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11. Barriga.

Hi~ Como les dije antes, estos días son más que nada de cositas relax, cotidianas y bonitas que nos ayudan a entender a dónde estamos parados en la relación, tendremos nuestros pequeños altos y bajos, pero pueden relajarse hasta que se acerque el nacimiento. El capítulo de hoy me da muchisima ternura.

¡Espero que les guste!

Existen segundos eternos en la vida de Eiji.

Segundos donde se encerraba en el cuarto de su hermana pequeña, le tapaba las orejas con mucho pero mucho cuidado y suplicaba para que no escuchara los gritos que sus padres protagonizaban en el comedor, segundos donde debía recoger las tazas que su mamá había roto bajo su mueca de pura desaprobación, segundos dónde la veía colar hombres a la casa y Eiji y Masako debían pretender no saber nada ante su padre, segundos dónde la piel de su padre se fue enfriando hasta que la línea en el electrocardiograma se convirtió en infinito perpetuo, segundos donde sintió el corazón de Shorter apagarse contra su propio pecho, perdiendo la calidez de su piel, poniéndose realmente gélido como glaciar de hielo, empapándolo de sangre, su sangre, goteando por la herida de bala abierta mientras esa última mirada horrorizada se grababa por siempre en sus pupilas y cerraba los ojos porque debió aceptar que se convirtió en la aberración más grande del mundo para Shorter por la droga, segundos donde escuchó la frecuencia cardíaca de su bebé y deseó que estuviese Ash, segundos donde perdió sus alas y se lesionó para siempre, segundos que son una terrible eternidad.

Segundos malos. Segundos de pérdida. Segundos de divorcio. Segundos rotos. Segundos huérfanos.

Pero también...Hay segundos eternos buenos, segundos de miradas jades que se queman en su alma al otro lado del bar, miradas de usan-niños-como-ayudantes-en-Japón y miradas de yo-te-protegeré y nunca-te-alejes-de-mí. Segundos donde toman cervezas, ríen por historias de calabazas, segundos donde las amas de casa lo rodean molestándolo por lo guapo que es su novio, segundos donde Sing gimotea por lo difícil que es aprender en la universidad y Eiji se siente como sabio, segundos donde Yut-Lung le cuenta de su madre, donde Ibe lo arrastra a comprar para su autoimpuesto nieto y dice que va a mimarlo, segundos donde Ash hace pucheros por el natto, donde lo abraza, lo ama, lo besa, donde se sienten invencibles aunque tengan el universo encima.

Segundos de «aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado».

Para siempre.

Este es un segundo de eso.

Mientras ambos están abrazados en el sillón, con su rostro apoyado cómodamente contra el fornido pecho de Ash y sus piernas juguetean, con su pancita entablando ese pequeño abismo que al mismo tiempo los tiene más cerca que nunca, con los dedos del lince acariciando su nuca, cepillando todos esos rulos que no terminan de cerrar mientras su aroma lo envuelve y Eiji se profesa embriagado de Ash. Ama estos segundos eternos.

Segundos de puro amor.

Segundos que lo hacen sentir sano y salvo.

Segundos de hogar.

Segundos de Aslan.

Es que el tiempo siempre ha sido diferente con Ash, igual que con el salto de pértiga el tiempo nunca ha volado, Eiji se asegura de ser consciente de todos y cada uno de esos segundos, los atesora como si fuesen un secreto, los graba en fotografías mentales de risas, besos, caricias, mimos e inclusive lo más negativo como las separaciones o peleas también las guarda, tienen que ver con su esposo, por ende, son valiosos. El problema es que estos momentos suelen terminarse demasiado pronto, nunca tuvieron la oportunidad de atesorar con tranquilidad la compañía ajena en medio de la mafia porque segundo que bajaban la guardia uno de los dos terminaba herido. Pero acá y ahora, en la comodidad de su apartamento, en su sala de estar y su sofá, se permite tener esta eternidad y dejar de acumular esos segundos como si fueran estrellas fugaces.

—Me gusta esto. —Entonces Eiji le confiesa, sus palabras se estrellan contra las otras al estar pegado al pecho de Aslan, sin embargo, no es razón suficiente para apartarse, han pasado demasiados bajos por el tema del divorcio y no quiere más que tirarse acá para siempre.

—¿Qué te gusta? —Indaga divertido en su pose de gato regalón, sí, casi puede escucharlo ronronear.

—Tenerte así.

—Es agradable. —Ash acomoda el mentón encima de su cabello y su propia cascada dorada le hace cosquillas en la nariz—. Extrañaba poder estar así contigo. —Extrañaba estar en casa.

—Yo también. —Sus piernas se enredan, su esposo está usando converse en el sillón y aunque esto usualmente lo indignaría lo suficiente para retarlo o sacárselas él mismo, no quiere moverse un solo centímetro—. Me siento tan seguro. —Eso descompone a Aslan y lo nota por lo rápido que empieza a latir su corazón, retumba como si fuese un pajarito cayéndose del nido—. ¿Qué? Es verdad.

—No he dicho nada.

—No hace falta que me lo digas para que sepa. —Resopla, levantándose con pereza para contemplar sus jades, Dios, Eiji jamás va a cansarse de aquel verde maravilloso—. Estabas pensando algo como: «¿cómo puedes sentirte seguro entre mis brazos con mi pasado?» o algo así. —Eso lo indigna.

—¿Te crees muy sabelotodo?

—Tal vez. —Canturrea—. O tal vez te has vuelto predecible.

—Tal vez la edad te está volviendo viejo, onii-chan. —«Onii-chan» nunca había estado tan contento por escuchar ese apodo molesto en su vida y su felicidad debe estar escrita en toda su cara para que Aslan añada:—. Así que te gusta que te diga así, sabía que tenías ese fetiche.

—No es eso. —Las manos de Eiji navegan por la cintura de Ash, está usando de esas poleras blancas de Walmart que Yue aborrece pero al japonés le encantan, se mira tan guapo—. Solo nos extrañaba.

—No nos fuimos a ningún lado.

—No es lo que él piensa. —Su mirada baja hacia su vientre, la camiseta de cuadrille verde con negra de Aslan no cierra del todo gracias a su barriga, es esa prenda que el pandillero llevaba amarrada en la cintura cuando se conocieron y le sentaba de maravilla. Si bien, el embarazo es incómodo una de las ventajas es poder usar la ropa de su esposo de esa manera, ama usar su ropa, es como un instinto casi animal sentirlo cerca—. Él cree que estábamos distantes.

—¿Cómo sabes que será un él?

—¿Preferirías una ella?

—No sé. —Sonríe iluso, desviando sus toques hacia el vientre de Eiji, acomodándolo encima del sofá para poderse poner encima, no lo aplasta, solo quiere quedar con vista panorámica y eso le da tanta vergüenza—. No tengo ni la menor idea de lo que será o quiero que sea.

—Lo que sea se parecerá a ti.

—¿Por qué?

—Me ha dado antojo de hot dogs todos estos días. —Ash sonríe y su sonrisa hace estrellas.

—Entonces amará que le lea a Hemingway durante todo el resto de tu embarazo.

—Patea cuando haces eso.

—Patea porque le gusta.

—No, patea porque se siente torturado con historias de leopardos, ¿quieres que nazca odiándonos? —Ash frunce el entrecejo genuinamente ofendido por la sátira que le arrojó a su autor favorito y sin importar los años que pasen o las veces que lo intente, simplemente no puede gustarle Hemingway o Salinger, es un rechazo visceral—. Tendremos toda su adolescencia para que nos deteste.

—No quiero que sea adolescente jamás, fui un dolor de culo en mi adolescencia.

—¿Solo en tu adolescencia? —La indignación logra el nivel de puchero y Eiji se profesa satisfecho.

—Ojalá no se parezca a ti en carácter o quedaré calvo.

—Pues te verás guapo calvo. —Ash entrecierra sus ojos con recelo antes de bajar su cara y acomodar su mejilla contra el vientre del moreno, lee sus intenciones y deja expuesta su barriga, francamente Kong tenía razón y sí se ha puesto panzón, ha sido un cambio abrupto considerando lo delgado que era a principios del embarazo, no obstante, su esposo le ha prohibido saltarse las citas médicas y eh acá los resultados, está gordo no por dos, sino como por tres—. Lo estás malcriando.

—Qué bueno. —El lince le presiona un beso en el vientre y su bebé reacciona, se mueve con mucha energía, haciéndoles saber que ahí está—. Ojalá pueda ser la mitad de padre que Griff fue conmigo.

Griffin.

Eiji nunca tuvo la oportunidad de conocer a Griffin, no realmente, sabe que un brillo adorablemente ingenuo se enciende en los ojos de Ash al traerlo a colación y que la tuvo dura si recurrió a las drogas en Irak fue probablemente para mantenerse cuerdo y luego le dieron banana fish, es decir, "el peor viaje posible" recibió un disparo en las piernas por su mejor amigo y no volvió a caminar y pasó a un estado casi vegetal en que su cerebro fue comido por las drogas. Y aun así, a pesar de toda la mierda, Aslan habla con tanto amor de su hermano, es la única parte que salva de su infancia y si bien, siente que está un poco excluido porque Max es quién comparte a esa persona con Ash, también le gustaría ser partícipe y hacer partícipe a su hijo de la existencia de su tío favorito.

Y aun sin conocerlo, sabe que Griffin está orgulloso de Ash.

—Serás el mejor papá del mundo. —Eiji enreda sus dedos en esos mechones dorados para distraerse y la sensación es de pura endorfina—. Apuesto que Griffin está orgulloso de ti. —Se lo dice con toda libertad porque es verdad, apuesta su vida por esto.

—Eso espero. —Susurra—. A Griffin le daría pena saber que tengo que pasar por todo esto otra vez.

—Ash...

—Ya sabes, por todo el tema de la violación. —Pero Griff no es el único que tiene pena y aunque Eiji quiere decirle porque la rabia cuece como magma hirviendo en su corazón, no lo hace. Es paralizante esta clase de rencor, no es justo, ¿por qué siempre le toca a su dulce Ash? Le da tanta rabia que cree que explotará por ese resqueme interno—. ¿Eiji? —Y no saca nada sintiendo esa ira.

—Tengo rabia. —Más, no debe negarla—. Lo siento mucho.

—Oh, Eiji. —Aslan sube hacia su rostro y pasa sus pulgares para limpiarle una pena fantasma—. Está bien.

—¡No! ¡No lo está! —Si bien, no suele ser la clase de persona que manifiesta sus emociones al punto de sacarlas, pierde sus casillas cuando se trata de Aslan—. Quiero lastimarlos, quiero matar a todos los que te han hecho daño, quiero que paguen y lo siento, probablemente no necesites esto, pero...

—Eiji. —Lo silencia, acomodándole un dedo sobre el arco de cupido—. Me siento muy afortunado.

—¿Por qué? —No le cabe en la cabeza lo que Ash podría estar pensando para poner esa sonrisa tan brillante por semejante tragedia, no le da risa, al contrario, esto lo mata—. No entiendo por qué eso podría hacerte sentir afortunado.

—Porque estás enojado por mí. —Ríe—. Estás enojado de verdad, nunca te pones así, ni cuando uso zapatos dentro de la casa o cuando me quejó del natto o habló mal de Nori Nori, nunca sacas lo que te afecta y verte enfurruñado por mí, maldiciendo y llorando. —Cierto, lo nota cuando Aslan aparta los dedos de su cara y efectivamente están mojados—. Me hace sentir muy afortunado.

—Perdón, debería ser un apoyo en estos momentos.

—Oye. —Lo acuna del rostro con ternura—. No, no tienes que ser nada para mí, me basta que estés acá y tengo claro que esto también te afecta porque eres mi pareja. —Parpadea, metabolizando con suma lentitud esas palabras, saboreándolas y saliendo del shock progresivamente.

—¿Lo soy?

—Claro que lo eres. —Al lince le toma un par de segundos entender a dónde iba la catástrofe dentro de la mente del moreno—. Oh, el divorcio.

—El divorcio.

—Ah sí.

—Sí.

—Deberíamos... —Ash tararea, ansioso—. Deberíamos romper esos papeles.

—¿Ya no me lo pedirás más?

—No.

—¿Ni me pedirás que regrese a Japón?

—No.

—¿Y dejarás de sonar como un protagonista trágico en una novela juvenil?

—¿Qué? —Eso lo indigna de sobremanera y Eiji lo disfruta—. Yo no sueno así. —Rueda los ojos, listo para rebatir y ganar la siguiente pelea porque Ash Lynx definitivamente suena así.

—Por favor. —Resopla—. Eres el sujeto: «Soy demasiado peligroso y necesito mantenerme lo más lejos posible aunque te amo» y... ¿a quién me recuerdas? —Eiji acomoda su espalda en el brazo del sillón, mirando sus comparaciones mentales—. ¡Ya sé! ¡Me recuerdas al protagonista de crepúsculo!

—¡¿Qué?! —Eso le enseñará al hijo de puta, a ver si se vuelve a apartar luego de esta conversación.

—¡Sí! ¡Sí! Realmente deberías alejarte de mí, Bella.

—¡¿Por qué diablos te sabes las citas de crepúsculo?! —Su marido gimotea, levantándose de golpe.

—A Yue le gusta y dice que desprendes una vibra vampírica y Sing la del hombre lobo.

—Por supuesto que Sing es el hombre lobo. —Gimotea amurrado, restregándose una y otra vez bajo su vientre como si quisiese impregnar su esencia o algo así y claro que su hijo le da cuerda pateando.

—¡Ash! El bebé estaba durmiendo antes de que lo despertaras.

—Es que lo horrorizaste con el nombre de Sing. —Su puchero es adorable y eso le pincha el corazón.

—¿Qué tienes contra Sing?

—¿Acaso no viste como te ve? —Eiji bufa—. Estoy seguro de que si nos divorciamos sería el primero en la fila. —Una sonrisa felina cosquillea entre sus mejillas, se inclina, mirando a Ash con picardía.

—¿Tengo una fila?

—No te pases. —Le advierte, amenazándolo con hacerle cosquillas en el vientre si continúa—. Basta.

—Tal vez debería considerar firmar el divorcio entonces, nunca había visto mis opciones y...¡Ash! —Chilla porque el nombrado ha iniciado una guerra de cosquillas que no es bueno, menos con el bebé que obviamente heredará la personalidad de Ash e impresiona patalear con más ganas en su contra.

—¡Te lo advertí!

Eiji carcajea entre dientes, se une a la batalla y de alguna manera las manos de su amante consiguen mantener las cosquillas y al mismo tiempo, sostenerlo, evitando que caiga, extrañaba en demasía la clase de dinámica donde se siente adorado pero como si fuese un niño, es hogareña, le resulta hasta hoy en día irónico haber tenido que buscar su hogar al otro extremo del mundo, en un país de yankis que aman la comida grasosa y van a bibliotecas en vez de hospitales, aunque a estas alturas, lo sabe.

Es cosa de almas gemelas.

Cosa de Ash y Eiji.

—¡Ash! —Gimotea entre risas, perdiendo el aliento—. ¡Tú ganas! ¡Ya basta! —La camiseta se enrolla hasta su vientre y de repente...—. No me mires tanto.

—¿Por qué? —Las manos del lince se han acomodado en sus caderas—. Me gusta mirarte.

—Me da vergüenza.

—Eiji... —El nombrado traga duro, con el corazón en la garganta ante semejante cercanía—. ¿Puedo tocarte un poco? —El pánico arremete en sus latidos, no le da vergüenza por la intimidad que genera esta atmósfera, sino por las marcas que ha dejado el embarazo en su cuerpo: el aumento de silueta, las estrías, la pérdida de su figura atlética, las marcas, lo frustra. Pero Aslan a pesar de toda distancia, baches y divorcios que pudieron haber hablado, sabe perfectamente cómo hacerlo sentir...

Amado.

—Puedes.

Así que le permite acariciar hasta el último rincón de su vientre con la suavidad de sus palmas, Aslan las tiene ásperas y repletas de callosidades a causa de su pasado, al inicio de su relación solían darle mucha vergüenza y ser fuente de reticencia aunque el propio Eiji tenía las suyas repletas de durezas por el salto de pértiga, así que es importante que Ash haya tomado la iniciativa en estos momentos, solo desearía que su corazón no latiera tan rápido y necesitado por este afecto, pero es demasiado, tener los amorosos toques de su pareja entremezclados a su aroma es agradable y le llena el vientre con aleteos de mariposas, lo mira repasar cada estría, resequedad y curvatura en devoción, es como si Eiji fuese hermoso ante sus ojos y así se siente, amado, seguro, agradecido entre sus brazos.

—¿Es agradable? —El aliento de Ash le eriza la piel, le hace cosquillas—. ¿Es molesto? Me dejé llevar por la emoción, no debería haberme tomado esa libertad, no quería incomodarte, perdón.

—Ash. —Anticipa el pensamiento—. Me gusta que me toques. —Agradece la experiencia que le dio el proceso de sanación previo, eso lo orienta más o menos en los tormentos intrusivos del rubio.

—También me gusta tocarte. —Se le sale el pensamiento—. Y a este pequeño revoltoso. —Lo besa, es un apenas perceptible roce de labios contra su vientre y aun así lo suficientemente poderoso para cambiar la atmósfera entre ellos dos.

—Lo besaste.

—Lo siento, te besé sin pedírtelo.

—No te preocupes. —La cara se le pone roja y puede sentir su calidez hasta sus huesos anhelantes.

—¿Puedo...? —Ash traga duro, nervioso—. ¿Puedo besarte de verdad? A ti, no a él.

—¿Eh? —Y es tonto que lo pregunte si llevan un buen tiempo casados.

—¿Puedo besarte? —Pero a juzgar por todo lo que ha pasado, lo agradece—. No te sientas obligado, sino estás listo lo entiendo, también entiendo que no quieras besarme porque yo... —Estoy utilizado.

—Aslan. —Y así como la primera vez, el japonés lo recibe de brazos abiertos y corazón sangrando—. Nunca he dejado de ansiar que me beses ni que me toques. —¿Por qué es tan vergonzoso explicitar estos temas? Su cara se pone de mil colores y lo confirma ante esa sonrisa felina—. Me gustas.

—¿Es así? —Se lo dice con coquetería, vuelve a ser el mismo idiota de siempre que tanto ama y a la vez, no soporta—. Estírame la trompita para que vea qué tanto quieres besarme, onii-chan.

—Idiota. —Refunfuña, enredando sus brazos alrededor de su cuello—. Americano idiota y delicado.

—Mi torpe japonés.

—¡Chicos! —Y por supuesto, Max tiene ese mal hábito de interrumpir—. ¡Traje lo que me pidieron!

—Solo ignóralo y se irá. —Ash le susurra despacio, presionando sus labios contra su cuello, haciendo que suelte un jadeo y le apriete la espalda.

—¡Voy a entrar! —Entonces la llave gira y...—. ¡Pasa, Shunichi!

—¡Ei-chan!

Los atrapan con las manos en la masa.

Ibe lo recibe e interroga como padre sobreprotector sobre el avance de su embarazo, sus remedios, su trabajo, su salud emocional y le da risa. Max le contó en una charla de ebrios que tuvieron en Los Ángeles, por esos días donde Shorter seguía vivo y cazaban gallinas, que Ibe lo veía con un síndrome de Amadeus y aunque Aslan refunfuñó refiriendo que no era un síndrome real sino uno "basado con demasiadas películas" Eiji juró que entendió a lo que apuntaba, porque ciertamente su relación con Ibe estuvo llena de amor y envidia y más a un inicio, asegura que Ibe encontró algo en sus altos, más bien, en el mismo Eiji, que no podía abandonar y si era un sentimiento egoísta, era por una personal imposibilidad de Shunichi con respecto a abandonarlo y quedarse con Ash. Y pese a no consolidarse de la mejor manera, Ibe siempre actúo como todo un papá más que un hermano mayor, fue el único en Japón que le dio importancia a la depresión e intentó hacer algo, intentó que volara aunque fuese con las alas quebradas, incluso más allá, consiguió una visa en América y se mudó acá bajo la excusa de un trabajo (lo que en parte es pretexto, en parte de verdad) porque quería seguir a su lado.

Y acá está.

El primer hombre al que pudo decirle que Ash era su novio.

Quién alentó su vocación por la pértiga e inspiró su amor por la fotografía.

Quién lo llevó al altar.

Quién fue el primero en saber de su embarazo y ahora espera nervioso la llegada de "su nieto" y Eiji ama cómo eso suena, le da ilusiones ver a Ibe tan contento y cree que por eso mismo no pudo acudir a su presencia en el primer ultrasonido, en el fondo sabía que Ibe lo apoyaría eligiera lo que eligiera, y aun así, la presión inconsciente con respecto a cuidar a su nieto le daba miedo.

—Veo que las cosas están mejor con Ash. —Por supuesto es perspicaz y nota esto enseguida—. Los dos estaban bastante acaramelados cuando llegamos. —Max y Aslan se encuentran discutiendo con energía en el sillón azulado del salón mientras Eiji charla con su tutor en la cocina (le gusta más este cuarto).

—Supongo que sí. —Sus mejillas se ponen coloradas y es imposible esconder su felicidad—. Me dio mucho miedo contarle sobre su hijo, pero... —Su mano reposa inconsciente sobre su vientre, es una tontería, sin embargo, asegura que cada día siente más tibia su barriga—. Tenías razón y él merecía saberlo. —El fotógrafo muestra una mueca de satisfacción absoluta, en el fondo es tozudo y le gusta ser dueño de la verdad.

—Gracias por reconocerlo. —Hay una taza de café con crema entre sus manos—. Así que...

—¿Así qué?

—Llevaste a Yut-Lung a tu primera ecografía y no a mí.

—¿C-Cómo? —Palidece—. ¿Cómo te enteraste?

—¿Creíste que no me enteraría? —Bufa indignado—. Lo habría entendido de Bones y Kong, incluso de Sing, pero ¿Yut-Lung? —Su puchero de cachorro pateado es evidente—. Fue peligroso llevarlo.

—Es un buen chico.

—Ei-chan... —Lo regaña—. Eres demasiado ingenuo y tiendes a ver la bondad en las personas.

—Dijiste que amabas eso de mí. —El aludido tararea, golpeando su propia taza entre sus dedos.

—Y amo eso de ti, pero a veces. —El fotógrafo suspira, tomando un puñado de su flequillo para tirar de la raíz—. A veces creo que me vas a sacar canas. —Y aunque Eiji tendería a sentirse culpable bajo esta clase de situaciones al ser una molestia y bla, bla, bla. No lo hace, de hecho, está contento y no teme demostrarlo con una sonrisa brillantemente altanera—. ¿Qué? ¿Esto te divierte?

—No es eso. —¿Cómo explicarlo? Supone que es el mismo sentimiento que Aslan le mostró cuando se enfadó por las injusticias que había sobrellevado—. Es lindo sentirse visto por ti, Ibe-san. —Choca los codos contra el soporte de la mesa, la granita se siente helada a través de la camiseta, tensa sus manos contra la taza en busca de que la calidez del líquido se filtre a sus dedos y falla—. Estaría muy perdido sin ti. —Entonces confiesa—. Me habría ahogado en la depresión, peor, habría normalizado sentirme mal por lo que ocurría en mi familia.

—Ei-chan.

—Sé que me queda mucho trabajo todavía porque me cuesta recibir ayuda y me cuesta todavía más mantener estable ese pedido de ayuda. —Piensa en lo que ocurrió con respecto a su propia sanación y lo sencillo que fue desligarse de él mismo para anteponer a los demás, Eiji vive en el rol impuesto de ser un sol o un salvador, ¿quién lo puede salvar a él sino se permite ayudar?—. Pero tú me hiciste dar el primer paso cuando me trajiste a América, me sacaste del fondo.

—No. —Ibe le sonríe con melancolía, dejando de lado la taza de café, se inclina en la mesa, se atreve a tomar la mano de Eiji por encima—. Tú me salvaste a mí, no crucé hasta Izumo por cualquier chico.

—Nunca entenderé lo que viste en mí. —Bufa—. Ese partido que viste en televisión lo perdí ¿cierto?

—Contra Mizuno. —El nombre le trae recuerdos amargos—. No frunzas el ceño, nunca me interesó sacarle fotografías a Mizuno.

—¿Por qué? Él era todo lo que un saltador de pértiga debía ser.

—Porque tu salto es libre. —Eiji resopla, solía creer que cuando Ibe decía esto era para hacerlo sentir mejor, le cuesta aceptar halagos y salir de su cabeza de una manera totalmente diferente a Ash—. Me recordó al primer homerun que vi durante un partido de béisbol, fue sublime, libre y solemne.

—Pero ya no puedo saltar.

—No con la pértiga. —Entonces Ibe coloca su palma en el vientre de Eiji y...—. Pateó.

—Sí. —Ríe avergonzado—. Creo que te reconoce.

—Así me gustaría.

Ibe entiende perfectamente a lo que Eiji se refiere, todavía recuerda esa competencia con grandiosa claridad, habían dos jóvenes compitiendo y aunque Eiji era más escuálido y una cabeza más pequeño en comparación a Mizuno, Shunichi se encontraba extremadamente fascinado, no pudo quitarle sus ojos de encima, ya que todo el tiempo Eiji mantuvo su expresión facial que fácilmente describe cual "tristeza", como si su nerviosismo y los otros sonidos de corazón se transmitieran desde la pantalla, eso lo inspiró y lo llevó a conocerlo, su primera impresión fue que tenía cara de bebé y ojos enormes, le tomó bastante aceptar que había viajado solo para conocerlo y una serie de entrenamientos antes de que se acostumbrara a su presencia, recuerda que entre su amistad tuvo problemas por la madre de Eiji y sus coqueteos y ahí se enteró de lo grave que era la situación de los Okumura.

Un pajarito atrapado.

Su Amadeus.

Pero cuando lo vio saltar, Dios, lo vio en el aire esquivar la barra con movimientos suaves cual gato, no pudo evitar aplaudir y aplaudir y sonreír, sintiéndose seriamente avergonzado de no haber creído que dentro de ese chico con una constitución tan ligera habría tanto poder escondido. Acá aprendió una regla fundamental: nunca subestimar a Ei-chan. Incluso en Nueva York, viéndolo compartir bajo el ala de pandilleros de culturas y valores completamente opuestos se lo tuvo que recordar. Ibe miró a Eiji una y otra vez sacrificarlo todo con tal de mantener a salvo a Ash, pero fue cuando robó el auto policial que entendió que no era más un bebé aun si lo trató como tal, Max acertó, lo sobreprotegía (aun lo hace), así es el amor paternal a veces, y Eiji quiera aceptarlo o no, es su niñito.

Un niñito que va a tener otro niñito aunque esté muerto de miedo.

Lo hace sentir tan orgulloso.

—Escuché que Ash y tú están yendo a terapia de pareja. —El japonés se sobresalta con la afirmación, como si acabase de descubrir un secreto terrible y no el primer paso de la sanación.

—No estábamos muy bien.

—¿Por qué no me lo dijiste? —No es reproche en su voz, solo preocupación.

—Porque...

—Ei-chan.

—Porque tú sabes lo que pasó entre mis padres. —Lo escucha tragar duro y lo ve temblar—. No sé, no quería que vieras eso en nosotros supongo.

—Ei-chan.

—Me advertiste miles de veces sobre lo peligroso que sería quedarme al lado de Aslan y no quería darte la razón. —Pero Ibe no impresiona duro o altivo, al contrario, suaviza su mirada y se acerca.

—Lo siento si te hice sentir presionado o juzgado en alguna medida. —Empieza, mejor que nadie ve y valida lo duro que debe ser para Eiji pasar por problemas matrimoniales habiendo crecido con una relación disfuncional de modelo, en el fondo, Eiji teme convertirse en una carga como su padre para acabar siendo igual de dispensable—. No quería ser duro contigo, solo estaba preocupado, tiendes a descuidar tu salud y vi que Ash te estaba consumiendo. —Eso sonó tan mal—. No quise decirlo tan feo.

—Ibe-san. —El japonés le aprieta las palmas, dulce—. Sabía que me regañarías por dejar mi propia terapia y descuidar la universidad.

—¡Así que tenía razón! —Y es que el instinto parental siempre gana—. Jovencito, ¿qué fue lo que te dije con respecto a seguir tu tratamiento y no sobrecargarte?

—Mira quién lo dice. —Bufa—. La última vez tomaste más trabajo del que podías y colapsaste.

—No fue mi culpa.

—¿Entonces de quién fue? —Alza una ceja y le da una cucharada de su propia medicina.

—Dejémoslo con que es una cuestión cultural. —Lo que no es del todo mentira, en Japón todos son unos sobreadaptados donde la salud mental es casi tabú en algunas zonas—. ¿Te parece?

—Es un trato justo.

—Pero de todas maneras, me siento muy orgulloso de que hayas iniciado una terapia con Ash, sabes que no tengo nada contra Aslan, él me agrada. —Dice eso aunque le lanza una mirada de dagas en la espalda—. Pero tú tiendes a aplazarte cuando estás a su lado, te dejas cegar por tu amor y olvidas que también eres un humano y debes cuidarte, ese es mi tema con Ash. —El nombrado se rasca una y otra vez las orejas, las tiene rojas de tanto que lo han puesto de tema.

—No volverá a pasar. —Suspira—. Tendré un hijo ahora, no puede volver a pasar, necesito delegar.

—Acá me tienes para ser tu soporte. —Le pide que se apoye—. Soy tu ancla, utilízame para eso que debe ser un papá y hazme rabiar, equivócate, cáete, pero apóyate en mí por favor, te amo.

—Ibe-san...

—Y si me dejas fuera de la siguiente ecografía me enfadaré mucho, jovencito.

—¡Ibe-san! —Gimotea—. Pensé que era tema superado.

—Para mí jamás será tema superado. —Ambos ríen, de alguna manera las palmas de Ibe acaban por encima de la barriga de Eiji y la calidez que desprende es impresionante, pero Ibe ya conoce de antes la sensación, ¿de dónde?—. Este bebé será muy amado. —¿De dónde la conoce tan bien?

—Sí.

—Ei-chan. —Ah, cierto—. También eres muy amado.

Es tal como digo, Fly boy. Casi me había olvidado del homerun de Nagashima, la pelota del homerun en lo alto del cielo, absorbida por las nubes blancas...y tú me hiciste recordarlo. Si alguna vez volviera a estar a punto de dejar que se escape de nuevo de la mente, por favor muéstrame una vez más tu vuelo tan liviano al igual que aquella bola blanca del homerun.

De ahí conoce la sensación, de esa parte tan libre y liviana de Eiji, así será su hijo supone, un Fly boy.

Es que amo mucho las referencias a Fly boy y la relación que Eiji tiene con Ibe, creo que se nota bastante pero me da demasiado amor así que debía ponerlo, el capítulo de mañana es importante en cuestión de intimidad pero es super tonto por cómo me quedó escrito, no me tengan fe por favor XD mil gracias por tanto.
¡See ya!

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