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17. Cordón umbilical.

Hi~ Subo este capítulo muy tarde, a 15 minutos de que se termine el plazo por hoy porque~ era obvio, hoy quede noqueadisima por tanto cansancio acumulado, de hecho, reviví porque hubo un temblor bien fuerte (cosas de paises sísmicos) a veces se me olvida que tengo limitaciones físicas uwu pero aún así, estaba realmente emocionada por el capítuño de hoy así que espero que les guste y más encima la tematica justo coincidio con el día de hoy (el día de la piña, es decir, shorter). Recuerden las advertencias que les he dado con anticipación. Mil gracias a quienes se toman el cariño para leer.

¡Espero que les guste!

Eiji grita a todo pulmón. Un dolor lo atraviesa entero. No puede relajarse. No puede enfocarse en la tierna mano de Ash sosteniéndolo como si fuese un ancla. Duele. Duele más de lo que jamás imaginó que podría dolerle. Los doctores gritan algo. Sacan un bulto ensangrentado. Lo envuelven dentro de una toalla. Llora. Llora energéticamente porque probablemente tiene frío y Eiji tiene muchos deseos de poderlo cargar contra su pecho. La cara del doctor es preocupante. Le explica cosas a Ash. Eiji no logra entenderlas. Eiji no escucha más que el electrocardiograma.

Latido... Latido... Latido.

Latido... Latido... Latido.

Latido... Latido... Nada.

La sonda con el ritmo cardíaco cae de golpe.

Es débil.

Eiji se remece angustiado en su camilla. Los médicos se le abalanzan encima. Gritan cosas. Necesitan abrir más profundo. Algo ha salido mal. Uno de los bebés se ha atorado con el cordón umbilical. Esta es la razón de la cesárea. Ni siquiera se alcanzó a dilatar. El doctor está sudando. Su esposo toma su mano con una fragilidad tan dolorosa que ahora siente la necesidad de consolarlo aun si la operación es una agonía para Eiji. Se ha complicado el procedimiento. Su bebé no sale. No comprende por qué.

Latido... Latido... Nada.

Latido... Latido... Nada.

Latido... Nada... Nada.

Toma la palma de Ash con fuerza, siente que sus ojos están empapados de llanto pero todo luce aun irreal. Le recuerda a cuando lo pusieron en esa habitación con...¡Shorter, soy yo! ¿No lo ves? Pero él nunca podría olvidar el vacío en los ojos de su amigo. No había calidez. No había ternura. No pendían sus estoy-tan-cómodo-contigo. Solo horror. Un horror paralizante enfocado a Eiji. No pudo elevar la cuchilla. Ash le gritó muchas cosas. Cadenas retumbando. Sonaban metálicas. Lo apuñalaron. Goteó sangre hacia el girón que quedó hecho su camisa. La camiseta que Dino Golzine le regaló, se la colocó justo después de que intentara abusarlo. Si lo hubiese abusado, ¿estaría dando a luz bebés producto de una violación? Se pregunta si también estaría angustiado en esta situación o preferiría perderlos.

Latido... Nada... Nada.

Latido... Nada... Nada.

Nada... Nada... Nada.

¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! Plic.

Entonces sacan un bulto morado y...

No llora.

No está llorando.

Tiran el cordón umbilical a la basura. ¿Qué clase de padre es? Intentó matar a su bebé ahorcándolo.

—¡Mi bebé! —Las lágrimas brotan de sus ojos, llora y grita porque no le han pasado a sus hijos para que los vea y está terriblemente asustado, pero las enfermeras no escuchan, lo tratan como si fuese un mueble más en el cuarto y el doctor está hablando con Aslan—. Mi hijo necesita que lo sostenga.

No llora.

No llora.

¿Por qué no está llorando?

¿Nació muerto? ¿No sobrevivió la cesárea?

—Quiero verlo, necesito abrazarlo, por favor pásenme a mi bebé, ¿por qué está tan callado? ¿dónde está su hermanito?, ¿por qué no me los pasan? —Se lamenta retorciéndose a causa del dolor, sigue abierto, no debería moverse, pero estira y estira sus manos y no se los pasan—. Necesito abrazarlos.

—Haremos lo que mejor podamos. —Es lo único que consigue escuchar del médico—. Necesito que venga con nosotros. —¿Se van a llevar a Ash? Pero no quiere soltarle la mano, no quiere estar solito.

—Cariño, debo ir a cuidar a nuestros hijos, los van a interferir y necesitan mi aprobación. —Su pareja le presiona un beso encima de la frente y el pánico inunda su corazón—. Te amo. —Suelta su palma.

«No vayas», quiere decirle.

«No me dejes».

Pero se llevan a sus bebés lejos envueltos en una toalla, deberían darles una mantita ya que el cuarto está helado y se podrían resfriar. Eiji no quiere que se resfríen. No quiere que les pase nada terrible.

Los sacan del cuarto. Todos salen del cuarto. Dejan a Eiji solo. Le han quitado sus bebés. No escuchó el latido de uno de ellos. De hecho, ni siquiera lloró.

Eiji llora.

Quiere a su mamá. Pero mamá lo odiaría si supiera que acabó embarazado. Es conservadora. Apenas logró aceptar su relación con Aslan. No lo ha llamado desde entonces. Ni siquiera le contó acerca de sus hijos por temor a que lo incitara a abortar (puesto que es conservadora cuando le conviene). Eiji es un cobarde. El cordón umbilical de Eiji ahorcó a su bebé. Su bebé perdió latido. Su bebé nació tan morado. Eiji mató a su bebé. Eiji es un asesino.

Pasan muchas cosas estando en esa habitación, recuerda haberle preguntado al equipo médico que se quedó para cerrarle la herida si quedaría muy fea. ¿Qué pasa si queda grotesca? ¿Si queda algún queloide? ¿Si el queloide es gordo e hinchado como una garrapata? Aslan no querrá tener sexo con un queloide asqueroso en medio de su estómago. Aslan lo rechazará. Aslan está con sus bebés. Debe calmarse. Debe intentar respirar porque lo están mirando mal al no estarse quieto. El eco del latido de su propio corazón inunda la habitación. Sus manos quieren apretar algo. No hay nada. Eiji perjura que en otras circunstancias Shorter habría podido dárselas. Siempre fue protector e inclusive al final.

—Lo lamento, Ibe-san.

Shorter.

¿Por qué te disculpas?

¿A dónde vamos?

—Pero créeme cuando te digo esto. Moriré antes de dejar que toquen a Eiji, te lo prometo.

Aun resuena su voz, se escucha como un sueño lejano. Eiji estaba inconsciente en ese entonces, Yut-Lung le explicó que quedó hecho una muñeca de piel y carne. Le dijo que no memoraría nada de lo sucedido en dicho lapsus. Pero sí recuerda. Recuerda las manos de Shorter cargándolo. Es un abrazo diferente a los de Aslan. Escucha el corazón de Shorter latir con fuerza. Siente esa calidez filtrar hacia su propia piel. Lo siente protegerlo. Eiji se siente muy a salvo entre sus brazos a pesar de estar dentro de la mansión de Dino Golzine, atrapados. Eiji ama a Shorter. Shorter es un grandioso amigo. Shorter no tiene obligación de cuidarlo. Lo hace. Entonces lo inyectaron. Y entonces usaron a Eiji como arma para hacerle daño. Entonces Shorter gritó horrorizado. Lo miró como...se lo llevaron. Metieron a Eiji en el cuarto de Dino. Dino intentó violarlo. Yut-Lung estaba ahí. Ash llegó a la mansión. Entonces Eiji acabó en el mismo cuarto que los demás. Max e Ibe estaban atados. Aslan estaba encadenado pero se alivió de verlo. Las puertas se abren. Traen a Shorter. Shorter intenta matarlo. Gritan. Duele. Alto.

Shorter llamó a Ash con la voz débil y quebrada.

Le dijo que no podía más.

Aslan lloró.

Eiji lloró.

Duele.

Duele mucho.

—Libérame.

—¡Shorter!

Arthur lo llamó mientras sostenía a Eiji del cuello de la camiseta, lo puso frente a Shorter sin cuidado, la humanidad en sus ojos se volvió a esfumar.

—¡Tu enemigo está justo aquí! ¡Vamos!

«Enemigo» pero Eiji no era su enemigo y lo mató que usara esa palabra, y apenas podía mantenerse de pie, Ash estaba llorando mientras los miraba y gritaba y gritaba, suplicando que pararan.

Pero Shorter puso una mano contra su cuello, lo tiró contra el piso, Eiji temblaba, no fue por miedo, sino por el horror de estarle haciendo esto a su primer amigo real. Ni en Izumo. Ni en su universidad. Ni en ningún otro lugar tuvo un amigo como Shorter. Un sonido agónico y casi animal retumbó entre sus orejas, lo vio alzar la navaja en el aire, Eiji se resignó, esperó que toda su vida pasara justo frente sus ojos porque así lo suelen mostrar las películas, esperó y casi aspiró recordar algo además de este dolor que le calaba hasta los huesos y desangraba su corazón. Pero lo único que vio fueron los ojitos verdes de Aslan demacrados al otro lado, con las manos inmóviles por las cadenas. Perdóname por no poderme quedar a tu lado, Ash.

Bang.

Latido... Latido... Latido.

Latido... Latido... Latido.

Latido... Nada... Nada.

Entonces Shorter se quedó quietecito. Sus ojos abiertos. Su boca tiritona. Sus pupilas vacías. Agujero en el pecho. Sangre cayendo hacia la cara de Eiji. Se desplomó sobre Eiji. Se puso frío. Estaba pesado.

Latido... Latido... Latido.

Latido... Nada... Nada.

Latido... Nada... Nada.

Susurró algo en su oreja. Sintió la mejilla húmeda. No era sangre. Era llanto. Shorter estaba llorando. Su mejor amigo le disparó. Eiji le hizo dispararle. Es un asesino. Eiji acomoda su mano bajo la espalda de Shorter. Quiere que reaccione. No es divertido. Pero no reacciona. Pero. ¡Pero!

Nada... Nada... Nada.

Nada.

Murió arriba de Eiji.

Y probablemente el descenso progresivo del corazón de sus bebés gatilló algún síntoma del trauma.

Qué chiste ¿no? De alguna forma su mente se las arregla para llevarlo a los peores lugares sabiendo que ya está mal porque le aterroriza perder a su hijo. Muchas gracias, cerebro, justo necesitaba que me trajeras una memoria intrusiva de la muerte de quién sería el padrino de mis... Eiji no comprendía porqué había estado pensando tanto en Shorter hasta este momento. Ese día que le preguntó a Ash por los nombres y le dijo que había pensado en Griffin hubo un nombre que se le quedó atorado en la punta de la lengua. Ni siquiera pudo pronunciarlo. Shorter Wong. De repente, se siente demasiado expuesto y se abraza a sí mismo en la camilla, enreda sus brazos en su vientre, está vacío y ese vacío solo lo hace llorar con más fuerza. Porque está malditamente solo, nadie le explica y lo tratan como si fuese un tonto que no supiera nada, incluso Ash a veces. Pero Shorter jamás lo hizo. Shorter habría llegado con algún mameluco extravagante y habría sido el mejor tío para sus niños. Shorter no está. Shorter murió arriba de Eiji. Y Eiji aún así, tiene el descaro de extrañarlo.

Mierda.

Merece perder a sus hijos. Merece lo que le está pasando. Merece estar acá, en una habitación sola, desconocida y fría revolviéndose en su mugrienta tristeza. Es karma, se dice.

—Eiji, estoy acá.

Conoce esa voz.

No es Aslan. Ni Ibe. Ni mamá. Ni papá. Ni Bones. Ni Kong. Ni Yut-Lung. Ni el médico. Ni el enfermero.

Es Sing.

Sing Soo-Ling, su amigo.

El protegido de Shorter.

—¿Sing? —Lo llama solo para confirmar y el nombrado le sonríe como si notase la decepción sudada entre las letras, no es su culpa, es culpa de Eiji por esperar que fuese Ash con sus hijos sanos y salvos.

—No te escuchas muy contento de que sea yo. —El japonés parpadea y le cuesta, le da la impresión de que ha estado en un estado intermitente de llanto por una eternidad. ¿Qué es eso? ¿PTSD? ¿Una depresión post parto? ¿Un duelo patológico? Mierda desearía ser tan inteligente como Ash, apuesta que su esposo lo sabría—. ¿Esperabas que entrara alguien más a verte?

—No es eso. —Miente enfocando su atención sobre las sábanas, son blancas, feas, delgadas—. Solo me sorprende. —Sing toma asiento a su lado, reticente. Está incómodo. El aire es incómodo. Mierda.

—Sí bueno, apenas Yue se enteró de que Ash estaba acompañando al médico con tus bebés se puso a armar un escándalo sobre que también tenía derecho a entrar por ser el tercer papá.

—No me sorprende. —Sonríe.

—A mí tampoco. —Sing estira sus zapatillas hacia los soportes metálicos de la cama, es tan alto que choca contra sueros y otros líquidos a los que se halla conectado—. Estaba muy empeñado en pasar.

—¿Lo dejaron pasar?

—No, lo echaron del hospital. —Eiji ríe entre dientes, se imagina perfectamente a Yue amenazando al hospital entero sobre ponerles una demanda por tener la osadía de sacarlo del mugriento cuarto de espera y probablemente esté tramitando una manera de internarlo en algún lugar de lujo—. Ibe, Max y Jessica están intentando negociar con las encargadas, especialmente Ibe que parece entender lo importante que es la presencia de Yue, aunque bueno, es el padrino.

—¿Lo es? —Alza una ceja, entretenido—. Porque no recuerdo habérselo pedido, Aslan se infartará.

—Sí, bueno. —Sing tararea—. Supongo que no tenías que pedírselo.

—Yue hace lo que quiere.

—Por eso sabía que serían buenos amigos.

—No puedo creer que lo soportes desde los 14 años. —El más joven sonríe, ha tomado asiento a su lado y lo agradece de sobremanera, no quería estar encerrado más tiempo en su cabeza, no lo habría soportado.

—Yue estaba muy solo cuando lo conocí. —Eiji lo comprende mejor que nadie, también estuvo ahí—. Y podría decirte lo mismo de Ash, te has quedado a su lado a pesar de todo.

—No tienes idea de las veces que intentó mandarme de regreso a Japón. —Sing entona los ojos con una mueca divertida, sus palmas se relajan por encima de las sábanas, impresiona querer charlar de su vientre vacío, más no lo hace, eso es revitalizante—. Cada día me lo pedía, incluso en el desayuno.

—Y aun así, sigues acá.

—No puedo creer que alguna vez hayamos pensado en divorciarnos. —Bufa—. Ash siempre está tan encerrado dentro de su cabeza, odio que haga eso.

—¿Y tú no?

—¿Eh?

—¿Acaso tú no te encierras en tu cabeza? —Eiji no desglosa porqué pregunta eso y aún así, se siente como si hubiese sido descubierto igual que un niño regañado por esconder sus calificaciones en rojo y decadentes—. Los doctores me pidieron que te hiciera compañía apenas terminaron de suturarte.

—Lo entiendo. —Mentira, no lo hace.

—Estabas gritando el nombre de Shorter en tus sueños.

—Oh. —Así que fue eso, de repente quiere vomitar por haber sido descubierto—. Ahora sí entiendo.

—Eiji.

—No es nada, Sing.

—Eiji.

—Estoy bien.

—Ambos sabemos que eso es mentira.

—Estoy de maravilla.

Pero Sing no le cree e incluso se atreve a regañarlo. ¿Cuándo creció tanto? Seguramente es más alto de lo que Shorter hubiera deseado ser. El japonés se encoge en la camilla, si bien cree que su amistad con el líder actual de Chinatown comenzó desde que se conocieron y se profundizó de sobremanera tras la muerte de Lao y la puñalada continúa tomándolo desprevenido, más cuando surgen instantes donde Sing es especialmente sobreprotector y lo hace sentir que es tan pequeño, frágil y vulnerable.

Hubo un tiempo en dónde incluso consideraron vivir juntos en una casa de piedra rojiza, su relación iba en picada con Ash sin razón aparente (razón que ahora conoce y lo mata), estaban borrachos ya que ambos se encontraban estresados por las clases y entonces el más joven se atrevió a indagar si Eiji se iría de Nueva York si terminase con Aslan. Fue extraño, puesto que Japón no era más su hogar, no podía volver a Izumo o bueno, si volvía no habría nadie más que su hermana esperando. Por ende no se imaginaba una vida fuera de Nueva York, Sing confesó que no le molestaría cuidar de Eiji hasta que se pudiera parar en sus propios pies. Y siendo franco fue lindo tener semejante confianza en un amigo, sí, Bones y Kong también son sus amigos pero dadas sus implicancias con Aslan es diferente, al final del día, si ellos hubieran terminado estaban forzados a "elegir" a su jefe.

Sing no.

Sing siempre lo elegiría por encima.

Sing es protector con Eiji, igual que Shorter lo fue.

—¿También lo extrañas? —Y sabe que Sing sería la clase de persona que se preocuparía por su salud, la clase de persona que cocinaría cuando Eiji estuviese demasiado cansado, prepararía el baño si Eiji apenas pudiese despegarse de la mesa de trabajo, lo alimentaría si perdiera peso y estaría ahí, claro, de forma completamente diferente a la de Aslan porque mierda, Aslan es su alma gemela. Pero Sing.

—Bastante. —Sing es un amigo incondicional de una manera completamente distinta a Yut-Lung, es transversal—. No dejo de culparme.

—¿Eh?

—No dejo de culparme por su muerte, Eiji. —Se queda helado—. A veces la culpa regresa de golpe.

—¿Qué? —Esa confesión lo saca de su propia cabeza y lo fuerza a prestarle atención, deja toda fibra de su mente en este momento porque es inconcebible lo que Sing dice. No—. ¿Te sientes culpable?

—Sí.

—¿Por qué? Eso no tiene sentido, apenas eras un niño, ¿cómo puedes tener algo de responsabilidad en eso? —La mirada de Sing se suaviza igual que cuando era un niño, le encoge el corazón verlo así.

—No sé, si le hubiera explicado a Lao lo que pasó podría hablar de ellos.

—¿Hablar de ellos? —Lo pregunta suave, sin querer inferir o pasar por alto nada que sea importante.

—Sí. —Los dedos de Sing retiemblan por encima de la sábana, sus pupilas se han cristalizado porque sin importar los años, la muerte de Shorter sigue siendo un tema sensible—. En la pandilla ni siquiera me dejan mencionarlos, lo entiendo, con Yut-Lung estamos escalando al gobierno chino y no es más un juego de niños pero seguimos siendo los mismos dentro de la pandilla y es doloroso todo el tema.

—Lo sé, sé lo importantes que son para ti. —Lo valida antes de inclinarse, se atreve a rozar los dedos del más joven, haciéndole saber que está acá, atento, presente, escuchando—. Sé que los quieres.

—Y a veces quiero hablar de Shorter o de mi hermano, pero no se permite, es jodido y enloquecedor.

—Sing.

—Odio fingir que ellos nunca existieron, Shorter quedó para siempre como un traidor mientras que Lao se ha reducido al idiota que intentó apuñalar al lince de Nueva York y murió. Es injusto, extraño mencionarlos y me gustaría hacer algo para recordarlos pero todos me callan cuando intento poner el tema porque se ha vuelto un maldito tabú, me hacen sentir raro, como si no debiera sentirme así.

—Oh Sing.

—Y lo odio, odio no poder hablar de Shorter porque era como un papá para mí y Lao era mi hermano a pesar de todo ¿cómo no voy a ansiar recordarlos? Me enferma tener que negarlos. —Entonces se permite liberar todo esto y de pronto, la habitación no está tan pesada como al inicio de la cesárea, de hecho, está en un cuarto de reposo y ni siquiera notó el cambio. Probablemente se apagó durante ese episodio de angustia y está bien, Ash le explicó que eso hace la mente para protegerse (a veces).

—¿Por qué nunca me hablaste de eso?

—Porque tú también lo haces.

—¿Qué?

—Tú también finges que ellos no existieron. —Busca argumentos mentales para refutar eso pero no puede y así debe admitir que es verdad, que todo este tiempo ha estado haciendo lo mismo que en su casa, pretendiendo que las cosas incómodas y más feas no existen, pero ojo, solo cuando se trata de él mismo porque es benevolente con Ash y eso... eso tampoco es justo. Eiji merece su compasión.

—Lo siento. —Eiji merece su propia benevolencia, apuesta que si cualquiera de sus amigos estuviese pasando por algo similar no dudaría en consolarlo—. Tienes razón.

—¿Por qué lo haces? —No teme confrontarlo—. ¿Por qué lo evitas?

¿Por qué?

Es complicado.

Le atormenta haber matado indirectamente a su amigo y le duele como el infierno, nada lo limpiará, nada borrará los horrores de su mente, ni la culpa, ni la crueldad, ni la impotencia. Porque una parte de sí mismo no puede evitar pensar en que Ash debería haberlo sacrificado a él para salvar a Shorter, una parte de sí mismo deseaba que Shorter lo matara dada la existencia de ese sentimiento visceral, ese sentimiento que le decía que tendría que recoger los pedazos de su vida tras la muerte de Wong, ese sentimiento que le decía que así como él se culpa a sí mismo, Ash también lo culparía al ser una carga y haber estorbado, por haber permitido que lo convirtieran en su debilidad. Es duro aceptarlo, muchas veces preferiría haber estado en el lugar de Shorter y aun así, no cree haber tenido la mitad del coraje que Wong tuvo. En el fondo sigue esperando ser castigado.

Por eso pasó esto con sus hijos, no el cordón umbilical en sí, Eiji no tenía control sobre eso, entiende que estaba fuera de sus manos, pero está tan roto ese lugar en su alma que le es inconcebible poder continuar con su vida a costa de tantos ¿con qué derecho? ¿cómo se atreve? Shorter era importante para Aslan, Skipper era un niño, Griffin era su hermano. ¿Por qué diablos eligió a Eiji sobre...? a veces no lo entiende y estos pensamientos intrusivos lo hunden, no por voluntad o deseo pero a veces Eiji carece de las herramientas para luchar. De hecho, su terapeuta se lo dijo de una manera más dulce.

¿Cómo fue?

—Imagina que tienes una pareja de gatitos que son apegados al otro, se quieren, se les nota, imagina lo mucho que les gusta jugar entre ellos, duermen incluso acurrucados y aunque tienen peleas sobre la comida por ejemplo (porque uno de los gatitos es mañoso), sabes que se aman. Eres su dueño, tú también los amas. —Aunque Sing se mira extraordinariamente confundido por el repentino cambio de tema, es capaz de seguirle el juego e inclinarse más cerca.

—Puedo imaginar eso. —Lo incita—. Me gustan más los perros pero hay gatos que son lindos. —Eiji sonríe al verlo tan comprometido, agradece que no lo haga tan extraño.

—Entonces imagina que uno de esos gatitos se muere.

—¡Oye! —Sing le da una expresión mortificada por semejante comentario que lo hace rodar los ojos con suma lentitud, como Yue lo haría—. Eso ya es cruel ¿para qué me diste gatitos si ibas a matarlos?

—Me vas a seguir escuchando ¿o no?

—Sigue.

—¿Qué harías con el otro gatito? ¿Con ese que quedó solo? —Sing frunce el entrecejo, acomoda su pierna derecha sobre la izquierda, frunce la boca y se inclina aún más hacia Eiji.

—Protegerlo. —Musita—. No lo dejaría solo, debe estarla pasando bastante mal el otro gatito, creo que incluso lo llevaría a mi cuarto, querría darle mimos y esas cosas, no sé, no me gustaría verlo mal.

—Lo consolarías.

—Exacto.

—Bueno, ese gatito eres tú. —Entonces sonríe con melancolía—. Pero en lugar de consolarte como en el ejemplo estás siendo cruel contigo, te reprochas por haber sobrevivido cuando te has quedado solo, es impresionante cómo puedes ser tan empático con los demás, incluso con un gatito y saberlo reconfortar pero seas tan hostil cuando se trata de ti mismo, Eiji. —Traga duro—. Eso me contó mi terapeuta, que era muy...castigador conmigo mismo.

—¿Te sientes culpable por haber sobrevivido? —Y Sing luce como si acabase de dispararse con esas palabras—. ¿Te sientes culpable porque Shorter...?

—Sí, también me siento culpable, tienes razón y no solo con Shorter, con todos en general, creo que estoy usando un lugar al lado de Ash que no me corresponde, a veces mi mente se va a esos rincones y me dice: ¿cómo te atreves a ser feliz si mataste a tantos?, ¿cómo te atreves a estar bien? Mereces estar mal. —Sing ha apretado su mano—. Así que cuando mi bebé salió morado y sin latidos... pensé que finalmente estaba pagando por eso y...

—Eiji. —El nombrado se hace un ovillo contra sus rodillas, enfoca su atención encima de las sábanas, está atrapado en su cabeza y todo lo que puede hacer es quedarse quieto con el vientre vacío, roto, quebrado, como una bailarina en una caja musical sin fuerza para girar, el estómago le duele porque está vacío y no sabe nada de sus bebés y cree que es un asesino—. Mierda, Eiji.

—No sé, esto ha sido intenso, desde que empecé a tener contracciones ha sido demasiado real esto de ser papá ¿sabes? Y aunque Ash es quién más manifiesta su miedo porque creció en Cape Cod, ya conoces a Jim. Yo igual me siento inseguro y responsable, también tengo esto guardado, los extraño, también me gustaría recordarlos o hacer algo, solo que...¿con qué cara lo haría? ¿cómo podría? Yo...

—Eiji.

—Maté a mi bebé, Sing. —Solloza—. Si fallece es una muerte más que estaré cargando en las manos.

Además de Shorter.

Además de Griffin.

Además de Skip.

Pero Sing logra contenerlo entre sus brazos, no es la primera vez que lo hace, pero cada abrazo que se dan tiene la impresión de que está aún más grande, deja que lo estreche contra su tórax como si quisiese genuinamente estar acá para Eiji y le doliese que fuera tan cruel, acaricia los cabellos cortos de su nuca, es reconfortante, no obstante, no lo nota hasta que hipea y suelta todo el aire con alivio, porque habérselo contado a Sing lo obligó a admitirlo a sí mismo. Aun con la culpa al medio (puesto que no se esfumará de un instante al otro) extraña a todos los que perdió y no quiere perder a nadie más, no puede seguir fingiendo que es como Aslan o los otros conocidos, Eiji no acostumbra a perder a las personas que ama, Eiji no puede normalizar eso ni cree ser capaz de hacerlo aun si naciera bajo la crudeza de Nueva York. No puede evitar sentirse asustado por la muerte. No la desea. No la quiere cerca de sus pequeños. No quiere sentirse culpable por algo que no eligió. Y aun así, es responsable.

—Creo que necesito terapia. —Entonces ambos ríen por aquel comentario y se siente agradable por haber podido confiar en Sing, wow, con todo el tema del divorcio y lo distorsionado que se volvió el matrimonio en algún punto se puso a sí mismo en modo avión y aplazó esas cosas que lo destrozan.

—Todos acá la necesitamos. —O más bien, las escondió—. Deberíamos acompañar a Yue.

—¿Acaso no son reuniones de alcohólicos anónimos?

—¿Quién mejor que los alcohólicos anónimos para hacernos terapia? —Ríe y se relaja en los brazos de su amigo.

—Te pareces a Shorter. —Entonces se lo dice—. De repente me das esa vibra protectora, Sing. Creo que él estaría muy orgulloso de ti, has sabido llevar a la pandilla con un liderazgo maravilloso, cuidas de Yue, cuidas de mí, cuidas a tus amigos e hiciste lo que Shorter siempre soñó pero no pudo hacer.

—¿Qué cosa?

—Tener una vida normal. —Sing abre los ojos de golpe—. Cuidas a Nadia, vas a la universidad y eres excelente en tu carrera, no tienes que preocuparte más por... —Toma aire—. Estamos vivos, aunque a veces nos cueste verlo así, estamos acá por algo creo.

—Esa misma ternura con la que me hablas. —Sing cepilla sus cabellos, suave, con cuidado, con amor, con incondicionalidad—. Deberías dártela un poco.

—Supongo. —Eiji ríe y a Sing se le hace añicos el corazón darse cuenta de lo dolido que está, resulta inevitable inclinarse para acunarlo contra su pecho y musitarle:

—Todo estará bien, tus bebés estarán a salvo, tus bebés están vivos, tú estás vivo y las personas que murieron como Shorter o Skipper deben estar orgullosos de ver lo lejos que has llegado.

Eiji llora como un bebé en los brazos de Sing.

Mierda, necesitaba esas palabras.

Ha escuchado de la culpa del sobreviviente gracias a las sesiones enfocadas en Ash, Ash no la padece tanto y por ende, fue un tema que lograron zanjar con velocidad, Ash tiene mucho más normalizada la muerte, no lo culpa, ha funcionado así desde que mató por primera vez, la cuestión es que Eiji no va a funcionar así nunca. Necesita procesar sus duelos, atravesarlos y permitirse atravesarlos porque sino lo hace, van a quedarse ahí, como una espina enroscada en su corazón que si bien es "pequeña" en estos instantes, se hará más grande y en algún punto será insoportable. Así que...terapia, mierda, le cuesta ir a terapia y le da risa de cierta manera estar dónde estaba su matrimonio al inicio: ambos jodidos, destrozados pero muy enamorados.

—Eiji. —Pero apenas Aslan entra por la puerta cargando dos bultos entiende que eso no es del todo verdad—. Nuestros hijos te quieren conocer.

—Ash. —El japonés está a punto de levantarse de la cama para poder correr a los brazos de su pareja cuando...

Hay dos llantos en la habitación.

Dos.

D-Dos...

Están vivos los dos.

A pesar de todo, están acá.

—Mis hijitos.

Están vivos. Están sanos. Están a salvo.

Gracias.

—Sostenlos. —Le ofrece.

—Son tan pequeños. —Los recibe—. De verdad están acá.

Es lo único que puede pensar al tener a dos bultos entre sus brazos, uno de ellos es la copia de Aslan: tiene una pelusa rubia por encima de la cabeza, tiene pestañas blancas que enmarcan sus ojitos tan verdes, como dos jades brillando, hay pecas esparcidas entre sus mejillas, deja de lloriquear apenas Eiji lo acuna contra su pecho, le sonríe, una pompa de saliva gotea hacia su mentón y es tan adorable que incluso enternece a Sing, todos sus seres amados han entrado a la habitación, pero Eiji no puede quitarle encima los ojos a su hijo y perjura que lo ama en un sentido trascendental que no sabía que podía sentir, en un sentido de pura incondicionalidad y acompañamiento.

Mi alma siempre estará contigo.

Ese sentido.

—Él es Jade. —Entonces Ash dice y aunque Eiji los ha conocido por menos de un minuto ya sabe que los adorará el resto de su vida y los protegerá con su alma entera—. El revoltoso que tenía el cordón en el cuello y tuvieron que hacerle reanimación.

—Hola. —El bebé atrapa el dedo de su progenitor cuando intenta tocarlo y eso le roba una sonrisa—. Bienvenido al mundo, Jade. Soy papá. —Ríe—. Y no tienes idea de lo que me hiciste pasar.

—Y ella. —Ash inclina al otro bultito hacia él, Jade estira los brazos porque no se quiere separar pero le cede el lugar de mala gana a su hermana—. Ella es Dawn. —Sus grandes ojos de ciervo relumbran apenas pronuncia su nombre, es más rubia que Aslan, se acurruca contra su pecho igual que un gato y aunque llora, es mucho menos ruidosa que su hermano—. Tiene tus ojos, Eiji.

—Es perfecta. —Se repite embelesado—. Son perfectos, Ash.

—Lo son. —Su esposo se recuesta a su lado en la cama, escucha que Yue, Ibe y Sing dicen algo en el fondo, pero al diablo, no le importa nada más que esos dos bebés reposando contra su pecho.

—Jade y Dawn. —Entonces cae en la cuenta—. ¿Cómo...?

—¿Cómo lo supe? —Asiente.

—Porque esos nombres son muy Eijis. —El aludido alza una ceja, curioso—. Tienes un instinto sobre hacerme sentir amado y especial que pensé que usarías acá. —Y vaya que acertó—. Dijiste que mi nombre era especial, cada vez que lo mencionas tus ojos brillan como constelaciones enteras, quería que tus ojos brillaran de esa forma con nuestros hijos, por eso... —Lo calla con un beso.

—Son perfectos. —Le asegura, calmándolo—. Jade y Dawn.

—Jade y Dawn.

Bienvenidos.

Ame mucho la escena del final, siento que la sufrí harto sacando este capítulo pero quede muy satisfecha con el resultado. Ahora pasamos a capítulos más domesticos y reconfortantes donde el sexo igual pasa a ser un tema principal, ya saben, dejaré una notita mañana porque aunque he escrito el tema del sexo con PTSD varias veces, siento que acá lo toco más crudo, pero siempre con enfoque de recuperación, progreso y bla, bla, bla. Es para que lean las notitas no más. Eso, gracias por leer.

¡See ya!

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