7. Sindrome de couvade.
Hi~ Dejo este capítulo y regreso a mi estres personal, por eso lo subí tan antes en comparación a los otros días, es importante en el sentido de que marca la primera piedrita en la relación de Ash y Eiji, estos dos capítulos no son tan intensos, pero el 9, oh my, nos estamos preparando para ese. Mil gracias a las personitas que se toman el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
Ash refunfuña amurrado, tensa sus brazos contra su pecho, cruza una de sus piernas sobre la otra e incluso se atreve a rodar los ojos ante la chillona voz de su nueva terapeuta. No le agrada, ¿para qué abrirle su triste historia de vida a otra persona? Le gustaba su antigua psicóloga, esta señora confiere vibras tan hippies que hasta puede oler la marihuana, sí, incluso le da ese mismo aire de menopausia que la secretaria de Meredith. En otras palabras, no quiere estar acá.
¿Terapia?
Puff.
Eso es para inestables emocionalmente, no para Aslans.
Ya le dieron de alta, por ende disfruta prácticamente de salud mental confirmada el resto de su vida, porque obviamente así funciona la terapia, se graduó y está sano, dah. O es lo que cualquier persona con al menos una neurona viva concluiría, pues aparentemente no. Y acá está otra vez, iniciando un nuevo proceso psicoterapéutico que no quiere. Qué estafa, va a demandarlos, de hecho, demandará a toda la carrera por darle diploma de salud mental y después quitárselo, (no le dieron textualmente un diploma pero hubo un alta psicológica y un cierre muy bonito, hasta Jim vino de Cape Cod).
—Aslan. —Hasta odia la manera en que pronuncia su nombre ugh, es casi un graznido, nadie debería arrastrar las letras por la garganta como si fuese una lija, ¿tendrá que escuchar esto cada jueves con esa sonrisa Colgate pegada a la cara? ¿Está pagando por esto? ¿De verdad? Sale más barato comprar una nueva casa—. ¿Pasa algo? —Me caes mal.
—No. —Sonríe—. Para nada.
—Me daba la sensación de que no me estabas escuchando.
—Para nada, estoy escuchándola. —Da parpadeos de niñito bueno, la mujer sigue con su voz de lija graznando y graznando sobre lo que harán en el proceso y bla, bla, bla.
¡Y es que Ash no necesita terapia! O más bien, la terapia lo necesita a él. Gracias a su extenso proceso previo conoce todos los trucos de baraja al revés y al derecho: ¿mecanismos defensivos?, ¿hipótesis comprensivas?, ¿intervenciones para el abuso sexual?, ¿análisis de sistemas familiares?, ¿conductas enfocadas al cambio?, ¿habilidades dbt? Es un experto y de hecho, debería impartir clases y además, debería ser quién estuviera sentado al otro lado del escritorio siendo terapeuta y esta mujer debería estar sentada en este horroroso sofá junto...
Eiji.
—Aslan me pidió el divorcio.
Sí.
Cierto.
Esta es una terapia de pareja, por eso no pueden recurrir a sus antiguos terapeutas y buscaron otro.
Yei.
Mentira, está muerto de miedo internamente porque Eiji acaba de confesarle que está embarazado, y claro que encontró una manera de hacerle aún más difícil esta separación, no debería sorprenderle si lleva conociéndolo tantos años. Pero lo hace. Diablos, un hijo. Y por supuesto, cómo Aslan vivenció de primera mano lo mierda que es tener un papá de mierda, anhela evitarle ese martirio al pequeño en camino y por eso están en terapia. Max tiene razón, todavía tiene demasiado sin resolver, aunque odia admitirlo no puede salir solo, no otra vez. Y Eiji es su esposo (o exmarido, aun no lo desglosan, por eso están acá) pero de cualquier manera, no es un centro de terapia o rehabilitación.
Así que sí.
Terapia de parejas.
Yei.
—¿Puedes dejar de rodar los ojos? —Le sorprende que Eiji lo diga tan colérico, nunca lo había oído hablarle en ese tono porque tiende a ser suave y dulce cuando se trata de Aslan, no sabe si atribuirle dicho cambio a las hormonas, a Yut-Lung, al divorcio o todo. Sí, probablemente sea Yut-Lung, víbora.
—Lo siento, no fue mi intención hacerlo.
—Entonces deja de hacerlo. —Oh maldición ¿sigue haciéndolo?, ¿cómo se apaga el modo sarcasmo brutalmente honesto?—. ¡Ash! Ya basta, estás siendo grosero.
—¡No estoy siendo grosero!
—¡Lo estás siendo! Nos van a correr de terapia antes de empezar.
—¡No es consciente! —Gimotea maldiciendo su incapacidad para disimular su desagrado, eh acá las consecuencias de la normalidad, si antes podía disimular con esa sonrisa inescrutable sobre la crème de la crème de los cerdos, ahora apenas puede evitar poner muecas ante su terapeuta, ¿acaso tiene cinco años?—. Me portaré bien, lo prometo.
—Ajá. —El corazón le pellizca ante la indiferencia con la que Eiji cruza sus brazos y se encoge al otro extremo del diván, se pregunta si habrá elegido el tamaño adrede para humillar graficando la brecha emocional de las parejas y apuesta que lo hizo, su otra terapeuta le daba elecciones de asientos, no como esta—. Siempre dices lo mismo y nunca lo haces.
—¿Eso qué significa?
—Nada, solo es un poco agotador tener que tragarme las mismas promesas si ya sé que me mientes.
—Oh, ¿me estás llamando mentiroso?
—No dije eso.
—Pues eso escuché yo.
—No puedo hacerme responsable de lo que escuchas.
—Vaya manera de evadir la responsabilidad afectiva. —Ríe, hundiéndose aún más pesado en el sofá.
—Yue me dijo que si no podía hablar contigo era una bandera roja. —Claro que este tema sale ahora.
—¿Yue? —Repite asqueado—. No sabía que eran tan cercanos.
—Aparentemente hay muchas cosas que no sabes de mí todavía.
—¡Pues sí! —Grita al borde de la histeria, los seres humanos tienen dos posibles reacciones cuando se sienten atacados: fly or fight. Si bien acostumbra a la segunda y lo demuestra en estos momentos, agrediendo porque se concibe atacado, durante su transgresión se congeló, odió no haberse podido defender al paralizarse por el miedo, y odia estar pensándolo demasiado porque si lo hace va a tener una reexperimentación así que debe atacar o morirá.
Es cuestión de supervivencia involuntaria.
—¡Por eso te pedí el divorcio! —Entonces grita.
—Oh. —Y la jode.
Silencio.
—Sí.
Quedan en un incómodo y jodido silencio y de repente, tiene muchas ganas de llorar ante esa propia falta de control por sus reacciones. La única manera que ha tenido para expresar su disconformidad por sus agresiones es este nivel tan primitivo, esto provocó que matara a Barba Azul siendo aún un niño y conseguía que Dino lo castigara por portarse mal, le dio respeto e infundió miedo. Pero nunca antes había tenido un arrebato contra Eiji, no así...ay.
Lo lamento.
Quiero ser un buen papá.
Quiero arreglarlo, me esforzaré, lo prometo.
—Divorcio. —La mujer repite—. ¿Por qué le pediste el divorcio, Aslan? —No. No. No. Él comprende lo que está haciendo al desviar la interrogante hacia su lado, le tira la pelota y la pelota es una bomba de tiempo a punto de estallar donde todo es su culpa, ja, vaya terapia de cuarta.
—Porque ya no lo amo. —Mierda, sus defensas—. Quise decir... —Respira, se prometió intentarlo y ser más sincero consigo mismo, Max tiene razón, Eiji está en su derecho de decidir y para que pueda hacerlo con claridad necesita ponerlo todo encima de la mesa así como él lo hizo con el embarazo.
—Sí, te escucho.
—Han pasado muchas cosas conmigo.
—Cosas. —La mujer picotea sus palabras como un cuervo a la basura—. ¿Qué clase de cosas?
—Cosas. —Es impermeable—. Cosas complicadas.
—Ay, Ash. —Eiji se frota el entrecejo y esto era lo último que quería hacer: lastimarlo. Da bocanadas de aire profundo y se obliga a calmarse, el sillón se siente como el vagón de una montaña rusa arriba de una pista vieja de metal a punto de desmoronarse en la parte más alta y va a vomitar—. Estamos acá porque estoy embarazado y quedamos con un acuerdo de divorcio a medias.
—Me lo dijiste. —La mujer garabatea un par de sandeces en su libreta fea—. Ahora quiero escuchar a Aslan. —¿Acaba de callar a Eiji? ¿Quién se cree? Cruzó la línea. Okey, hasta él se da cuenta de que sus defensas han florecido como espinas afiladas con navajas, hielo y cualquier otra cosa puntiaguda existente. Debe intentar relajarse y confiar en esta mujer que quiere ayudarlos o no resultará, claro, no es tan fácil y si alguien conoce bien esas batallas es el lince de Nueva York—. ¿Entonces?
—Pasaron muchas cosas, como dije. —Tal vez pueda pagarle a Max para que sea su nuevo terapeuta de pareja pero la idea le sube la bilis hacia la garganta y lo marea, no, definitivamente eso garantiza la destrucción de su matrimonio y los traumas de su bebé—. Empecé a encerrarme más en el trabajo y a involucrarme en un nivel diferente. —Eso no le gusta para nada a la mujer, lo nota por la manera en que arquea una ceja y tensa su agarre alrededor del lápiz.
—¿Involucrarte? —Odia que repita, ¡sí!, ¡lo entiende!, repite lo que dice para transmitirle lo atenta que está, oh wow, qué gran reflejo empático, pero en lo personal, le desagrada esa maniobra.
—Sí.
—¿En qué sentido?
—En todo sentido. —Eiji ha apretado sus manos con tanta fuerza alrededor de su vientre que duele, físicamente le duele a Aslan verlo y debe calmarse, no está demostrándole que es un apoyo ni como pareja ni como padre—. Trabajo con mi...¿papá? En el diario y últimamente estuvimos envueltos en casos pesados y abrumadores, me han estado dando demasiadas vueltas en la cabeza.
—¿Por qué son casos pesados?
—Porque sí.
—Aslan.
—Porque... —De repente la lengua le pesa y los ojos le lloran—. Porque son personales. —La postura de Eiji cambia en un santiamén, casi como si fuese su segunda naturaleza consolarlo y a pesar de los años Ash se siente afortunado de tenerlo acá, por eso no quiere hundirlo, no quiere que... no quiere un día mirar a Eiji y ver la muñeca rota que es él mismo en estos momentos.
—Ash.
—Son personales y me han estado pasando la cuenta, usted ya sabe, pero estuve en terapia durante varios años y había estado manejando bien esas cosas, pero ahora... —Niega, poniendo el límite del sufrimiento, porque no puede sacarlo, no acá, no frente a esta desconocida, no frente a su bebé, no quiere que lo primero que su hijo sepa de él es que fue violado o más bien, se prostituyó y lo disfrutó.
La consulta queda en un silencio sepulcral durante lo que impresiona una eternidad, si bien especuló y casi deseó que su primera reacción ante la paternidad fuera el miedo o rechazo al encontrarse tan empañado por sus propias vivencias y traumas, no fue así. De hecho, el ver el vientre de Eiji además de matarlo de una ansiedad agradable le sacó una sonrisa, no lo ha tocado desde que le contó, tanto Eiji como él acordaron que si iban a darle una oportunidad a lo que queda del matrimonio antes de firmar debía ser mediado por un tercero, en algún punto de su relación se rompió esa comunicación tan especial que tenían y está bien, probablemente sigue ahí, pero necesitan que alguien ajeno logre reconectarlos otra vez y los ponga en sintonía. Eso hacen acá.
Y todo ese tema de divorcio, autoflagelación y vilipendio pasó a segundo plano a causa de esa noticia con que su ¿pareja? (¿todavía lo son?) lo sorprendió.
Un bebé.
Un bebé entre él y Eiji.
Un hijito.
—No pretendo presionarlos tanto durante nuestra primera sesión. —La mujer se aclara la garganta, da carraspeos de lija y suelta una tos de perro enfermo que ciertamente le desagrada.
—¿No preguntará más del tema? ¿Eso significa?
—No todavía. —Le confiesa—. Pero para poder entenderlos mejor como pareja y como individuos...
—¿Qué? —Vuelve a sacar sus defensas, en parte es culpa de lo sucedido con ese sujeto, en parte es el basal de Aslan—. ¿Qué quiere pedirnos? Suéltelo.
—No mucho. —Musita—. Quiero que Eiji me diga las tres cosas que más le gustan de ti y viceversa.
—¿Eh? —Entrecierra la mirada, suspicaz—. ¿Eso es todo? —¿Dónde está la trampa? Siempre la hay.
—Se oye fácil, ¿verdad? —Entonces refunfuña.
—Demasiado.
—Si te parece tan sencillo ¿por qué no comienzas tú el ejercicio?
—¿Yo? —Le pregunta indignadísimo.
—Sí, tú. —La terapeuta sonríe, dejando lápiz y papel encima del escritorio—. ¿O no puedes decirlas?
—Claro que puedo comenzar y decirlas. —Gruñe oposicionista.
—Pues adelante.
—A eso voy.
Entonces toma un gigantesco bocado de oxígeno que usa para llenar sus pulmones, inflar su vientre, presionar su pecho y así finalmente...poder mirarlo. Hace mucho no ve a Eiji a los ojos, aunque parte de sí mismo desea echarle la culpa de todo a su presunto divorcio, parte sabe que es mentira porque en algún momento se tornó demasiado duro verlo autodestruirse y no hacer absolutamente nada, Okumura es reticente a la ayuda, en algún punto de la relación se marcó una nueva grieta: Ash como quién debía recuperarse y enfocarse en la sanación mientras su marido era el señor: yo-puedo-con-el-mundo-entero y no-necesito-ayuda-de-nadie.
Así que entablar contacto visual le agita un poquito demasiado el corazón aun a extremos contrarios del sillón, le da espacio (sea físico o emocional) para apartarse y en lugar de eso le regala una sonrisa nerviosa porque no debe olvidarlo: Eiji también está acá, Eiji lo está intentando, Eiji también será un papá y pudo haberlo privado de todas esas cosas como lo merecía por su comportamiento anterior, pero Dios, Eiji nunca le ha dado solo lo que merece ¿verdad? Siempre es más.
—Las tres cosas que más me gustan de ti. —Entonces balbucea con una calma fingida, dejando caer su brazo por encima del sillón, queriendo acercarse pero sin saber cómo, no en estos momentos.
—¿Y bien? —La impaciencia que hay en su voz le resulta encantadora, asegura que si se demora un poco más verá uno de esos implacables pucheros que tanto extraña, así que lo dice:
—Amo tus pucheros. —Lo dice y mierda, se permite decirlo.
—¿Mis pucheros? —Y claro que esboza uno con toda la indignación del universo al escuchar aquello, ah sí, no es lo suficientemente enfadado para que su labio inferior sobresalga por completo, aunque sí para que sus mejillas se inflen con un adorable carmesí.
—Sí, esos mismos. —Balbucea, iluso—. Eres el primer adulto al que he visto hacer pucheros.
—¿Qué es lo que te gusta de sus pucheros? —Y si bien, odia que la terapeuta lo interrumpa...
—Porque son inocentes. —La pregunta es inteligente y lo permite—. Tuve una infancia difícil gracias a... —Niega—. Y Eiji me recuerda esa parte que perdí de mí mismo o más bien, Eiji revive ese pedazo de mí mismo que ni siquiera sabía que existía, me hace normal, me hace entender que soy un chico y ya, no lo que otras personas dijeron de mí. —Lince, asesino, prostituto—. Lo que es peor, me hace querer ser un chico normal, me hace desear algún día ser merecedor, creo que incluso un tiempo lo creí, cuando recién nos casamos, ¿lo recuerdas?
—Lo recuerdo. —Pero sus ojos cafés se encuentran atiborrados por la sorpresa, como si acabase de confesar el secreto del universo o la ubicación exacta del centro de la tierra. Incluso el lenguaje físico ha cambiado, se ha sentado más abierto, más dispuesto a escuchar y estar realmente acá.
—¿Qué más?
—Amo su pelo.
—¿Mi pelo? —Su carcajada estalla.
—Joder, y también tu risa, es tan linda tu risa, creo que por eso empecé a molestarte en algún punto.
—¿Para hacerme reír?
—Y para sacarte pucheros, es un bonus.
—Idiota. —Oh, dice eso aunque bien se sonroja y baja la cabeza con timidez.
—Amo tu determinación y que seas tan libre, y que seas tan malditamente terco aunque me saques de quicio y que seas más bajito que yo porque así puedo esconder las cosas en las alacenas de arriba y tú jamás las encontrarás a menos que te diga.
—¡Ash!
—Tus suéteres feos, no creas que no me he dado cuenta de que me das poleras estampadas de ese pájaro obeso en la espalda, pequeña mierda. —Y efectivamente, el desgraciado suelta una carcajada con toda su alma, aprieta con fuerza su estómago (a su hijito), tensa los párpados y lo deja salir, este sonido es similar al que escuchó al confesarle la anécdota de Halloween, le encanta—. Odio el natto.
—Pensé que solo debían ser las cosas que amas de mí. —Tararea y de "gustar" pasamos a "amar".
—Sí, bueno. —Brama—. Amo el delantal que usas para cocinar natto.
—Pensé que no te dabas cuenta.
—Claro que me doy cuenta. —Su voz se vuelve frágil y temblorosa—. Siempre estoy pendiente de...
—No pensaba eso cuando me pediste el divorcio.
—Claro.
Lo entiende, claro que lo entiende, es irracional que Eiji se sintiera amado si Ash literalmente estaba tratando de no amarlo más, pero aun así, en una parte de él duele. No, más bien, sangra como si las palabras de su ¿esposo? Le hubieran desgarrado el corazón y goteara a través de las grietas. Relame su boca, la tiene reseca y su corazón corre todavía más rápido por este ejercicio, Eiji lo mira con esos ojos que hacen estrellas y sus pestañas revolotean empapadas por el sol, sus pupilas son dos chispas.
Va bien.
Puede hacerlo.
Puede iniciar este proceso de nuevo.
—Amo tu calidez. —Entonces finalmente le dice.
—¿Cómo es la calidez de Eiji? —Aborrece admitirlo, sin embargo la intervención terapéutica coloca una sonrisa de oreja a oreja en su cara.
—Calentita. —Dice con sus 200 puntos de IQ—. Es una calidez inexplicable que percibo me atraviesa entero.
—¿Cómo la sientes?
—En sus mimos. —Ríe, melancólico.
—¿Te gustan los mimos de Eiji? —Asiente como un niño—. ¿Por qué? ¿Qué tienen de especial? —Y aunque está a punto de contestar—. ¿Qué tienen de diferente al resto? —Algo en la formulación de esa pregunta despierta un malestar inescrutable y eh acá por qué se debe ser sincero en terapia, la sinceridad es la piedra fundamental de cualquier vínculo y Ash...
—Porque. —La atmósfera cambia y todos lo notan—. Porque él no es codicioso.
—¿Codicioso? —Puede ver con el rabillo de su ojo la mueca de preocupación que su pareja esboza, más, se fuerza a sí mismo a seguir con la intervención, podría pararla, claro, pero no lo hará, merece esta humillación y mucho más—. ¿Tuviste parejas codiciosas?
—¿Parejas? —Entonces suelta un áspero y amargo «ja»—. Si quiere llamarlas de esa forma. —Aslan encoge sus hombros, restándole importancia a su propia confesión y nunca lo logra del todo, queda ese fantasma flotando en la habitación mientras el elefante se hace más y más grande. ¿Cuánto más crecerá? ¿Cuánto más le permitirá crecer sin que se ponga un freno?—. Tuve muchas parejas así.
—¿Eiji no es codicioso?
—Mierda no. —Su lengua se seca—. Eiji fue el primero en. —Su mirada viaja a las manos del moreno, de repente, se estremece en un látigo de sensaciones viscerales que no hacen más que gatillar caos.
Porque Eiji fue el primero en pasar sus manos por su cabello lenta y suavemente, sin ningún tipo de exigencia o demanda implícita, de mala gana aprendió que lo hacía puesto que le nacía darle mimos, lo hacía de una manera especial y distraída, como sino necesitase de ningún ápice de atención extra, como si le fuese natural ser amable con Aslan y eso lo desorientó, aún lo hace siendo franco y llevan años en este matrimonio (sean buenos o malos), la gente nunca lo tocó de esa forma, ni siquiera su padre que usaba los golpes aun siendo un niño, el único que lo mimó antes fue... Griffin y memorarlo desata un extraño nudo en su garganta. Y es duro ¿saben? Es jodidamente duro estar en ese agujero de desesperanza tan pero tan profundo que sin importar qué tanto escale no ve atisbo de luz, no ha sido un año fácil para Aslan y verse tan conectado a sí mismo otra vez ya sea por los casos del diario, la conexión sin consentimiento que tuvo con su cuerpo o la reavivación del malestar.
Pero lo más duro no es estar mal, porque Aslan ha llegado a un punto de cansancio en que cree que no vale la pena levantarse, no por el momento. Pero ver a Eiji siendo consumido por eso. Mierda, lo mató. Nadie habla de cómo las enfermedades no se comen al enfermo sino a la familia entera. Nadie te cuenta el desgaste, la amargura y el sobrepaso que implica apoyar a alguien. Nadie te habla de la culpa, la humillación, la impotencia y sí, muchas veces las rupturas. Todos se enfocan en lo lindo de la relación, en eso que te hace decir: «wow, yo también quiero salvar a alguien». No. No quieres, no es trabajo de Eiji salvarlo pero tampoco es justo que sea consumido y tampoco es justo que por esto mismo Ash se tenga que volver a levantar si está cansado. Más, ahora las cosas son distintas.
Hay un bebé.
Hay un bebé en camino y deben resolver esta mierda, no puede escapar más ni ponerse excusas.
Así que debe decirlo, debe contárselo.
—Te engañé. —Claro que su mente se las arregla de la manera más autodestructiva para formularlo, pero al menos agradece haberlo soltado.
—¿Qué?
—Te engañé. —Repite mareado, recordándose que durante mucho tiempo su cuerpo fue un objeto usado para su supervivencia nada más y que mientras más lo usaba, más fácil se hacía—. Esa noche en que nosotros... —Mira el vientre de Eiji e impresiona entenderlo—. Me acosté con alguien más.
—Ya veo.
Necesita añadir algo más, sacarlo o este daño será irreparable, necesita acercarse y sincerarse, pero, pero...
Hay un tema con el abuso sexual que Ash entiende a la perfección. Hay un tema con respecto a decir lo que realmente es. Hay una diferencia abismal con respecto a "te engañé" y "me abusaron".
Es que usar la palabra correcta implica aceptar todo lo que ha pasado otra vez, todo, absolutamente todo, implica volverse a posicionar desde Barba Azul en adelante, apenas sobrevivió la primera vez, además, justamente por eso esto es tan difícil y diferente. El politraumatismo que poseía (es decir, varias transgresiones juntas) lo ayudaba a vivir disociado y es completamente diferente a un evento puntual de abuso sexual en una persona "sana". Vivir esa "normalidad" lo hizo vulnerable, hizo que realmente entendiera por qué a la gente le cuesta tanto repararse de esta experiencia devastadora, y usar esa palabra. Ser la víctima, ser el atacado, ser inocente.
Todavía no puede.
Aunque tal vez, así se sintió Eiji acerca de contarle del embarazo.
Tal vez, en vez de desarrollar un síndrome de couvade como un papá "normal" a Aslan le tocó esto.
Y tal vez está bien no ser "normal", tal vez no lo está.
Pero por hoy no lo sabe, por hoy nada más.
Me parece que el capítulo es bien autoexplicativo pero por si acaso, a quién me salga con un comentario de "solo dile" como si fuera tan facil y no se hubiera entendido nada de lo explicado se gana un golpe sin amor. Como refiere, aceptar un abuso es heavy y por eso hay personas que lo sacan luego de tantos años, cada quién tiene su propio timing y todos son igualmente validos. Me voy corriendo, nos vemos mañanita con Eiji de regreso~
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