2
Christine despertó sintiendo un ligero frío por su columna vertebral. Parpadeó un par de veces, mientras sus orbes avellanas se acoplaban a la ligera luz del día.
Estaba sola.
Su esposo no estaba a su lado.
Cómo pudo, se apoyó sobre uno de sus codos mientras que con su otra mano sostenía el edredón a la altura de sus pechos.
—¿Erik?
No recibió respuesta alguna.
Segundo, tercer, cuarto llamado, no hubo respuesta. Nuevamente volvió a sentirse vacía, pero más que vacía, se sentía usada.
Había empezado su vida sexual con él días después de su compromiso. Todo era con consentimiento de ambas partes. Sin embargo, últimamente todo se estaba convirtiendo en algo monótono e incómodo algunas veces.
Ella extrañaba despertarse con un beso de parte de él, o despertar siendo abrazada por su esposo. En ocasiones ella notaba que a él ya le daba la misma cuando tenían sexo. Pero era uno de los que más insistía en que Christine se tomara las pastillas diarias y que si era necesario, colocarse una de esas reconocidas inyecciones para planificar.
Algo que a ella ya no le gustaba y estaba tratando de dejar.
De repente, una lágrima rodó por su mejilla.
En ocasiones ella se preguntaba si estas situaciones eran comunes en el matrimonio, al punto de que tenia pensado preguntarle eso a su madrastra. Aunque después esa idea se le borraba de su mente, puesto que su padre fue un hombre muy amoroso en todos los sentidos.
Christine terminó su baño de agua fría.
Esta vez lo había hecho de esa forma para poder disipar cada pensamiento negativo que le impidiera seguir bien el día.
Al salir de la ducha, notó que su teléfono alumbraba.
Era él.
—Buenos días— respondió ella en un tono muy serio.
—¿Cómo amaneció la mujer de mi vida?
—Ya es la enésima vez que me haces lo mismo, Muhlheim. Por lo menos que me hubieses dicho que te ibas— por un momento sintió como un nudo en la garganta se iba formando, al otro lado de la línea se escuchó un suspiro—. ¿Te doy asco? ¿Es eso?
—Cissy no empieces... estoy en la puerta, con el desayuno.
Christine colgó de inmediato.
Bajó corriendo al primer nivel como si su vida dependiera de verlo, apenas abrió la puerta se abalanzó sobre él. Como si la situación de hace unos minutos no hubiera ocurrido, ambos sellaron ese saludo en un beso.
Pero en un beso algo salvaje.
El desayuno se fue al carajo, al momento en que Erik la toma por los muslos para cargarla, cierra de un portazo, y sube a la segunda planta con rapidez mientras los labios de la castaña devoraban los suyos con una mezcla de placer y lujuria.
Llegar a la habitación no fue un impedimento para poder hacer todo lo que hicieron.
Minutos o quizás una hora paso para que al final esa habitación estuviera más destrozada que en un inicio. Las ropas de ambos en el suelo, al igual que algunas cobijas.
La pobre Sasha rasgaba la puerta de la alcoba pidiendo con impaciencia su desayuno.
—Uh...— exclamó la joven castaña, mientras jadeaba— Estuviste increíble.
Erik volvió a besarle los labios.
—El mejor mañanero que hemos tenido.
—De muchos.
Christine recostó su cabeza sobre el pecho de su esposo. Podía apreciar que el corazón de su amado estaba muy acelerado.
Se quedaron en silencio por un buen rato. Solo escuchaban las respiraciones del otro, mientras que Erik pasaba su mano por sus crespos.
—¿Nos damos un baño?
Christine levantó un poco su cabeza.
—¿Quién soy para negarme tal petición?— habló, junto a una sonrisa.
Después de aquella respuesta, ambos se levantaron para ir a tomar una ducha juntos.
—Gabbie, calma, todo ha de pasar...
Ese fue Erik, alcanzándole una caja de paños a su cuñada, quien lloraba de manera desconsolada sobre el regazo de su hermana.
Alexandra le había terminado.
—Eso lo dices porque el amor de tu vida nunca se negó a estar contigo...
Christine miró con preocupación a su esposo.
La relación que tenía su hermana menor había sido de varios años. Por ende el proceso de ruptura quizá sería un poco más agobiante.
Y ni hablar de que Alexa había sido su primera vez en todo.
—Yo sé que soy bisexual, Tine, pero nunca se me pasó por la cabeza serle infiel con un chico... la amé demasiado, más que a mi misma.
—¿Fue con un chico?— cuestionó el tenor— Eso es ser mucho mal nacido en esta vida.
Christiné golpeó la pierna de su esposo.
—¿Qué?
—No es momento para venir a echar maldiciones a nadie.
—Déjalo... tiene razón— Gabbie se levantó del regazo de su hermana, limpió sus mejillas—. Esa relación llevaba año y medio.
Christine miró con incredulidad a su hermana. Y aunque ella no había pasado por la misma situación, ni su esposo; solo le quedaba ponerse en los zapatos de su hermana y comprender su dolor.
—Quedé.
—Igual...— suspiró Christine.
Un silencio ensordecedor se formó en el living, no se escuchaban más que los suspiros de la adolescente. No fue hasta que Erik se levantó del sofa y se fue hacia la Alexa.
—Alexa, reproducir...— su mente se quedó en blanco por un momento, la canción que había pensado era en el idioma de su suegro. Suspiró— Reproducir 'Gata bajo la lluvia', desde spotify.
La Alexa atendió la orden.
—¿No es mejor Picture to burn?
—En este momento no estoy para ponerme en modo swiftie, Christine, estoy es para desahogar esta pena.
Erik preparó unas copitas de vino en el minibar que tenían en el living. Era conciente de que esa noche iba a estar en riesgo la alfombra, así que, sí o sí, la tenían que retirar del suelo cuanto antes.
Colocó la bandeja de las bebidas sobre la mesita de centro.
—Ya no seré tuya... seré la gata... bajo la lluvia— cantó Gabbie, con un poco de exageració, la copa que ella había tomado, ya no tenía producto en ella. Eso fue cual vaso de agua.
Christine miró a su esposo con desaprobación.
—Déjala, ya mañana verás que será borrón y cuenta nueva, mon amour— dijo el hombre de la máscara, mientras bebía de su copa.
Christine meditó por un momento, se encogió de hombros para luego chocar su copa con la de su esposo.
¿Alguna vez han sentido ese nudo en el estómago? ¿Ese que te provoca la ansiedad por lo que crees que pasará en tu futuro?
Esa era la sensación que estaba sintiendo Christine mientras disfrutaba de un rato agradable junto con su hermana y su marido. Su mente no dejaba de mostrarle escenarios, por un momento creyó que era cuestión del vino.
O eso esperaba que fuera.
Solo una alusinación provocada por el alcohol.
Pero en unas semanas, eso no iba a ser así.
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