momento preciso y con una pequeña reverencia, aceptaron los aplausos de la nobleza. Se dirigieron hacia los asientos que estaban a un lado de la pista, donde las mujeres de alta cuna charlaban con tranquilidad y los oficiales hablaban sobre cómo se mantenía la seguridad en sus respectivos reinos.
Morto a duras penas pudo escabullirse de la heredera del Tiempo, quien buscaba todo tipo de excusas para poder estar con él. Se sentó a un lado de Maisha, quien lo estaba esperando. Se fijó que nadie estuviese observando en su dirección y posó una mano en el muslo de Maisha, acariciando con una mirada llena de amor. Con tacto de seda y cariño.
—Detesto todo esto —rezongó con cierta brusquedad y le dio un apretón a su muslo—. Quiero bailar contigo. Te veías asombroso bailando en el centro, pisé a Helix dos veces.
—La dejaste sin pie —bromeó Maisha y esbozó una pequeña sonrisa—. Cuando pase el baile, ella tendrá que irse hasta que se casen. Estaremos solos.
Entonces, Babushka se giró a verlos y le hizo una seña a Maisha para que fuera hacia donde ella se encontraba. Morto frunció su ceño y apretó más el muslo de Maisha, como en señal de que no se fuera.
El muchacho no acató la petición y fue donde estaba la anciana mujer, habló con ella por un momento. Babushka le dijo que necesitaban más tiempo para arreglar el gran comedor, por lo que le pidió que cantara algo delante de todos, para poder entretenerlos durante unos minutos. La voz de Maisha no era como la de un ángel, pero sin dudas tenía buen dominio de su timbre y podía resultar algo hipnótico. Morto se dispuso a seguirlo, pero una joven de cabello rubio en bucles y ojos rasgados le sostuvo del brazo con algo de fuerza.
—¡Morto! ¿Puedes venir un momento conmigo? Helix no cree que vamos a comprometernos.
Y ahí estaba esa palabra de nuevo, el gesto de Morto se descompuso en una mueca llena de molestia e intentó apartar a la muchacha de forma amable. No tuvo éxito. Las personas los miraban, tantos ministros juntos, tantos oficiales.
La sangre hervía como lava en sus venas y arterias cada vez que escuchaba la palabra "compromiso". Karmela soltó un suspiro ante la mirada de reojo que Morto le dirigió a la alta y esbelta Timp, casi de odio. La hija de Tempo lo arrastró del brazo, yendo hacia donde estaban Helix y Lux sentados, tomando vino con suma tranquilidad.
El timbre melódico de Maisha fue como una canción de cuna para Morto, relajante. Mientras este cantaba, su gesto se apaciguaba debido a que escuchaba el tono bajo con el que su amante cantaba.
Helix se enterneció al observar a Morto tranquilizarse por la música que salía de los labios del hijo de Vita, no obstante, se encrespaba tal gato cuando alguien mencionaba el compromiso.
La hija de Nätuur casi puede ver las almas de las personas y tenía muy claro que ninguno de los dos lados deseaba realmente el matrimonio, pero sentía pena por el dulce joven que entonaba una suave melodía.
Las notas musicales y la decepción de Helix se entrelazaban en el aire.
Deux
El compromiso fue anunciado bajo la luz de los candelabros y ante los platos de comida servidos en la enorme mesa.
Con algo similar a la incredulidad, el de cabello claro miró como Timp alzaba la mano de Morto mientras este decía las palabras con amargura, de forma robótica y poco genuina. Nadie parecía darse cuenta.
Chocó sus palmas con una falsa sonrisa que fue observada por su amante. Timp le dio un corto beso en los labios a Morto, quien intentó que durase lo menos posible. El corazón se le apretujaba en la caja torácica al mirar los ojos entrecerrados de Maisha, que parecían sufrir ante la imagen que presenciaban.
No, no parecían. Morto sabía perfectamente que estaban sufriendo.
Tomó asiento en su lugar correspondiente en la mesa, con Timp a su lado derecho y Maisha al izquierdo. La mano de Maisha se posó en su muslo por debajo de la mesa, acariciando con parsimonia. La vida parecía ir con varios segundos de atraso, no tenía idea de qué hora era.
Sus ojos iban en diferentes direcciones, con un movimiento nervioso. Un murmullo quedo salió de los labios de Maisha... ¿o había sido un murmullo? Tenía los oídos tan tamponados que no podía distinguir los sonidos con claridad, y los colores parecían borrones de luz. Morto tardó un mucho para poder asociar sus sensaciones con la realidad.
Un campaneo lejano se escuchó en su cabeza y supo bien que la reunión se había alargado, ¿no terminaba a las once? ¡Una hora de atraso era la causa de su desgracia en ese momento! Sus huesos empezaron a doler y la cabeza le daba vueltas... vueltas...
La medianoche se anunciaba como un cruel recordatorio, el tintineo de los cubiertos cayendo en su plato y el llamado preocupado de los asistentes. La mano de Maisha se apartó de su muslo y sus amígdalas dolían.
—Lo siento —la disculpa salió como un gruñido bestial, su voz tan profunda como el abismo. Sus ojos fueron en dirección a Maisha, quien era una mancha pálida.
Se puso de pie de forma tan abrupta que se golpeó contra la mesa, con mucha torpeza fue capaz de alejarse. Dio varios traspiés y corrió mientras el suelo daba extremas sacudidas y el Castillo de la Resurrección daba piruetas.
Antes de que Morto acabase de desaparecer por el pasillo, ya Maisha se disponía a ir detrás de él a pesar de que Karmela le dio una mirada de advertencia. La mano de la alta Timp se aferró a su brazo y le dirigió una mirada casi suplicante.
—Soy su futura esposa, yo debo ir —añadió, en voz alta y fuerte. Demostró aparente desdén ante el muchacho—. Aléjate, Maisha.
El mundo de Maisha se tornó rojo como eclipse lunar, lleno de un sentimiento negativo que empezó a consumirlo durante largos segundos. ¿Quién era ella para decirle qué hacer? ¿Qué era ella de Morto para ayudarle? ¡Solo él podía hacerlo!
Todos se quedaron pasmados cuando el pacífico muchacho le apartó de tal forma que ella chocó contra la silla y cayó al suelo. Sus orbes verdes parecían arder, Timp tan solo pudo quejarse por el golpe. Los espectadores estaban más que sorprendidos por el arranque de Maisha.
—Me necesita —fue lo que dijo, con un tono de voz seco y un gesto amenazante. Timp le dirigió una mirada extraña, con un brillo poco común en sus ojos. Tan solo asintió, algo queda—. Algunas cosas nadie podrá entenderlas.
Maisha se fue tras eso, lo más rápido que podía en dirección a la habitación que se la pasaba sumida en la oscuridad. El mundo estaba teñido de carmesí y sus sensaciones se asemejaban al merlot.
La sacudida que tuvo el castillo fue tan intensa que Maisha se vio obligado a sostenerse de las paredes, primero estuvo desorientado. No obstante, el sonido de una explosión se produjo con una fuerza increíble.
El terror y el rojo lo poseyeron, los gritos de personas atemorizadas se escucharon. Estaba casi seguro de que la explosión fue en la zona este de la ciudadela que rodeaba al castillo, pero su mundo estaba reducido a una sola persona en ese momento. Justo por ello, volvió a dar marcha. Con su mirada rodeada de escarlata y el horror corriendo por sus venas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro