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14. Romper fuente.

Hi~ Okey, este es un capítulo bien adorable y reconfortante, la verdad es que esta tanda de capítulos antes del nacimiento me gusto mucho, así que aproveche porque luego se nos vienen tres días bien intensos~ Pero en el buen sentido, me conocen, luego les daré algo relax. Mil gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer.

¡Espero que les guste!

—Si realmente les interesa lo que voy a contarles, probablemente lo primero que querrán saber es dónde nací, y lo asquerosa que fue mi infancia. —Ash encoge sus yemas alrededor del libro, el papel se siente frío y rugoso entre sus dedos, el aliento de Eiji le pega en una tenue brisa fantasmal que le quema las orejas como si fuesen fuegos artificiales y lo incita a contemplarlo, es hermoso y sublime.

—¿Qué? No te estoy diciendo nada. —Entrecierra los ojos con suspicacia, si bien, se encuentran en la cama, acomodados contra el respaldo y una montonera de ropa como si fuese un nido, conoce al moreno y no subestimará su odio por Salinger—. Puedes seguir. —Se acomoda los lentes por encima de la nariz y obedece, retomando su lectura.

—Y qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y todas esas gilipolleces estilo David Copperfield.

—Acá vamos, su personalidad es tan desagradable.

—¿Me vas a dejar continuar con el libro? —El japonés refunfuña, amurrado porque es muy maduro.

—Sí, puedes continuar. —Dice esto pero arruga la nariz y frunce el entrecejo al regresar su atención hacia la novela—. Ya no te interrumpiré más, lo prometo.

—Como decía. —Él se aclara la garganta—. Pero si quieren saber la verdad no tengo ganas de hablar de eso.

—Ugh, qué agradable.

—¡Eiji!

—Ya, ya. —Se defiende—. Ahora sino te interrumpo más.

—Bien. —Ash carraspea, alzando una ceja, paseando una de sus manos por el vientre de su esposo, asegurándose de que no interrumpa por ¿centésima? vez antes de continuar—. Primero porque me aburre y, segundo, porque a mis padres les darían dos ataques por cabeza si les dijera algo personal acerca de ellos.

—¡Tú ganas! —Entonces el moreno gimotea—. No sigas leyendo, ya no lo soporto más, ¿por qué no lees un cuento infantil como un papá normal?

—¡Es un cuento infantil!

—¡No, no lo es! —Su esposo cae rendido contra la cama—. ¡Crecerán con una horrible personalidad!

—Si crecen con una terrible personalidad será porque la heredaron de ti. —Ambos luchan por tener el poder sobre la novela, Eiji intenta arrebatársela pero es lento—. No, vamos a terminar este libro.

—¡Tiene como trescientas páginas!

—Y vamos recién por el prólogo. —Vuelve a aclararse la garganta, extendiendo lejos de Eiji la novela, aprovechando la brecha corporal porque en el fondo, es un desgraciado—. Para estas cosas son muy susceptibles, sobre todo mi padre. Son buena gente y todo eso, no digo que no, pero también...

—Basta. —Él baja el manuscrito hacia su regazo, indignado—. No les leas nada más, estás advertido.

—Oh, ¿qué harás para detenerme, onii-chan? —Canturrea, eso no le hace ni un poco de gracia a su marido pero ¿a quién engaña?, ama molestarlo—. ¿Qué harás para callarme?

—No quieres saber.

—Me encantaría saber.

—¡Ash!

Aslan se despega perezosamente del estómago de su esposo, adora lo abultado y calentito que este lugar se siente, últimamente Ash se concibe más protector con respecto al dicho y si bien no es una cosa fuera de lo usual tratar a Eiji con cierta sobreprotección, el sentimiento es mucho más potente, no desglosa todavía si es a causa de las dos vidas en su vientre o de lo bien que profesa el rumbo de su matrimonio.

De cualquier manera, se dedica a vislumbrar a su marido por el rabillo de su ojo y a beber de dichosa imagen: sus mejillas se encuentran infladas lo que no es nada intimidante (al contrario, es adorable), su entrecejo está tenso, su boca hace un puchero irresistible, y es inevitable sonreír ante esa imagen. Entonces Eiji desvía todo esmero hacia la novela para tratar de quitársela, falla, Ash leyó su intención y la elevó medio metro más arriba, y aún así su amante sigue actuando como un completo irracional, se abalanza a la batalla aunque esté en una obvia desventaja física y ¿acaso le sorprende?, ¿en serio? Ciertamente no debería, no del chico ¿esa-pistola-es-de-verdad? Y ¿puedo-sostenerla?, no del chico que voló usando una tubería oxidada, no del chico tímido que robó el auto de la policía para ayudarlo siendo desconocidos, no del chico que lo dejó meterle la lengua para pasarle un mensaje bajo excusa de que: «No te lo tomes personal, Ei-chan. En América es normal», no, Ibe, no es normal saludar así.

Pero incluso en ese entonces, Ash se moría de ganas por besarlo.

—Si les lees una línea más, prometo que tiraré esa novela a la basura. —E incluso ahora lo hace pese a las terribles blasfemias que está soltando sobre Salinger—. Lo odian, tienen pesadillas con Holden.

—Les gusta, se mueven cuando se las leo.

—Se mueven porque es una tortura. —Ash crispa la ceja levemente ofendido «el guardián entre el centeno» es una novela de culto aunque bueno, no espera que alguien con gustos...pasea su mirada hacia el horrendo estampado de su vientre y lo acepta, gustos cuestionables, lo entienda—. Holden no les agrada.

—¿Es así? —Deja la novela en la mesita junto a la cama—. Es toda una pena, porque uno se llamará Holden.

—¿Qué? —Eiji palidece y abre los ojos de golpe—. No hablas en serio. —Balbucea como si su alma hubiese abandonado su cuerpo y ahora fuese un trapo al viento, eso lo satisface de sobremanera.

—Así es, Holden Callenreese y Hemingway Callenreese.

—¡Ash! —Gimotea y se queja, adolorido—. No hagas rabiar a un embarazado.

—Tú querías ponerle Nori Nori a uno de ellos.

—Es un nombre genial.

—No lo es.

—¡Claro que lo es! —Entonces uno de ellos patea y—. ¡Ah! ¿Viste? Me dan la razón.

—No quiero que mi hijo me odie por ponerle el nombre de una caricatura infantil. —Que Eiji entorne los ojos lo incita a subir hacia al respaldo de la cama y ponerse encima de su amante como si fuese algún depredador acechando a su presa—. ¿Acabas de rodarme los ojos?

—¿Yo? —Claro que el hijo de puta finge inocencia—. Jamás podría. —Pero no teme volverle a repetir el gesto, definitivamente Eiji no tiene instinto de autoconservación, cualquier otro ser humano sería lo suficientemente inteligente para no desafiar al temible (ex)líder pandillero.

—Te das cuenta de con quién te estás metiendo, ¿no es así?

—Con el idiota que quiere ponerle Holden a nuestro hijo. —Pero claro, Eiji no es cualquier persona, debió prevenirlo—. ¿Con ese idiota? —Y Ash le estira las mejillas hasta que consigue un chillido.

—Serás una pésima influencia para mis hijos con tu boca sucia.

—Tú fuiste quién me corrompió. —Se burla—. Yo era un inocente extranjero que acababa de llegar a América cuando me dejaste sostener tu pistola.

—Un dolor de culo más bien. —Gruñe, acunando los mofletes de su esposo entre sus palmas, siente el dulzor del café pender hacia sus labios y eso lo hace sonreír casi como si el caramelo se derritiese en su propia lengua, se pregunta si la boca de su esposo tendrá sabor a azúcar—. Esta conversación todavía no se ha acabado, que conste. —La voz le escapa aterciopelada y eso sin duda hace ruborizar a su pareja, adora tener aún la capacidad de ponerlo tímido y nervioso, lo hace concebirse primerizo.

—¿Por qué pareces estarle poniendo final entonces?

—Porque muero por besarte. —Eiji ríe.

—Entonces, hazlo. —Y enrolla sus brazos alrededor del rubio—. Bésame, Aslan. —El nombrado no se hace de rogar, se quita los lentes para dejarlos sobre la mesita y así poder satisfacer los caprichos de su esposo.

Ambos sonríen antes de estampar sus labios, Ash pasa el pulgar bajo la barbilla de su marido, su piel es suave y tibia, es una sensación agradable, lo escucha anhelar antes de envolverlo entre sus brazos y entregarse por completo a los toques. Es un beso cauteloso y amoroso que hace que Eiji crispe sus piernas hacia la cama y juguetee con los cabellos de Aslan, cepillándolos una y otra vez mientras sus respiraciones se ralentizan y se funden por lo adictivo y besarlo es su perdición, lo ha sido desde esa primera vez dónde le pasó el mensaje en la pastilla, siempre lo ha sido y siempre lo será. Pero ahora, deslizando su lengua en el labio inferior de Eiji, sintiéndolo derretirse bajo sus roces, llamándolo con una voz ronca y tan jodidamente sexy que apenas puede contener el desemboque de corazón, nada, absolutamente nada más importa.

Se deleita con la esencia de su esposo, le es curioso lo fácil que es besarlo, en retrospectiva tampoco le costó mucho volverse más íntimo en los toques con Eiji, ni siquiera durante su recuperación previa y omitiendo el sexo, ni siquiera le dio ansiedad, no una mala. Pero así ha sido desde que se conocen, recuerda particularmente la primera vez que él se atrevió a sostener su mano en Los Ángeles, quería piratear la computadora de Dawson, Yut-Lung había entrado hace poco con una taza de té y no pudo importarle menos, porque apenas Eiji se hizo presente y tal vez, queriendo impresionarlo un poquito él presionó una tecla y desencriptó los archivos, ganándose un choque de cincos, una acción que no era rara considerando que la realizaba frecuentemente con Shorter y sin embargo, terminó con los dedos entrelazados a los del japonés y sintió electricidad por su piel y se puso nervioso. Mierda, Ash se sintió tan estúpido por sentirse nervioso, qué chiste, un prostituto que le apena enlazar su palma con la de su amigo. Pero nunca antes le habían dado la mano así, con tanto...cuidado...cariño...amor.

Y luego empezaron a tocarse mucho más, luego llegaron los abrazos, los roces de hombros casuales, los golpes de mentiras, y la frecuencia de esos toques aumentó, ya no era solo para consolarlo luego de las pesadillas, ahora era fácil, tan fácil como respirar.

Y luego llegaron los besos. Besos de todo tipo.

Besos en la frente. Besos en la mejilla. Besos en las manos. Besos en la nariz. Besos en la boca. Besos en la barbilla. Besos en la oreja. Besos en los nudillos. Besos en las cicatrices. Besos en su piel. Besos en el alma.

Besos, besos y muchos más besos.

¿Cómo se atreve a casi perder esto? Eiji suelta una media risa suave, lo mira con timidez, sus mejillas son de un rojo intenso y vibrante, sus pestañas proyectan sombras sobre sus hoyuelos que lo tientan a besarlos para ver si se profundizan, sus dedos acarician la parte posterior de su matita abenuz con el objetivo de atraerlo un poco más, lo ve curvar sus labios rosados en suma coquetería, y entonces...

Besa a Eiji.

Lo besa, lo besa, lo besa.

Lo besa una y otra vez hasta quedarse sin aire.

Besa su vientre para saludar a sus hijitos.

Vuelve a besar a Eiji.

Y mierda, lo ha besado tanto que tiene los labios hinchados.

Se rinde, lo hizo todo para dejarlo, no puede, desde el instante en que lo vio al otro lado de la cantina quedó paralizado por los ojos más amables del mundo que jamás había contemplado, Ash solía crear capas y capas de espinas para protegerse porque temía que viesen lo asqueroso que era (e inclusive ahora con el tema del abuso sexual), no quería que nadie mirara lo monstruoso, lo sucio, lo pútrido, lo inhumano que...desde que Griffin se fue. Pero antes de que pudiera protegerse ahí estaba él, con su corazón desnudo en Coney Island gritándole que no quería que lo viera así, y ahí estuvo de nuevo su corazón desnudo en esa primera pesadilla cuando le pidió quedarse a su lado y de nuevo, cuando lo dejó ir en el hospital por la herida de bala y de nuevo, acá está, sin defensas, sin espinas, sin nada que lo ayude a protegerse, acá está, ofreciéndole eso que no se merece: una familia. Y a veces quiere protestar y decirle que se merece algo mejor, a veces esa misma sensación fantasma que lo impulsó a pedirle el divorcio reaparece puesto que no es justo arrastrarlo a eso, pero la controla, ciertamente Eiji merece a alguien mejor que un líder pandillero, homicida y prostituto, un trauma en movimiento.

Pero en eso está ¿verdad? convirtiendo su historia y a sí mismo en una versión que sí le guste, está intentando día a día, luchando cada segundo igual que por su matrimonio, quiere salir de su trauma.

Por sus hijitos.

Por Eiji.

Por él mismo.

Por una vida que valga la pena ser vivida.

—Podría quedarme así para siempre, Aslan. —Entonces explica con su voz adormilada y risueña, la boca le quedó hinchada luego de tantos besos y ambos se sienten aletargados por el cariño.

—Yo también. —Ash lo acuna, lo sostiene encima de su pecho y sus manos navegan de manera casi inconsciente hacia su vientre abultado porque ama mimarlos, los siente moverse y eso le dibuja una sonrisa, es real, realmente serán padres dentro de algunas semanas—. ¿Estás asustado?

—Estoy muerto de miedo, si ya me dan problemas ahí adentro no quiero imaginarlos afuera. —Eiji le confiesa en una risa—. Pero también... —Los dedos de su esposo han comenzado a trazar figuritas al azar por encima de su pecho y la sensación es de chispas—. Estoy muy emocionado.

—Eiji.

—Aun tenemos que pensar mejor los nombres. —La amenaza implícita le roba una sonrisa—. Y aun así, no he podido dejar de preguntarme cómo serán o cuál se parecerá más a ti.

—¿Te gustaría que se parecieran a mí? —El japonés asiente con timidez, ha apoyado su mentón por encima del pecho de Ash, adora esta sensación de pingüinos coqueteando con piedras—. ¿Por qué?

—Porque te amo. —Responde como si fuese lo más lógico de todo el universo—. Y también quiero que algo de ese amor vaya para ellos.

—Te has vuelto cursi con la edad. —El más joven se burla, presionando sus labios contra la cabellera más esponjada y oscura, deja que el aroma del shampoo entremezclado a esa esencia lo embriaguen y entonces piensa en la paternidad—. La idea de tener hijos solía aterrorizarme. —Le toma un simple segundo descifrar que el tema ha remecido algo en su pareja, lo nota gracias a una creciente tensión muscular en sus hombros y brazos.

—Sí. —Esquiva su mirada y sus alarmas mentales ya se encuentran disparadas—. Yue me contó algo así en el primer ultrasonido al que fuimos.

—Eiji. —Hay regaño en su voz—. ¿Qué te dijo?

—Oh, no es gran cosa. —Tararea y es obvio que está intentando restarle importancia a la situación—. Lo normal.

—Ajá.

—No es nada terrible, va a sonar exagerado. —Miente y sigue siendo un terrible mentiroso, así que no cede por muy adorables que sean sus pucheros y lo aprieta un poco más—. Él dijo algo así como...

—¿Cómo qué?

—Que preferirías suicidarte a tener un hijo indeseado. —Aslan se muerde la lengua y se atraganta con su propia saliva, es necesario que se siente en la cama y su esposo le dé palmaditas en la espalda para que reaccione.

—¡¿Qué?! —Es lo único que puede gritar y de repente, todo ese precioso momento de hermandad, ese vínculo sobre ser "bros de trastornos mentales" se va por el caño—. ¿Realmente te dijo eso?

—No fue con mala intención. —Se excusa.

—Tienes razón, eso se escucha a algo que diría un santo. —Pero Eiji no se mira molesto ni indignado, al contrario, le da esas sonrisas suaves de suéteres mullidos y esos ojos de constelaciones que traban sus latidos y no es justo, no puede resistirse si es tan lindo—. ¿Qué? ¿Por qué me miras así?

—Porque te enojaste por mí. —Se burla, enrollando sus brazos alrededor de Ash, hundiendo su nariz en su camiseta como si necesitase de su aroma para respirar, lo enternece—. Eso es muy lindo.

—Tú eres muy lindo. —Opta por decir para acabar con la discusión, sabe que su esposo se encuentra en una faceta delicada del embarazo y su objetivo no es estresarlo, sino ser un apoyo—. Deberíamos ir a Cape Cod por Buddy. —Entonces dice y no cree haber tenido el coraje para decirlo. Si bien, toda esa historia con Jim sigue siendo complicada y francamente le aterra sufrir algún síntoma traumático por las palabras que su padre podría darle, extraña al cachorro—. Más adelante deberíamos traerlo.

—Eso me gustaría. —Lo dejaron el verano que su relación se empezó a quebrar, Jennifer se encariñó en demasía con el animalito y prometió cuidárselos hasta que se lograran estabilizar—. Me gustaría mucho tenerlo de regreso, lo extraño, debe estar gigante.

—Probablemente creció más que Sing. —Ambos ríen—. Antes los dos eran chiguaguas.

—Tienes razón. —La conversación se ve interrumpida por el ruidoso gruñido del estómago de Eiji.

—Voy a prepararte algo para comer. —Pero los brazos de su esposo envuelven su cintura con mucha más fuerza, al parecer, la idea de que Ash lo deje en su especie de nido no le agrada.

—Quédate. —Entonces le pide—. No necesitamos comer.

—No es lo que ellos piensan.

—Todavía no tienen opinión en eso. —Eiji se restriega cerca de su cuello y su cabello le da cosquillas, le gusta esta faceta mimosa y demandante de su esposo, le recuerda a un conejito—. Además ya no hay nada en el refrigerador, encontrarás la cocina vacía.

—Entonces tendré que ir a comprar.

—No me dejes. —Repite de nuevo encogiéndose aún más en Ash, dejando en claro que su hogar se profesa construido ahí, por encima de sus latidos—. Tengo ganas de regalonear contigo.

—Entonces vamos a comprar juntos y luego regaloneemos.

—Sí. —Eiji le sonríe somnoliento—. Eso me gusta.

Si bien, aborrece los quehaceres incluido las compras se ha vuelto sorprendentemente más diligente desde que su esposo está embarazado y aunque en ningún instante se le pasó por la cabeza la simple posibilidad de que Eiji pudiese embarazarse y fuese uno de los afortunados, tampoco se la cuestiona puesto que simplemente se siente correcto (por un lado). La otra mitad de esa ambivalencia calienta su cabeza como si fuese un sistema haciendo cortocircuito, y es que es jodidamente aterrador el ser papá y eso que aún no lo es en teoría. Entiende a dónde apuntaba el comentario poco constructivo de Yut-Lung, probablemente si Ash pudiese embarazarse y tener sus hijos se habría suicidado debido a la obsesión de Dino y probablemente sus hijitos despierten síntomas en esa parte del trauma.

Cuando se habla de paternidad suele estar romantizada igual que con las recuperaciones, se habla de lo más deseable, lo más lindo, lo más maravilloso, pero nadie te cuenta lo aterrador que es pensar que una vida totalmente indefensa y vulnerable pasa a depender completamente de ti, todavía más considerando el trasfondo violentado de Aslan, posee muchas ganas de meter a sus hijos dentro de una cajita para que no les pase nada y no sufran jamás, no puede hacerlo, nadie disfruta derecho de quitarles experiencias (incluida el dolor) a sus pequeños, pero aún así, lo anhela. Y es tan estúpido esperar que el mismo Dios que lo ha masticado y escupido una y otra vez sea benevolente por ahora.

Está aterrorizado.

Y no es una vida, no, son dos.

Y aun así...aun dentro del miedo él los espera más que nada en el mundo, no porque sus hijos deban salvarlo o hayan salvado su matrimonio, Eiji y él hicieron el trabajo, pero sí porque lo motivan como nunca se esperó estarlo. En una parte de Ash resulta doloroso pensar que Jim no lo amó o al menos, nunca lo amó así. No todos los papás merecen hijos.

—Cariño, no seas terco. —¿Quién sí los merece entonces? ¿Acaso ellos los merecen? Independiente de la respuesta, se profesa ansioso por descubrirlo—. Yo te lo alcanzo.

—Yo puedo alcanzarlo. —Y por supuesto que Eiji encontró una manera de ser imprudente inclusive en el supermercado, se ha alzado en la punta de sus pies, estirando sus manos muy firme para poder alcanzar un paquete de mostaza desde las alacenas más elevadas.

—No seas terco. —Le pide y Ash entiende que pedirle eso a su esposo es como pedirle que deje de respirar.

—No soy terco. —Gruñe, alzándose un poco más, Aslan suspira, tomando el empaque antes de que se vaya a lastimar, acomodándose detrás de él, estirando su propio brazo olímpicamente por encima de Eiji, presionándole un beso en el cabello en el trayecto hasta finalmente conseguir el producto.

—Acá tienes.

—No necesitaba tu ayuda. —Murmura con un puchero.

—Se dice gracias.

—No necesitaba tu ayuda, pero gracias Ash. —Mierda, es adorable, aunque lo disimula en su mueca.

—No sabía que te gustara la mostaza picante. —Su mirada repasa con curiosidad la etiqueta, si bien, esta no es una compra que se hubiese esperado, sus pequeños han generado un antojo extraño por los perritos calientes y no cualquiera, sino esos que específicamente venden afuera de la biblioteca.

—Sí, bueno. —El japonés acomoda una mano sobre su vientre—. Ellos no me dejan opción ¿sabes?

—Lo suponía. —Suspira, tomando una serie de condimentos antes de arrojarlos a la cesta del carro.

—¡Ash! —Claro que su esposo lo regaña—. No eches tantas cosas al carrito, ¿qué vamos a hacer con una Coca-Cola tan grande?

—Dársela de beber a los chicos.

—A los chicos, ajá.

—Sí, a Bones le encanta la Coca-Cola por ejemplo.

—Esa es una vil mentira porque a Bones le encanta la Fanta, no eso. —¿A qué clase de idiota le gusta una bebida sabor naranja? Pero ni siquiera debería sorprenderle—. ¿Por qué no solo me dices que la echaste para ti? Aunque es obvio, es una bebida tan Americana.

—¡Oye!

—¿Qué? Es la verdad, a veces puede ser todo un estereotipo de yanki, con razón te gusta así Holden.

—Tanta junta con Yut-Lung te hace mal. —Gruñe ligeramente herido.

—Él solo me abre los ojos. —Genial, han evangelizado a su esposo, pero no se enfoca en esto, sino...

—Tú llevas tus antojos, yo también quiero llevar de los míos. —Dice con simpleza, encogiéndose de hombros e intentando disimular el chillido que resquiebra su voz, odia admitir lo mimado que está.

—Yo soy el embarazado, yo tengo antojos reales.

—Los antojos psicológicos por Coca-Cola también cuentan.

—No, no lo hacen. —Eiji entrecierra la mirada, tomando el soporte del carrito para pasearse por los diferentes pasillos—. Dijiste que veníamos a comprar cosas para la cena y esa fue la única razón por la que me moví de la comodidad de mi cama, así que compremos cosas para la cena.

—Puedo alimentarte con refresco. —Pero el moreno luce absolutamente indignado con la blasfemia porque claro, en Japón son del tipo saludable.

Japón ¿eh?

¿Cómo era?

I-zu-mo.

—Ven conmigo a Japón, Ash. Allí no necesitarás una pistola. Podrás volver a nacer. Podrás ser libre, no quiero hacerte luchar, no quiero que te enfrentes a más peligros.

Yo también quería ser como tú.

Siempre desee haber tenido una vida normal.

—¡Todavía puedes! ¡No es demasiado tarde! ¡Puedes lograr cualquier cosa!

Entonces miró a Eiji como si fuese una especie de fantasía lejana, como si Japón fuese un lugar capaz de garantizar seguridad a la que, personas buenas (como su esposo) tenían acceso, pero él no, tal vez por eso se quedó para siempre en Nueva York, había algo maravilloso en Japón, algo casi etéreo, podía imaginarse perfectamente paseando entre las calles de aquel pueblo con nombre de Gremlin usando una yukata y con Eiji tomado de la mano. Pero era algo que no se atrevería a profanar, Japón, recuerda haber pensado que su marido era diferente a causa de su nacionalidad, diferente de Wong, Alex y todos los demás, incluso Sing, tuvo una infancia agradable donde fue a la escuela y tenía casa a la cual regresar, ellos no, crecieron en el duro Nueva York y fueron niños perdidos de Nunca Jamás.

¿Y qué clase de papá será si no fue hijo en la infancia?

¿Cómo Jim?

¿Cómo Dino?

¿Peor?

—¿Ash? —Se pregunta si eso es todo lo que puede ofrecerle a sus hijos, se pregunta si por la brecha de inocencia no fue capaz de quitarle la mirada de encima a su pelo espeso, sus mejillas rosadas, su boca pequeña y su nariz de botón, si Max tenía razón y efectivamente lo que le gustó de Eiji fue esa brecha que del inicio trató de hacer evidente y a la vez, le dejó cruzar al pasarle un arma—. ¿Cariño?

—Estoy bien. —Finalmente dice, sintiéndose un poco más consciente de esa brecha, de cierta forma no lo puede evitar, le da pena que Eiji siga entrampado en todo esto, pueden haber pasado años del banana fish y Dino, pero al final no lo superarán del todo ni consiguen ignorarlo—. Estaba pensando.

—¿Pensando? —Su esposo tararea, moviendo sus manos alrededor de la baranda del carro—. Luces más como si estuvieras encerrado en tu cabeza. —Ash rueda los ojos , frena sus pasos y junto a estos el andar de las ruedas, quedan frente a la sección de limpieza.

—¿Puedes notar la diferencia?

—La diferencia es evidente para mí. —Entonces Eiji se acomoda las palmas detrás de la espalda y lo mira con esos ojos injustamente negros, es ridículo, mentir fue un hábito para salvarse que tuvo que aprender desde los cuartos de hoteles para responder a los halagos—. Entonces...

—¿Entonces? —Y aún así, siente que nunca pudo mentirle a esos ojos cafés, no del todo al menos.

—¿Me contarás? —No siendo la bestia que estaba predestinada a ser, tonto ¿verdad? Porque dichas barreras no le sirven de nada si Eiji las sigue saltando.

—Estaba pensando en la clase de infancia que tendrán.

—Ash.

—Probablemente la tuya y la mía fueron bastante diferentes, ¿no es así? —Ríe sin poder aplacar la inseguridad que le genera su propia paternidad y mierda, de repente las palabras de la víbora están demasiado hondo en su cabeza, lo maldice internamente por ser tan perspicaz—. ¿Cómo seré buen papá si ni siquiera fui un buen hijo? —Eiji no hace mucho para mitigar la catástrofe que escala bajo su piel y carcome sus entrañas.

—Aslan. —De hecho, solo aprieta su mano por encima del carrito—. Eres el mejor padre que podrían pedir.

—Yo no...

—Y vas a ser suficiente para ellos justamente por eso. —La boca se le seca—. Porque eres tú. Y sino te importaran esos niños ni siquiera te estarías cuestionando eso, imagina lo mucho que los amarás y ellos te amarán cuando finalmente los conozcas y puedas verlos. —Su atención flota al suéter de color crema y se queda en ese bulto, se pregunta si sus hijos serán benevolentes con su inseguridad y se ríe, porque probablemente son quienes menos lo juzgarán.

—Gracias. —Entonces le dice fascinado por la inclinación en la nariz de Eiji y por sus ojos cafés, son oscuros y aun así bajo los focos del supermercado se miran tan oscuros que le cuesta apreciar el iris separado de la pupila—. Siempre sabes que decir.

—Obviamente, deberías escuchar a tu onii-chan más seguido ¿sabes?

—Idiota petulante.

—Un idiota petulante al que amas.

—Bastante.

Es injusto, piensa.

Eiji siempre es tan injustamente amoroso con él.

Convierten la sala de estar en un fuerte (o nido como prefiere llamarlo mentalmente), tumban ropa, mantas y cojines frente a la televisión, ni siquiera usan el sillón, Eiji ha dejado en claro su deseo para acurrucarse con Aslan y él no se hará de rogar. Así que preparan una comida caliente casera, esperan a que se enfríe y mientras lo hacen, no duda en sostener a su amante entre sus brazos como si fuese una extensión de la manta, Eiji luce complacido por los toques, cambia de canales y aplicaciones casi como si supiera lo que quiere ver, tal vez, también los antojos se extienden a esto.

—¿Hay algo que estés buscando? —El japonés asiente, deja que su espalda repose encima del pecho de Aslan y el toque es de llamarada de sol.

—Una película pero no recuerdo el nombre. —Bufa y alza el mentón para entablar contacto visual, su corazón se salta un latido cuando choca con la mirada más suave del mundo, si bien sus ojos cafés han sido un gran tema mental hoy, se miran especialmente relumbrantes bajo las luces del comedor y qué intimidante ha sido la rutina que lograron entablar, en algún punto pasó de lince a gato fofo.

—¿Una película? —En algún lugar se acostumbró a las ensaladas de aguacate, los «Ohayō» que Eiji le daba adormilado apenas despertaba y los «Okaeri» que se escapaban apenas cruzaba a través de la puerta y le daba esa mirada suave y preocupada, como si nunca hubiera dudado que Aslan podría no regresar, como si esa posibilidad ni siquiera existiese y fuese un hecho que volvería—. ¿Cuál?

—Esa donde sale el actor que se parece a ti.

—¿Rebelde sin causa? —Entonces el japonés crispa una ceja, ligeramente divertido.

—No estaba hablando de James Dean. —Entonces dice—. Realmente te gusta parecerte a él.

—Un poco. —Mentira, le encanta actuar como el protagonista de rebelde sin causa—. ¿Titanic?

—Ash, no eres todos los protagonistas guapos de las películas.

—Eh. —Sonríe felino—. Pero acabas de admitir que me parezco a un protagonista guapo de película.

—¡Ah! Ya sé, estaba buscando crepúsculo.

—¡Eiji! —Le arroja un cojín a la cara porque claro que la pequeña mierda lo debe molestar con eso.

—Perdón, perdón. —Ríe entre dientes—. No pude evitarlo.

—Sí podías. —Y aunque pretende quedarse ahí, amurrado, su esposo besa su barbilla y es trampa—. No se me va a pasar el enfado solo porque me beses ¿sabes? —Pero Eiji es terco y continúa dándole una serie de besos desde el mentón hacia la manzana de Adán y finalmente en su cuello, Ash asegura que si fuese un gato estaría ronroneando en esos momentos. Recuerda su primera sesión de terapia de parejas y lo mucho que alabó los mimos de Eiji.

—¿Mejor?

—Tramposo. —Porque sí, adora ser mimado y tocado a pesar del evento traumático eso no cambió, no hasta donde sabe al menos...el sexo será tema de más adelante—. ¿Recordaste el nombre?

—Ya sabes, esa película que también tiene al protagonista de Matrix y tu versión de actor tiene una amistad de dudosa heterosexualidad, es una película que Sing me recomendó pero nunca la terminé de encontrar. —Y basta esa vaga descripción para que Aslan ya lo sepa.

—My Own Private Idaho.

—¡Esa misma! —Vitorea.

—Me estabas comparando con River Phoenix y tú serías Keanu Reeves por defecto. —Y le da risa la trama y lo bien que pega en su vida, un chico gay que se dedica a la prostitución entablando amistad con alguien completamente diferente a él, enamorándose (o eso cree) y teniendo que dejarlo ir, no recuerda el final de la película, no recuerda haberla visto—. ¿Quieres verla?

—Sí. —Pero está dispuesto a verla por Eiji—. Quiero.

Aslan le presiona un beso encima de la frente, la piel de Eiji no tarda en enrojecerse para manifestar vergüenza, es perfecto, se encuentran cómodamente atrapados en su burbuja de amor, con comida caliente en la pancita, besos sutilmente robados y romances clichés.

—Ash. —Hasta que su amante palidece y se tensa.

—¿Qué ocurre? ¿Te sientes mal?

—Se rompió la fuente.

—¿Qué? —Palidece porque definitivamente debió haber escuchado mal y...

—Se rompió la fuente. —Repite—. Debemos ir ahora al hospital.

Mierda.

Vienen en camino.

CHAN, se viene y la peor parte es que mañana partimos con una escena tan estupida que hasta me estresó por el pobre Eiji, pero será. Hoy me quede sin tiempito para hacer todo lo que quería, espero que mañana sea más decente mi organización, pero nunca me quedo sin tiempo para poner referencias del fandom de BF por las que lloro~ Mil gracias por tanto.

¡See ya!

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