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12. Fugas de leche.

Hi~ Me da penita subir este capítulo hoy considerando que es el cumpleaños de Ash y es uno de los capítulos más meh de la trama, muy de transición pero abre puntos super importantes para el futuro así que no tuve mucha opción en ese sentido. Hemos hablado mucho de un ambiente validante y respetuoso en el fic, siempre recalco que ningún sintoma ni del PTSD ni ningún otro transtorno es voluntario o deseable, no man, no basta con "pensar positivo" para curar la depresión. Así que si usted puede, qué bueno, pero eso no significa que todos podrán con la misma facilidad y es igualmente valido, van a cachar porqué esta nota altiro en el capítulo. Pero eso.

¡Espero que les guste!

—Ash quiere tener sexo. —Eiji deja caer esas palabras en la consulta como si fuesen proyectiles, las vislumbra descender desde su boca hacia las pulcras esteras azuladas, la palma del aludido se crispa entre la suya, está sudorosa y caliente, lo ha puesto nervioso.

—¿Qué? —La terapeuta parpadea, acomodándose los lentes sobre la nariz, deteniendo el lápiz azul.

—Sexo. —Repite—. Ash quiere tener sexo conmigo.

—Podrías decirlo con más tacto. —Entonces le susurra con las mejillas realmente rojas, la imagen le es adorable, siempre le ha fascinado la manera en que su esposo puede ser tan defensivo con ciertos temas y tan vulnerable en relación a otros, le recuerda a esa noche donde se burló de las calabazas.

—Perdón, ¿cómo preferirías que lo dijera?

—No sé, con más tacto.

—Mhm. —La tensión impresiona vencer al más joven, quien procede a soltar un refunfuñado contra sus dientes—. No se me ocurre cómo más decirlo.

—Quiero tener sexo con Eiji. —Se pellizca el entrecejo, diez tonos más rojos—. No, aún suena bruto.

—¿Me quieres hacer el amor?

—Deberían censurar esa palabra, suena a novela de los años cincuenta.

—Le quitas el romance. —Eiji se burla, golpeando con su propio hombro el antebrazo de su esposo, consiguiendo que se relaje y le arroje su sonrisa que tanto adora, sí, la que desprende una luz interna tan grande que sobresalta sus pecas de niño, hace relucir su piel con un etéreo angelical y casi marfil.

—¿Acaso había algo de romance en tirárselo así a la terapeuta?

—Probablemente.

—Idiota. —Ash sonríe—. Eres un idiota, onii-chan. —Eiji está enamorado de esa sonrisa, bueno, está enamorado de todas sus sonrisas en realidad.

Las sonrisas irritadas que proyecta cuando lo arrastra semidesnudo de la comodidad de sus sábanas hasta la ducha (incluso embarazado, no ansía que lo primero que su bebé note de papá sea el aroma) sí, las reconoce por la tensión en sus dientes, lo afilada que se torna esa mirada y su agarre, cualquier otro miembro de la pandilla huiría considerando la brecha, porque, aunque Ash es líder, las personas no quieren salir con él, no siendo "amigos", pero Eiji no es un miembro de su pandilla ni un "amigo".

Está la sonrisa que esboza cuando lee libros con sus lentes de montura gruesa y luce tan inteligente, hermoso y maravilloso que Eiji en secreto se queda mirándolo del otro lado del mostrador, la sonrisa que le regala en sus fotografías, a menudo surge si consigue irritarlo y arruinar la toma, no obstante, Eiji no se engaña, ama que lo haga, ama que Ash ya no se mire aterrorizado como las primeras veces que por accidente le mostró un flash sin conocer el trasfondo. Sus sonrisas cotidianas, la sonrisa con punta afilada y sañosa que le da a Max al burlarse de su edad, sonrisa somnolientas, sonrisas mitigan pucheros, sonrisas altaneras a la pandilla y luego están las que menos le gustan. Esas sonrisas donde Ash no es él mismo, está actuando (como si estuviese diseñado para ser entretenimiento), recuerda haber visto esta clase de muecas cerca de Dino y eso lo destroza. Una sonrisa de leopardo atrapado.

La sonrisa de lo-siento-por-estar-tan-roto.

La sonrisa de regresa-a-Japón y somos-de-mundos-diferentes.

La sonrisa que usó para decirle: «Supongo que este tipo de cosas no pasan en Japón».

Más tarde añadiría: «Quédate a mi lado, no tiene que ser para siempre, aunque solo sea por ahora».

Y Eiji le daría el para siempre tres veces: esa noche, en una carta y en su boda.

Y acá de nuevo.

Cada mañana que lucha por su matrimonio elige darle ese para siempre otra vez, no es cuestión de: «vivieron felices por siempre». No, elegir pasar por esto juntos y arreglar su relación implica invertir cada segundo en sanar la herida en lugar de ignorarla. Y si bien, ha pasado a rescatar varias sonrisas, todavía quedan bastantes por desglosar, así que debe seguir la consulta y tragarse esa incomodidad.

Respira, respira, puedes hacerlo.

Habla del tema.

Pide ayuda.

—¿No suena muy cursi? Ya sabes, quiero hacerte el amor. —Pero entonces la picardía de Ash aflora consiguiendo que sus mofletes ardan y su corazón lata contra su caja torácica como si fuese un mirlo en plena caída del nido con las alas rotas hacia un jardín repleto de gatos—. Quiero hacerte el amor.

—¡Ash! —Lo regaña, tironeando de su mano ante la mirada atenta de la terapeuta y... Dios no, toma nota de esta conversación, su bebé patea su estómago como si le hiciese gracia y francamente está empezando a dudar que tener un hijo con el carácter de Aslan sea lo más relajante para su vejez.

—¿Qué? Tú me dijiste que encontrara una forma diferente de decirlo.

—¡Lo hice pero no así!

—Quiero hacerte el amor. —Entonces se burla—. Quiero hacerte el amor toda la noche, cariño.

—Ya cállate, por favor. —Y Eiji gimotea, deseando desvanecerse de la consulta como el incienso lila.

—Quiero hacerte el amor. —Aslan arruga la boca, la línea firme de su mandíbula se vuelve aún más definida por el movimiento, observa a su manzana de Adán subir y bajar por su pálido cuello y traga duro—. No creo que te prenda eso, necesitamos aumentar nuestro juego no sé ¿quieres que te diga onii-chan mientras lo hacemos? O tal vez podrías usar ropa interior diferente a esos feos calzoncillos matapasiones.

—¡Aslan! —Es todo, quiere pararse de la consulta e irse a tirar a un agujero, ¿será cuestión de yankis que puedan hablar con tanta facilidad estos temas? ¿O su esposo solo pretende molestarlo?—. Diga algo. —Le suplica con un apenas perceptible hilo de voz a la terapeuta.

—Me parece bastante positivo que quieran tener sexo, hace un par de meses no podían sostener ni siquiera el contacto visual. —Es verdad, han avanzado bastante desde que ambos se sinceraron en la cita del centro comercial (dónde de todas maneras acabó llevándose el mameluco de Nori Nori) y aun así...—. ¿No quieres tener sexo con Aslan? ¿Es eso?

—No es que no quiera.

—Eiji.

—Es que no creo que esté listo. —Aun así, sigue habiendo una barrera entre ellos dos.

—Estoy listo.

—No lo estás.

—No puedes decidir por mí cuándo estoy listo. —Y como su esposo es muy maduro le saca la lengua y aprieta los párpados, vaya mal hábito, se pregunta de dónde lo habrá aprendido, espera que no lo pase a su hijo, todavía no conocen el género y falta poco para la etapa final, así que Eiji está nervioso, sensible y reactivo a muchas cosas, el sexo no necesita ser una más de ellas—. Estoy listo.

—No, no lo estás.

—¡Sí! Sí lo estoy, podría hacerlo incluso ahora.

—Vamos por parte. —La terapeuta lo calla y eso definitivamente molesta el ego de su marido—. Ya hemos hablado de este tipo de "adivinación del pensamiento" por mucho que conozcamos a alguien y estemos seguros de que así reaccionará o eso está pensando, no siempre sabemos y aunque jamás suele ser de la mala intención asumirlo pone presión y reduce la experiencia propia. —Ash refunfuña entre dientes, ha tensado sus brazos contra su pecho pero aún sostiene su mano y eso le da ternura.

—Entendido. —Gruñe—. Puede seguir con la intervención.

—Entonces Eiji... —Y odia que la intervención se enfoque en él—. ¿Existe alguna otra razón para no tener sexo con Aslan que esté enfocada en ti mismo? —¡Sí! ¡La hay!

—Solo creo que Aslan se está apresurando y eso me preocupa.

—Necesito que enfoques el motivo de consulta en ti, no en Aslan, prueba otra vez reformulando.

—Pero es que Aslan no está listo.

—Eiji. —El regaño en su mirada es implícito—. Enfocada en ti. —Le repite—. Volvamos a centrarnos en ti, no en Aslan, luego le preguntaremos a él. —Sus piernas retiemblan contra las fundas mullidas, sus manos se constriñen por encima de sus muslos y es difícil respirar, debe tragar duro y rodear su vientre para darse valor y continuar, Yue tiene razón, necesita tener las pelotas bien puestas para la paternidad. Habla, dilo, sácalo.

—Nosotros ya pasamos por un proceso similar donde intentamos tener sexo. —Recuerda lo difíciles de esos meses—. Nos tomó bastante tiempo, tuvimos que ir de a poco para identificar los estímulos potencialmente dañinos y aunque conseguimos reescribir eso. —Eiji sonríe, recordando lo fácil que se volvió un tiempo tener sexo en la ternura matrimonial y lo bien que se sentía—. El proceso fue duro.

—No fue tan duro para mí.

—Fue duro para mí. —Lo corrige, consiguiendo que su esposo abra los ojos con sorpresa—. Fue muy duro para mí pasar por eso, una vez incluso vomitaste luego de... —Respira, respira, respira, puedes hacerlo, puedes decirlo—. ¿Cómo crees que me sentí de autoestima ese tiempo? Incluso me inscribí a un gimnasio porque pensaba que no era lo suficientemente atractivo para atraerte de esa manera.

—Nunca me lo dijiste. —Baja el mentón, cepillando la palma de su amante con sus yemas.

—Nunca se dio la oportunidad.

—Lo siento.

—No, no es tu culpa.

—Aun así. —Eiji odia esta sonrisas—. Lamento haberte hecho daño, Eiji.

Lo-siento-por-estar-tan-roto.

Es complicado retomar la vida sexual luego de un abuso. Por un lado, ha visto lo nocivos que son los prejuicios sobre que las víctimas no tienen derecho a reexperimentar placer o "no se tocan", incluso Eiji que no posee un vasto conocimiento en el tema a diferencia de Ash, aprecia lo estúpido de dicha postura, ¿cuál es el plan?, ¿quedarse en una victimización eterna, no superar nada? Si bien, él tiende a ser bastante pasivo en relación a las peleas, cree francamente que los ignorantes deberían callarse, incluso le tocó charlar el tema con la pandilla a cuestión de los prejuicios y estigmas y claro, no sería tan duro si solo fuera eso: un prejuicio o estigma, pero la cosa es que mientras más exposición existe a esta clase de estímulos, más internalizados se vuelven y más dañinos son para la experiencia que por sí misma ya es devastadora así que ¿para qué? Empodera y alienta a su esposo a retomar la vida sexual más que nadie. Pero por otra parte, es una mierda ser la pareja en esa situación y no suavizará sus propios pensamientos, carajo, es una mierda ser la fuente de asco por mucho que se comprenda, no es una cuestión de voluntad, es sintomática, es involuntaria, es intrusiva, sí, Eiji habló con la vieja terapeuta de Ash para ser psicoeducado múltiples sesiones y aun así...se sintió grotesco.

Feo.

Fofo.

Vomitivo.

Se sintió como Dino Golzine cuando lo tocó.

Eiji jamás ha disfrutado de un autoestima imponente (ni siquiera siendo deportista), así que le mató su poca autoestima ver que Aslan lo tocaba y luego se encerraba al baño a vomitar, intentar excitarlo con toques, con besos e incluso llegar a hacer felaciones para que siguiera flácido, mierda, lo rompió, también es un humano y es fuerte que tu pareja sienta literalmente asco por tu cuerpo, piel, por tus partes íntimas, Eiji tiene pene, no puede cambiar eso, era jodido ver el asco en la cara de Ash cuando intentaba masturbarlo, lo hacía concebir como si fuera un cliente y lo estuviera tomando a la fuerza, lo puso en el papel de Dino, Barba Azul, Fox y todo hombre desconocido.

Más considerando que su última vez fue luego de la violación de Aslan, no se imagina que esto salga bien, ya le genera rechazo el cambio que su cuerpo experimentó a raíz de su embarazo, no necesita que alguien más rechace sus estrías, gordura y flacidez. No gracias.

Así que perdónenlo sino se muere de ganas por volver a intentarlo considerando lo duro del proceso.

—Te doy asco. —Pero eh acá el problema de negarse—. Perdón. —Permitir que su esposo caiga en esa posición, Eiji ni siquiera puede imaginarse lo duro que debe ser sufrir un abuso sexual y que algo tan propio e íntimo como el cuerpo le sea arrebatado, por eso, entiende y acoge la urgencia de Ash de sentirse otra vez suyo y reconquistar esos avances, pero el timing...no es el correcto.

—No escuché en ningún momento decir a Eiji que le das asco. —Su terapeuta lo regaña, eso lo hace sentir un poquito más seguro y acogido, intenta relajar su espalda tensa de tabla—. ¿Lo dijiste, Eiji?

—No.

—¿Ves? —No es dura con Aslan, al contrario, su voz se ha vuelto suave—. Te está transmitiendo sus límites, es importante que los escuches así como también quieres que escuchen los tuyos.

—Lo sé. —Y de repente, le parece tan pequeño en la consulta—. Sé que debo escuchar, tiene razón, me estoy adelantando con esto, pero me siento tan... —Le suelta la mano para poderse abrazar a sí mismo—. Sucio y cuando Eiji me tocaba yo podía...o al menos así se sentía.

—Ash.

—No porque sea tu trabajo limpiarme ni nada, no puedes cambiar lo que pasó, lo sé. —Lo mira a los ojos estrellando palabra tras palabra en un tren de intrusión—. Pero es agradable que de a poco me hagas sentir que me pertenezco.

—¿Así lo hicieron la última vez? —Asiente—. ¿Por qué no intentan retomar ese ejercicio? Vayan de a poco explorándose y vean hasta dónde pueden llegar, será un buen ejercicio para respetar límites y poner límites propios además, Eiji, no te sientas obligado a ir más lejos por Ash, es importante que se lo digas con claridad así como es importante que Ash se sienta acogido con tu confianza. —Ambos se miran, nerviosos.

—Podríamos intentarlo. —Entonces musita.

—Podríamos.

Y Eiji no está para nada optimista.

Ni siquiera es una cuestión de atracción sexual.

Ni física.

Ni emocional.

Ni nada.

Si bien, no tuvo tiempo para resolver su sexualidad considerando que si se detenían en Nueva York acabarían en peligro, descifró la atracción que sentía hacia el líder pandillero del inicio, cuando sintió su palma contra una mejilla y la otra en su trasero, cuando la boca de Ash presionó la suya y permitió que su lengua se colara con profundidad consiguiendo que su cerebro diera vueltas y vueltas, su piel ardió como si hubiesen chispas desprendiéndose en cada fricción, la sensación fue agradable, más de lo que Eiji podía admitirse en ese entonces, fue un sentimiento en el que se dejó ir, siempre tenía en el rabillo de su mente la calidez de Aslan y deseaba en secreto volverla a sentir, quería mariposas en su vientre y brincos en su corazón así como cuando lo llamó «sweetie». Claro que la relación que han entablado hoy en día no tiene precedentes ni comparación, Eiji moriría por Ash y viceversa, esto es una conexión de almas, pero tampoco es un tabú tener una conexión física en esto, no es horrible querer tener sexo con su pareja ni va a victimizarlo, pero...sí, sigue siendo complicado, no ayuda que Ash sea su primera y única relación además. Por ende, debe llamar a un experto.

—No esperaba que me llamaras. —Lamentablemente no hay expertos y Sing es lo más cercano que disfruta—. ¿De qué querías hablar? —El japonés traga duro, están sentados en la sala de estar frente a su mesa de centro, docenas de revistas de fotografía y libros intelectuales se hallan desparramados y de pronto, lucen mucho más interesantes que Sing.

—Tú has tenido varias parejas ¿no es así? —El chico creció bien, actualmente tiene una altura mucho mayor a la de Ash, se ha hecho un corte de pelo genial y los músculos generados por el boxeo dieron fruto tanto en sus bíceps como en su espalda ancha—. Debes ser popular en tu universidad.

—¿Por qué? —Esboza una sonrisa de Cheshire con el único objetivo de molestarlo—. ¿Te interesa?

—Te estoy pidiendo un consejo en serio. —Eiji lo regaña—. No es momento para fastidiarme.

—¿Por qué me lo pides a mí?

—Porque eres guapo. —Responde con simpleza, abrazando el cojín del sillón por encima del vientre.

—¿Crees que soy guapo? —Aunque no se acostumbra del todo a su personalidad más pícara le gusta esta nueva faceta del joven chino, lo ha visto más seguro de sí mismo y de sus decisiones y le alegra, Eiji mejor que nadie vio lo duro que fue crecer sin Lao y sin Shorter, por eso su vínculo es tan estrecho al ambos haber estado ahí para el otro—. ¿Es eso?

—Yue también lo cree.

—Yue. —Sing alza una ceja, divertido—. Así que finalmente terminaron siendo amigos, lo anticipaba.

—Bueno, te teníamos a ti en medio.

—Es verdad. —El más alto bufa estirando sus pies hacia la mesita del centro, apenas cabe en el sillón y es una imagen hilarante, le recuerda a Shorter de cierta manera y eso... le da nostalgia, se pregunta si Ash habría hablado estos temas con Shorter y le da pena, pero no quiere recordar a Wong en este momento, concéntrate —. Sabía que terminarían siendo amigos, tienen una personalidad parecida.

—¿Yue y yo? —Pregunta indignado—. ¿De verdad?

—Ambos son unos expertos sacándome de quicio. —Bufa bajo un falso puchero—. Entonces, ¿por qué me llamaste?

—¿No te puedo llamar? Somos amigos. —Sing alza aún más una de sus cejas, lleva anteojos de sol en la cabeza que le recuerdan demasiado a Shorter y eso le punza el corazón, quizás por eso a Aslan le cueste tanto ver al sucesor de Chinatown, el parentesco con su predecesor es evidente.

—Nunca me llamas por nada.

—Me haces sonar como un terrible amigo.

—Eres un terrible amigo.

—¡Sing! —Gimotea—. No hagas chillar a un embarazado. —Los ojos del aludido viajan al estómago abultado del japonés y se quedan ahí, contemplándolo con sumo silencio—. ¿Qué?

—¿Es normal que estés tan gordo? —La cara le hierve a causa de la vergüenza y más que nunca sabe que no tendrá sexo con Ash en estas condiciones, si su dulce y adorable amigo suelta ese comentario sin tacto aun viéndolo con ropa, ¿qué dirá su esposo? O quizás no diga nada y vaya directo a vomitar, de repente se ha puesto pálido y es él quien quiere volcar sus tripas en el excusado—. ¿Eiji?

—¿Sí?

—¿Estás bien? Pareces enfermo. —El pánico en su voz le da ternura—. ¿Voy por algún remedio?

—No, estoy bien. —Su sonrisa es forzada e incluso él vislumbra la pobreza de mentira, sin embargo Sing es lo suficientemente cortés para omitir cualquier comentario—. Estoy feo ¿no es así?

—¿Eh?

—Sí, me descuidé, no debí dejar de ir al gimnasio pero con todo el tema del divorcio estaba cansado.

—Eiji.

—Y ahora soy una masa fofa.

—No eres una masa fofa. —Sing se encuentra visiblemente asustado al no saber reconfortarlo.

—Sí, lo soy.

—Eiji, eres precioso. —Intenta consolarlo—. Estoy seguro de que Ash también lo piensa y me matará si ve que te he hecho llorar.

—No estoy llorando.

Se abanica los ojos maldiciendo las hormonas, nunca le ha afectado sentirse simplón, sabe que tiene un aspecto común y corriente, incluso en la escuela lo único que destacaban eran sus ojos y su rostro de bebé (lo que tampoco es atractivo) si bien, jamás fue tema compararse con semejante preciosura que posee Aslan, con esa aura etérea e inalcanzable que lo hace irreal y lo ha vuelto obsesión de tan duro mundo, en esos momentos lo hace y lo odia, sabe que Ash aborrece su belleza ¿cómo se atreve a verla como algo ganancial? Pero a la vez manda al carajo la censura de su malestar y admite lo tan intimidante que es tener una pareja hermosa y ser tan...meh, ¿Por qué Ash se excitaría por él? Y de nuevo, sí, lo entiende, no quiere ponerse en el papel de víctima ni nada, nunca menosprecia el dolor, el PTSD y todo el sufrimiento que conlleva, pero a fin de cuentas, Eiji es quién recibe dichos ataques sean voluntarios o no, Eiji recibe el asco y le afecta.

Eiji es una maldita persona.

—¿Tendrías sexo conmigo? —Entonces Sing se atora con su propia saliva, se pone coloradísimo, así Eiji cae en la cuenta de lo que dijo—. ¡Lo siento! Se me salió un pensamiento.

—¿Estabas pensando en tener sexo conmigo? ¿Tan mal va tu relación?

—¡No!

—Eh. —Sing sonríe con una coquetería que definitivamente aprendió de los jugueteos de Ash—. No sabía que tuvieras esa clase de atracción por mí pero no te culpo. —Ahora es el japonés quien tiene que apretar muy fuerte los labios para no soltar una estridente carcajada.

—¿Tan grande es tu ego para decir eso?

—Tú lo propusiste. —Pero Eiji se ríe a carcajada suelta y eso definitivamente humilla al más joven.

—¿Te imaginas la horrible pareja que haríamos? Qué asco, eres como mi hermanito.

—¡Oye! ¡Esto no es gracioso! —Sing gimotea, haciendo un puchero amurrado contra el sillón—. ¡Soy alguien atractivo! ¡Tuve un grandioso glow up, Nadia me lo dijo! —En el fondo, no ha cambiado, aun si ha crecido seis tallas más de ropa y un metro sigue siendo el mismo chiquillo adorable que lo salvó cuando se liberó del clan Lee e intentaron secuestrarlo (de nuevo)—. ¡Tú y Yue son un dolor de culo!

—Perdón, es que eres muy adorable. —El aludido enrojece con aún más profundidad.

—¡Eiji! ¡Tómame en serio como un hombre! No soy adorable, soy guapo como Ash.

—No puedo tomarte en serio como un hombre si usas camisetas estampadas.

—¡Dijiste que era genial! —Y ahora entiende porqué Yue y Ash tienen tanto afán por molestarlo con respecto a su propia caricatura, es divertido—. Tú los usas todo el tiempo, ¡hipócrita!

—Lo es, pero genial y sexy no es lo mismo.

—¡Eiji! —Entonces los chillidos cesan—. Te manchaste.

—¿Eh?

—Te manchaste. —El más joven apunta a su camisa, la tiene mojada—. ¿Te sale leche? —Es el turno del moreno de ruborizarse otra vez y ¡Dios! Esto es tan tonto, pero al menos lo ha puesto más ligero.

—Creo que sí. —El japonés tantea por la camisa, efectivamente está húmeda con lo que impresiona ser leche—. Creo que es una fuga, nunca había tenido una.

—Espera. —Sing toma un par de servilletas de la mesa—. Te ayudo.

—G-Gracias. —Traga duro siendo incapaz de sostener el contacto visual mientras su amigo lo limpia.

—Wow, aún tienes los pectorales bien puestos. —Okey, eso le sube un poco el autoestima, reconoce su trabajo con el ejercicio y es un tanto sanador—. Pensé que se pondrían más suaves, como pechos.

—¿Has tocado pechos antes?

—¿Estos cuentan?

—No.

—Entonces no.

—Cariño, ya llegué. —Claro que Aslan entra literalmente en su peor momento posible—. ¿Qué está? —Parpadea, clavado a la puerta, analizando la imagen que tiene enfrente sin comprender cuál es la manera correcta de interpretarla, la atmósfera se torna tensa, nadie mueve un músculo.

—Una fuga de leche. —Eiji dice.

—Ah. —Ash frunce el entrecejo, cuidadoso—. ¿Ahora entiendes porque Sing es el hombre lobo?

—Oh. —Entonces Eiji lo mira con las manos aún en su tórax y...—. Lo entiendo.

Pero hey, al menos hablar con Sing le sirvió para botar este desgaste emocional y clarificar su mente.

Apenas Sing se va su esposo esboza un puchero digno de un niño de cinco años mientras se acomoda a su lado en el sillón y finge no estar amurrado cuando cada fibra de su cuerpo muestra el resqueme de celos que se esforzó por ocultar y le da risa que el temible líder pandillero, que el asesino que los demás tienden a comparar con un lince, esté acá: apretando su mano con el entrecejo tan tieso que le choca con las pestañas, el labio inferior sobresaltado y una posición defensiva, esa misma que dio cuando le preguntó si podía verle los rubios de ahí abajo a pesar de que él ofreció, le da risa ese tipo de facetas que le obsequia, es lindo, realmente lindo.

—¿Vas a seguir enfadado por siempre? —Eiji acomoda su cabeza contra el hombro de su esposo, es trampa, sabe que para Aslan le resultan irresistibles los instantes de cotidianidad así que con mayor razón, los usa a su favor.

—No estoy enfadado.

—Te ves enfadado.

—La terapeuta dijo que no infirieras por mí. —Tiene un punto.

—También dijo que fuéramos sinceros. —Pero el de Eiji es más atingente.

—Bien. —Ash rueda los ojos, desarmando el ovillo en que se había convertido para charlar—. Estoy un poco confundido, dices que no estamos listos para tener sexo pero apenas entré al apartamento Sing tenía sus manos en tu pecho.

—¡Eso...! —Enrojece por el recuerdo—. Solo me estaba ayudando a limpiar la leche. —Ash engancha sus dedos en el cuello de la camiseta para tirarla hacia abajo, efectivamente, siente sus pezones más hinchados y erectos, hasta la brisa los irrita—. Estoy sensible, física y emocionalmente. —Aclara.

—Ya veo. —Ash lo mira con tanta curiosidad que lo hace sentir tímido—. ¿Y aun así no quieres tratar de tener sexo? —No es reproche en su voz, sino más bien, picardía, sus dedos tiran un botón abajo, el aire arde en sus clavículas y de pronto, Eiji está asustado. No de Aslan, jamás estaría asustado del hombre más maravilloso del mundo, pero sí del asco que su cuerpo puede generarle en un síntoma.

—¿Puedes soltarme? —Y Aslan se mira tan herido por la pregunta, obedece, alejándose de la camisa como si estuviese repleta de vidrios quebrados—. No me toques con tanta libertad.

—¿Eiji? ¿Qué ocurre?

—Mi cuerpo es diferente. —Entonces se lo dice, le muestra sus inseguridades tal cual son—. Tenías problemas excitándote conmigo cuando era más... masculino. —Sus manos abrazan su pancita entre temblores y reticencia, su boca tiembla y su garganta se ha cerrado—. Imagínate ahora.

—Estás precioso. —Entonces le dice, acunando sus mejillas, presionándole un beso sobre la nariz.

—No lo estoy.

—Lo estás. —Juntan sus frentes y se siente tan amado—. Eres precioso, eres deslumbrante, mi Eiji.

—Creo que no estoy listo porque me cuesta ver mi cuerpo todavía, no es por ti, Ash. Pero necesito, aun no me acostumbro y yo...no sé, no quiero que me veas así, no de golpe, no tan abrupto, piensa que la última vez que me viste desnudo fue la noche en que lo hicimos y tampoco estabas bien, pasó mucho desde que no nos acariciamos y no quiero exponerme a algo que puede ser tan doloroso en estas circunstancias donde me siento especialmente vulnerable.

—Oh Eiji. —Pero Aslan no lo mira con reproche, al contrario, lo único que vislumbra en sus jades es devoción y no lo entiende—. Gracias por explicármelo. —Lo acoge, no debe olvidar que Ash también acoge y le confiere importancia a su dolor, no debe olvidar que si son pareja existe confianza mutua.

—Es complicado hablar estos temas, ¿sabes?

—Lo sé. —Le presiona un beso sobre la frente—. Fuiste muy valiente, lo hiciste bien. —Entonces el nudo en su garganta se derrite progresivamente como una pelota de caramelo y se siente mejor por decirlo, más libre, más parado e impuesto—. Gracias por confiar en mí.

Eiji se acurruca hacia su pareja y cae en la cuenta de que Ash no lo rechazó ni lo regañó ni lo reprochó como si fuera una carga por poner sus límites, al contrario, los validó y los acogió, si bien, la situación con su esposo es más crítica considerando la magnitud del evento estresor, él también puede poner sus límites y no estar listo para algunas cosas como el sexo estando embarazado y por muy evidente que se vea de afuera, no lo había pensado. Supone que la terapia de pareja funciona y está orgulloso y agradecido por haber podido exteriorizar esto.

Le gustaría tener sexo con Aslan, sí.

Más adelante.

—P-Pero... —Y a la vez, sabe que es importante consensuar, ¿qué puede permitirle en este instante a su marido?, ¿qué pueden compartir para acercarse y sanar?—. Pero creo que está bien si me tocas de a poco.

—¿Eh?

—Sí. —Sus mejillas están rojas y su corazón late rápido—. Me gusta que me toques, me siento... tan seguro y a salvo, me siento amado y quiero tocarte, pero también siento que sería muy brusco si no nos damos la oportunidad de explorarnos y conocernos, quiero volver a enamorarme de todo, Ash, de tu cuerpo, alma, mente, de absolutamente todo.

—Entonces. —Ash se levanta, no debe explicarle más de dicha ambivalencia para que él la entienda y no debería sorprenderle considerando el intelecto que disfruta—. ¿Qué te parece si empezamos con un abrazo?

—Eso me gustaría mucho. —El japonés se para.

—Dime si estás incómodo y buscamos otra posición, ¿sí?

—Tú también. —Le pide, poniéndose frente a frente—. Dime si estás incómodo o si te gusta.

—Claro, onii-chan.

Se hunde en el pecho de Ash, se permite disfrutar de la tibieza que desprende su esposo, de sentirlo desde los huesos hasta la piel, se acurruca como si fuese un pajarillo en su lugar seguro (en el hueco entre su hombro y su cuello) le encanta este aroma tan tranquilizante y familiar. La respiración arde, sube y baja, la mira erizar la barbilla de Ash, especialmente cuando se sobresalta bajo los toques tan cargados de ternura y amor que esparce alrededor de su cuerpo, como si no hubiese cosa extraña en un hombre que se embaraza, su bebé reacciona contento a los estímulos haciéndolos conscientes de su presencia. Los dedos de Eiji flotan en la espalda de su pareja, memoriza cada curva por encima de la fibra gentil del algodón y baja hacia su cintura, deja sus yemas flotar entre esas costillas y ama el calor creciente que se forma, ama esta tensión palpable pero segura y familiar, ama su presencia, ama sentirlo acá, pasó demasiado tiempo.

—Pude haberte pasado la pastilla de otra forma en prisión. —Entonces le confiesa, meciéndose de un lado a otro en la habitación, manteniéndose pegado al cuerpo de Eiji como si no pudiese dejarlo ir, no más—. Me gustabas mucho antes de lo que te imaginas.

—Tú también. —Musita—. También me gustabas mucho antes.

—Y me gustas mucho ahora. —Eiji ríe con las orejas calientes y el corazón lleno.

—También me gustas, Ash.

Se deja fundir en este abrazo, porque es bueno estar cerca de Aslan.

Es cálido.

Es seguro.

Me siento tan amado.

Siempre que nos enfocamos en el sexo tiende a ser con Ash cuando la verdad tambien es fuerte para la pareja porque a fin de cuentas, es fuerte que te rechacen fisicamente y era algo necesario de hablar en terapia. Y de nuevo, si usted no necesita terapia o no le agrada, perfecto. Pero no todas las personas tienen los mismos recursos, redes de apoyo, estimulos reactivantes u otras conductas de cambio en estos momentos por sí solos. Así que meteré toda la terapia que quiera basicamente porque estos tipos la necesitan y les ayuda. El capítulo de mañana me da mucha ternura por varias razones y se nos viene una noticia importante en el mismo~ Espero que les haya gustado.
See ya.

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