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18. Llanto.

Hi~ Hoy estoy menos muerta que ayer que literalmente me fui a un nockout, así que ando más despierta en las notitas. Bueno, como se los comente antes, el sexo es un tema que aparece de manera reiterada a lo largo del resto del fic sea de parte de Eiji (más al inicio) como de Ash (más al final) y es un proceso bastante poco disney en ese sentido, las conversaciones se hacen duras, los intentos aún más, al principio es un poco incomodo y desesperante. Así que sino se sienten en comodidad con este tema la pasaran bastante mal en este arco, por eso se los advierto. Los sintomas de PTSD (o cualquier otro transtorno en realidad) no son voluntarios ni deseables, nadie piensa: oh, muero por tener una reexperimentación o disociarme. No man, solo pasan. Por eso se tocan de manera tan extensiva y profunda en esta patita del fic. Quedan advertidos, sin más que decir. 

¡Espero que les guste!

—Tengo un problema contigo, Eiji.

Las palmas del nombrado navegan hacia el pecho de su amante, las usa para recorrer desde su cuello hasta la curva que se forja entre su cintura y costillas, le encanta aquel lugar, no por sus abdominales (que es un misterio cómo ha logrado mantener si apenas levanta el trasero del sillón para frenar su extensiva lectura) sino por la cicatriz que Lao le dejó. Una puñalada. Lao lo apuñaló pero en lugar de preocuparse por salvar su vida quiso salvar su carta e incluso fue a la biblioteca para terminarla, Eiji tiene ambivalencias con respecto a la situación, se lo imagina perfectamente en paz, contemplando el mural del techo mientras se desangra y sonríe con su último instante de lucidez y Eiji se cuestiona el porqué de esa sonrisa. ¿Fue una sonrisa por finalmente haber encontrado paz? ¿O fue agridulce? ¿Una sonrisa de «Eiji, perdóname por no poder estar a tu lado»?

Escuchó que ni siquiera tuvo energía para pedir ayuda, que estaba tan cansado que los párpados le pesaban y más adelante le contaría que se sintió como si los fantasmas finalmente hubiesen venido para reclamar venganza. Le da rabia que la única maldita vez que Aslan decidiera no actuar como el leopardo que se profetizó el destino lo ponga en una carcasa congelada sobre la montaña. En teoría, Ash murió ese día.

Fue un 20 de diciembre.

Ash estuvo literalmente muerto un par de segundos, Eiji nunca le dio permiso para darle el sayonara.

Eiji se bajó del avión y regresó a pesar de los regaños de Ibe, posiblemente esa fue la primera grieta que marcó un antes y un después con su familia. Elegir a Aslan sobre todo el universo, incluyéndolos.

Por donde se mire debería ser una cicatriz triste, de hecho, el cuerpo de Ash está repleto de heridas que le aprietan el corazón al ser prueba de una historia de vida sufriente e injusta, reconoce algunas como la puñalada, la que Arthur le hizo en Coney Island, las que Dino usó para marcarlo e incluso la que ese sujeto dejó cerca de su hombro tras haberlo violado. Eiji fácilmente podría dejarse dominar por sensaciones como la impotencia, rabia y cólera. Pero no lo hace. Si algo le ha quedado de aquel proceso terapéutico es que si bien, nada cambiará lo que Aslan pasó pueden releerlo con una mirada diferente. Así que lo hace. Sí, Arthur lo apuñaló en Coney Island pero eso los llevó a reunirse después del instituto de salud mental y compartir su primer abrazo. Sí, Dino lo marcó pero también aparecen marcas invisibles como las que Griffin y Shorter dejaron en su corazón. Sí, lo violaron, pero continúa vivo, acá, a su lado, con sus hijitos. Y nunca hace esta relectura con el afán de minimizar el malestar, maldición no, pero merece construir una historia igualmente hermosa a su alma. Por ende, en lugar de cicatrices recuerda abrazos, besos, caricias, consuelos, momentos donde se encontraron aunque creyeron que no se volverían a ver vivos.

Momentos de ¡Ash-estás-a-salvo! y también de ser-amigos-significa-contar-lo-que-sientes-aunque-sea-doloroso.

Dónde añade: pero no quería hacerte daño, lo siento.

Así que sí, esta cicatriz es su favorita porque le recuerda que lo tiene al lado en una no segunda, sino tercera oportunidad.

—Eiji. —Lo regaña amurrado al ser ignorado pero el nombrado se encuentra demasiado entretenido trazando figuritas al azar dónde están sus heridas, coloreando constelaciones de estrellas perladas.

—Mhm.

—Eiji. —Lo llama necesitado de atención porque en el fondo, es un gato mimoso que teme admitirlo.

—Te estoy escuchando.

—Entonces pregúntamelo.

—Eres tan infantil.

—Vamos. —Le suplica y es trampa que ponga un puchero tan suave—. Pregúntamelo.

—¿Qué problema tienes conmigo? —Entonces le sigue el juego, alzando la mirada para encontrarse con esos ojos verdes enmarcados por hilos de nieve, están frente a frente encima de la cama de Ash y es tan ridículamente pequeña que apenas les queda espacio para charlar, de hecho están tan cerca que Eiji puede contar cada racimo de pestaña desde dicho ángulo—. Cuéntame.

—Creo que tenemos un gran pero gran problema. —Ash tararea con esta sonrisa juguetona, una de sus manos se cuela dentro del pijama del japonés (más que un pijama sigue siendo esa camisa blanca que el lince suele llevar, le gusta su aroma y no lo disimula).

—¿Cuál es? —Insiste.

—Que estoy perdidamente enamorado de ti. —Claro que aprovechó de lanzar una confesión de ese calibre, es la clase de cosas que Danny Zuko le diría a Sandy Olsson en "vaselina" que le hace palpitar con fuerza el corazón, no es justo cuando se pone en esta clase de modo coqueto y seductor, nunca sabe qué hacer para responderle—. Así que deberías dejar de ser tan lindo y liberarme, bombón.

—Lo dices como si te tuviera hechizado.

—Pues el amuleto que te dio tu hermana resulta sospechoso. —Ríe entre dientes, acurrucándose entre los fornidos brazos de Ash, permitiéndose envolver por su calidez y ser más mimoso de lo que acostumbra, el parto de sus bebés lo ha puesto en una montaña rusa sin freno a toda velocidad.

—Eres un idiota.

—Tu idiota. —Le corrige, besándole el cabello.

—Si te tengo tan enamorado, ¿por qué seguimos usando camas separadas? —La pregunta toma por sorpresa a Ash y lo nota en la tensión que nace alrededor de su mandíbula.

—¿Q-Quieres...? —Oh, de pronto el señor jeans ajustados y peinados de los ochenta tartamudea en un adorable sonrojo que lo hace lucir jodidamente lindo—. ¿Quieres volverlas a juntar?

—Nuestra terapeuta dijo que podíamos volver a poner el tema cuando estuviéramos listos ¿verdad?

—Sí pero... —Ash se relame la boca, ansioso—. Las separamos luego de la noche dónde los hicimos y no las hemos vuelto a juntar.

«La noche dónde los hicimos» le dijo haciendo alusión a sus hijos.

No «la noche dónde me violaron».

Aunque no comprende si utilizar estas palabras es consecuencia de terapia individual (a estas alturas ya está familiarizado con la reescritura de relatos traumáticos y su reenfoque) o hace alusión todavía a la dificultad que tiene su pareja para concretizar lo que le ha ocurrido, lo acoge. Acoge agradecido cualquier cosa que Aslan pueda traerle. Memora el principio de su relación, en lo mucho que al rubio le costó aceptar que Eiji le gustaba porque ¿qué palabra utilizó? Ah, sí "homofobia internalizada" el tema de la sexualidad de su amante fue un gran tema al inicio por lo mismo, la homosexualidad Ash la tenía asociada a los pederastas y los violadores, por ende, era algo tan sucio y terrible que incluso llegó a decirle que prefería suicidarse a terminar siendo un marica como Marvin. Ciertamente no los ayudó haberse conocido en la guerra de pandillas dónde las relaciones ni siquiera eran la prioridad, él estaba seguro de que nunca usarían romántico para definirse, estaba bien con esto mientras Aslan estuviese cómodo.

No necesitaban ser pareja para saber lo que el otro sentía, lo juraba como su alma gemela, es decir, el pilar del otro incluso en estas circunstancias. Eiji lo amaba de manera genuina y a cambio de dicho amor, Ash le ofrecía un lado tierno y devoto solo para él.

Y aun así...

Le dio su primer beso. Y el segundo. Y el tercero. Y todos los besos que ha dado hasta el día de hoy.

Aun así, gritó de emoción cuando Ash le pidió noviazgo frente a la biblioteca pública de Nueva York, y luego matrimonio porque es taaan malditamente romántico arrodillarse frente a Hemingway (por favor nótese el sarcasmo, el desgraciado lo hizo para molestarlo nada más).

Es verdad, no necesitan tener una relación romántica para ser almas gemelas y sin embargo, tenerla tampoco es algo inherentemente malo, de hecho, prohibírsela porque su amor debe ser "limpio" es tan tonto que hasta un extranjero logra comprender lo retraumatizante y nocivo de dichosa censura.

En palabras de Yut-Lung Lee: váyanse a la mierda.

Ash usará el concepto de violación cuando esté listo.

Eiji tendrá sexo cuando esté listo.

Ambos tienen la confianza suficiente para percibir y acoger esto e inclusive más: de hablarlo. Punto.

—¿Te sientes bien volviendo a dormir conmigo? —Así que debe tener la madurez suficiente y seguir, su esposo a pesar de las trabas dolorosas que tiene para referirse de la experiencia lo está haciendo y aun si Eiji sigue siendo muy ignorante en el tema al estar ajeno, entiende lo destructivo que puede ser que una víctima hable y no se le crea, eso pasó en Cape Cod ¿no es así?—. No quise tomarte por sorpresa con el tema ni que sientas que es una trampa pero me preocupa que no sea bueno para ti.

—¿Lo preguntas porque me tienes asco?

—Ash. —Lo regaña suavemente, intercambiando posiciones para que sea Eiji quién lo envuelva y su marido quién se acurruque contra su pecho—. ¿Qué dijimos en terapia?

—Qué debo limitarme a describir y no sacar conclusiones apresuradas, no debo interpretar de más, bla, bla, bla. —Casi puede verlo rodar los ojos y eso le saca una sonrisa, lo apretuja más fuerte.

—Lo digo porque... —Traga duro—. Ya sabes, los dos somos chicos.

—¿En serio? ¡Mierda, Eiji!

—¿Qué?

—No me había dado cuenta de que estaba casado con un homosexual, ¿cómo les diré a Jess y a Max que mi esposo es gay? Se van a infartar y me mandarán a un retiro religioso.

—¡Ash! —Lo aparta para apretarle las mejillas, todavía lo saca de quicio que sea tan sarcástico pero en el fondo, espera de estas oportunidades para rebatirlo—. Hablo en serio.

—Lo sé. —Ríe—. Lo siento.

—Además, tú definitivamente serías el homosexual entre nosotros, me diste una nalgada en prisión.

—Porque tu trasero es bonito y nalgueable.

—Nalgueable no es una palabra real.

—Claro que lo es.

—No lo es.

—Lo es. —Entonces el maduro de su esposo procede a darle una nalgada—. ¿Ves? Eres nalgueable.

—¡Ash!

—Ya. —Ríe, recobrando la seriedad—. Bromear me ayuda a lidiar mejor con la tensión, lo lamento.

—No. —Ambos se sientan encima de la cama—. Lo entiendo. —Así impresiona funcionar su esposo: si es una broma entonces está bien. Si es una broma lo hace todo menos real. Porque si es real toma un peso diferente y eso es algo que probablemente aun le cueste confrontar—. Retomemos.

Sexo.

Volvemos al sexo, ugh. Lo hastía.

Pero es algo que deben comprender a cabalidad. Por una parte, Eiji empatiza con el terror que debe sentir su amante acerca de volver a ser tocado y ponerse a sí mismo en una posición vulnerable, no quiere hacerle daño, lo último que anhela es volver a marcar una grieta de rechazo, el sexo da miedo y odia mencionarlo. Pero por otro lado, no hablarlo y asumir por Aslan que jamás lo volverán a tener y negarle la vida sexual solo porque fue abusado sexualmente es pedirle que se mantenga de víctima para siempre y se vea reducido a eso en lugar de empoderarse e intentarse levantar. Sí, los prejuicios son dañinos pero también es potencialmente dañina la reacción de sus seres amados e inclusive de los extraños. Recuerda especialmente a Willard Evanstine en este instante, el policía que entrevistó a Aslan cuando fue inculpado por el asesinato de Marvin, al corrupto no solo le bastó con exponerlo a sus abusos infantiles a través de cintas pornográficas una y otra vez, sino que eso le dio un mensaje implícito, como si hubiese trazado una línea entre los humanos aceptables y los que no. Por eso, las personas que abren heridas que ya son sumamente dolorosas sea con prejuicios o con imposiciones no son mejores que William Evanstine y Eiji no quiere caer en esto. Necesita hablarlo y comprender lo que Aslan espera para estar en la misma página. Sexo.

El sexo no es intrínsecamente malo, se recuerda.

—Te da miedo compartir cama porque a veces despertamos duros. —Ash concluye con asertividad.

—Más o menos. —Siente sus mejillas calientes y pasa la saliva con dureza, le da vergüenza poner el tema—. ¿Qué hacemos si mi cuerpo despierta una reacción dolorosa en ti? —Les pasó una vez antes del tema del divorcio, el japonés se puso erecto entre sueños mientras abrazaba a Aslan y sin darse cuenta eso gatilló una reexperimentación intensificada por la oscuridad de la noche y las pesadillas.

—No sé. —Ash se encoge encima de las sábanas, pequeño—. Estoy un poco asustado de intentarlo, sé que en el consultorio te dije que estaba listo pero tenías razón, me estaba adelantando. Yo quería probarme a mí mismo que aún podía...mi cuerpo, que fuera mío, que pudiera darlo a quién eligiera.

—Ash.

—Sé que no es la gran cosa porque lo usaron otra vez sin mi permiso pero incluso si resulta despertar algún síntoma, quiero elegirte. —Y a Eiji siempre le hace añicos verlo vulnerable, recuerda en carne abierta la impotencia que sentía al ser solo amigos y no poder hacer nada para consolarlo—. Perdón.

—Amor, no te disculpes. —Le pide pero él ya tiene esa expresión de ahogado en su cabeza—. ¿Ash?

—Debe ser desagradable escuchar eso, no te culpo y me sentiría ofendido en tu lugar, como si fuese a usar un condón usado o un inodoro público, ¿no te da risa? Soy como esa puta que nadie quiere follarse de lo floja que está, mejor ni siquiera intentemos, seguramente me ves así ¿no? Asqueroso.

—Aslan. —El comentario lo hace mierda—. Jamás podría verte de esa manera y me duele que hables así de ti, eres lo más maravilloso que tengo en mi vida junto a nuestros hijos, entiendo que te sientas así porque estás pasando por algo sumamente difícil pero me duele mucho recibirlo, me afecta.

—Eiji.

—Me duele que digas esas cosas de ti, me duele que hayas pasado otra vez por eso, me duele estar tan inseguro sobre mi propio cuerpo y no poder probar de inmediato, me duele ir con tanto cuidado, me duele pensar que podrías sufrir si tratamos, me dueles, Aslan. Me haces trizas el corazón, odio que hables de lo más valioso de mi vida como si fuera...¿cómo te sentirías en mi lugar? ¿si yo hablara así de mí? —El más joven toma una bocanada de aire, intentando salir de su propia cabeza.

—Me haría mierda el corazón. —Entonces lo admite, apretando sus manos, transmitiéndole en cada fibra de su ser que lo necesita a su lado—. Lo siento, es que estoy muy asustado, me pongo defensivo cuando me asusto, me costó tanto superar la vez pasada el tema del sexo, me hacías sentir tan... —Sus ojos se cristalizan, Eiji acuna sus mejillas entre sus palmas con suavidad—. Valioso y amado.

—Cariño.

—Y me da rabia haber perdido algo así, me da rabia lo que me han quitado, mi cuerpo era mío y lo tomaron otra vez, Eiji. Me siento sucio todo el tiempo e indigno y tengo mucha pena, me perdí.

—No has perdido. —Se mantiene firme, Aslan lo envuelve entre sus brazos, de alguna forma termina a horcajadas de su amante, están compartiendo el mismo "pijama" pero en piezas diferentes—. Sigo acá, ¿no es verdad? Y por ende, podemos volverlo a intentar de a poco, a nuestro propio ritmo.

—Lo sé. —Susurra, dejándose caer contra el hombro del moreno—. Pero es agotador trabajar tanto por una vida normal ¿entiendes?

—No. —Es sincero—. No creo que nunca pueda entenderte del todo en eso, no he pasado por todo lo que tú has pasado. —El lince lo mira como si acabase de enterrarle una navaja en el corazón, eso lo incita a expresarse de mejor manera, ¿cómo decirlo?—. Pero no necesito entenderlo para poderte apoyar y estar acá, no necesitamos ser iguales en ningún sentido para ser incondicional.

—¿Eh? —Entonces Ash recupera esa mueca juguetona—. ¿Te crees incondicional?

—Por supuesto, me he quedado contigo a pesar de las veces que me has tratado de mandar a Japón.

—No fueron tantas. —El desgraciado escamotea.

—¿Ah no? —Pero Eiji no se lo permite—. ¿Quieres que las contemos? —Ash palidece.

—¿Llevas la cuenta?

—¿Tú no?

—¿Te he dicho lo bonito que te ves con mi camisa? —Eiji sonríe por tan patético cambio de tensión y lo ama, ama lo simple y natural que es poder fluctuar en su relación con Aslan—. Además, es sexy que no uses pantalones. —Un escalofrío eriza los vellos de sus muslos cuando su esposo pasea todos sus dedos con libertad hacia su cadera, traga duro, derritiéndose bajo los toques ásperos encima de tan sensible retazo de piel.

—A-Ash. —Le suplica—. Todavía sigo sensible por el embarazo. —Excitable por las hormonas, quiere decir y jamás lo hace.

—Así lo veo. —Su atención va hacia sus pezones, se ha transparentado su camisa porque aún posee fugas de leche y es un dolor—. De verdad puedes amamantar a nuestros hijos.

—¿Te extraña? —Hace alusión a su pecho—. ¿Cómo pudiste tomarte con tanta calma mi embarazo?

—No sé. —Ash se encoge de hombros, envolviéndolo como si fuese un felino celoso—. No tiendo a cuestionarme las cosas que me pasan, ni siquiera las buenas a estas alturas, no desde que apareciste y te llevaste ese mal hábito. —Eiji suspira contra el cuello de su esposo, le gusta dejarse reposar acá, donde el aroma de su pareja es más fuerte y su calidez es más calentita, es su refugio contra lluvias.

—Pensé que aceptarías con más dificultad a dos niños.

—Yo también. —Los cabellos dorados le hacen cosquillas encima de la frente, es agradable—. Pensé que tendría toda clase de pensamientos catastróficos sobre ser un mal papá.

—¿Y qué pasó?

—Creo que el divorcio me rompió el cerebro.

—Creo que lo tenías roto desde mucho antes.

—¡Eiji! —Gimotea—. No me faltes el respeto sino quieres que empeore esto. —El desgraciado tiene el descaro de soplarle por encima de los pezones sabiendo que ya están erectos, debería enfadarse.

—A ver. —Pero supone que el carácter de su esposo se le ha contagiado y a estas alturas es todo un peleador—. Empeóralo. —Lo desafía—. Déjame tan mal que apenas pueda recordar tu nombre.

—Eiji Callenreese, ¿acaso me estás coqueteando? —El más joven le lanza una sonrisa galante, mete sus manos dentro de su camiseta y lo tira contra la cama como si fuese un depredador.

—No sé. —Tararea—. ¿Está funcionando? —El japonés se inclina para besarle el cuello a su esposo, lo siente tragar duro cuando pasea sus labios justo sobre su gruesa manzana de Adán y entonces...

—Joder.

Eiji contiene un jadeo, Ash se encuentra raspando ligeramente con los dientes su mandíbula, el tacto quema y lo incita a arrojar el cuello hacia atrás, permitiendo que su marido saboree completamente su piel presionando un camino de besos hasta sus labios. Respiran el mismo aliento cuando se rozan, pero no se mantiene inocente ni dulce por demasía, Aslan se encuentra impaciente, se lo hace saber, lame la hendidura de la boca de Eiji usando su lengua y en una mezcla de éxtasis y nervio, profundiza. Se siente similar al beso en prisión, es embriagador y efervescente, lo hace sentir como adolescente perdidamente enamorado del atractivo líder pandillero. Mierda. Las manos de Ash lo tocan de arriba hacia abajo, lo estrecha contra su cuerpo, lo aprieta con tanta fuerza que acá mide el tiempo que se extrañaron estando tan lejos. El moreno tiembla levemente e intenta seguir el ritmo en el beso, su lengua se siente invasiva, profunda y deliciosa.

—Parece que lo he empeorado. —Entonces se burla, sus manos se han colado dentro de la camiseta, se encuentran sobre sus pezones adoloridos debido al amamantamiento, los acaricia con toques tan ligeros como plumas que hacen que sus piernas tiriten y la excitación lo nuble—. Estás tan mojado.

—A-Ash. —Le suplica—. Por favor, tócame. —El lince sonríe entretenido, inclinándose hacia su oreja para poderle susurrar.

—Dime lo que quieres. —Siente el aliento de Ash quemarle la oreja y ya está erecto, mierda, es tan vergonzoso que podría morir.

—Tócame más.

—¿Aquí? —Se burla, apretando un pezón con sus dedos, enviando un espasmo de pura electricidad —. ¿Te gusta que te toque aquí? ¿Te gusta que te chupe los pezones?

—S-Sí. —Eiji solloza, aletargado por el placer—. Me gusta ahí, me gusta que uses tu boca...

Arroja la nuca hacia atrás cuando siente la lengua caliente de Aslan retorcerse por encima del pezón, sus movimientos son lentos y tortuosos, como si disfrutara de verlo enroscar por tanto placer, toma las sábanas entre sus manos y las aprieta, su corazón corre demasiado rápido y su piel está hirviendo bajo esta lluvia de besos, hay rubor por todas partes, es un calor que jamás ha sentido y es un millón de veces más intenso a cualquier cosa que pudiese haber experimentado antes.

Y los besos de Aslan encima de su piel son tan largos, Eiji apenas consigue mantener un pensamiento coherente cuando enfoca su atención en su amante y...lo está mirando mientras retuerce su lengua encima de su pezón, sus ojos verdes se encuentran nublados por una capa de éxtasis, aun así es una mirada cariñosa la que le da, es diferente a la de esa noche dónde se veía roto y vacío, lo tocaba con asco y odia haberse acordado de eso ahora. Ash nota su cambio enseguida, detiene sus acciones de golpe para poderse inclinar hacia el respaldo de la cama y mirarlo.

—Eiji. —Lo llama con voz suave—. Lo siento si hice algo que te desagradó o te hizo daño, no quería.

—No es eso. —El japonés niega—. Pero... —Aprieta sus manos, Ash lo mira con toda la preocupación del mundo pendiendo en sus pupilas pétreas y es hermoso—. Es que esta noche eres tú mismo.

—¿Yo mismo? —Y el lince no impresiona caer en la cuenta hasta que...—. Oh. —Lo hace—. Lo siento.

—No lo digo para que te disculpes.

—No recuerdo mucho de esa noche en realidad. —No lo culpa, la psiquiatra y la psicóloga de Ash lo psicoeducaron para que comprendiera los síntomas disociativos incluidas las lagunas de memoria—. Solo recuerdo haber tenido la urgencia de llegar a ti. —Le confiesa y se mira pequeño—. ¿Cómo...?

—Fue malo. —No lo dice con saña o con maldad, sin embargo, ser tratado como un cliente fue algo que dejó un resqueme de trauma en lo más profundo de su alma—. Tenías una mirada tan...falsa.

—Oh.

—No eras tú mismo. —Se quedan en silencio un tiempo, Ash sigue sobre Eiji, lo ha encerrado contra la cama con ambos brazos al costado de su nuca, no parece querer cambiar de posición o más bien, luce como si se estuviese encerrando en su cabeza tratando de recordar cosas que no recordará ya.

—Lo siento. —Musita—. Debió ser difícil para ti. —El moreno alza la vista, incluso en su matrimonio son raras las veces en las que el poderoso Ash Lynx se disculpa, la mayor parte del tiempo esperaban que el tema se zanjara a escondidas porque hay cosas demasiado difíciles para hablarlas. Si las está hablando en estos momentos es una medida de autocuidado, porque así como el PTSD de Ash es el punto de consideración a la hora del sexo, también lo debería ser esa experiencia donde Eiji se sintió transgredido y casi...usado.

Sí, Aslan fue quién lo "satisfizo" y se encargó de dirigir el sexo, pero Eiji se sintió como un cliente.

—Necesito que seas tú si vamos a volverlo a intentar. —Sus dedos se entrelazan encima de la cama, ambos se encuentran medio desnudos bajo la luz de la luna y es casi hilarante la imagen.

—Sí era yo. —Su voz se quiebra en un susurro—. Era yo, una parte de la que no estoy orgulloso que conozcas, pero esa era la razón por la que era tan popular, tenía que saber cómo mirar a las personas para que me quisieran comprar ¿entiendes? Era una actuación, no quería que vieras mi mirada, pero tenía que vender la mercancía de alguna manera y...

—No eres mercancía, Ash.

—Lo era. —Lo escucha tragar duro—. En algún momento lo fui, no era el favorito de Dino por nada.

—Aslan. —No está seguro de qué debería decir en esta clase de situaciones porque el pasado de su esposo es un tema de esquirla de hielo todavía—. Lo siento por hacerte recordar eso.

—No es tu culpa. —Suspira, finalmente soltando el aire de sus pulmones y relajándose—. Y no pidas disculpas por algo que no fue tu culpa.

—Lo siento.

—Eiji. —Lo regaña.

—Perdón, se me salió. —Y ahora el rubio sonríe, porque sabe que le está agarrando el pelo.

—Eres un tonto, onii-chan. —Ash se deja caer de golpe encima de su pecho, igual que un gato grande marcando territorio se restriega bajo el cuello de su pareja, impregnándolo de él—. No puedo creer que seas la madre de mis hijos.

—No soy la madre de tus hijos. —Corrige irritado y aun así, abrazándolo (pero claro, enfadado).

—Tú los pariste.

—Pero eso no me hace su madre.

—¿Entonces yo soy la mamá?

—Serías una mamá muy bonita. —Y ahí está, esa sonrisa malditamente infantil y coqueta que tanto ama de su marido—. Max me contó que no te veías nada mal siendo una Barbara.

—¿Estás hablando de fetiches otra vez? —El moreno rueda los ojos antes de presionarle un beso en la cabeza, porque a pesar de las conversaciones difíciles y duras, siente que está más cerca de Aslan que nunca y no solo por la paternidad sino porque realmente lo ha dejado entrar, sea bueno o malo.

—Tonto.

—Terco.

—¡Oye! —Gimotea—. Así no es divertido. —Esboza un puchero porque sabe que Ash ama que haga pucheros y tienen un efecto de corazón derretido en él.

—Haces trampa. —Se queja—. Pero creo que hemos avanzado en el tema, me siento seguro contigo.

—Oh, Ash.

—Y me gustaría seguirlo intentando. —Eiji juguetea con los cabellos más cortos de Ash, entretenido.

—Yo también.

Antes de que puedan añadir más, un llanto atronador los tira de la cama (metafórica y literalmente).

Sus bebés lloran.

Lloran, lloran y lloran.

—Mierda. —Ash se queja, estirándose la cara—. Ya se habían tardado en exigir nuestra atención.

—Nos dieron demasiada tranquilidad, dales crédito. —Eiji se acomoda la camiseta, sus pantuflas se deslizan en sus pies y se da energía mental para atender a sus pequeños—. Tendríamos más espacio para traerlos acá si volvemos a comprar una cama matrimonial. —De repente a Ash le pega el sueño y bosteza exageradamente, apoyándose encima de su amante para poder salir del cuarto a rastras.

—Tienes razón.

Claro que la tiene.

Es Eiji Callenreese después de todo.

Jade estira sus manos desde la cuna apenas pone un pie en el cuarto, el llanto cesa progresivamente hasta que finalmente lo toma entre sus brazos para arrullarlo, Dawn duerme con el ceño tenso entre una pila de mantas, casi como si su hermanito menor le molestara y le recuerda tanto a Ash con esa fachada huraña de gato mañoso mientras que su niño es regalón y esponjoso, como un conejito. Su esposo se une a los mimos con el objetivo de apoyarlo. Eiji piensa en la conversación previa e intenta metabolizar lo dicho, siendo honesto, el tema del divorcio se mira lejano, realmente lejano, como si hubiese sido una pausa en su relación que ninguno recuerda y la hubiesen retomado del inicio, a fin de cuentas se siente como cuando empezó a ser pareja de Aslan: con terapia, caminando en cáscaras de huevos con el tema del sexo y las caricias y tratando de entender. Solo que ahora además de ser Ash y Eiji, tienen a dos personitas ansiosas por acompañarlos y es lindo.

—Ni siquiera nos deja dormir. —Ash se lamenta, quiere sostener a Jade entre sus brazos pero parece que la inexperiencia de tener bebés lo hace entrar en pánico—. Es un chillón como su mamá.

—No soy un chillón.

—Pero admites ser la mamá. —Eiji rueda los ojos, sarcástico.

—Jade tiene buenos pulmones. —Una pompa se le escapa cuando ríe y su corazón se derrite por este niño, ¿cómo pudo concebir la vida sin él? Dawn por supuesto no se queda atrás, mucho menos ahora que ha despertado y se muestra recelosa por la falta de atención—. Ven acá, pequeña.

—¿Cómo puedes sostenerlos a los dos? —La admiración que Ash le muestra le infla el pecho porque bueno, Ash suele ser el sabelotodo en la relación, es agradable intercambiar papeles para variar.

—Mi hermanita. —Le confiesa—. Solía cuidar mucho a Masako. —Porque papá estaba tan enfermo y mamá desaparecía—. Mi abuela nos ayudaba en ese entonces, la queríamos mucho.

—Nunca hablas de tu familia. —Eiji mece a sus niños entre sus brazos y lo único que puede hacer su marido es contemplarlo absolutamente deslumbrado.

—Ustedes son mi familia.

—Eiji.

—¿Qué? Tú preguntaste.

—Sabes a lo que me refiero. —El japonés frunce el ceño, sintiendo a la herida abrirse en su corazón, nunca tuvo oportunidad de cerrarla del todo, mucho menos cuando no volvió a Japón.

—¿Recuerdas lo que me dijiste sobre el llanto de los bebés? —El lince impresiona sorprendido ante el tema, más, lo disimula—. Dijiste que los bebés lloran porque saben que aparecerá un cuidador para satisfacer sus necesidades o al menos intentará consolarlos.

—De la teoría del apego, ajá. —Rueda los ojos, su pareja adora usar palabras elegantes cuando para él las cosas son mucho más simples—. Es importante transmitirles de bebés que cuando lloren habrá alguien que los cuide y vele por su bienestar. —Lo dice con una sonrisa agridulce y no hace falta que le pregunte para tener la certeza de que piensa en Cape Cod, en Jim y en Griffin, en su mamá—. Por eso es peligroso que los bebés dejen de llorar, porque se resignan, saben que nadie vendrá, inclusive yo lloraba de bebé porque ahí estaba... —No puede decir su nombre.

Griffin.

Griffin Callenreese.

—Y me consolaba.

—Masako no lloró. —Entonces confiesa—. No durante un tiempo, mi mamá. —Frunce el ceño en lo ásperas que salen las palabras—. No fue planificada mi hermana, entonces mi mamá se desligó y mi abuelita estaba demasiado mayor para cuidarla, tenía demencia y a veces no sabía ni dónde estaba, yo era demasiado pequeño para saberla cuidar, tuve que aprender, me ayudaron mis vecinas.

—No sabía.

—Mejoró con los años, mi mamá es una mamá al final del día, pero los primeros años de vida de mi hermana fueron duros y luego de nuevo, con la muerte de mi papá el avance que teníamos se fue.

—Eiji.

—Así que me pone contento escucharlos llorar, significa que estamos haciendo un buen trabajo.

—Mi chico valiente. —Ash lo envuelve entre sus brazos antes de que pueda decir otra cosa, el llanto de ambos niños cesa con la acción y aunque Eiji tiene los brazos muy cansados, no consigue moverse un solo centímetro—. Lo has hecho bien hasta ahora. —Le dice—. Lo hiciste muy bien.

—Ash. —Y de repente no entiende porqué pero tiene muchas ganas de llorar—. No sigas, estoy muy hormonal todavía y no quiero consolar a mis niños en medio de mi llanto.

—Entonces llora con ellos.

—¡Ash! —Sus bebés ríen cuando regaña al nombrado—. ¿Ves? Hasta ellos saben que es mala idea.

—No, ellos me dan la razón a mí. —Aslan estira su dedo hacia Dawn pero es Jade quién lo atrapa en el aire, ganándose una mirada molesta de su hermanita—. Dicen que los bebés nacen reconociendo las seis emociones humanas universales. —Divaga en voz alta—. Lo que quiero decirte es que aun sino quieres mostrarles tu pena, ellos la sabrán y es importante que puedas mostrarte vulnerable al menos en tu familia...al menos conmigo. —Confía en mí, por favor. Te amo.

—Aslan. —Su corazón se enternece de sobremanera ante tan inocente petición.

—Por eso estoy tan agradecido de lo que pasó en el cuarto. —Musita, luchando para no esconderse de los ojos de Eiji porque sorpresa, Ash también es humano y hay cosas que le cuestan y le duelen—. Gracias por confiarme tu cuerpo aun sino salió como esperábamos. —El rubor revienta como una ola en su cara.

—N-No es nada. —Balbucea, continuando en paralelo con los arrullos y la conversación—. Gracias a ti por confiar en mí, Ash. Sé lo duro que es para ti mostrarte más vulnerable.

—Lo es. —Ash lo abraza por los hombros y presiona un beso contra su mejilla ante los brillantes ojos de sus bebés—. Pero a ti te confío mi vida, mi alma, mi cuerpo y mi corazón.

—Eso es tan cursi. —Ríe relajado, sabiendo que jamás se ha sentido tan seguro como ahora, con sus dos niños en sus brazos y Aslan acunándolos a todos—. Te amo.

—También te amo. —Lo besa un poco más—. Y lo resolveremos de a poco.

—Sí. —Eiji se acurruca.

Ahora son cuatro.

Nos queda bien poquito de la trama en realidad, así que ya vamos conociendo los conflictos finales para despedirnos de esta dinamica, que nostalgia me va a dar, me encariñe demasiado con todos ustedes acá y con la historia y pensar que ni iba a participar asjas gracias por darme cuerda siempre.

¡See ya!

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