4
Christine no estaba segura cien por ciento de decirle por fin a su esposo que estaba en cinta.
Había pasado alrededor de dos semanas en las que ella no había querido mencionar absolutamente nada. Ni siquiera a su hermana.
La castaña recién salía de la ópera, pues estuvo toda la mañana en ensayo; su papel como Maria Magdalena, era bastante exigente, y ni imaginar el impacto del embarazo en ese momento. El agotamiento físico y mental estaba en las nubes.
—Chris, te veo como... ¿diferente?
Christine hizo casi omiso a lo que su mejor amiga le comentó.
—¿Por qué lo dices?
Su mirada estaba fija en el frente, mientras manejaba.
Había quedado con Meg en llevarla a su apartamento, y de ese punto ella saldría camino al suyo.
—Te veo más bonita, pero... hay algo que se me hace muy diferente en ti.
Mierda, pensó Daaé.
Y aunque su vientre no se notaba, los otros cambios con los que venía su embarazo se estaba notando aún más. En especial las nauseas matutinas.
Meg cantaba alegremente una de las canciones que sonaba por la radio, la rubia trataba de que su mejor amiga le siguiera la corriente pero no lo lograba. Al contrario, el ambiente se hacia cada vez más tenso.
Christine apretó un poco el volante, suspiró.
—Estoy embarazada.
—Oh shit, maybe... Espera, ¿qué?— espetó Meg, anonadada.
Christine simplemente asintió, mientras que sus ojos acumulaban lágrimas. Ni ella misma entendía si eran de impotencia o alegría.
—Voy para tres meses.
La música dejó de sonar.
—Miércoles... ¿Erik ya sabe?
—Para nada.
Meg resoplando, contempló la idea de que su mejor amiga había estado haciendo esfuerzos demasiado exagerados para la edad gestacional que tenía. El punto, además de ser ese tema, era el hecho de que ella le estaba ocultando a su esposo que venía un bebé en camino.
—¿Qué decisión vas a tomar al respecto?
Christine sabía a qué punto iba su mejor amiga.
—Quiero ser mamá, y creo que estoy en edad de poder serlo...—respondió, hizo una pequeña pausa—Pero él no quiere, se niega... y no he tenido la valentía de decirle.
Meg miró preocupada a su amiga.
—Nena, ¿hay algo que yo no sepa?— cuestiona la rubia— Porque para que estés tan preocupada.
—¿Puedo entrar a tu departamento?
Mega asintió.
—Lío no hay, Tine.
Después de estacionar el coche en el parqueadero, y estar en el elevador con un silencio medianamente incómodo. Lograron entrar al pequeño departamento de Meg.
—Sí quieres ve a mi habitación, mientras preparo té.
—No quiero té, un café estaría bien.
—En tu estado no es muy beneficioso el café— es lo último que dice Meg antes de irse a la cocina.
Christine solo asintió.
La castaña se recostó en la cama de su mejor amiga, por un momento encendió su teléfono solo para admirar su fondo de pantalla: el día de su boda. Posiblemente uno de los días más felices de su vida.
En la foto se observaba una Christine muy sonriente, junto a su esposo, quien le está dando un beso en la mejilla, de fondo la iglesia donde había sido la ceremonia. Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de la soprano; le daba mucha alegría y nostalgia toso lo que ambos pasaron para poderse casar, empezando porque a Erik le faltaba realizar la confirmación.
—Si tan solo...
Christine se vió interrumpida por su mejor amiga.
—Traje galletas de chocolate, porque dicen que sube el ánimo. Además de eso, si el bebé se mueve, es porque es niña sino es niño,
—No sé si quiera tenerle...
Meg hizo un mohín con sus labios, suspiró.
—No soy quien para decidir sobre tu vida, pero lo único que espero es que esa decisión la estés tomando por ti y no por Erik.
"...no por Erik", repitió Christine en su mente.
—No sé cómo decirle, Meg...— la voz de Christine se quebró por completo, Meg no dudó en abrazarle de inmediato— me da miedo su reacción, porque siempre que yo le nombro el tema de ser padres me dice que con Sasha estamos bien.
Christine hizo una breve pausa, tomó un sorbo de su té mientras sentía como su mejor amiga le acariciaba el cabello tratando de tranquilizarla.
—No puedes ocultar el embarazo por toda la eternidad, ni mucho menso dejar que tu bebé sienta que no lo amas... o bueno, es mi parecer— habló Meg, después de darle un mordisco a su galleta— Lo que quiero decir es, que tu decisión es respetada y él debe aceptarla. Además, no puede ni tiene el derecho de mandar sobre tu cuerpo.
❤️.
Christine se encontraba arreglando su comedor con la cena que había preparado, su espos había estado en una junta bastante larga, quería que él llegara a casa y viera que podía relajarse y estar bien.
En un pequeño cofre de madera se encontraba la prueba de embarazo, y un par de zapatitos de bebé. Christine decidió tomar el riesgo total a cualquier situación que ocurriera, aunque le gustaba más la idea en la que ambos estarían felices por el bebé que viene en camino.
—Ya llegué, Chris.
Lo primero en escucharse fueron los ladridos de Sasha, la perrita se emocionó bastante por la llegada de su amo. Mientras que Christine empezó a temblar en la cocina.
—Pero qué es esta delicia, muero de hambre— escuchó a su esposo hablar de nuevo, pero esta vez cerca de ella. El tenor le agarró de la cintura y le dio un beso en la mejilla—. Buenas noches, esposa mía.
—Bonne nuit, mon amour— la castaña volteó un poco su rostro para poder darle un beso en los labios—. Ve pasando al comedor, ya termino de arreglar estos trastes y paso a comer.
Erik volvió a darle un beso en los labios a Christine.
La castaña terminó de arreglar los trastes en el mueble, después de secarse las manos, respiró profundo y se fue hacia el comedor.
—¿Qué tal estuvo el trabajo, Erik?— cuestionó la soprano, mientras se acomodaba en la silla. El susodicho le alcanzó un par de cubiertos— ¿Dificil?
—De hecho, tenemos nuevo proyecto— respondió, bastante emocionado, a lo que Christine sonrió—. Hubiese sido bueno que estuvieras, fueron clientes demasiado accesibles. El proyecto es para Canadá.
Christine le dió el primer bocado a su comida, quizá por la ansiedad que estaba presentando no pudo digerir con facilidad el alimento. Cosa que trató de ocultarle a Erik.
—¿Qué tal tú?— preguntó Erik, mientras comía— ¿Los ensayos de hoy cómo estuvieron?
Christine asintió.
—Bien, de hecho estuvo liviano el día.
Erik acarició la mano derecha de su esposa, mientras que esta le huía con la mirada. El hombre siguió comiendo con tranquilidad mientras escuchaba a Christine hablando sobre su rutina del día, hasta que su mirada se percató del pequeño cofre.
—¿Qué es esto?
Christine tragó duro.
Su mente en ese momento divagaba en todas las maneras posibles de rezar un Ave María, de pedir ayuda divina para poder hablar.
— Es para ti— respondió ella.
Erik miró con extrañeza aquel cofre, pero a la vez con un toque de curiosidad.
—No es que me gusten las sorpresas, pero...— se interrumpió al ver lo que había dentro del cofre, su mirada se dirigió a su esposa— ¿Qué es esto?
Christine no respondió.
Erik levantó la prueba de embarazo.
—¿¡Qué es esto, carajo!?— cuestionó de nuevo, bastante enojado, le dio un golpe a la mesa haciendo que Christine se sobresaltara— ¡Responde, joder!
—Estoy embarazada.
Erik tiró sobre la mesa la prueba, luego dibujó su rostro con ambas manos. Aquella reacción era la que Christine se había soñado hacía un par de días.
—¿Cuántas semanas tienes?
—Trece semanas.
Otro golpe a la mesa.
—Mañana mismo vamos a la clínica y te realizas un aborto, y si puedes que de una vez te liguen las trompas.
Christine abrió los ojos de par en par.
—No puedes venir a tomar decisiones sobre mi cuerpo, ¿qué mierda te pasa?
—Tú solamente tenías que colocarte la maldita inyección, Daaé. ¡Esa era tu puta obligación!— gritó Erik, haciendo que Christine de nuevo se sobresaltara— Yo nunca estaré listo para ser padre... tenía tantos planes para nosotros.
Christine apretó los puños para contener las ganas de lanzarle la botella de vino.
—¿Y en dónde quedo yo? ¿¡ah!?— levantó la voz—, los anticonceptivos no siempre funcionan, tú tienes la jodida costumbre de no usar condón. ¡Vete a la mierda, Erik!
Christine se levantó de la mesa con el enojo vivo, alcanzó a escuchar las maldiciones que su esposo estaba exclamando. Solo que esta vez, no le importó cerrarle la puerta de la habitación en la cara.
Se recostó sobre la puerta, aún escuchaba como su esposo tenía la ira descontrolada. Sus manos temblaban, su frente estaba empapada de sudor, y sentía bastante fuerte los latidos que provenían de su vientre.
De inmediato colocó su mano allí.
—Perdona a tu papá... no haré lo que dijo... yo si te amo, pedazo mío.
Esa noche la recordaría muy bien por el resto de sus días.
all too well (phantom's version)
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