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La ciudad de Paris era azotada por el cruel invierno de diciembre.

Sus mañanas llenas de nieve y sus bajas temperaturas le daban un toque extraña a la capital, pero a la vez un toque hermoso. Una perfecta contradicción que todos los habitantes de este lugar sabían. Desde los más chicos hasta los más adultos.

Paris era adornada de muchas luces cálidas, guirnaldas de todos los colores, campanas, nacimientos y arboles navideños. Los villancicos sonaban no solo en las parroquias sino en diferentes calles, dando el anuncio a que el 24 de diciembre no demoraba en llegar. Pero hoy, en especial, era el día en que muchas familias se alistaban con sus mejores trajes e iban a pasar un buen rato agradable con una reconocida obra de teatro que se haría en la casa de Garnier, o más conocida de antaño como: La ópera Garnier.

La apertura del lugar fue con anticipación a la hora en que el telón se subiría para dar inicio a la función. Los más pequeños de la familia estaban muy emocionados por poder disfrutar en vivo de una historia tan divertida y conmovedora como lo era: Los fantasmas de Scrooge.

La casa Garnier estaba decorada para la ocasión.

Varios de los visitantes no dejaban pasar el hecho de ir a la cámara de fotos con sus acompañantes para que quedaran en su galeria registrado ese momento unico. Otros se encontraban acomodando en sus asientos, de manera paciente.

¿Y tras bambalinas?

El elenco se encontraba haciendo los calentamientos previos antes de la obra, querían que todo saliera bastante bien y al pie de la letra. Cero equivocaciones, todo perfecto. Aunque... hoy era más que especial, porque una de las chicas haría su debut esta noche, ya no sería parte del ensamble, sería uno de los personajes principales.

¿Su nombre?

Christine.

Christine Daaé, una chica de origen sueco, que por cosas familiares llegó a vivir a Paris a muy temprana edad. Quedó huérfana de padre a los quince años. Gustave Daaé falleció debido a problemas pulmonares, todo gracias al bendito tabaco que ella y su hermana odiaban con su ser; siendo ese el único defecto de él, se puede añadir que fue un buen padre: presente en todos los sentidos, nunca dijo un no con cosas que tuvieran que ver con sus hijas. Sì, volvió a casarse cuando Christine tenía tres años, con una joven española llamada Anne, la cual desde que conoció a la pequeña fue muy amorosa.

Cuando Anne tuvo a Gabrielle, se encargó junto con su esposo, de que ambas niñas crecieran en un buen hogar y siendo buenas hermanas.

La mayor de las Daaé se encontraba arreglando los últimos detalles de su maquillaje, sentía que la ansiedad en algún momento haría que le diera un infarto. Respiró profundo tres veces mientras jugueteaba con el dije de su cadena: su anillo de matrimonio.

Porque sí, la joven castaña llevaba un año de casada con Erik Muhlheim, uno de los tenores reconocidos de la ópera. Un hombre que ha dado todo por ella desde el primer momento en que se vieron.

—Mis ojos se deslumbran con tanta belleza única.

Christine sonrìe al reconocer esa voz.

—Erik.

El joven de ojos azules se acerca a ella para plantar un casto beso sobre sus labios.

—Te ves hermosa, mi ángel.

—Tú no te quedas atrás, ¿eh?— dijo la chica, aun con la sonrisa en sus labios—. ¿Cómo te fue hoy en el hospital?

Erik podría ser un hombre apuesto, pero había un factor de inseguridad en su rostro que llegó a perjudicarle por muchos años hasta que decidió someterse a un tratamiento de reconstrucción. Desde que tiene memoria, él a usado una pequeña máscara sobre el costado derecho de su rostro para tapar el daño hereditario, algo irreversible que llegó a costarle el poder llevar una infancia y adolescencia en paz.

El hombre de cabellos negros torció la comisura de sus labios, lo que le indicó a su esposa que no serían buenas noticias.

—Hay mucha piel afectada. Se suponía que ya estaba cerca de terminar las cirugías pero no va a ser así, según lo que me dijo el doctor— explicó, sin tanta energía. Christine puso la palma de su mano sobre la mejilla libre de èl—. Esperemos qué me dicen en la próxima consulta.

Christine se inclina un poco hacia adelante, dejando un espacio muy reducido entre ellos dos. Sus ojos color avellana brillaban junto a las luces led del camerino.

—Ten fe, que todo va a salir bien, mon amour, Dios es el único que tiene la respuesta final.

—Sigo sin comprender como puedes creer en él tan firmemente, y yo desde el segundo uno de mi desgraciada vida no he podido.

—Tu vida no es desgraciada, entiende eso— le regañó la castaña, después de darle un ligero golpe en la mejilla. Christine se levantó de su silla para poderse admirar de manera completa en el espejo—. Si lo fuera, no sería tu esposa y la futura madre de tus hijos.

—Si con hijos te refieres a Sasha, eres una excelente mamá.

La sonrisa de la castaña se desvaneció.

Desde que había conocido a su esposo, había anhelado en algún momento quedar embarazada. Era una etapa que a ella le ilusionaba mucho por pasar. Su esposo insistía que con su perrita Sasha estaban más que completos, pero ella no lo siente así.

—Ella es mi hija perruna, pero yo quiero ser mamá humana, ¿sabes?— habló. Se volteó de perfil y fingió tener un vientre grande— Además sería una mamá muy sexi, ¿no crees?

Erik se colocó a su lado, la rodeó con sus brazos para después darle un beso en la mejilla.

—Sí, pero ya hemos hablado de este tema— dijo, con una seriedad que ella no comprendía—. Ahora, madame, me dispondré a irme a mi palco reservado para poder admirarla en su debut.

—¿El palco cinco?

Erik asintió.

—Desde ahi tengo una muy buena vista— respondió, después de darle un beso en la frente a la castaña—. Rompete una pierna, te amo.

Cuando él se fue, ella suspiro.

Pocos minutos después ella fue llamada para su primer acto.

La emoción se veía con claridad en sus ojos, se notaba el amor que tenía por su carrera. Por lo que hacía.

Su familia, junto a su esposo se encontraban en el palco cinco del teatro admirando el talento innato de esta chica. Después del estreno, los cinco salieron a cenar a uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad.

Y menciono cinco, porque entre esas personas iba la pareja de Gabrielle, Alexandra.

—Un brindis por el estreno de mi hermana— exclamó la ojiazul al levantar su copa—. De mi parte siempre recibirás buenos y grandes deseos para tu vida, Tine.

La susodicha sonrió enternecida. Su hermana siempre había sido ese soporte en todo momento, a pesar de que se llevaran casi cinco años, Gabrielle siempre había metido sus narices en las cosas de Christine para acompañarla.

—Mi esposa es muy talentosa, y se sabe, querida cuñada.

—Y que empieza tu ego, mascarita— ironizó la chica, después de rodar los ojos—. Ahorita dice: Y tengo la mejor escritora como cuñada.

Las risas estallaron en la mesa.

Gabrielle y Erik tenían una buena relación como cuñados. En ocasiones la chica llegaba a decir que su hermana y él eran esa familia disfuncional que la adoptaban en ocasiones para ir al centro comercial. Aunque habían cosas de Erik, que no iban de la mano con los ideales de Gabrielle.

—Mi princesa, no sabes lo mucho que me siento orgullosa de ti, sé que papá también está más que orgulloso— ahora fue el turno de que Anne, la madrastra de Christine, hablara—. Tienes una voz muy dulce y angelical.

—Gracias, mami Anne— dio como respuesta Christine, al tomar de la mano a la mujer rubia—. Lo que desearía que papá estuviera con nosotros esta noche.

—Yo le caería mejor a mi suegro que Erik— bromeó la pelirroja, para después darle un beso en la mejilla a su novia.

—Por lo menos yo le pedí matrimonio a Christine antes de cumplir un año de novios, tú llevas con Gabbie casi tres años y no veo anillo en el dedo.

Las mejillas de Alexandra se tornaron de un color carmesí, no había nada que refutar en ese argumento, pero quizá como punto a favor era que tanto ella como Gabrielle tenían dieciséis cuando decidieron ser pareja.

—Cuando vayamos a un concierto de Taylor Alisson Swift, no diremos nada pero habrán señales en Love Story.

—Otra que quiere ser parte de un cliché— se quejó Anne, en modo de broma—. ¿Me recuerdas qué canción fue el vals de estos dos?

Christine comenzó a reír junto a su esposo.

—Fue un pequeño mashup entre Enchanted y Love story, añadiendo que el baile sorpresa con Erik fue con Wonderwall.

—Buena canción, por cierto— acotó el hombre de ojos claros, mientras tomaba un sorbo de vino.

El tono del celular de Christine interrumpió la conversación.

La castaña se emocionó al saber de quien trataba la FaceTime.

—¡Little Lotte, hola!

—¡Raoul, hola!— exclamó la castaña— ¿Cómo estás? Creí que vendrías.

—No, pequeña. Los asuntos con la marina se han puesto complicados últimamente, y ya sabes cómo es mi hermano con eso— se excusó el joven, en su mirada se notaba un poco el agotamiento físico—. Pero, ¿cómo salió todo? ¿Ahorita estás cenando?

Christine colocó por un momento la cámara trasera de su iPhone para enfocar a toda la mesa.

—Saluden a Raoul, familia.

—¿Esa otra adulta es tu hermana? ¡Madame Anne, un gusto verle de nuevo!

—Sì, Gabbie ya tiene veinte años.

La castaña arrebató por un momento el celular de su hermana.

—Ya no quiero ser adulta, Raoul, soy una niña atrapada en el cuerpo sexi de una adulta— exclamó Gabrielle, fingiendo sufrimiento, para luego reír—. Creí que ibas a venir, recuerda que Erik y tú son mis padres adoptivos de vez en cuando. Por cierto, tengo novia, ¿cierto que es bonita?

Raoul no resistió ante la risa.

—Me dijiste mil cosas en un minuto, Gabbie. Pero, qué bien que tengas una bonita relación, son una pareja muy linda.

—¡Gracias!— exclamaron las dos chicas.

Christine le pidió el celular a su hermana, en ese momento ella se recostó sobre el hombro de su esposo.

—Mi esposo nos invitó a cenar, saluda Erik.

—Raoul.

—Erik.

Entre estos dos no había una buena amistad, más bien todo lo contrario. No obstante, estos dos lo disimulaban por Christine. Aunque ella no lo notase, se podría decir que su mejor amigo de infancia tenía ligeros sentimientos por ella, pero respetaba el hecho de que ella ahora estaba casada.

—Espero que las cosas con Chris vayan bien, quiero que mi amiga sea feliz.

—De eso no se preocupe, capitán, mi esposa recibe mejor trato que la misma reina de Inglaterra—respondió, algo odioso—. Espero que las cosas en Canadá estén bien.

A lo último, el hombre de la máscara levantó la copa y bebió lo poco que le quedaba en esta.

—Tengo un llamado, te escribo luego, Little Lotte. Tengan una buena noche.

—Cuidate, Raoul, gracias por la llamada.

La llamada finalizó.

La cena continuó en un buen ambiente, o eso era lo que trataban de fingir.




All too well (phantom's version)

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