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20. Pañal.

Hi~ Como les comente, el sexo es un tema bien extensivo acá y ayer nos pudimos meter un poco más en la experiencia de Ash, pero hoy nos tenemos que meter más en lo que ha significado para Eiji, así que por favor les pido que vengan un poquito libre de prejucios considerando lo dura que es la situación y eso, más con paternidad encima. Ya vamos en 2/3 de la dinamica, chan.

Mil gracias por tanto.


—No, no tengo nada que decirle.

—Sí, tienes que decirle.

—¿Por qué no le dices tú en ese caso?

—¿Eso quieres? ¿De verdad?

—No. —Suspira—. No quiero eso.

Eiji se hunde sobre el sofá, su mirada navega alrededor de la lustrosa sala de espera, la tonalidad de las paredes es una vibrante mezcla entre azul y blanco, una serie de mesitas con soportes de cristales se extienden hacia la puerta del baño, hay revistas enfocadas a la salud mental tiradas en un canasto de mimbre mientras una especie de ¿música? ¿mantra? Retumban en la radio en busca de proyectar paz supone, sus bebés descansan en un portabebés doble a su lado en el sillón. Cada mes tienen esa sesión individual en su terapia de pareja y aunque Ash debería estar cuidando a sus bebés hubo una serie de problemas con la universidad que convocó su presencia con urgencia y por ende, ni siquiera alcanzó a buscar una niñera. No le importa mucho en realidad, le encanta pasar tiempo con sus hijos y hey, ¿qué mejor escenario que escuchen lo trastornado mentalmente que está? Los dioses ocultos en Izumo lo van a castigar por negligencia, lo asegura.

—¿Ei-chan? —La voz de su hermana retumba al otro lado del auricular, siendo franco, había estado evitando tener esta conversación porque anticipaba que llevaría a su madre y si bien, le dijo a Aslan que es su mamá a pesar de todo, no está seguro de si la quiere cerca de Jade y Dawn.

—Le diré, solo dame tiempo. —Sus zapatillas se arrastran hacia la orilla del sillón, una colilla a medio consumir pende entre los bordes y eso lo hace fruncir el ceño, su cultura tiene sumamente arraigada el respeto y no debería sorprenderle que los yanquis sean así.

—Te da miedo contarle.

—No. —Escamotea.

—Puedo escuchar el miedo en tu voz.

—¡Masako! —Gimotea haciendo reír a sus pequeños, al menos alguien se deleita con el sufrimiento.

—Te da miedo contarle por lo que pasó con tu esposo. —Odia que su hermanita lo conozca tan bien en la misma medida que lo ama—. ¿Él sabe?

—¿Ash? —Pronunciar su nombre deja un resqueme helado alrededor de su garganta, si bien ya pasó más de una semana desde el incidente todavía existe una espina incrustada en su corazón, (más que nada, en su autoestima)—. Tiene una idea de cómo es mamá pero no le he dado detalles en demasía.

Onii-chan. —Su reproche es evidente, sin embargo, el apodo lo hace sonreír, en el fondo, le fascina que Ash lo llame de esta manera única y exclusivamente para molestarlo, no le gusta estar raro, más si comprende lo involuntario del suceso, pero aun así, no puede evitar que le duela—. Deja de evitar.

—No estoy evitando. —¿Cuándo se convirtió en una sabelotodo? Definitivamente ella y Aslan serían una combinación peligrosa que espera jamás tener que confrontar.

—Estás evitándolo. —Insiste.

—No lo hago. —Se mantiene terco.

—Sino estás evitando ¿qué fue lo que le dijiste sobre okaa-san? —Una risa nerviosa pende desde la boca tiritona del japonés hasta convertirse en una bruma blanca por el frío, la sala de espera se halla calefaccionada y sus bebés están cubiertos con una serie de mantas, no obstante, siente una intensa capa de gélido recubriéndolo por dentro, creando estalactitas que atraviesan su corazón.

—Que teníamos una relación difícil. —Traga duro, sabiendo a dónde Masako apunta—. No tuve...No tuve el coraje para decirle que me amenazó con que si regresaba a América no me consideraría más su hijo, la viste, ni siquiera quiso asistir a la boda, por eso Ibe-san... —No puede continuar, un intenso sabor agridulce lo está ahogando y teme que si habla más de mamá llorará—. Entonces, entenderás que no quiero contarle sobre la existencia de sus nietos, imagínate cómo reaccionará tras enterarse de que su hijo varón puede embarazarse como una mujer, ¿recuerdas lo degradante que fue cuando salí del closet?

Onii-chan.

—Asumieron que Ash era una chica y casi se infartan al conocerlo, fue tan humillante para nosotros.

—No lo recordaba de esa manera.

—Pues yo lo recuerdo y no estoy dispuesto a pasar por eso otra vez. —Sentencia—. Estamos lidiando con muchas cosas en estos momentos, tenemos más que suficiente de traumas.

—¿Tu esposo y tú?

—Sí, entonces no tengo ganas ni energía de confrontarla. —La escucha suspirar detrás de la bocina, así sabe que ha ganado y que no insistirá con el tema por un tiempo—. Tú puedes conocerlos.

—Les pusiste nombre de yankis a mis sobrinos, no puedo perdonarte eso.

—Oh vamos. —Se ríe—. Ash quería ponerles nombres peores.

—¿Qué puede ser peor que esos nombres tan americanos? Se escuchan como todo unos blanquitos.

—Hemingway y Holden. —Casi puede imaginarse su mueca de desagrado y eso le aligera el corazón.

—Qué asco. —No tiene filtro, la ama—. Si te llegas a separar Mizu-chan sigue soltero y da clases en la escuela todavía.

—Si tanto te gusta Mizuno podrías confesarte ¿sabes?

—Lo sé. —Tararea—. El problema es que le gustas tú, no yo. —Rueda los ojos, la secretaria anuncia el inicio de su consulta para que vaya al box—. Tal vez deberían empezarme a gustar las chicas, así los dos colmaríamos la paciencia de okaa-san y no podría llamarme más como su hija "normal".

—Es mi turno, debo colgarte.

—¿En terapia? —Sigue siendo un tema tabú en su familia, porque en el fondo sabe que su hermana no lo entiende al tener ese pensamiento estigmatizado e hiperadaptado sobre que solo las personas "locas" necesitan ayuda mental dado que su contexto normaliza el estrés casi tanto como el silencio.

—S-Sí. —Balbucea, levantándose del sillón y tomando el portabebés.

—Aun no entiendo porqué alguien como tú necesita terapia. —No lo dice con mala intensión porque su hermana es la figura más validante que tiene en su sangre, no obstante resulta doloroso que todo su sufrimiento se vea menospreciado. No. No debe pensar así de ella. Ella no sabe nada de América.

—Para la depresión postparto. —Inventa.

—¿La depresión es real?

—Masako.

—Ya sabes lo que mamá diría, la depresión es solo una excusa que los flojos usan para no hacer todo su trabajo y ser una carga. —La escucha refunfuñar y casi puede verla rodar los ojos—. Siendo franca tampoco entiendo la depresión ni creo que pueda ayudarte hablar con un desconocido, pero me da alivio verte tomar las decisiones más sabias para ti mismo, onii-chan.

—Gracias. —Sonríe—. Ya debo irme.

Cuelga.

Piensa en su propia percepción de la terapia antes de involucrarse en todo ese proceso con Ash, ríe, supone que entiende a Masako en ese sentido al haber tenido sumamente normalizada la ansiedad, depresión y el perfeccionismo, toda su vida se crio bajo la premisa de que estar mal no era aceptable y por ende, debía esconderse o resultaba humillante, ¿cómo se atrevía a no estar a la altura de todos los demás si los demás la tienen aún más difícil? Eiji siempre tuvo incrustado ese más en lo profundo de su alma, cuestión que se intensificó apenas conoció a Ash. Dios sabe la cantidad de transgresiones que su esposo sobrevivió a lo largo de su existencia y en comparación sus problemas lucían patéticos y él como un imbécil por siquiera considerarlos. Sentimientos que explotaron especialmente fuertes la noche en que Dino lo llevó a su cuarto.

—Este es el mundo en el que vive Ash.

Fue lo que Yue le dijo.

Tenía razón.

Le dolió.

Y le dio mucha rabia no haber podido controlar el miedo calando hacia sus huesos y tragárselo, tuvo mucha impotencia porque en el fondo quería pensar que no sería la gran cosa, que si Ash y Yut-Lung habían soportado una cantidad monstruosa de abusos sexuales, Eiji podría con uno. No era nada en comparación y eh ahí el problema, el sufrimiento no se pone en balanzas ni es comparable, cuando su terapeuta le contó esto quedó anonadado ya qué ¿cómo es posible que sus problemas tengan la misma importancia? Eiji se ahoga en un vaso de agua y Ash en un océano infinito. Es diferente. Pero luego entendió que así como sus problemas eran diferentes, también sus recursos, sus crianzas, sus maneras de recibir a un nivel fisiológico las emociones y todo lo demás, por ende, Eiji no sabría qué tanto sufre Ash a menos que encarnase literalmente su piel y viceversa, de ahí viene esa premisa de que nadie tiene derecho a menospreciar el dolor de nadie, es verdad, nadie pasará con exactitud lo que uno mismo pasa. Pero su madre es tema aparte. No solo normalizó su depresión porque ella la tenía normalizada y silenciada, sino que lo hizo sentir culpable por estar mal. Así funcionaron, años.

Él es el villano que no quiere mejorar.

Él es el mal hijo que la abandona.

Él es la carga.

Es un círculo de violencia diferente a los que rodean a Ash, por último Jim tuvo el coraje de admitirse que es un mal padre, pero su madre vive de la actuación y tiende a victimizarse, es decir, la culpa es de todos los demás menos suya, todos son los malos mientras ella es la rota. No la ve con sus hijitos.

—Buenos días, Eiji. —Pero no disfruta tiempo para ahogarse en esto, su sesión individual finalmente ha llegado, por mucho que Ash devalúe a su terapeuta en comparación a la otra, a él le gusta mucho.

—Buenos días.

—Veo que trajiste a Jade y Dawn. —Los nombrados arrojan un bostezo en el portabebés, el perfume de la consulta siempre es relajante gracias al humidificador y al parecer ellos también lo piensan.

—Perdón, no tenía con quién más dejarlos.

—No te preocupes, me gusta tenerlos acá. —Sonríe e impresiona genuina—. Entonces, hay un tema por el que me gustaría preguntarte ahora que Aslan no nos acompaña. —Crispa ambos puños hasta sus muslos mientras hunde la espalda en las mullidas fundas de terciopelo, se siente como si hubiese subido a una montaña rusa y la pesada baranda de seguridad hubiese caído contra su pecho. Detesta las sesiones que se enfocan en él porque son difíciles y dolorosas, tan desagradables. Pero sus bebés lo miran con sus ojitos somnolientos y no tiene el valor para negarse, así que dice:

—¿Qué cosa? —Casi puede escuchar al carril salir del andén y empezar a subir y subir una curva que no impresiona tener final, está en la montaña rusa de su vida—. ¿De cuál tema le gustaría indagar?

—¿Cómo te sientes con tu cuerpo?

—¿Eh? —El sonrojo le quema hasta la nariz, el tema le resulta personal en demasía, ni siquiera tiene confianza para hablarlo con Ash ¿por qué debería...? Cierto, para eso paga una terapia, para hablarle de esto—. Estoy bien con mi cuerpo. —Sonríe, está tan rígido que se mira como estatua en el diván.

—No te miras convencido.

—Lo estoy, estoy totalmente bien. —Sus piernas se tensan contra los soportes del sofá—. Pero Ash...

—No.

—¿Qué?

—No vamos a hablar sobre Ash en tu sesión, Eiji. —Es directiva, no teme confrontarlo por ese vínculo terapéutico que comparten—. Me cuesta demasiado que te muestres vulnerable en pareja y tiendes a hacer esto, a desviar el tema y tus preocupaciones hacia Aslan porque te duele ver las tuyas.

—Yo no... —Traga duro—. No es a propósito, me cuesta estar acá.

—No te estoy reprochando. —Su voz se suaviza un par de tonos igual que su mirada—. Como Aslan está poniendo de su parte en las conductas de cambio también necesitamos que pongas de tu parte.

—Lo intento. —Su voz se quiebra como se quebró su tobillo en plena carrera deportiva, sus palmas enroscan el mango del portabebés, la textura rasposa ayuda a que la pelota de concreto en el vientre se le disuelva—. Estoy... —Debe ser sincero, ya no es responsable solo de sí mismo, ahora dos vidas más dependen de él y definitivamente no quiere convertirse en su mamá o su papá—. Raro.

—Raro. —Su terapeuta repite, acomodándose el armazón de los lentes encima de la nariz, el aire se ha vuelto caliente en la consulta y la suave esencia de caramelo del humidificador le resulta repulsiva, el vagón de metal sube, sube, sube y lo suspende en el aire, está alto, tan alto que puede vislumbrar a todo Nueva York desde el pick de la montaña rusa, pero está solo. Ayuda—. ¿Qué significa raro?

—No sé. —Se abraza a sí mismo con tanta tensión, teme que al estirar las manos o intentar levantar esa barandilla invisible se desmorone por completo—. Me gusta mi cuerpo masculino.

—Eiji. —La terapeuta gira el lápiz entre sus dedos—. ¿Cómo fue cuando saliste del closet? —Usa los mismos términos que él usó en sesiones previas.

—Mi familia lo entendió de maravilla. —Jade llora, como si supiera que es un mentiroso y viese toda la mierda acumulada en su alma—. Mi mamá no tanto. —Entonces dice, sacando al bebé para poder mecerlo entre sus brazos, como es de costumbre Dawn despierta atenta por la falta de atención así que debe sacarlos a ambos, espera que se lleven bien, es importante poder contar con los hermanos así como él lo hace con Masako y Aslan lo hizo con Griffin.

—Pero explícame un poco más de eso. —Eiji lo recuerda con una escalofriante vividez, de pronto su corazón late demasiado rápido pero es un latido diferente a los que provoca su esposo, acá no yacen mariposas ni fuegos artificiales, esto es miedo, es un nudo que no lo deja respirar en su garganta.

—Cuando mi papá estaba vivo vinieron a conocer a Ash, creyeron que era una mujer con un nombre inusual, así que los tomó por sorpresa encontrarse con...bien, un hombre. —Ríe nervioso para poder disimular la tensión pero sus ojos arden y el pecho le pesa como si las esquirlas de hielo en su interior lo estuviesen desgarrando—. Fue una visita muy dura, me informaron que se iban a divorciar porque el divorcio ha sido un tema recurrente en mi familia y me pidieron que me hiciera cargo de mi papá.

—¿Por su enfermedad?

—Sí. —Eiji atrae a sus hijos hacia su pecho, no es brusco, al contrario procura ser siempre suave—. Se pusieron a discutir y aunque dijeron que intentarían comprenderlo a fin de cuentas mi mamá fue bastante pasivo-agresiva conmigo, me llamó marica más tarde, me dijo que no me atreviera a salirle afeminado, me gritó por arruinarle "su hijo normal", entre Masako y yo, yo era el más "normal" por mis notas y porque no resaltaba, se supone que yo cuidaría de... y un hijo gay no puede hacer eso al parecer, así que en cierta medida me enfoqué en el deporte, no quería ser afeminado.

—Eiji.

—No me malentienda, Ash y Yue tienen una belleza andrógina que va con todo, pero yo no, sé que puede ser contradictorio considerando que siempre uso esos mismos suéteres, pero estaba cómodo con mi cuerpo en cierta medida y luego vino el sexo y empecé a sentirme como si fuera un violador en medio de las reexperimentaciones de Ash y sin querer, termine dándome un poco de asco como mi mamá lo predijo. —¿Qué diablos acaba de decir? Se tapa la boca, arrepentido por haberle soltado semejante barbaridad, su terapeuta tiene una mirada inescrutable al otro lado del escritorio.

—Me sentí como un violador. —Lo cita.

—No quise decirlo, yo no...

—Te sentiste como un violador, Eiji. —Pero ella lo dice tal como es y eso lo hace mierda, lo destroza en cientos de pedazos que jamás se podrán recomponer porque es verdad.

—Soy asqueroso. —Solloza y sus bebés se desesperan con su propia pena, acaba de decirles que se siente como un violador y ni siquiera tienen un año, los acaba de joder para siempre, qué gran papá.

—Eiji.

—Soy asqueroso y odio lo asqueroso que está mi cuerpo, odio que sea tan femenino pero ni siquiera así Ash se siente más cómodo conmigo, siempre pensé que estaría mejor con una mujer ¿sabe? Una mujer no tiene pene y es menos probable que tenga una reexperimentación así, yo tengo pene, Ash siempre me mira...me siento culpable cuando intenta tocarme de esa manera, por eso esperaba que si yo iniciaba el contacto al menos no sé, podría pretender que era más seguro porque me volví más femenino pero me descuidé tanto porque estaba destrozado con el divorcio que ya no, no le atraigo.

—¿Crees que no le atraes físicamente?

—Estaba flácido mientras intentaba darle una mamada. —Y a estas alturas Eiji no sabe qué es peor, haber dicho semejantes sandeces frente a sus hijos, la humillación que siente frente a su terapeuta o tener la certeza de que los carriles de la montaña rusa se cortaron y ahora cae en picada—. Usted nos atiende a los dos, debió pensarlo en algún momento ¿qué hace alguien tan despampanante con un chico tan feo, tan meh?

—¿Te sientes feo? —Ríe, incrédulo.

—Me siento monstruoso, no feo, feo no alcanza. —Como cuando Dino Golzine lo tocó, así es como Aslan debe sentirse cuando intentaron tener sexo y por eso ni siquiera pudo prenderse, ¿y qué clase de pareja inútil es sino puede hacer su trabajo?—. Me siento impotente, me siento enrabiado, me siento cansado y con pena.

—¿Seguro es pena? —Se queda un momento para analizarlo.

—No. —Gruñe—. Es rabia. —Y aunque Eiji nunca ha tenido esta clase de arrebatos porque es bueno y siempre es quién va a disculparse, cree que la cabeza le explotará sino vomita todo el veneno que hierve en su estómago frente a sus bebés, vaya papá de mierda, al final fueron sus genes los jodidos.

—¿Rabia hacia qué?

—Rabia hacia todo.

—¿Seguro?

—¡Sí! —Levanta la voz pero sus bebés no se alteran—. ¡Tengo rabia hacia las personas que violaron a Aslan! ¡Tengo rabia contra Charlie y Jenkins por no haberlo protegido mejor! ¡Tengo rabia con Max porque él sabía lo terco que podía ser Aslan! Tengo rabia contra el mundo, contra su vida, contra la crueldad que tuvo que enfrentar, tengo rabia contra Barba Azul, contra Jim, contra todo, tengo rabia contra todo el mundo y no la puedo contener, ¡tengo una rabia inexplicable contra...!

—¿Ash?

—Sí. —Lo admite—. Tengo rabia contra Ash y odio tenerla. —Y de repente, la rabia se ofusca y le da paso a la pena—. Sé que no es mi culpa no haberlo excitado, sé que no es su culpa porque ¡sí! Mamá, las enfermedades mentales son malditamente reales, nadie elige tenerlas, lo entiendo, pero aun así en un lugar de mí mismo me dio mucha pena por haber sido rechazado porque de verdad pensé que no sé, con el poder del amor algo podría cambiar con el sexo, pero otra vez estamos pasando por lo mismo y ya no tengo el físico de antes para soportarlo, acabo de descubrir que puedo embarazarme, que de todas maneras acabé siendo un marica pero de otra forma y estoy enrabiado conmigo mismo por no cambiar. Yo no elegí dar a luz a mis hijos y mi cuerpo se siente...

Ajeno.

Desconocido.

Extraño.

Este es el tema ¿verdad? Eiji ha batallado durante toda su existencia para poder sentir en comodidad su propia piel, la convirtió en un instrumento para la libertad con el salto de pértiga, se hizo alas con un tubo de fibra de vidrio y las perdió y cuando estuvo aún más mal (porque se sintió cercenado sin su pasión) en su casa lo reprocharon porque no era para tanto, no era lo suficientemente justificable para que aparecieran estas ideas de desesperanza y debía dar vuelta la página y superarlo. Entonces Ibe fue el único que lo vio donde lo trajo a América y sorpresa, acabó aún más deprimido ya que fue testigo de la muerte de sus seres amados incontables veces y tuvo que lidiar con la responsabilidad:

· La responsabilidad de haberse convertido en el miedo de Shorter.

· La responsabilidad de que le dispararan a Griffin.

· La responsabilidad por no haber salvado a Skipper.

· La responsabilidad de que su carta matara a Ash.

· La responsabilidad de haberse vuelto una carga.

Luego tuvo que convertirse en un pilar porque ama a Ash, los problemas de Ash eran más relevantes, Ash tenía pesadillas, Ash había sido maltratado incontables veces, Ash estaba herido y solitario. Por esto Eiji aguantó con la consigna de serle incondicional, la cuestión fundamental que olvidó fue que también es un humano y le afecta, sea deseable o no, sea bueno o malo. Es de carne y hueso, no un ángel o el salvador de nadie. Puede guardar rabia contra su pareja, contra sí mismo, contra el mundo y basta de idealizarlo, no puede con esa carga, no quiere esa carga.

—Soy un terrible papá. —Finalmente dice, dejándose caer rendido contra el sillón—. Debería darles estos niños a Jess y a Max, los cuidarían bien.

—Eiji. —Pero su terapeuta lo llama y...—. Estoy muy contenta de que hayas dicho eso. —Y tal vez se golpeó en la cabeza, ¿acaso estuvieron en sesiones diferentes?

—No entiendo. —Ya no tiene energías para luchar.

—Estoy muy contenta de que te hayas enojado por ti. —Jade tira de sus cabellos, no es demandante, mucho menos bruto, solo busca atención—. Eres muy receptivo al sufrimiento ajeno.

—¿Qué? ¿Eso qué significa? —La terapeuta frunce la boca, buscando otra manera de formularlo.

—¿Cómo decirlo? —Divaga—. Tienes esta increíble habilidad de sentir la última y desesperada señal de auxilio que las personas envían, como esa vez que encontraste a Buddy incluso. Nadie más que tú hubiera notado a ese pequeño cachorrito en la basura, tienes un sexto sentido para aquellos que necesitan ayuda y probablemente por eso Aslan te ama tanto. —Se queda en silencio y sonríe ante lo dicho.

—Un amigo una vez me dijo algo similar.

—Pero cuando se trata de tus propias señales de auxilio las ignoras o peor, algunas veces cuando sí logras escuchar tus señales de auxilio en vez de acogerlas eres cruel contigo mismo, te castigas igual que tu mamá te castigaba por estar mal, te llamas a ti mismo feo y monstruoso aunque comprendes que no fue tu culpa, te sientes como un violador a pesar de que haces todo sobre el consentimiento de tu pareja y te expones a ti mismo, te odias a pesar de lo mucho que amas y escondes ese odio de los demás porque crees que es más importante consolar a cualquiera menos a ti.

—Yo no... —No puede refutar y mucho menos luego de su conversación con Masako—. ¿Qué hago?

—Empieza por validarte.

—¿Qué podría validar de mí? —Dawn lo patea ante el comentario y duele—. No seas tan dura, amor.

—No sé. —Tararea—. Te quedaste en Nueva York pese a ser completamente ajeno a tu ambiente, sacaste adelante un embarazo en pleno divorcio, confrontaste los primeros meses en silencio y solo, soportaste la incertidumbre de que tu hijo naciera con el cordón umbilical al cuello, iniciaste terapia, le pusiste tus límites a Ash y a los demás, le abriste tu corazón a nuevos amigos como Yut-Lung, y tú lograste encontrar otra vocación a pesar de lo mucho que amabas la pértiga.

—N-Nunca lo había visto así. —Sus mejillas están tan rojas que cree que explotará gracias a la pena.

—Y se me olvida la más importante de todas, por supuesto.

—¿Cuál?

—Elegiste contarme todo esto. —¿Lo eligió? ¿Realmente lo hizo?—. Podrías haberte ido o mentirme pero no lo hiciste y esa es una elección que da cuenta de lo mucho que has cambiado.

—Ya veo. —Y de pronto, se siente como si hubiera pasado toda la montaña rusa e incluso se hubiera divertido en el camino—. ¿Qué hago ahora?

—¿Qué te gustaría hacer?

—Quiero cambiar eso. —Entonces admite y mira a sus hijos—. Quiero mejorar.

—Entonces. —La terapeuta abre la libreta—. Desde ahí podemos empezar.

Terapia.

Sí.

Sale con la cabeza más clara luego de una sesión extensiva, sus bebés juguetean entre las mantitas, su corazón se siente más ventilado y sus pasos se han vuelto más ligeros, es como si flotara de vuelta al apartamento y es curioso, ni siquiera habló de temas tan intensos, podría haber hablado del duelo patológico que sufre tanto con amigos o su papá pero no, se enfocó en admitir lo cruda que consigue ser su relación en estos temas y se siente bien. Supone que eso refiere la incondicionalidad, Ash no lo ama porque sea una especie de sol que siempre está brillando intacto, lo ama en los días malos y buenos, lo ama cuando rompe el silencio y cuando pone sus límites y eh ahí por qué le cuesta tanto confiar a ciegas su propia fragilidad. Eiji nunca tuvo una figura constante en su casa, una mamá ideal o un papá protector son aquellos que saben ponerte límites y ser duros y aún así, te dan la confianza suficiente sobre que no te dejarán de amar porque te los ponen. Nunca tuvo eso y no sabe recibirlos.

Pero no saberlos recibir ahora no implica que nunca podrá hacerlo.

—Los humanos pueden cambiar su destino. Tienen sabiduría que los leopardos no.

Por ende, Eiji tampoco puede actuar como un leopardo, al diablo todo lo demás, está incómodo con su cuerpo, le afecta generarle un rechazo a Aslan, le afecta generarse un rechazo a sí mismo, concibe que la vida lo ha pasado a llevar cambiando su cuerpo con dos niños, se siente afeminado y odia eso porque extraña su figura de antes. Y puede que nunca vuelva a ser el mismo así como Aslan tampoco será la misma persona al final de este proceso, pero pueden ser mejores. Está bien. No, no pretende comparar una violación a su embarazo no planificado, más ambos son duelos igualmente relevantes.

Eiji es importante.

Es valioso.

Es amado.

Es resiliente.

Es libre.

Será un malditamente buen padre.

Se hará mejor esposo en conjunto a Aslan.

Así que no dejará que esto le gane, debe clarificar el tema con Aslan aunque agradece el tiempo que le dio para pensarlo con la cabeza fría, y sí, necesitaba de una terapia y nadie tiene derecho a decirle que no tiene problemas importantes para llevar a sesión, podría pasar la hora entera hablando sobre lo duro que es pensar en el desayuno todos los días si así se le da la gana y mientras sea importante para él, mientras le afecte (y en palabras del poderoso Yut-Lung Lee) los demás pueden irse al carajo.

—Eiji. —Y Ash se mira tan preocupado.

—Ash.

—Volviste. —Dice como si hubiera pensado en la posibilidad de que no lo hubiera hecho—. Perdón por no poder cuidar a los niños.

—No. —Sus revoltosos se han quedado dormidos en el carrito—. Se portaron bien en la sesión, creo.

—¿Creo?

—Dawn me pateó y Jade me tiró el cabello. —Eso hace reír al lince quién tiene entre sus manos una especie de ¿pañalera?—. ¿Qué haces? —El rubor no tarda en expandirse por el rostro de su amante, está vistiendo uno de esos suéteres que usa para ir a la universidad con sus lentes, luce muy guapo.

—Estaba aprendiendo a ponerles pañal.

—¿Con...? —El japonés arroja un jadeo indignado cuando se inclina y vislumbra la mesa del comedor en su totalidad—. ¿Estás intentando ponerle un pañal a Nori Nori? ¡Ese es para Buddy!

—¡No había otro peluche! —Entonces Eiji deja a sus hijos en el sofá, aprieta su estómago con fuerza y suelta una carcajada realmente grosera porque no debe existir nada más adorable que el lince de Nueva York empolvado con talco, sosteniendo a su adorada caricatura como si fuera un bebé contra la mesa y practicando para ponerle un pañal que le queda gigante, es tan lindo que cree que llorará y de hecho, siente el llanto quemarle las mejillas—. ¡Ya cállate! —Gimotea.

—¡No puedo creer que practiques con eso!

—¡Eiji! —Ash patea el piso, aventando a Nori Nori lejos.

—Cariño, no seas así con nuestro tercer hijo.

—No es nuestro tercer hijo.

—Claro que lo es. —Eiji lo recoge—. Es igual a ti ¿no ves? —Pero a Ash no le hace nada de gracia, se limita a entrecerrar la mirada y esbozar un puchero de absoluta indignación.

—Creo que te odio.

—Si me odiaras no le pondrías pañales a Nori Nori.

—Creo que odio amarte.

—Eso está mejor. —Ríen, más ligeros.

—Entonces... —Ash tararea, intentando guardar sutilmente los pañales para que Eiji pueda dejar de lado el tema—. Tú siempre te quejas con que no te ayudo con los bebés, por eso le pedí a Jess para que me enseñara a cambiar los pañales.

—No me molesta hacerlo.

—Pero también son mis hijos, quiero ayudarte. —Ash suspira, derrotado—. Deja de actuar como si todo fuese solo tu responsabilidad.

Oh.

Cierto.

—Ash... —Eiji toma asiento frente a la mesa, sus codos se sienten rígidos contra el soporte de granita y tiene la lengua seca—. No quise reaccionar mal cuando intentamos tener sexo el otro día. —Aslan impresiona sorprendido de que sea él quien ponga el tema, más, se lo guarda y se sienta a su lado.

—Lo odiaste, ¿verdad?

—No lo odié, me gusta la intimidad contigo, Ash.

—Pero yo... —Y el más joven luce tan herido, piensa en el fragmento del cuento que le leyó a Dawn y a Jade y en lo acertado que es para la situación de ambos, tienen harto trabajo que hacer todavía, eso es cierto—. No fue voluntario, Eiji. Te prometo que no quise reaccionar así, quiero intentarlo de nuevo más adelante, no fuiste tú, yo no...solo que luego me puse a pensar y mi cabeza siempre corre hacia otras partes, no quise hacerte sentir poco deseado, mierda, tú eres precioso, solo que...

—Aslan. —Detiene el tren de la catástrofe acunándolo con ambas manos—. Cariño.

—Lo siento, Eiji.

—No te disculpes, sé que no fue voluntario. —Así como Eiji tiende a acoger el malestar de su esposo.

—Aun así...

—Fui yo. —Debe acoger el suyo—. Yo me siento poco deseable en estas condiciones, me excusé en tu reacción porque en el fondo, quería comprobar eso que llevo pensando desde hace tanto, dentro de una parte de mí quería corroborar que alguien como tú nunca podría. —Traga duro—. A alguien como yo.

—Oh Eiji. —Ahora es su amante quien acuna sus mejillas—. Mi tontito esposo.

—No eres el único que se encierra en su cabeza supongo.

—No lo soy. —Se burla, repasándolo con una devoción tan cuidadosa que efectivamente lo invitan a creerse lo más valioso sobre la faz de la tierra y es duro quitarse esas etiquetas, porque a veces la vida es injusta y es inconcebible que no exista una explicación de por medio, te colocas etiquetas de naturaleza despectiva para poderte mirar, decirte: me lo merezco, por eso me pasan cosas terribles.

Por eso Ash murió en la biblioteca.

Por eso papá lo dejó.

Por eso Shorter falleció encima de él.

Por eso Skipper fue secuestrado. Por eso pasan las cosas que pasan a su alrededor, porque es mucho más afrontable admitirse algo negativo. Pero ya no puede seguir haciendo eso, es un papá, las cosas son diferentes, Ash también está en su proceso de recuperación, por ende no puede seguir fingiendo que el suyo no es importante.

—Eiji. —Ash lo llama con esa voz que lo derrite—. Debes estarla pasando muy mal, entiendo lo que se siente que tu cuerpo sea ajeno, entiendo lo horrible de esa sensación, diferente porque no estoy embarazado y a fin de cuentas, tú pasaste los primeros meses lidiando con ellos solo. —Ash se toma el trabajo de buscar palabra por palabra con cuidado—. Pero si de algo te sirve, a mis ojos eres sexy, hermoso, maravilloso, ingenioso, inteligente, fuerte, valiente, admirable, eres libre y te amo tanto.

—Ash. —Es la primera vez que lo escucha tan directo, ni siquiera en su boda consiguió entablar unos votos tan íntimos como estos—. Gracias, sé que también la estás pasando mal.

—Pero para eso estamos enfrentándolo juntos ¿verdad? —Jade se remece incómodo bajo la manta.

—Los cuatro. —Eiji sonríe, mirando a sus hijos.

—Los cuatro.

Perdónenme por haber sido tan cruel conmigo mismo, estoy trabajando en eso, me lo merezco.

Y de la misma manera, prometo esforzarme para ser el papá que se merecen.

Los amo.

Ya vieron por donde va la patita de Eiji en el fic, pero primero nos vamos a meter de lleno en los conflictos de Ash, así que tendremos dos días bien intensos a partir del lunes, ya verán. Dios, espero terminar esto a tiempo o llorare. Gracias por tanto.

¡See ya!

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