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8. Estrías.

Hi~ Les dejo el capítulo de hoy un poco volando porque hoy fue la primera sesión oficial que tuve para inyectarme corticoides en las cicatrices y duele como la mierda, necesito tumbarme a morir un rato. Este capítulo es más que nada de transición para enfocarnos en Eiji y eso~

Espero que les guste.

—Ash. —Eiji pronuncia su nombre como si fuese algo ajeno, permite que las letras se derritan en su lengua igual que una especie de caramelo, sin embargo hay una amargura subyacente que no puede ignorar por más que lo desee, una amargura que se ha vuelto cada vez más real a causa de la terapia.

—¿Qué ocurre? —El nombrado se asoma por la puerta del baño, se está secando el cabello y él tiene muchas ganas de pasear sus dedos por esos mechones tan finos y dorados que parecen hilos de oro.

No lo hace.

No más.

—¿Puedes prestarme una de tus camisas?

—¿Eh? —La pregunta lo toma por sorpresa y el sonrojo en sus mejillas no lo disimula—. ¿Para qué...?

—Las mías no me cierran. —Entonces dice apuntando hacia su vientre, le preocupa su tamaño, sigue siendo pequeño en comparación a lo esperado, por eso se concibe aliviado de que sus prendas hasta estiren cuando quiere cerrarlas y los suéteres se empiecen a ver más mullidos (no tanto por la tela).

—Claro. —Ash parpadea, saliendo de su trance, sus pasos húmedos dejan marcas en la alfombra, le recuerda a las huellas que dejaron en Cape Cod su primer verano juntos, cuando él comprendió que se había enamorado entre pescado y papas fritas. Bananas. Nueces. Chips de chocolate. Cereza.

—Gracias. —Limpiándose los dedos grasientos en las camisetas, bebiendo de una Coca-Cola grande, todavía con la ropa puesta nadando en el río. Sí, ahora que lo mira en retrospectiva ese fue el último verano en que pudieron ser solo niños.

Antes de las cartas empapadas de amor y las puñaladas en bibliotecas.

Antes de los matrimonios disfuncionales.

Antes de los bebés sin padres.

Antes del...

Suspira.

Antes del engaño.

—¿Cualquiera está bien? —Se lo pregunta con una voz suave, extremadamente suave, igual que ese toque de crema que Eiji suele poner a escondidas en el café, sabe que Ash no tolera lo amargo pero también entiende la magnitud de su orgullo y que jamás pondrá un chorro de leche, crema o siquiera azúcar ante sus subordinados, por eso tiende a hacerlo a "escondidas", tiene un orgullo que amparar y eso le saca una sonrisa—. ¿O tienes preferencia por alguna en particular?

—No. —Lo escucha rebuscar en su closet, más no está seguro, no se atreve a levantar la cabeza, han pasado muchas cosas extrañamente incómodas desde esa primera sesión—. Cualquiera está bien.

—Esta. —Entonces Ash agita una camisa celeste que conoce a la perfección—. Siempre me encanto la manera en que el color te luce. —La vistió cuando le tomó esa fotografía frente a la ventana, con su cadera apoyada en el marco de la lumbrera, su rostro contra su rodilla, se miraba tranquilo, como si estuviese durmiendo o tal vez, rezando. Era hermoso, se veía como un ángel, lo inspiró para que...

«Amanecer» llamó la fotografía.

Este libro está dedicado a mi amigo A... quién se convirtió en mi amanecer.

—Gracias.

—Te ayudo. —Pero no quiere su ayuda, o mejor dicho, no quiere que lo ayude a desabotonarse tras aquella bomba en su relación, ¿esa fue la verdadera razón para pedirle el divorcio?, ¿encontró a una persona más adecuada?, ¿alguien que pudiera entenderlo y lo hiciera feliz?

—Gracias. —Es terrible sentir sus dedos enrollándose en la tela y es aún peor cuando por accidente...

—Pateó. —Su hijito lo reconoce y lo llama—. Pateó de verdad.

—Sí. —Eiji se abraza a sí mismo, permite que le quite la otra camisa y prácticamente le arrebata esta nueva prenda para esconder su desnudez y disimular su vergüenza—. Creo que te reconoce.

—Eso es bueno. —Ash luce tan deslumbrado por ese mero roce lo que es indignante porque todavía no le cabe en la cabeza cómo esa noche que lo concibieron pudo estar antes con otra persona, pero supone que tiene sentido, lo veía de manera constante en sus padres, luego de que su mamá pasaba la noche afuera recuerda que llegaba especialmente cariñosa con su papá. Es culpa—. ¿Verdad?

—Sí. —La culpa hace este tipo de cosas como arrastrarlo a terapia y querer ser el buen papá, debería estar agradecido de hecho, podría haberlo reprochado por mentirle sobre haberse hecho el examen que delataría su condición o firmar el divorcio sin antes intentarlo pero no lo hizo, Ash continúa acá.

¿Por qué?

¿Por qué sigues a mi lado?

El recuerdo de la adopción casi consumada de Dino flota en su mente igual que un cadáver en el río, recuerda que ese fue un tema especialmente difícil antes de que se casaran, sin duda oír esos planes de adopción fue la broma más enferma que había escuchado, resuena que aunque Ash carcajeó sus ojos lloraban y no lo culpa, hasta Eiji vio lo absurdo de esa situación, luego de tantos años de abuso... ¿de verdad se atrevió a salir con esto? Fue despojarlo de misericordia, fue decirle: «no eres humano, no lo fuiste antes y nunca lo serás» por eso su apellido real en su matrimonio es significativo, se casó con Aslan Jade Callenreese, no Golzine. Y no comprende porqué aparece este flashback en su cabeza hasta que encuentra esa misma mirada destrozada en sus jades.

Una mirada de: «Dijiste que no entiendo cómo se siente la gente sin talento. ¿Pero acaso entiendes cómo me siento yo? Nunca deseé este talento, ¡en ningún momento de mi vida!».

Una mirada de impotencia absoluta e ira desmesurada contra un mundo tan injusto que masticó su infancia, la saboreó, la mordisqueó y la escupió en forma de soldado retirado que se asemejaba más a un cascarón vacío que al héroe que adoró, Griff apenas podía balbucear dos palabras: banana fish.

Una mirada de tú-sí-sabes-cómo-volar.

Y yo no.

No entiende, se supone que si lo engañó fue porque encontró todas esas cosas que Eiji jamás podría darle ya sea como pareja o compañía, su madre solía decirle que un matrimonio podía darte máximo unas tres cualidades, que ella había elegido: confort, la seguridad económica y la estabilidad encima de todas las demás y las demás debía buscarlas en otro lugar. ¿Qué eligió Ash de él? ¿Qué eligió Ash de ese alguien más? Y Ni siquiera debería importarle, Ash veía lo delicado que era el tema del engaño justamente por los mismos trasfondos del linaje Okumura y aun así lo engañó, por ende, lo más fácil sería arrancarse esos viejos hábitos y resignarse al rencor. Pero independiente de lo que ocurra ante su relación romántica, ahora tienen algo superior que los une, un bebé, un pequeño. Y por eso deben llevarse bien o al menos, civilizadamente. Además, ¿para qué se engaña?

Conoce a Aslan.

—Ash. —Lo conoce y aunque está dolido en esta montaña rusa emocional que impresiona no tener final, no va a permitirse ahogar en su propia experiencia, no va a asumir nada—. ¿Puedo preguntarte algo? —Entonces la capa blanquecina en sus pupilas brilla.

—Ya me estás preguntando algo. —Le repite con su característico sentido del humor, al menos cree que hay un avance en eso de la comunicación, al menos su matrimonio no es más un campo minado.

—Eso que dijiste en terapia...

—¿Qué hay con eso? —Lo escucha tragar duro y de repente, es evidente: el tema también lo hiere.

—¿Por qué me engañaste? —Ni siquiera lo ha formulado en totalidad y su (¿ex?) marido se observa dolido por tan cortante consulta, aunque Aslan se jure que posee talento para esconder emociones, el japonés se ha convertido en un versado para leerlo—. ¿Qué fue lo que hice mal?

—Nada. —Baja el mentón y se mira frágil, como una torre de cartas a punto de desarmarse—. Nunca podrías haber hecho algo mal, tú... —Ríe, incrédulo—. Tú eres maravilloso.

—¿Entonces por qué? —La voz se le dispara in crescendo—. ¿Si soy tan maravilloso por qué tratas de dejarme todo el tiempo? —¿No ves que me duele? ¿No ves que te necesito?

—Eiji...

—¿Al menos te gusta esa persona? —El lince retrocede horrorizado, como si con la interrogante lo acabase de apuñalar—. ¿Valió la pena? No terminamos la conversación luego de la sesión, necesito saberlo, necesito saber quién formará parte de la vida del bebé. —La catástrofe lo inunda todo sobre posibles madrastras o amantes o lo que sea, está demasiado empañado por el engaño de su papá.

—No quiero hablar de eso. —Le da risa que le diga eso con una voz tan frágil, como si fuese el herido y no él—. No todavía.

—¿Amabas a esa persona? —Algo en el rostro de Ash se vuelve sombrío, no sabe si es por costumbre o mero masoquismo, no obstante, sus alarmas mentales se encienden de golpe y entonces lo ve: ha pasado algo terrible esa noche de lo que tal vez no se siente preparado para hablar.

—No. —Se hace pequeño en su propia camisa, su cabello aún gotea y sus dedos tiritan alrededor de sus hombros y de pronto, lo sostiene muy fuerte—. No lo amaba, ni siquiera quería...

—Ash.

—Pero tampoco puedo... —No puede seguir e impresiona al borde del llanto—. No ahora, por favor.

—¿Por qué tenemos que ver a la pandilla? —Asiente.

—Y no quiero que ellos me vean así, sé que no soy su líder como tal. —Gracias a que ha delegado el mando a Alex o al menos, la mitad—. Pero no soportaría que vieran esta parte de mí.

—¿Por qué? —Su pregunta no ataca, al contrario, acoge—. ¿Por qué es tan difícil confiar en quienes te aman?

—Porque la presión para estar bien a veces es insoportable. —Y vaya, es la primera vez que escucha a Aslan ser tan sincero sobre sus batallas—. Lo entiendo, sé lo que debo hacer para arreglar eso que pasa, pero me da rabia, era más fácil sobrevivir antes, era mucho más fácil fingir que no me afectaba, porque en algún punto olvidaba que estaba fingiendo y era un alivio, pero esto... —Su palma navega hacia el vientre de Eiji y desprende de aquella calidez que le ha hecho tanta falta—. No puedo fingir si esto, si ese bebé. —Se corrige—. Está ahí.

—No creo que ese bebé necesite de un super papá. —Entonces le dice—. Creo que solo te necesita.

—Dices eso ahora porque aún no sale traumado. —Eiji se ríe de verdad.

—Eres un idiota.

—Un idiota cuya camisa estás usando.

—¿Y me queda bonita? —Pregunta cegado por los viejos hábitos y no espera recibir respuesta seria siendo sincero.

—Sí. —Pero Aslan ladea el mentón, vislumbrándolo con una adoración absoluta que lo hace sentirse como la persona más especial en la faz de la tierra y es un dolor ambivalente que se expande en las profundidades de su corazón hacia el último ápice de su sangre—. Te ves precioso. —Es de esa clase de miradas que antes solía darle cuando Eiji iba a dormir en la biblioteca o iban a citas en cafeterías, comían perritos calientes e incluso el día de su boda.

«Mi alma siempre estará contigo».

Es una mirada de eso.

—Eres precioso, Eiji.

—No lo soy. —Ríe nervioso.

—Lo eres. —Pero Aslan eleva su mentón y Dios—. Eres lo más precioso que jamás he contemplado, por eso esto es tan duro, me la pones difícil, ni siquiera debería sorprenderme considerando lo terco que tiendes a ser cuando se trata de mí, pero aun así. —Le sonríe—. Es difícil.

Y en este momento, en lugar de erupcionar con una ola de cólera como desearía, se quiebra. Porque la mirada de Ash lo enfría de golpe, haciéndole saber que en cualquier instante se romperá en llanto, le duele esta distancia entre ellos dos, le duele que exista un bebé en pleno divorcio, duele que haya un engaño de por medio y le duele aún más siquiera considerar la posibilidad de que Aslan, su dulce, valiente y hermoso Aslan, no lo haya consensuado. Y tiene sentido, ¿verdad? Eso explicaría la lejanía, la desesperanza, lo reactivos que están sus síntomas y lo encerrado que ha quedado en esta carcasa, actuando una y otra vez como un maldito leopardo cuando dijo que era un humano. Puede cambiar, pero debe ser duro cambiar si la vida te golpea constantemente para que recuerdes lo que eres y lo que a la vez, no eres: «no eres humano, no lo fuiste antes y nunca lo serás» entonces piensa.

—Ash. —Tocan el timbre y deben separarse—. Gracias.

—¿Por qué? —Sus ojos adquieren un brillo incógnito que seca su boca porque pase lo que pase bajo esta situación deberá enfrentarlo, Ibe tiene razón, Ash es el padre de su hijo y no va a privarlo de la experiencia si desea ser parte, así que de todas maneras, fuese engaño o no, necesitan resolver eso.

—Por ir a terapia e intentarlo conmigo.

—Oh. —El más joven se encoge en su propia camisa, ni siquiera se ha puesto los pantalones pero el chillido del timbre se vuelve más y más insistente—. No fue nada.

—Lo fue. —Algo en su ternura hace que frunza el ceño y le muestre esas muecas dignas de un niño.

—Terminamos la sesión con una pelea. —Le recuerda—. Te dije que yo... —Pero Eiji apoya su palma contra el pecho de Aslan, deteniendo al tren de la catástrofe antes de que salga de la estación y vaya a descarrilarse.

—Más tarde. —Le da permiso—. Está bien que lo hablemos con más calma.

—Eiji.

—No tienes que explicarme algo muy concreto si te es doloroso o quizás yo soy quién está pensando demasiado, pero solo no te sientas forzado, nunca te obligaré a hablar sino estás listo. —Y verlo con un semblante tan vulnerable se siente como si alguien hubiera hecho grietas en su corazón y goteara a la alfombra, dejando una mancha roja en el pavimento.

—Gracias. —Entonces le dice.

—No. —La boca le pesa—. Lo siento. —A pesar de los años nunca está preparado para algo así, esto lo atormenta, ¿es peor saber o adivinar?, ¿es peor quedarse en su posición autoimpuesta donde es la víctima de su crueldad o tener las pelotas para volver a empezar?

Mierda, el matrimonio es duro.

Algo que jamás ha cambiado independiente del flujo de su relación son las reuniones que la pandilla tiene dentro de su apartamento, agradece que Bones y Kong lo continúen visitando, solían quejarse en demasía sobre las ambivalencias de su trabajo al decirle que si bien, era agradable cuidar al "chico del jefe" era mil veces más probable acabar muerto a mano de Ash a las de un enemigo por las nulas habilidades de esos dos a ser niñeras decentes. En retrospectiva, Eiji pensaba que se quedaban a su lado por una cuestión de obligación, luego se le ocurrió que era por costumbre, ahora concluye que siempre fueron amigos. Situación que corrobora por ser acunado y levantado por los fornidos brazos de Kong bajo los chillidos de Bones.

—Comencemos.

Basta una orden de Ash para que la atmósfera cambie y Eiji francamente no entiende de qué diablos están hablando (casi nunca lo hace) pero se queda en el comedor con una taza de chocolate caliente, le ha preparado a los chicos e impresionan extasiados por el trato hogareño, Ash odia que los mime, o eso dice al menos y en el fondo, sabe que por eso los sigue trayendo y no se reúnen en el bar, ama esa sensación hogareña.

—Esto se está convirtiendo en un problema. —Entonces Bones gimotea, balanceándose por el sillón en un extremo ajeno a la reunión, el chocolate caliente rebalsa la orilla, los malvaviscos se pegan en su colmillo, dándole un aspecto gracioso—. Siento que el jefe se está sobreinvolucrando.

—¿Eh?

—Sí, temo lo mismo. —Kong toma la palabra—. Parece personal el caso.

—Es personal. —La espuma se aparta como si fuese un iceberg bajo el alarido del más joven e incluso choca contra el otro extremo de la cerámica—. Es evidente.

—¿Qué es personal? —Entonces intercambian una mirada incrédula que deja un resqueme podrido bajo su lengua, incluso su bebé patea cual protesta—. ¿En qué está metido Ash?

—¿El jefe no le dijo? —Y susurran como si no estuviese sentado literalmente al lado—. Mierda, ¿por qué siempre acabamos en problemas? —La jardinera de Bones se tensa cuando se arroja para atrás.

—¿Está queriendo liderar otra vez?

—No.

—Chicos.

—No es eso, camaroncito. —Kong se encoge en el sofá, usando el menor espacio posible para evitar aplastarlos—. No hablamos de la pandilla, sino de su trabajo.

—¿Su trabajo? —Eiji ladea la cabeza, atento—. ¿El que tiene con Max? —No aprecia los detalles en su totalidad, sin embargo se profesa tranquilo de que Charlie y Jenkins estén para resguardarlo (más considerando que solo hace periodismo ¿verdad?).

—Solo digo que es sospechoso, Ash se pone a investigar a los pedófilos y de pronto estamos metidos otra vez en todo ese rollo de mafia. —Palidece, sus manos se congelan alrededor de la taza, el vapor del chocolate le hace cosquillas bajo la nariz, más se juzga amargo—. Se está exponiendo demasiado si ya tiene cierta reputación en ese ambiente, viste cómo llegó ese día luego de la subasta.

—¿Lo dices por su actitud?

—Creo.

—Yo no noté nada raro. —Kong se encoge de hombros, reticente—. Debe ser tu imaginación.

—No sé, llegó raro. —Pero Eiji no escucha más, al contrario, su cuerpo se torna muy pesado e incluso su bebé ha dejado de patear, como si supiera que debe prestar atención y atar cabos sueltos.

—¿Qué? —Apenas balbucea—. ¿De qué están hablando? —Y odia que sus amigos lo miren con tanta pena, como si fuese el único que no hubiese sabido—. Bones no puede estar hablando en serio.

—Bones tiene razón. —Suspira—. El jefe ha estado involucrándose demasiado en casos similares al Club Cod.

¿El Club Cod?

¿Casos de abuso infantil?

No. No. No. Debió escuchar mal, él estuvo en la sesión de alta terapéutica y todavía recuerda que la terapeuta de Aslan encarecidamente recalcó la importancia de cuidarse a sí mismo, no exponerse a esa clase de ambientes ni saltar a estímulos traumáticos sino se concibe preparado. ¿Acaso saboteó su terapia adrede? Ja, por qué le sorprende si Aslan puede ser muy autodestructivo, aunque tal vez está mirando esto con demasiada saña y tal vez, solo tal vez, lo hizo de su fragilidad y mirando hacia atrás, armando pieza por pieza, empezó a llegar más drenado del trabajo, le dijo que Max lo obligaba a trabajar como esclavo pero...¿quién es para juzgarlo? Luego de su lesión pasaba mirando al equipo de salto de pértiga porque a fin de cuentas, era importante para él y las personas no pensamos con juicio claro cuando se trata de pasión y vocación. Aslan solo quiso proteger a otros Aslans y no puede resentirlo por eso, menos si tendrán un Aslan bebé que cuidar.

—No sabía. —Entonces balbucea, mirándolo imponerse con Alex frente a los demás—. Creí que Ash llegaba a casa así de agotado por la universidad y... —Alto—. ¿Sigue yendo a clases?

—Hace un tiempo las dejó.

—Oh.

—Hace un tiempo el jefe se ve... —Bones frunce el ceño, el colmillo le presiona el labio y le sobresale, la duda lo carcome y de repente, tiene que abrazar muy fuerte a su bebé para disculparse tras haber sido tan injusto con su pareja por ser Okumura pero Ash no es su madre y Eiji no es su padre—. Mal.

—Distraído iba a decir yo. —Kong se queja.

—Por eso te dije que un divorcio no tenía sentido. —Refunfuña—. Es obvio que el jefe adora a Eiji.

—Ya deja el tema, al camaroncito no le gusta.

—No dejaré el tema hasta entender porqué el boss tiene que ser un completo idiota con la situación.

—Si te escucha te tumbará el otro colmillo.

—¡No importa! —A pesar de los gritos, es ignorado—. El jefe hace eso desde que lo conocemos, me molesta que cada vez que le pase algo bueno vea la manera de destruirlo al no creer que lo merece.

—¿No se supone que estaba en terapia?

—Uy, no sabía que si estabas en terapia una vez tu vida ya estaba solucionada. —Esta es la primera vez que escucha a Bones genuinamente indignado, está haciendo un puchero y se está atragantando con chocolate caliente amurrado, pero aún así, su indignación lo enternece—. Eres un idiota, Kong.

—¡Oye!

—Todos son idiotas acá excepto Eiji y yo. —Gruñe—. Especialmente el jefe ¿200 de IQ? Sus neuronas deben estar dormidas, porque si tiene la cabeza tan grande es por ego, no por inteligencia.

—Bones. —Y entonces la voz de Ash retumba y él palidece.

—¿S-Sí? —El tartamudeo lo convierte en una gallina.

—¿Estás escuchando o es necesario que vaya allá y te quite el chocolate caliente? —El aludido toma su taza y la esconde contra su pecho, protegiéndola como si fuese un tesoro en vez de cocoa barata.

—¡Estoy escuchando!

—¿Entonces estás de acuerdo?

Yes, boss! —El resto de la pandilla vitorea.

—Ya escucharon, Bones se hará cargo de sacar la basura por el resto del mes.

—¡Pero...!

Los chicos ríen.

Pero Eiji no puede reírse con ellos también.

—Nunca me cuentas nada cuando se trata de algo importante, ¿soy tan poco confiable? Lo siento. Sé que no me cuentas para mantenerme a salvo, pero me siento inútil al no poder hacer nada por ti.

¿Divorcio?

¿Esa es la única manera en que lo concibió posible?

Pasa el resto de la reunión inmerso en sus pensamientos, intentando procesarlo porque no es fácil, por un lado esta es la puerta de escape, tal como Yue dijo, se quemó siendo el cuidador la vez pasada y no sabe si se cree preparado para iniciar de cero, los procesos de recuperación son dolores de culo y si se quisiese desligar, quizás hacerse la vida más sencilla, podría deshacerse de Ash. Pero Eiji nunca ha mirado a Ash como una carga y aunque no se defiende por descuidarse a sí mismo sigue habiendo algo incondicional en su relación. Puede que personas (como su madre) rehúyan de las cosas cuando se ponen difíciles, lo observó en el quiebre silencioso que la enfermedad de su padre forjó, pero Eiji no cree que ese sea el caso y es más, aun divorciados o lo que sea, sabe que siempre tendrá a Aslan, es una cuestión de almas, es transcendental solo que en algún punto se permitió olvidarlo. No es su culpa, nadie vive el 100% del tiempo según lo "correcto" porque es humano.

Mientras divaga en esto se ha hecho un ovillo frente a la televisión, sus manos navegan en su vientre con suavidad, le sorprende lo mucho que le gusta la sensación y siente que aún no procesa del todo lo magnánimo de este milagro.

—¿Puedo tocarlo? —Entonces la voz de Aslan lo saca de su trance, se ha sentado al lado, la reunión se ha acabado en un punto que no recuerda porque el embarazo lo hace sentir enfermo y mierda.

—Todavía no está muy abultado.

—Aún así. —Ash se crispa en el sillón lo suficientemente cerca para que una ola de expectación pase por encima del japonés—. Por favor, déjame sentirlo.

—Está bien. —Suspira.

—¿Qué?

—Puedes tocarlo.

—¿De verdad? —Asiente.

—Es tu hijo.

Eiji se alza la camiseta levemente para darle acceso directo a Aslan, una adorable sonrisa colorea su rostro, empapando sus mejillas de carmesí y sus pupilas de un dorado imposible de describir, lo mira tragar duro antes de extender una mano en el aire y finalmente...lo toca, lo toca y es un espiral con tantas emociones que apenas logra mantenerse de pie porque el bebé responde al toque de su papá y patea energéticamente, presionándole el pecho en una sensación tan dolorosa que apenas logra retener el llanto, pero es un llanto bueno, un llanto diferente a lo que han vivido, un llanto de avance y realidad.

—Tienes estrías. —El lince susurra y Eiji se pone rojo hasta las orejas por la vergüenza.

—Perdón.

—No, no quise decirlo como algo malo. —Sus palabras se estrellan haciendo un sonido casi metálico, le recuerda a cuando Max lo molesta, eso es peor de alguna manera—. Yo también tuve cuando era niño, fue una de las secuelas de... mi cuerpo cambió y bueno, tuve estrías, eso molestaba a Dino, no invirtió un centavo, se fueron cuando subí de peso, era un vulgar prostituto, no encontró que valiera la pena aunque era su mejor producto, es gracioso, ¿verdad?

—Ash. —Y el moreno jamás sabe qué diablos decir o cómo reaccionar cuando le muestra con tanta violencia estos temas.

—Le molestaban las estrías pero no me las quitaba. —Ríe—. Pensé que ahora me saldrían de nuevo, me sorprendió un poco que no lo hiciera porque he estado ansioso y bajando de peso, además creo que mi cuerpo está convirtiéndose en algo diferente, no lo sé, no ha sido lo mismo desde esa noche.

Entonces la mano de Aslan se aparta y...

—Eiji. —Lo llama—. No fue consensuado.

Y lo dice.

—Perdón.

¿El capítulo de mañana viene con advertencia? Sí que sí, así que lean bien las notitas antes de avanzar. Seguimos con Ash y ya es un capítulo fundamental para cómo se desarrolla desde la paternidad al matrimonio o al menos así lo siento yo. Mil gracias por leer.

¡See ya!

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