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16. Parto.

Hi~ Como les mencione, estos capítulos están llenos de disociación e intrusión porque un nacimiento puede ser bien estresante y más si consideramos las circunstancias de estos dos, y como ya puse el tema hasta el cansancio en las notitas, hay tabla para quien me salga con algo que me deje quemada, que no se note que subo esto con miedo por lo mismo, ciertos temas me ponen muy nerviosas, pues este fic en general me tiene con los nervios de punta por lo impredecibles de las reacciones a veces, solo me queda hacerme bola y llorar. Mil gracias por tanto.

¡Espero que les guste!

Clic.

Ash baja la cámara hacia su pecho, sus dedos trepidan alrededor del botón, una sonrisa tímidamente suave colorea sus mejillas mientras Eiji parpadea, reincorporándose a la habitación del hospital solo para descubrir que acaba de tomar una fotografía pero fue inevitable. Ambos se quedaron dormidos un par de horas debido al cansancio que el ajetreo les generó y cuando Ash despertó fue demasiado: encontrarse a Eiji enterrado entre sus brazos, levemente roncando, viéndose tan pacífico con ambas palmas encima de su vientre fue una tentación imposible de resistir y si bien, a diferencia del japonés y su tutor, él no es versado en el arte de la fotografía ha hecho un trabajo espectacular, luce sublime.

—Te ves hermoso. —Entonces le dice sin moverse demasiado, Eiji lo está usando de soporte y Aslan no romperá esa comodidad, menos considerando que acabaron en susodicha posición por su culpa, en algún punto de la conversación se sintió especialmente audaz y tal como en las películas antiguas (tan viejas como Max) fingió el bostezo para rodear a Eiji con un brazo, profesándose un James Dean.

—No es cierto. —Un bostezo escapa junto a un puchero, le gusta que Eiji se muestre más vulnerable con él e incluso regalón y caprichoso. Nunca tuvo oportunidad de mimarlo gracias al ajetreo de todas las mafias y Nueva York—. Debo verme como un desastre.

—Tal vez.

—¿Pero un desastre bonito? —Su corazón se salta un latido cuando se encuentra con sus ojos cafés.

—El más bonito de todos. —Musita presionándole un beso en la frente y deleitándose al ver la tenue capa de sonrojo que lo está cubriendo—. Quería un recuerdo de este día.

—Entonces deberías haberte tomado la fotografía conmigo.

—¿Eh? —Ash parpadea, si bien, sabe que ha escuchado correctamente a veces le cuesta digerir toda la benevolencia que a Eiji le nace—. No creo que me quieras ahí.

—Lo hago. —Y claro que el terco lo contradice—. Te quiero ahí.

—Pero...

—Tomate una foto con nosotros, Ash.

Nosotros.

Cierto, ahora tiene a tres personitas especiales a quienes amar.

—Bien. —¿Cómo negarse a eso? Le resulta imposible—. Pero si la fotografía sale fea no me culpes.

—¿No se supone que eres un genio con 200 de IQ? —Su pequeña mierda se burla con una estúpida sonrisa pícara que en secreto ama.

—Pero tú eres el que está estudiando fotografía y por ende, tú deberías ser el experto, onii-chan.

—Touché.

—Te dije.

—Ya cállate. —Por supuesto que obedece y hasta saca las almohadas de la cama—. ¿Estás cómodo?

—Sí. —Musita apenado—. Contigo siempre.

Eiji es quién sostiene la cámara esta vez, la camilla rechina cuando se acomodan contra el respaldo, la luz blanquecina le da un aspecto etéreo y casi fantasioso a las baldosas del hospital, su pareja usa sus dedos para sostener lo más lejos que puede el aparato (es bajito, no es su culpa) y entonces pide que le dé una sonrisa, ¿cómo no dársela? Son contadas las veces dónde Ash se ha sentido agradecido con la vida, desde que nació gritando en lugar de llorar entendió que Dios no lo quería y su existencia básicamente se encontraba destinada para el deleite de alguna divinidad sádica o esa explicación se necesitó dar a sí mismo para justificar su propio sufrimiento. Las pocas veces en que Ash se permitió sentir a gusto acabó con un hermano en estado vegetal, con Shorter muerto por su mano y con Skip desangrándose entre sus palmas. Incluso cuando se permitió un instante de resistencia en la bodega Fox fue capaz de ver a través de su trauma y usarlo, volviéndolo a abusar y ahora de nuevo luego de esa dolorosa recuperación lo volvieron a abusar. Está seguro de que Dios es un hijo de puta y lo odia y además, está seguro de que las palabras que Fox le dio en parte son verdad.

—Eres como un leopardo. Un demonio salvaje de los bosques, al que temen inclusive los habitantes de la jungla. Pero que es elegante y hermoso.

Un leopardo. Un maldito leopardo como en las nieves del Kilimanjaro.

Y si un ajeno pudo ver a través de su alma con semejante facilidad supone que en cierto lugar debe ser verdad y es un leopardo.

Y aun así...

—¿Esa pistola es de verdad?

Ha dejado de ser un leopardo gracias a Eiji y le da risa, porque no se supone que sus caminos debían cruzarse, Aslan rechazó la solicitud de entrevista inicial después de todo y fue Skipper quién lo obligó diciéndole que la policía le debería un favor. Sin embargo, ahí estaban los ojos más amables de todo el universo con sus dedos inquietos alrededor de la correa en un bar de delincuentes, preguntándole si podía sostener su arma como sino cargase con el peso de la sangre. Y ahí estuvo una segunda vez, alzándose con una determinación inquebrantable por el cielo matutino de Nueva York, mostrándole cómo debía verse la verdadera libertad y despertando la palidez de su corazón. Entonces ahí estuvo una tercera vez en prisión y luego una cuarta, y luego una quinta, y luego le habló de cartas de amor, de países dónde no necesitarían armas, luego recibió un disparo por él y por primera vez él entendió lo que era realmente perder su alma. Eiji siempre ha estado ahí para demostrarle con una terquedad insoportable que no es un leopardo.

Y otra vez acá.

Tomándole una fotografía porque quiere que sus hijos lo recuerden, porque Eiji sabe inmortalizar la verdadera libertad.

Mierda, es afortunado.

Clic.

Entonces baja la cámara tal como ocurrió en las fotografías de New York Sense, ve el mundo y se ve a sí mismo con los ojos de Eiji y joder, es hermoso.

Es humano.

Es real.

Es camisetas con aroma a suavizante, pancitas rellenas de natto, sonrojos inocentes, cabello secado a base de mimos y confort, salones improvisados dónde afeitan barbas, besos que no duelen, toques que no lastiman y familias que no están rotas.

Es solo Aslan pero al mismo tiempo, no lo es, piensa. Definitivamente no es el Aslan que enterró en la cama de su entrenador, tampoco aquel chico de 14 años que le pidieron a Blanca entrenar porque había "tentado a sus tutores previos" aunque fue él quien lloró y gritó, no ese Aslan que Shorter vio en la correccional y le dijo: «¡No juegues con los sentimientos de las personas! ¡Ni sigas manipulando a la gente de esa manera! Porque si lo haces... no eres diferente a los imbéciles que odias» casi como si Aslan lo hubiese elegido cuando simplemente trataba de sobrevivir. No es el Aslan de 17 años que buscaba la libertad a toda costa, ni el de 18 que estuvo dispuesto a morir desangrado en la biblioteca con una carta de amor en la mano y un boleto de avión en el bolsillo, no es el de 19 que se propuso a su alma gemela aun sin ser digno ni el de 20 al que volvieron a violar.

Es todo de ellos pero ahora es un poquito más Aslan y lo vislumbra perfectamente en esta fotografía, con una mano apoyada en el vientre de Eiji y una sonrisa tan dulce que incluso se extraña a sí mismo.

Es Aslan pero ninguno de los Aslans que conoce.

Es un Aslan papá e hijo.

Es el Aslan más afortunado que podría existir por el simple hecho de haber sobrevivido, Jessica tenía razón, mientras siga vivo puede cambiar.

—Es hermosa. —Entonces finalmente suelta y Eiji luce absolutamente complacido por el halago, no es más que un conejito mimoso en el fondo, eso le encanta—. Eres muy talentoso con las fotografías.

—No deberías dudar de las habilidades de tu marido.

—No. —Ash lo abraza al estilo Danny Zuko (es decir, con un solo brazo) mientras se recuestan contra el respaldo de la cama—. No debería, mi bebé es admirable.

—¿Bebé? —Su esposo crispa una ceja, entretenido.

—¿Prefieres bombón? ¿Belleza? ¿Galán? Tengo más.

—¿Acaso me estás coqueteando, Callenreese?

—No sé. —Ash crispa una ceja, entretenido—. ¿Acaso está funcionando?

—Idiota.

—Pero el único idiota con 200 puntos de IQ.

—Oh, ya cállate.

—Cállame, Eiji Callenreese.

Y claro que lo hace.

Ama lo natural que se ha vuelto besarse, ama que Eiji tome su mentón con timidez aunque ya lleven años de relación, se inclina lento, lo suficiente para que sienta su aliento quemándole la punta de la nariz y junte sus labios en un apenas perceptible roce, es delicioso, es un toque que aunque no borre lo que pasó en el hotel con ese sujeto, es sanador, porque le recuerda que es amado, genuinamente amado por su esposo y eso es demasiado, Aslan se permite beber de ese segundo, se revitaliza antes de profundizar aún más los toques aun si se prometió no ser codicioso. Lo besa con adoración, deseo y melancolía. Lo besa hasta que el mundo desaparece y el dolor se va. Pero cuando se apartan siente que algo es diferente y se pregunta por qué.

—Ash. —Algo en el tono de Eiji enciende sus alarmas mentales, si bien, es incapaz de precisar plena y exactamente el cambio, lo nota por el nudo que se forja en su vientre y la presión en su pecho, Eiji está angustiado y esa angustia se filtra hacia los latidos de su propio corazón—. He estado pensando.

—Eso es nuevo. —El hijo de puta lo patea por debajo de las mantas incluso estando embarazado.

—No hagas enfadar a alguien que lleva horas con contracciones.

—¡Pero...!

—Menos si puedo llamar a Yue para que esté en el parto y use tu lugar.

—Entendido. —Aslan se tiene que morder la lengua para no seguirlo molestando y definitivamente le hace mal tanta junta con la víbora—. ¿Me decías? —El japonés carraspea y retoma su hilo previo.

—He estado pensando en los nombres para nuestros hijos. —Entonces suelta.

—Oh. —Y Ash no puede hacer más que contemplarlo con ojos grandes e ilusos, el tema lo emociona.

—Y se me han ocurrido algunos.

—Mientras no sean Nori Nori. —Dice para hacerlo reír no obstante, falla, así sabe que debe prestarle seriedad al tema y que ya no es momento para bromear—. Los has estado pensando de verdad.

—Sí. —Eiji retuerce las sábanas entre sus dedos, le cuesta mantener el contacto visual, eso le genera una sensación desagradable porque joder, su esposo es tan malo disimulando o mintiendo que hace imposible ignorar el elefante en la habitación—. Pero antes quería saber si tú tenías sugerencias.

—¿Yo? ¿Por qué querrías que...?

—Porque también son tus hijos. —Aunque podría seguir refutando o hundirse en sus pensamientos derogatorios recuerda lo duro que han trabajado en sesión para acoger la validación ajena, por ende si Eiji le está pidiendo esto es porque lo considera digno y él no tiene derecho a refutarlo.

—No realmente. —Entonces musita, hundiendo su mentón en el nido esponjado que es su cabellera negra, presionando ligeramente los labios en las onditas crispadas—. Sino es Holden o Hemingway no me interesa, ¿por qué me lo preguntas?

—Lo decía por Griffin.

—¿Qué? —Se levanta de golpe, como si Eiji acabase de apuñalarlo debajo de la sábana y le mostrase el mango ensangrentado de la daga—. ¿Griffin?

—Sí. —El moreno desvía la mirada, tiritando—. Quería saber si querías ponerle Griffin a alguno.

—Yo... —Ni siquiera lo había pensado—. Yo no...

Griff.

—Aunque esté lejos, nunca te olvidaré.

Hace mucho no piensa en Griffin.

Es difícil pensar en su hermano mayor y de hecho, ha podido visitarlo una pura vez en el cementerio, hay una espina de culpa que le sigue mordiendo y sí, Ash lo entiende, era apenas un niño, no evitaría que se fuera a la guerra, sin embargo, le da pena lo mierdosa que fue la vida de Griff: sacrificó incluso su adolescencia para proteger a Ash, dejó de lado su propio bienestar con tal de cuidarlo, lo forzaron a matar en la guerra cuando solo quería escribir poesía, tuvo que drogarse, experimentaron dándole el peor viaje existente con banana fish, dejándolo como un cascarón hueco, perdió su independencia y pasó a ser prácticamente un vegetal para acabar muerto apenas recuperó un atisbo de conciencia.

Así que sí, es difícil pensar en Griffin todavía y más pensar en ponerle ese nombre a uno de sus hijos.

—Solo era una idea. —Y cuando nota que Eiji se ha sentado siendo presa completamente del pánico, no puede detener la catástrofe que inunda su corazón como olas arremetiendo en un risco—. Aslan.

—No creo que el nombre les quede bien.

—Lo entiendo, lo entiendo. —La voz de Eiji es calma y reconfortante, lo acuna de las mejillas y traza círculos hacia su barbilla, el gesto es calentito y agradable—. Pero por favor no llores.

—¿Qué?

—No lo dije con la intención de lastimarte, perdón.

—Yo no estoy... —Pero las lágrimas caen justo ante sus ojos y es acá, viendo su propia pena que Ash entiende lo mucho que esto lo ha afectado y que Jessica tenía razón (de nuevo), siempre le afectaron estas cosas pero antes no podía darse el lujo de verlas—. Estoy llorando.

—Lo siento por hacerte llorar. —El más joven niega, abrazando esa pena y atravesándola.

—Me enterneció. —Se permite ser honesto, es pequeño y vulnerable—. Me tomó por sorpresa que pensaras en algo tan importante y significativo para mí como Griffin lo fue.

—No hables de él en pasado, Ash. —Se lo pide despacio, en casi un susurro—. Griffin es importante para ti, en presente.

—Eres un sabelotodo, onii-chan. —Entonces se burla y diablos, se siente más ligero—. Todavía duele hablar de Griffin, creo que es un duelo que no superaré. —¿Duelo? Pero ni siquiera es su muerte lo que más le afecta, sino...todo—. Skip solía cuidarlo ¿sabes?

—Me lo comentó una vez. —Algo en la atmósfera cambia tras pronunciar esos nombres, si bien, eso que ocurrió cuando se conocieron siempre fue real y estuvo ahí, recién ahora lo parece.

—Ni siquiera me hacía cargo yo. —Sus rodillas se crispan encima de la cama, se sienta como un niño, recuerda que puso una pose similar de vulnerabilidad esa noche en que Eiji le dijo para siempre y es lo mismo ahora, con una pierna encima de la cama y la otra pendiendo, con la mirada ofuscada bajo una gruesa capa de lágrimas y la boca tiritona—. En un inicio traté de hacerme cargo yo, era apenas un niño y no sabía bien qué hacer, no podía llevarlo a la mansión de Dino y no tenía dinero, el dinero que ganaba lo administraba Dino, entonces yo... y Blanca, mierda, Blanca me conoció cuando estaba tumbado literalmente luego de una violación con mi otro tutor, dijeron que los tenté, ¿te imaginas?

—Ash. —Su mente ha escalado demasiado alto y no tiene idea de a dónde va, sin embargo, tiene la impresión de que debe llegar.

—Así que traté de conseguir dinero a escondidas y algo de poder, fui popular en Times Square pero aun así no ganaba lo suficiente y no podía pagarle las medicinas, Meredith me las regaló un par de...

—¡Aslan! —Eiji lo detiene, no lo hace invalidándolo o cortando la catástrofe que inunda su corazón, al contrario, lo obliga a mirarlo—. Hiciste lo que mejor pudiste. —Lo acoge y es compasivo, le resulta tan injusto que su esposo sea tan compasivo con todos los demás y tan duro consigo mismo.

—Lo sé. —Intenta enfriarse—. Sé que lo hice.

—E independiente de cómo se llamen nuestros niños. —El moreno ha entrelazado sus dedos, lo guía directamente hacia su vientre y vaya, de repente es una fuente de confort—. Creo que amarán saber lo maravilloso que es su tío.

—¿Cómo puedes saberlo? Ni siquiera lo conociste.

—Porque tú lo amas. —Lo previene—. Por eso debe ser realmente extraordinario y maravilloso.

Puff. —Y acá está Eiji una vez más, demostrándole que nunca le permitirá ser un leopardo, así que se rinde—. No todas las personas que amo son extraordinarias. —Y aunque quizás hoy aun lo lastime hablar de Griffin, quizás mañana no lo haga tanto.

—Me amas a mí y yo soy bastante extraordinario. —Eiji le da una sonrisa de tormentas solares que podría deslumbrar a todo Nueva York si así lo quisiera.

—Es verdad. —Analiza con falsa seriedad, acomodando su mano debajo de su mentón para dar aún más énfasis a su fachada intelectual—. Pero también amo a Max y no es maravilloso.

—¡Ash! —Y claro que su esposo defiende a su suegro, hay cierta complicidad entre los viejos que su juventud no puede comprender—. Si sigues siendo tan malo con Max terminaremos por nombrar a uno de nuestros hijos como él. —El lince se pone pálido y tiritón de golpe.

—No hablas en serio.

—Y el otro llevará el nombre de Yue.

—Eiji, por favor. —Lo intenta hacer entrar en razón—. Cariño, no seas irracional.

—No soy irracional. —Defiende lo indefendible—. Pero mereces la cucharada de tu propia medicina.

—¡Pero no así! —El japonés lo ignora, esbozando una sonrisa malvada que le genera escalofríos.

—Sí, me gusta cómo suena. —Ash no quiere saber—. Max Nori Nori Lee Okumura Callenreese.

—Creo que te pediré el divorcio otra vez.

—¡Ash!

Pero no pueden seguir chillando o peleando con las almohadas porque el médico entra y su mueca consternada...

—Tenemos algunas complicaciones.

Mierda. Mierda. Mierda.

—La frecuencia cardíaca se ha vuelto demasiado débil, tenemos que sacarlos ahora o podrían...

Morir.

¿Sus niños?

¿Sus niñitos pueden morirse?

No.

No sus niñitos.

Ni siquiera los ha conocido.

Por favor, Dios.

Debería haberlo sabido, ¿realmente creyó que podría tenerlos?, ¿realmente creyó que un prostituto asesino podría ser papá? Pero qué risa, probablemente Dino carcajee en el infierno por esa ironía y se lo advirtió incontables veces. Una y otra vez, Blanca, Yut-Lung e incluso Max le dijeron sobre un talón de Aquiles que él eligió ignorar, esto tenía que ser una broma enfermiza y retorcida, sí, la única explicación lógica es que todos se complotaron para hacerlo pagar por su divorcio, por Griff, Shorter, Skipper, por la sangre, su propia sangre pero nadie acudió para ayudarlo y aún con seis años se tornó consciente de lo terriblemente asustado y solo que estaba, así que se quedó quietecito de infante y dejó que hicieran lo que quisieran igual que la noche del hotel, lo disfrutó, es su condena, lo engañó, engañó a Eiji ¿lo engañó? ¡Sí! ¡Qué risa! Lo engañó con tantas ganas que sangró dicha noche, sangró, sangró, nunca ha dejado de sangrar y es tanta la sangre. Tengo miedo de mí mismo. Maté a Shorter...

«Yo...ya no puedo...libérame.»

Bang.

No sé cuánta sangre hay entre mis manos. Pero yo... Mi cuerpo reacciona como una máquina y mato gente como si nada. Sin pensar, sin sentir. No siento nada, nada de nada.

¿Realmente pensó qué merecía ser feliz?

JA, JA, JA.

Si mereciera ser feliz no lo habrían violado otra maldita vez, ¡pero no! Es obvio que no merece nada.

¡Dios! Probablemente que el ritmo cardíaco de sus hijos haya bajado es su culpa y se mueran porque saben que Aslan será un padre de mierda así que prefirieron suicidarse en el vientre antes que tener que verle la cara de puta que tiene. Debió cuidar a Eiji, ¿Eiji?

¡Cierto!

No cuidó a Eiji al inicio por pedirle el divorcio porque estaba demasiado ocupado prestándole el culo a un desconocido para que lo follara, no es material para papá y ahora sus dos bebés morirán, ¡vaya!, ni siquiera llegó al nivel de Jim, es patético ¡qué alivio! Así sus hijos no sabrán que papá es un inodoro de semen, ¿papá? No seas tan duro, papá. Si me rompo no podrás usar el inodoro.

—¡Chico! ¿Sigues conmigo? —Aslan parpadea, enfocándose en lo que parece un pasillo, siente unas horribles ganas de llorar, vomitar, gritar y caerse inconsciente en estos momentos. No hace ninguna.

—¿Max?

—Sí. —Es Lobo quién se encuentra sacudiéndolo, lo tiene afirmado de los hombros ante las miradas preocupadas de sus subordinados, se miran realmente mal, como si acabasen de presenciar alguna monstruosidad y no su verdadera naturaleza, Ash es un trauma en movimiento, qué lindo—. Soy yo.

—Me desconecté por completo. —Balbucea, intentando recordar lo que pasó, probablemente haya actuado otra rama del PTSD: cambios negativos en el pensamiento y los estados de ánimo. Ash sabe que se pueden manifestar de diferentes formas como pensamientos negativos sobre sí mismo, otras personas (todo en general), desesperanza por el futuro, problemas de memoria, incluso no recordar aspectos importantes del suceso traumático, conductas autodestructivas, bla, bla, bla.

—Mocoso, ¿sigues acá? —Debe concentrarse y recordar lo que pasó, no es momento para una clase mental sobre síntomas en los traumas. Piensa, debe pensar, ¿qué ocurrió?

Eiji. Eiji. Eiji.

Su Eiji.

—Estaba con Eiji en la habitación cuando el médico...

—Ash.

—Dijo que sus corazones estaban débiles. —Aslan traga duro, sintiéndose a desfallecer en el asiento de plástico, los focos se sienten demasiado calientes encima de su piel, como magma hirviendo, no, como si estuviesen desgarrándole los músculos y los dejasen expuestos al fuego para que calcinasen.

—Aslan.

—Ellos no deberían nacer tan pronto, Max. —El aludido sabe que está grave cuando lo escucha usar su nombre real y no un apodo despectivo—. Deberían haberse quedado un par de semanas más.

—Escuche que uno de ellos viene con el cordón en el cuello, por eso le bajó la frecuencia.

Y ahora puede morir.

Su hijo puede morir y ni siquiera tuvo la oportunidad de conocerlo.

—Es mi culpa.

—¿Qué? —Lobo frunce el ceño, constipado—. ¿Cómo podría ser tu culpa?

—No los cuidé. —Traga duro—. Yo no los cuidé y ahora me los quitan, ni siquiera tuve la oportunidad de ser un papá para ellos, Max. Ni siquiera me permitieron eso, quiero ser un papá y estoy aterrado.

—Sé por lo que estás pasando, chico. —Pero Aslan se encuentra demasiado impermeable para que acoja las buenas intenciones de Lobo y por ende, arroja una áspera y falsa carcajada.

—Vaya, no sabía que habías estado involucrado en un embarazo masculino.

—Eso no...

—Ni que habías sido violado una y otra vez ¡hasta que te sentiste como un maldito condón utilizado! Ni que eras un asesino, ni que mataste a tu mejor amigo y a tu hermano y ahora al único ser humano lo bastante bueno para darte una pizca de amor porque eres una escoria y no mereces nada, es que Eiji, Dios, si algo le llega a pasar...y mis niñitos. Pero no quiero que ellos...ni siquiera los conocí, perdí a muchos y no debería tener el derecho pero no quiero. Joder Max, ¡no sabía que habías pasado por eso!

Tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa, tu culpa.

«Buen chico».

¡Es lo más gracioso que ha escuchado en su vida!

Ja, ja, ja.

Qué bueno que Griff está muerto, lo creería una maldita puta que ni siquiera cuidó a sus bebés, pero de tal palo tal astilla ¿eh? Mamá la drogadicta estaría orgullosa.

—¡Chico! —Lobo rompe el freno de mano entre sus pensamientos intrusivos antes de que exploten.

—Max.

—Aslan. —Lobo se pasa una mano por la cara, aunque su agarre en los hombros del más joven sigue tenso, no es doloroso ni demandante—. Aslan, maldición, eres solo un niño, ¿cómo puedes ser tan cruel contigo mismo? —¿Crees que quiero esto?, ¿crees que es voluntario?, ¿crees que amo sentirme así?! Vaya, eres un genio, nunca se me había ocurrido ser menos cruel.

—Porque... —Pero no tiene energías para pelear o hacer otra cosa además de temblar—. No tienen la culpa de nada ellos y yo debí cuidarlos, me prometí que... —El llanto aparece de nuevo—. Y tengo miedo de no poder arreglarlo y que les pase algo malo porque la gente se muere a mi alrededor.

—Oh, Aslan. —Max no le da tiempo para reaccionar, lo estrecha entre sus brazos—. Es normal que esos miedos aparezcan durante la paternidad, son tus hijos después de todo, mientras más los ames, más miedo aparecerá con dicho amor. —Nunca lo había pensado así antes, ¿eso habrá sentido Jim con Griff y él? ¿miedo?—. Pero nada de esto es tu culpa, mi niño.

—Yo no elijo que esos pensamientos aparezcan. —El más joven moquea y es asqueroso, ¿cómo se atreve a ensuciarlo así? Es problemático, Jim siempre se lo decía—. A veces no puedo luchar contra ellos, a veces yo no...lo intento, no es que quiera, lo intento Max. —Grité Max. Te prometo que grité, yo no quería...

—Todo estará bien, el médico te llamará pronto, lo verás. —Y lo enternece de sobremanera que ese hombre recio por la guerra sea capaz de acoger su sufrimiento. No lo llama exagerado. No se burla.

—Viejo... —Lo cuida, porque ve que esto es importante para él y por ende, es importante para Max por muy exagerado que pueda vislumbrarse de afuera, no tiene que sentir su dolor en carne abierta para mostrarle humanidad y empatía—. Tengo miedo por mis niños.

—Lo sé. —Lobo lo acuna contra su pecho, no le importa que moquee, que llore o que tenga más de veinte años—. Lo sé.

—Pero Eiji necesita que seas fuerte en estos momentos. —Jessica es quien se sienta a su lado, acuna su espalda con toques ligeros y dulces, con ese cariño que solo saben dar las mamás y él nunca tuvo.

—Eiji.

—Eiji está ahí dentro muy asustado, necesita que te compongas y seas un apoyo. —Gracioso porque Aslan suele estar demasiado compuesto en estas situaciones, pero otra vez, supone que es parte de ser diferente e incluso un indicio de que ha mejorado en su politraumatismo, las cosas sí le afectan, analiza sus propios pensamientos intrusivos, se da cuenta: siente algo—. Necesita que seas un papá.

—Quiero ser un papá. —De hecho, siente muchas cosas y probablemente ese fue el tema. Recuerda lo que su terapeuta le dijo sobre las crisis, nadie las elige, muchas veces no se pueden prevenir, pero es elección suya lo que hace con las emociones que lo vuelcan, así que, qué será, ¿elegirá quemarse en lugar de desvanecerse?—. Lo intento, Jess.

—Sé que lo haces, mi niño valiente. —Y es reconfortante que ella lo llame así—. Has avanzado tanto para estar acá, ni siquiera me puedo imaginar lo aterrorizado que estás luego de escuchar esa noticia y más considerando lo mal que la has pasado estos meses, probablemente fue la gota que te rebalsó.

—Se siente como eso. —Ríe, un poco más ligero y claro.

—No te puedo prometer que todo saldrá bien, porque eso lo sabremos cuando el médico nos llame, pero sí te puedo prometer que pase lo que pase, acá estamos. —Por muy duro que sea el trasfondo de esas palabras, ayudan, ayudan a que el nudo en su estómago se derrita y el grillete en su garganta se caiga, ayuda a que su corazón vuelva a latir y baje de esa estúpida montaña.

—Eres una grandiosa mamá. —Los ojos azules de Jessica se cristalizan con esas palabras, no vacila en tomar los mofletes de Aslan entre sus palmas para plantarle un beso justo en las pecas.

—Te quedó marcado. —Dice refiriendo al labial—. Pero el color te sienta de maravilla.

—No seas asquerosa, vieja. —Pero no se limpia el beso de la mejilla.

—Aww, yo también quiero. —Para su horror, Max imita la acción y es jodidamente asqueroso, pero no en el sentido de los besos que le dieron otros adultos mayores, sino en el sentido de que se siente como un niño antes de ir a la escuela y su papá no deja de lloriquear y ser hostigoso porque no ansía despedirse y lo apena frente a sus compañeros—. ¡Estás tan grande!

—¡Basta! —Gimotea—. ¡Déjenme!

Pero Max y Jess no dejan de llenarlo de mimos.

Lo tratan como un niño.

Ash va a ser papá.

Una vez tiene la cabeza más clara hace un análisis en cadena de lo sucedido, si bien, anticipaba que el parto de sus bebés sería un estímulo lo suficientemente estresante para gatillarle al menos algún síntoma de trauma no esperaba que lo afectase de esa manera. Supone que está cargando con más de lo que se ha atrevido a mirar, enfrentar la posibilidad de perder a su hijo además de volverlo más consciente sobre el amor inconmensurable que les tiene aun sin conocerlos, lo hizo ver las ganas de recuperar su vida que tiene y lo herido que está. No mentirá, vivir trastornado es una mierda porque implica un esfuerzo jodidamente duro día a día para mantenerse más o menos estable, no solo suyo, sino de su red de apoyo también. Durante su recuperación muchas veces ha escuchado comentarios como que debería haber muerto porque "habría sufrido menos", aunque hace un tiempo Ash estaba en la misma parada (y por eso el divorcio) quienes dicen eso pueden meterse por el culo su aversión al dolor. Sí, es jodido vivir. Sí, es jodido tener estos episodios. Sí, es jodido tener recaídas. Sí, tendrá más recaídas. Sí, está jodido esperando afuera mientras piensa esto. ¿Y qué?

Si algo tiene que rescatar de ese evento de intrusión, negativismo, reexperimentación o mejor dicho esa plasta de PTSD que se le tiró a la cara, es que irónicamente...se siente menos leopardo y no sabe si es por el repaso casi traumático que su memoria le dio de sus peores momentos, o efectivamente es porque tiene más herramientas o es el miedo a ser papá o pareja o lo que sea, ni idea. Tal vez sea una mezcla de todo o quizás no sea nada. El punto es que cuando sale de su cabeza tiene las pelotas para hablar con el médico, ponerse la ropa de plástico y entrar con Eiji.

Pase lo que pase.

No están solos.

—Ash. —Corre al lado de Eiji para apretar su mano, la lleva hasta su pecho, la pone justo encima de su corazón mientras el equipo médico termina de poner anestesia porque deben hacer una cesárea.

—Estoy acá, mi chico valiente. —Musita, presionándole un beso encima de los nudillos, siente cada latido retumbando como una marejada por el resto de su cuerpo y de su alma, va rápido, demasiado rápido—. Todo saldrá bien.

—Su corazoncito late muy despacio. —Su esposo está llorando y Jessica tiene razón por tercera vez, Eiji está muerto de miedo y Aslan debe ser un soporte acá y ahora. Por eso se inclina, lo más íntimo que puede en la camilla, presiona un beso sobre su frente mojada, está vistiendo una bata traslúcida tan delgada que a pesar de la fiebre coloreando su cara no deja de temblar—. No quiero perderlo.

—No vamos a perderlo, es un Callenreese, pertenece a una familia de sobrevivientes.

—Ash. —Su cabello se pega dentro del gorro y sus ojos se encuentran empapados de miedo—. Duele mucho.

—Ya pasará. —El doctor da indicaciones, las luces del quirófano se prenden por encima del japonés, el susto en el cuerpo se torna en violento espasmo, el eco del electrocardiograma donde monitorean a sus bebés baja y baja—. ¿Estás listo? —Y a pesar del estrés, siente que esto los conecta en un nivel completamente diferente e íntimo, es abrumador, le asusta el poder que Eiji tiene sobre él, pero no lucha contra eso, lo deja saltar sus barreras y ya.

—No.

—Puedes hacerlo. —Le ponen la anestesia localizada, acomodan la bata, acercan el bisturí y...

—Te amo, Aslan.

—También te amo.

Por favor, no me lo quites.

Por favor, Dios.

Llévame a mí en su lugar.

El capítulo de mañana está enfocado en Eiji y es mil veces más briguido con la disociación y la intrusión y aparece de golpe un tema que hemos dejado por el rabillo del fic y es hora de mirarlo o más bien, una persona. CHAN, de todas maneras, luego de toda la bola de caos, viene una de mis escenas favoritas en el fic, me angustiaron estos capítulos pero no cambio el confort que me dieron al final, así que espero les guste.

¡See ya! Vamos a mitad del evento y aun no morimos, se puede.

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