15. Trabajo de parto.
Hi~ Hoy les llego bien tempranito porque quiero morir pronto y todavía tengo muchas cosas que hacer así que no me tengo fe regresando más tarde. Como les he venido diciendo desde hace rato estos capítulos se vienen con harta intrusión, ambivalencia, duelos internos y el sexo se vuelve un tema bastante importante luego del nacimiento y lo toco de una manera bruta, es decir, no tan Disney como deseariamos. Sino se sienten capaces de leer estos temas o no son de su comodidad ahorrenle el rato a la pobre autora que se está arrastrando para terminar el evento y quiere confort y nanais. Están advertidos, ya saben, ufff, bueno. Espero que el capítulo de hoy sea del agrado de quienes se queden.
¡Espero que les guste!
Eiji no cree en la ley de atracción del universo ni en el karma, no, él cree en los dioses que aparecen en un pueblo con nombre de Gremlin (Gizmo como diría Ash, no I-zu-mo), Eiji cree en distintas clases de dioses, en ocho millones para ser exacto, hay uno que te hace pobre e incluso existe uno asociado al baño y aun así, no se considera religioso a sí mismo y jura haber perdido esta capacidad para creer en algo superior y divino luego de escuchar cómo Ash rezaba noche tras noche implorándole al Dios que todo lo ve pero nada hace, para que lo salvara. Pero nadie salvó a Aslan del monstruo disfrazado de entrenador de béisbol ni del pedófilo disfrazado de amante ni de bruto vestido de padre. Dios no salvó a Aslan, ni evitó que se rompiera, ni evitó que aprendiera a gritar antes de llorar aun de infante.
Sí, Eiji no se considera religioso a sí mismo y de hecho, las únicas veces que ha rezado no ha sido por sí mismo, ni por su padre enfermo, ni por su madre sola o su hermanita desamparada. Sino por Ash.
Aslan.
Siempre es Aslan, ¿no es así?
—Por favor, Dios, mantenlo a salvo.
Por favor.
Sí, recuerda especialmente esa noche donde acabó con fiebre por una herida de bala, Shorter estaba muerto, la mansión de Dino se había hecho cenizas, Ash había recibido más heridas de las que podía curar. Pero a pesar de todo Aslan estaba bien, a salvo y si Aslan estaba a salvo entonces Eiji era capaz de sacar fuerza dónde no tenía para mantenerlo así, a salvo, vivo, seguro...menos solitario. Y sí, sabía que era presuntuoso querer quedarse a su lado y que «para siempre» era una palabra grande, sabía que cuando él la decía los ojos suaves de Ash lo miraban como si hablara de una fantasía o algo casi imposible de conseguir, Eiji sabía que era completamente estúpido e irracional pretender que podría llevárselo a Japón e iniciarían de nuevo, libres, completamente libres.
Y aun así...
«Para siempre».
Le prometió un para siempre y mi-alma-siempre-estará-contigo, en retrospectiva, fue ingenuo, pero así como Aslan se disparó en la cabeza para garantizarle seguridad, Eiji lo protegería hasta el infierno y de regreso si eso significaba darle una maldita oportunidad a Ash, no tenía que ir a Japón, tampoco quedarse a su lado sino quería, podía irse con Blanca al Caribe, podía regresar a Cape Cod o quedarse en Nueva York o partir siendo una enfermera en un hospital si quería o incluso convertirse en algún chico con un nombre como "Christopher Winston" que amara vestir suéteres mullidos y los anteojos de montura gruesa. Ash no le debía nada a Eiji y Eiji tampoco quería exigirle algo a cambio, le bastaba con que estuviera bien, que estuviera vivo. Ash no tenía que ser suyo y aun así, Eiji rezaba por Aslan.
Por favor mantenlo a salvo.
No permitas que recaiga otra vez en las manos de malas personas.
Cuídalo, te lo suplico.
Y aunque dejaron de rezar un tiempo gracias a que su relación iba viento en popa, Ash recayó, ahora Eiji vislumbra la razón del cambio, pero entonces, volvió a rezar por Aslan y ahora...
Otra vez reza por él.
Y por sus pequeños.
Para que nazcan sanos y salvos, desea que sus niños nacidos al alba sean felices, desea que sus vidas sean tan hermosas como un jade al amanecer.
—¡Cállate! ¡Eres un viejo mierdoso insoportable! ¿Acaso no puedes conducir más rápido?
—Y tú eres un mocoso irrespetuoso, ¿no ves el embotellamiento?
—Eres peor padre que Jim.
—¡Retráctate!
Claro, es difícil para Eiji mantener susodicho estado zen de paz y tranquilidad que debe conllevar su paternidad cuando están gritando en el auto y no puede formular una jodida oración bajo su mente, si bien agradece el acompañamiento que sus seres amados pretenden brindarle, las hormonas están erupcionando bajo su piel y el ceño martilla con tanta fuerza que teme que sus sesos estallen encima de todos los presentes. Calma, debe recordar las habilidades que su terapeuta le enseñó, acá vamos con una respiración profunda, todo está bien, de hecho, Eiji procede a practicar: «el abrazo», técnica de Grounding que consiste en poner la mano derecha en el hombro izquierdo (y viceversa), mientras se repite una frase mental que traiga paz y tranquilidad. Seré un buen papá, todo saldrá bien con el parto. Repite el ejercicio cinco veces mientras masajea sus hombros y luego posa sus palmas encima de su vientre y cuando abre los ojos vuelve a estar en paz.
Mejor.
Incluso le alegra escuchar a Max cantando, aligera la tensión, todo está mejor y le es hasta divertido.
¿Trabajo de parto?
Puff, será pan comido.
—Oh my darling, oh my darling. —Es una suerte que Jessica y Max hayan estado cerca, de esa forma pueden llegar más rápido al hospital central y todo estará bien, ¡claro!—. Oh my darling, Clementine.
—Viejo. —Ash le advierte, apretando la palma de Eiji para hacerle saber que se encuentra a su lado, que a diferencia del inicio del embarazo está acá y planea cuidarlo—. No estreses a mi dulce esposo.
—No lo estoy estresando. —Los dedos de Max tamborilean alrededor del manubrio—. Lo ayudo con el estrés.
—¿Cómo se supone que lo ayudas?
—¿Acaso no has escuchado que la música es buena para los bebés? —Ash bufa ofendido, tratándole de transmitir algo como: por supuesto que lo he escuchado, ¿por quién me estás tomando, imbécil?, francamente no le encanta esa actitud irrespetuosa de su pareja, sin embargo, lo tolera ya que Aslan es quién le está prestando contención emocional al apretarle la mano.
—Por supuesto que lo sabía. —Refuta—. La música secreta hormonas antiestrés que son buenas en los partos tanto para la madre como para los bebés. —Ni siquiera tiene energía para quejarse luego de haber sido vilmente excluido bajo el criterio de "mamá", siente que un infierno se desata adentro de su vientre y quiere llorar, arrancarse los pelos, gritar, patear y vomitar al mismo tiempo.
—¿Ves? Lo relaja, está llorando de felicidad.
—Pero debe ser música clásica. —Ash crispa una ceja, apoya su mano sobre el asiento del conductor para usarla de palanca e inclinarse hacia Max, Jessica se limita a mirar en la silla del copiloto—. Cosas como Mozart o Bach.
—Oh my darling, Clementine es una canción clásica.
—¡Claro que no lo es!
—Sí lo es. —Refuta, tensando sus dedos aún más alrededor del volante mientras Eiji llora por dentro, nadie parece estarle tomando peso a que acaba de romper su fuente, quizás por burlarse demasiado de las novelas de vampiro ahora esté dando a luz unos chupa sangre que le comen las entrañas igual que le pasó a Bella Swan y muera durante el parto—. Tu hermano amaba esa canción, es un clásico.
—Mi hermano te eligió de mejor amigo, no puedo confiar en sus gustos.
—¡Mocoso! —Jessica se frota el entrecejo, impresiona igualmente irritada por tan tonta disputa, Eiji agradece que Michael se haya quedado en casa de un compañero para no presenciarlo, se cuestiona el no haber llamado a Ibe o a Yut-Lung apenas se rompió la fuente, los echa de menos—. Estás celoso porque obviamente tengo mejor gusto musical que tú, solo eso.
—¿Cómo puedes tener mejor gusto musical que yo? —Aslan parece haberse olvidado de que existe un Eiji literalmente agonizante pegoteado a las fundas de atrás, pero al menos no le ha soltado mano y supone que lo tiene dentro de sus prioridades justo debajo de su orgullo—. Por favor, explícamelo.
—¿Seguro quieres saber?
—Muero por saber cómo me vas a confrontar, anciano. —Le da una sonrisa medio torcida y felina—. ¿O acaso ya llegó tu hora de la siesta? ¿Necesitas que te cambie el pañal, abuelo?
—Tú te lo buscaste. —Max pone las luces de emergencia en la camioneta y se da vueltas y Eiji solloza al ser la víctima inocente de ¡esta estúpida batalla de testosterona! No. No. Debe calmarse por amor.
—Adelante, te estoy esperando. —Lo incita—. ¿Cómo planeas desafiar mi implacable gusto musical?
—Así. —Entonces Max se aclara la garganta y...—. Oh my darling, oh my darling. —Eiji entiende que existen destinos peores que la muerte y que preferiría un millón de veces ser Bella siendo devorada desde dentro por sus propios bebés que seguir escuchando estas brutalidades. Dios, sácame de acá.
—Cállate. —Lo amenaza y es en vano ¿para qué? Aunque Jim fue el "donador de esperma" como le diría Yue, esa terquedad es heredada sin duda de Max Lobo.
—No, tú me lo pediste.
—Cállate, estresas a Eiji.
—Los dos me estresan.
—Oh my darling, Clementine!
—¡Viejo, ya cállate! —Okey Eiji se había estado esforzando en demasía para mantener la calma entre las mullidas fundas del auto cuando:
a) Él está embarazado.
b) Él tiene a dos crías pateándole la panza por dentro.
c) Está teniendo contracciones tan dolorosas que siente que se le van a romper los huesos por dentro sino se los sacan en los siguientes diez minutos.
d) ¿Ya mencionó que es el embarazado acá? Por ende, Max y Ash deberían dejar de tentar una paciencia inexistente porque si escucha una pelea más de los dos se bajará de la camioneta, se arrastrará en la autopista y le pedirá al primer desconocido que lleve su trasero adolorido hacia el hospital central.
e) Dios, por favor cállalos.
—Para el auto. —Basta una orden de Jessica para que pongan el freno de golpe—. Yo ayudaré a Eiji a registrarse en el hospital, ustedes preocúpense de buscar un estacionamiento.
—Pero... —Antes de que Ash pueda añadir otra palabra.
—No te atrevas a contradecir a tu madre.
Se calla.
Se baja con Jessica y nunca había estado más agradecido en su vida de estar lejos de Aslan, al menos por ahora, hasta que abandone la estúpida pelea con Max y recuerde que está pariendo a sus hijos.
—Vamos, cariño.
Jess toma su mano mientras lo ponen en una silla de ruedas, de repente el mundo deja de profesarse real y cae en un estado de disociación.
—¡Se rompió su fuente hace algunas horas!
—¡Traigan una silla de ruedas! ¡Hay que despejar una habitación!
—Eiji. —Jessica lo llama—. ¿Estás bien? —Él ya no escucha—. ¿Eiji?
Duele.
Le duele demasiado, mierda.
Es un dolor que Eiji jamás ha sentido antes, es como si sus costillas se desclavaran del lugar, se dieran vueltas en 180° grados y lo apuñalaran por dentro, es un dolor que le nubla la vista en la capa blanca, lechosa y mojada que ha visto en Aslan cuando despierta de sus pesadillas, su dolor le taladra dentro de la cabeza, perfora su cerebro y de repente, está afiebrado. Todo se siente roto o tal vez, el pánico, el miedo y los nervios escalan al punto de que el mismo Eiji se aprecie roto y ya no logre mantenerse desconectado del dolor de las contracciones. Es real. Está pasando. Van a nacer.
Ash. Ash. Ash.
Las enfermeras lo arrastran por un largo y eterno pasillo, se profesa como el cadáver entrando hasta la morgue y hey, ¿no se supone que la paternidad es hermosa? Se siente estafado.
Un médico le habla. No escucha nada más que el latido de su corazón perforándole el pecho, aprecia los movimientos inquietos de sus bebés y de repente, tiene el estómago afiebrado ¿y es eso posible? No sabe, no sabe nada ni puede hacer más que arrojar un grito tan pero tan desgarrador que cuando se detiene queda afónico y apenas consigue formular palabras coherentes entre sus sollozos, mierda es que las contracciones...es como si le estuviesen rajando los órganos internos y casi puede apreciar la cuchilla clavarse (como un hacha contra un tronco) nunca ejerciendo la presión para cortarlo aun así, dejando una marca en sus entrañas que hace que el aire queme, como si sus pulmones no fuesen capaces de retener el aire ¿acaso se encogieron? La fiebre no lo deja pensar bien ni la jaqueca ni las ganas que tiene de ir al baño, pero no quiere empezar la labor de parto en el baño y joder ¿cómo se supone que funciona un trabajo de parto masculino?, ¿acaso sus bebés saldrán por su trasero? Creer eso solo lo hace llorar más fuerte, extraña a Ash ¿dónde está su pareja? Le dijo que no pasaría...Aslan ya se perdió el primer ultrasonido, ¿y si se pierde el nacimiento?
—Eiji, cariño. —Jessica se ha sentado a su lado pero la fiebre le nubla la vista y siente que está pleno en un ataque de pánico—. Trata de respirar conmigo.
—Ash. —Su nombre es una súplica lastimera—. Quiero a Aslan.
—Todavía no los dejan entrar. —La mano de Jessica se siente fría contra su frente, es agradable y lo ayuda a mantenerse acá, en las sensaciones presentes en lugar de sucumbir al pánico—. Contemos.
—No quiero contar, quiero a Ash. —Solloza—. ¿Dónde está Ash? ¿Me va a dejar solito como al inicio del embarazo? ¿Se va a perder el ultrasonido?
—¿Ultrasonido?
—Sí, con Yut-Lung. —El pánico inunda su corazón, no entiende lo que está pasando—. ¿Dónde está?
—Cariño. —Jessica detiene la catástrofe—. Contemos hasta diez. —Y entonces, al menos, lo intenta:
Uno.
Dos.
Tres.
Nada se siente real todavía, Eiji parpadea, todo el cuarto da vueltas, incluso las paredes impresionan estar respirando por su cuenta, pero la mano de Jessica sobre su frente se siente un poco...presente, eso ayuda, se enfoca en el aroma de su quitaesmalte y el color, es de un rojo vibrante que combina con sus labios, le sienta a la perfección, su larga cabellera rubia cae encima de la nariz de Eiji, dichosa sensación le da cosquillas y lo hace sonreír. Su propio agarre se relaja encima de su vientre, contiene la respiración de fuego, sigue contando.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Sus bebés siguen pateando sus entrañas y siendo franco, duele tanto que si Eiji pudiese abrirse entre sus propios esfuerzos lo haría, pero es tolerable, su angustia no se encuentra en 10/10 como estuvo en la camioneta, la tiene en 7/10 y la identifica por la presión de plomo en su pecho y el nudo dentro de su garganta, pero el perfume de Jessica huele bien y es menos intimidante que el antiséptico que pende en el hospital, su toque es suave y gentil, es disímil al de su propia madre. Y entonces recuerda que está en el hospital ya que sus bebés están por nacer, rompió la fuente y Aslan está estacionando la camioneta junto a Max, no se ha perdido de nada todavía, está bien.
Siete.
Ocho.
Nueve.
Jessica le sonríe, está vistiendo un vestido escotado que le sienta de maravilla, se mira como modelo no como una reportera y eso hace que sus mejillas se calienten porque es muy bonita, ojos celestes, casi transparentes de lo azulados que son como el lago en Izumo, mechones rubios como el sol, piel pálida de ángel y hoyuelos en una sonrisa, es preciosa y es una belleza familiar porque...
—Te pareces a Ash.
Diez.
—Te pareces a la mamá de Ash o eso me imagino. —Y muy tarde comprende el peso de lo que acaba de decir, la cara le arde ante semejante insolencia, quiere apartar su mano de Jessica, sin embargo, no se lo permite—. Lo siento, dije algo imprudente.
—No. —No impresiona molesta—. Tienes razón. —Sino más bien conmovida—. Ash heredó muchas cosas de Max como su insoportable carácter pero de mí sacó la belleza y la fortaleza. —Y eso lo hace reír, se imagina qué habría sido de su esposo con padres como estos del inicio, con abrazos maternos y cuidados paternos, con un hermanito que lo admirase y una familia que velase por su bienestar.
—Ojalá estos pequeños se parezcan más a él. —Entonces dice—. Ojalá saquen la belleza y fortaleza de su abuela.
—¿Y el carácter de Max?
—Prefiero que no. —Entonces la mujer se ríe y...
—Estás asustado. —Y lo vislumbra con una aterradora claridad—. ¿Por qué?
—Porque tengo dos bebés queriendo nacer ahora mismo.
—Omitiendo lo obvio. —La hace rodar los ojos y claro que se asemeja a Aslan—. ¿Por qué más estás asustado?
—No estoy asustado por nada más.
—Puedo ver que tienes algo atorado en la garganta, no lo intentes negar. —Esta confesión desarma sus defensas—. ¿Entonces por qué?
—Porque...
Sa-yo-na-ra.
De repente esas palabras resuenan en su cabeza y Eiji tiene que envolver muy fuerte su vientre para recordarse que sus pequeños no le han sido arrebatados y siguen acá. Sin importar cuántos años Eiji tenga, en qué condiciones los haya concebido o cómo o porqué, cree que su vida tendrá un antes y un después irreparable una vez acepte el nacimiento de sus hijos, siente ese amor casi trascendental y divino golpearlo cual marejada, pero además de amor... hay miedo, está jodidamente aterrorizado, la idea de perderlos es tan inconcebible cómo perder a Ash, Eiji pierde las cosas que ama y dichosas cosas perdidas jamás vuelven a casa, perdió el salto de pértiga, perdió a su papá y perdió a Ash sobre la mesa de la biblioteca. Entonces ¿con qué derecho desafía las leyes inviolables del universo?, ¿cuál es su derecho a desafiar a Dios si Dios no hizo nada para protegerlos? Le da miedo no triunfar sobre esto que el universo tanto anhela destruir, porque si llega a perderlos no cree que le importe nada.
Teme que sus hijos sufran.
Teme que sus hijos le sean arrebatados.
Teme por la existencia de más Dinos Golzines.
Teme por los dioses que no escuchan a los pequeños Aslan.
Y sobre todo, teme por sí mismo.
Teme finalmente ser un papá.
—Estoy asustado de que puedan haber más recaídas adelante. —Pero este es el único pensamiento que consigue formular. Tengo miedo de las cosas que no controlo como las recaídas, las lesiones o las peleas de pandilla, tengo miedo de no poder hacer que mis hijos amen sus vidas.
—Recaídas. —La mujer lo analiza, sus ojos azules se miran de un pétreo inescrutable que lo deja sin aliento, tensa la boca y el labial le queda levemente corrido hacia el arco de cupido.
—Sí.
—¿Lo dices por Aslan?
—No del todo.
—Lo dices por ti. —Entonces infiere y tiene razón.
—Lo hago. —Sus dedos retiemblan alrededor de su estómago—. No pretendo ser un padre enfermo.
—¿Un padre enfermo? —Asiente, encogiéndose en la bata de papel y siendo envuelto por el gélido.
—No quiero ser eso.
—¿Cómo sería ser un padre enfermo? —No es dura con su pregunta, solo quiere entenderlo—. Eiji.
—Sería como...
Eiji baja la cabeza, apretando su vientre con ambos brazos, rodeándolos, acogiéndolos y sobre todo, suplicándole a su Dios que todo lo ve y nada hace, poder ser un padre lo suficientemente grandioso para sus pequeños, tampoco tuvo una infancia agradable dada la enfermedad de su papá, el paralelo con su madre fue evidente en cierto punto de su propio matrimonio. Igual que mamá cuidó al padre en una lenta agonía, Eiji tendía a hacer lo mismo con Ash porque su PTSD era más florido y por ende, más válido, el problema es que igual que su progenitora descuidó su salud, se quemó, eso le pasó la cuenta porque es una persona, recuerda que su madre para no volcar su resentimiento contra papá buscaba el amor y la aprobación en otros hombres, cree que incluso llegó a odiar un poco a sus hijos y aunque no lo sabe, Eiji no quiere mantener esa autoprofecía y darle ese tipo de apego de mierda.
No quiere mirar a sus hijos con asco e incluso rabia.
No quiere meterles en la cabeza que serán una carga.
No quiere buscar a otra persona que no sea Ash.
No quiere ser ni su papá ni su mamá.
Quiere un hogar con sus niños.
Una casita.
—No puedo pedirle a Ash que mejore si yo no mejoro, eso es sumamente hipócrita. —Y ni siquiera entiende bien lo que se encuentra pensando pero lo deja salir—. Pero es difícil.
—¿Por qué lo mencionas?
—Mi mamá fue muy inestable cuando mi hermana y yo éramos niños, recién habían descubierto la enfermedad de mi padre y supongo que tener que convertirse en cuidadora la sobrepasó, entonces empezó a buscar el amor en otras personas, en otros hombres. —No pretende limpiarse las palmas, asume su propia responsabilidad sobre su negligencia con respecto a su salud y él mismo, más acoge que no ha sido su culpa la totalidad—. Sé lo que es crecer con padres que normalizan estar mal y lo duro que es mirar eso, lo duro que es de repente darte cuenta de que la depresión no es un tipo de personalidad y necesitas ayuda, eso es...horrible.
—Eiji.
—No quiero convertirme en esa clase de padre para mis hijos, no quiero hacerles daño o normalizar algo que les será dañino para más adelante, quiero darles cariño y confort, me gustaría mucho poder aprender de Max y tú en eso, pero no sé. —Sus dedos se crispan alrededor de la bata, su respiración está pesada—. No sé si alguien como yo pueda hacer eso.
—No seas tan duro contigo mismo. —Le pide, acariciando su cabello con una ternura tan dulce que apenas logra mantenerse recostado en la camilla, se siente a punto de derrumbar.
—No soy duro conmigo mismo. —Dice, siente las lágrimas caer calientes en sus mejillas, no desglosa si es a causa del dolor o la fragilidad—. Pero incluso pensé en deshacerme de ellos cuando supe del embarazo, ¿cómo podría ser un buen padre luego de...?, ¿cómo podré mirarlos a los ojos luego de pensar en ellos como un cáncer?, ¿acaso no soy horrible? No podré cargar yo solo con ellos, creo que les fallaré.
—No seas tan duro contigo mismo. —Entonces Jessica repite, levantándose de la silla de plástico a su lado para poderle presionar un beso en la frente y el toque es agradable—. Mi pobre bebé, la has pasado muy mal solo, ¿no es así? —Algo en sus palabras, algo en que Jessica lo llame «bebé» aunque tenga más de veinte años lo hace concebirse extremadamente vulnerable y pequeño.
—Ni siquiera puedo cuidar de mí mismo. —Recuerda esa vez dónde Ash le dio el sayonara, si Eiji era tan insistente para pedirle ir a Japón no era porque Japón fuese el lugar más seguro del mundo, sino que no se le ocurría otra manera de poderlo cuidar más que llevárselo y eso fue tan ingenuo—. Yo...
—Encontrarás las fuerzas para cuidar de ellos. —Le promete, presionándole otro beso en su frente.
—Estoy asustado. —Suelta en un apenas perceptible hilo de voz—. Estoy muy asustado de ser malo para ellos, no quiero que me odien. —Y esa es la primera vez que consigue verbalizar su inseguridad.
—Oh, Eiji.
—Estoy muy asustado de que salgan al mundo exterior y acaben lastimados, que les pase... y Aslan.
—Tienes razón, por mucho que queramos y amemos a nuestros hijos no podemos encerrarlos entre paredes seguras y garantizarles que no sufrirán. Pero hay una diferencia abismal entre lo que ocurrió con Aslan en ese momento y sus propios hijos. —Entonces Jessica lleva su palma hacia el vientre del japonés y...la reconocen, lo sabe porque el lugar se siente más calentito y feliz—. Aslan se quedó sin la única persona que lo amaba y lo protegía cuando Griffin se fue, tus niños tienen una red de apoyo bastante grande en contraste ¿no? —Eso lo hace reír.
—Sí. —Piensa en Yut-Lung y su afán para comprarles carriolas y ropas, piensa en Bones y Kong y los peluches de cocodrilos que trajeron, piensa en Max, en Ibe, en Jessica, en Alex, en Sing y en muchos otros rostros amorosos y protectores—. Tienes razón.
—Claro que la tengo, seré su abuela. —Ella se burla de sí misma—. Pero creo que hay algo que estás omitiendo además, algo muy importante.
—¿Qué cosa estoy omitiendo?
—Qué tú tampoco tienes que hacer esto solo.
—Oh.
—Nos tienes acá, estás acompañado. —Cierto—. Estás acompañado y también eres muy amado.
A veces se le olvida.
A veces se le olvida que él también es muy amado y si es muy amado por personas tan maravillosas, tal vez...sus hijos también lo amen.
—Recuerda lo que le dijiste a Ash, tus hijos no esperan que seas perfecto, solo esperan que seas un papá.
Eiji ríe y acomoda sus manos encima de su vientre.
Y aunque no se había detenido a pensar con claridad los nombres de sus hijitos, de repente es obvio.
Jade y Dawn.
Permite que mis niños nacidos al alba sean felices, deseo que sus vidas sean tan hermosas como un jade al amanecer.
Sí, les quedarán de maravilla.
—¡Eiji! —Ash no tarda en asomarse después de eso, sin embargo, antes de que pueda entrar su cara es aplastada contra la palma de Yut-Lung, quién llega a acunarlo a su lado y a presionarle besos bajo la frente, se pregunta seriamente si no padecerá síndrome de Couvade y estará con síntomas por el embarazo.
—Mi dulce Eiji, debiste estar muy aterrado sin mi presencia.
—Quítale las garras de encima. —Aslan gimotea, intentando tironear a Yut-Lung lejos, logrando que el agarre de boa constrictora se torne aún más implacable—. ¡Son mis hijos!
—Dijo el donador de esperma.
—¡Max! ¿Por qué lo dejaste pasar? —El aludido entra con una mueca cansada y drenada.
—No me pidas demasiado luego de gritarme, mocoso. —Lobo suspira—. El estacionamiento estaba colapsado, no sé cómo llegamos.
—¡Camaroncito! —Bones y Kong hacen su aparición en la entrada.
—El doctor dijo que no podía entrar mucha gente.
—Pues entonces que ellos salgan. —Yut-Lung no disimula la saña en su sonrisa—. Puedo quedarme.
—Ni en tus sueños. —Ash gruñe—. Víbora.
Y aunque el ajetreo podría molestarlo, no lo hace, al contrario, de repente se siente muy afortunado de que sus pequeños tengan la posibilidad de crecer con tantas personas alrededor. Jess tiene razón, desearía poder encerrar a sus hijos en una burbuja que los mantenga ajenos a todo sufrimiento pero incluso si pudiera, hacer eso no lo convertiría en un buen papá, Eiji será un buen papá porque querrá darles las herramientas para que se levanten y porque los apoyará, esa es la diferencia.
Ash es el único al que le permiten quedarse mientras esperan que el doctor regrese, se ha recostado a su lado en la cama, está trazando círculos en su pancita y el efecto es relajante, ayuda a adormecer el dolor de las contracciones y a diferencia del inicio del embarazo, se siente muy amado por tenerlo acá, sus piernas juguetean sobre las sábanas, Eiji se acurruca bajo su cuello y lo besa. Piensa en todas las conversaciones que tuvo hoy, repasa su propia infancia y se pregunta cómo podrá construir una infancia sana para sus bebés si la suya estuvo rota, no al mismo nivel de Ash...pero también es válido e importante que él la haya pasado mal, supone que ese es el primer paso: aceptarlo.
—¿Crees que seamos buenos papás? —Entonces le pregunta Aslan, como si compartiesen sus dudas y le es insólito considerar que alguien tan maravilloso y deslumbrante como su esposo guarde estas inseguridades.
—Creo que serás el mejor papá del mundo. —Eiji tararea, acomodándose aún más cerca del pecho de su pareja, permitiendo que su oreja repose justo encima de su corazón, le gusta aquel lugar y ahí es donde anhela construir un hogar—. El mejor de todos.
—No puedo ser el mejor papá. —Entonces Aslan se burla—. Ese eres tú.
—¿De verdad lo crees? —Hay una pizca de reticencia en su voz que no pasa desapercibida por esos ojos verdes.
—¿Por qué lo dudas?
—No sé. —Eiji se distrae enroscando sus dedos en los cabellos de Aslan, la última vez que estuvieron juntos en el hospital fue para darse la despedida y eso...le punza el alma, lo mata—. Admiro todo el esfuerzo que pones en tu mejoría. —Su esposo permanece en silencio, esperando que avance—. Tú retomaste terapia individual esta semana, ¿no es así? —Sus mejillas se salpican de un brillante rosa.
—¿Para qué preguntas? Tú me acompañaste al consultorio. —Eiji ríe.
—Porque me gusta escucharte decirlo, es sexy. —Y Ash rueda los ojos.
—Retomé terapia individual con mi antigua psicóloga esta semana.
—Y creo que eso es admirable. —El moreno se encoge, haciéndose un ovillo entre los fuertes brazos de su pareja—. Pero a mí me cuesta un poquito más y eso me da miedo, en mi familia se castiga eso de estar mal, por ende, todos se muestran bien pero nadie está bien en realidad y aún batallo contra eso, no quiero fingir que estoy bien y que mis hijos aprendan eso, quiero que se sientan tristes, con rabia, con pena, con impotencia, quiero que haya dolor y que puedan aprender de eso.
—Eiji.
—Y también quiero que hayan cosas buenas, quiero que sean felices, que estén orgullosos, que rían de verdad, que estén entretenidos, motivados, lo que sea, quiero que tengan todo eso disponible y ni siquiera yo lo tengo a veces así que, ¿cómo se los mostraré?
—Oh Eiji. —Pero Aslan ha suavizado su mirada con tanto amor que ya no puede seguir formulando, no queda catástrofe, no queda inseguridad una vez ventilada y aun así, la ha hecho más real—. Creo que podemos aprender en el camino sobre cómo criarlos. —Sus manos se entrelazan por encima de su vientre, hace cosquillas y es agradable—. Tenemos toda una vida por delante para descifrarlo.
—Sí. —Sonríe—. A veces se me olvida. —Entonces Aslan lleva sus nudillos hacia sus labios y presiona un beso justo encima de su sortija.
«Mi alma siempre estará contigo» es la promesa grabada al reverso.
—¿Sabes? Luego de esto me gustaría volverme a casar contigo. —Entonces Eiji dice entre bostezos, aun con el dolor en el vientre está drenado y solo quiere ser mimado por su esposo, todavía le faltan horas para alcanzar la dilatación esperada y prefiere aprovechar a Aslan, el tenerlo acá, vivo, siendo un esposo y un papá—. Me gustaría mucho.
—Entonces. —Ash presiona un beso por encima de su frente—. Cuando esto acabe vamos a renovar los votos ¿te parece?
—Sí. —Musita—. Amo esa idea.
Ni Aslan ni sus hijos tienen que ser suyos, ni siquiera tienen que quedarse a su lado, pero cualquier cosa que estén dispuestos a darles, Eiji la aceptará con una gigantesca gratitud, buenas o malas, den miedo o no den miedo. Está agradecido de cada segundo que ha pasado en este matrimonio a pesar del dolor del divorcio y de sus hijos, aún sino fueron planificados sabe que son amados y bendecidos.
Gracias.
Amo demasiado a Jessica y me da confort que haya tenido más cercanía con Eiji en esta escena porque su perpectiva es bien diferente. Vamos a pasar harto rato en el hospital, ponganse cómodos entonces. Mil gracias a quienes se tomaron el cariño para leer, ya vamos a la mitad, no puedo creer la determinación que he tenido espeficicamente en este evento que de verdad no alcance a adelantarle más que el prologo y lloro, esto es gracias al amor que dan tambien, de verdad, sino me dieran cuerda probablemente mi perfil tendría muy poquitas cosas, los amo.
¡See ya!
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