Si lo dicen ellos, es mentira
Trato de omitir los fines de semana, por lo general no hago nada interesante o no me sucede gran cosa. Sin embargo, hoy mis padres están un poco raros. Ellos no son de preocuparse mucho, por ende, intento de no hablarles de mis cosas, pero es diferente esta vez. Quieren que les hable de Daniel o sobre cómo me siento, ya que mi cumpleaños es en unos días. Me quedé sentada sobre mi cama al escuchar que se aproximaban a mi habitación, rodeé los ojos antes de que entraran.
—Margot, tienes que salirte —mi padre habló totalmente serio. Alcé ambas cejas.
—¿Me estás echando? —suspiró fuertemente.
—No, claro que no —mi madre se adentro aún más. Lleve mis ojos a ella.
—Tu padre y yo hablamos... —eso no me gustaba para nada, siempre que hablaban de mí, decidían cosas que yo no quiero hacer— Y, creemos que sería lo mejor que fueras a pasear, que salgas. Emilio no está, pero puedes salir con tus otros amigos.
—Tengo tarea que hacer, no puedo —apunté mi laptop que se encontraba sobre un escritorio.
—Pues no la hagas hoy.
—No me apetece salir —giré hacia mi padre, al parecer se encontraba molesto.
—Es que es por eso que no te notamos un cambio, por tu actitud tan negativa —hundí mis cejas—. Estamos preocupados por ti, tienes que aceptar la realidad, Margot.
—Por eso estoy aquí, haciendo mi tarea —no quería ponerme a discutir con ellos, bastante tengo.
—Este lunes será tu último día de terapia con Tomás. Hoy nos reuniremos con él y hablaremos sobre ti —me levanté de la cama y me coloqué los zapatos. Tomé mi teléfono—. Sé que él no dirá nada, pero yo si. Ya me cansé de verte siempre así, disgustada. Necesitas nuevos rumbos.
—No quiero salir —no quería llevarle la contraria, sin embargo, tengo muchos deberes que hacer.
—No me hagas sacarte —cerré mis ojos por la frustración del momento.
—Carlos, es suficiente —sabía que mi papá era capaz de llevarme fuera a la fuerza, por eso mi madre intervino.
—Me voy, si eso quieren —pasé por un lado de ellos, sin verlos siquiera. Al salir a la calle cerré de un portazo. Sé que son mis padres, pero no me gusta que me controlen de esta manera, que siempre tenga que ser a la fuerza.
Caminé sin rumbo. Nada de lo que sucedió dentro de la casa me sorprendía, aun que sé que si estuviera Daniel conmigo, mi padres serían diferentes. No puedo lamentarme por eso. No somos muy unidos como para decirles lo que me sucede y de todas maneras, les daría igual porque ni siquiera sabrían lidiar conmigo.
Me maldije internamente al haber olvidado traer mis audífonos. Tenía mucho sueño a parte, no pude dormir bien por estar pensando demasiado, sobre todo. Me detuve en una pequeña plaza y me senté en una banca, observé mi alrededor y lo descuidado que estaba este lugar. No sabía que hacer, Emilio hoy salió con su familia, Estela siempre tiene cosas que hacer y en parte, están las cosas un poco tensas entre nosotras. Ross, a él simplemente no lo quiero molestar, aun que lo que sucedió ayer entre nosotros me hacía pensar que probablemente estemos juntos. Jamás he tenido a alguien, no sé como funciona esto.
...
Daniel, mi hermano, me miró con una sonrisa en su labios. Me adentré por completo a mi habitación, también con un semblante contento. Llevé mis ojos extrañada a la caja color amarilla que sostenía entre sus manos—Feliz cumpleaños, hermanita —al llegar junto a él me estrechó en un cálido abrazo—. Esto es para ti, pero antes de que lo abras, hay una sorpresa más—cubrió mis ojos con una de sus corbatas, sabía que era de él porque olía a su colonia. Me resultó extraño cuando me adentró a su coche y en ningún momento me dejó quitarme la venda. Condujo alrededor de una hora (y sí, casi toda la hora me la pasé con la venda en los ojos), aparcó su auto y después me ayudó a salir. Ambos reímos cuando tropecé con algo y estuve a punto de caer.
—¿Puedes quitarme esto? —pregunté al escuchar alguno que otro sonido. No recibí respuesta de su parte. Retiré el vendaje, sonreí al percatarme que nos encontrábamos uno de mis restaurantes favoritos. Daniel estaba junto a mis padres quienes tenían los ojos puestos en mí.
—¡Sorpresa! —suspiré. Acaba de salir del instituto y lo que menos se me pasaba por la cabeza era que me traerían a comer.
Nos adentramos casi al instante, después de que mis papás me felicitaran por segunda vez en el día. Todos la pasamos estupendo e incluso los meseros trajeron una tarta de chocolate con unas velas, la gente que estaba ahí me cantaron la canción de "feliz cumpleaños".
—¿Vas a pedir un deseo? —asentí viendo las velas con forma del número diecisiete. En realidad, no tenía ningún deseo, por que lo que quería, lo estaba viviendo. Soplé apagando las flamas al instante.
Todo mi alrededor se tornó oscuro, la gente que estaba a mi alrededor desapareció. Llevé mis ojos a todo el sitio, muy angustiada. ¿Qué sucedía? Tenía miedo, escuchaba gotas cayendo con mucho eco, pero no sé de dónde provenían. Me alarmé al oír un grito. Corrí desesperadamente a las puertas del establecimiento, traté de abrir pero no podía, estaba desesperada. Me tumbé en el suelo—¡Daniel!
...
Abrí mis ojos encontrándome con un árbol, me enderecé de la banca en la que estaba recostada. Mi cuerpo dolía, había dormido sobre este asiento de piedra. Solté el aire que retenía y me estiré, había comenzado a llover y ya era de noche. ¿Cuánto tiempo estuve dormida en la plaza? Me puse de pie para comenzar a caminar rumbo a mi casa, menos mal no me había ido tan lejos.
Llegué un poco mojada, tampoco la lluvia estaba fuerte. Abrí la puerta encontrando una reunión de mis padres y Tomás en la sala. Todos me miraron—¿Cómo estuvo? ¿Te divertirte? —preguntó mi madre.
Di pasos con la intención de llegar a mi habitación y poder dormir con comodidad—Oh... Y tanto —respondí con sarcasmo sin siquiera voltear a verla.
Cerré la puerta de mi habitación, iba a ponerme mi pijama e intentar volver a dormir. Espero que mañana sea diferente y no me hagan salir a la fuerza. Hice una mueca viendo mi reflejo en el espejo. Desde que Daniel se fue, ha sido una mierda total, mis padres no son como cuando él estaba aquí, tal vez tampoco éramos unidos pero sí fue diferente a cómo es ahora, a veces extraño esos tiempos.
—Margot —la puerta volvió a abrirse dejando ver a Tomás asomarse por ella. Sonrió—. ¿Puedo pasar? —asentí encogiendo mis hombros—. Hablé con tus padres, me comentaron que saliste hoy, ¿qué tal te la pasaste?
—¿Te pagaron para que me consultaras ahora? —rodeé los ojos, me senté en la orilla de mi cama cuando él se adentró por completo. Se sentó en una silla frente a mí y negó.
—No, claro que no. Solo he venido a preguntarte —Tomás siempre me recordó a Daniel, su carácter era muy similar y su forma de hablar, tan suave.
—En realidad, fui a una plaza cerca de aquí, sola —dijo que sí con su cabeza—. Fue aburrido porque no quería salir, mis padres me obligaron.
—¿Y tú lo mencionaste? —ladeé mi cabeza.
—Lo intenté.
—Te parece si este lunes hacemos la consulta contigo y tus papás —solté un sonido burlesco—. Tu padre me dijo que no ve una mejoría en ti.
—Él dice muchas cosas —desde mi habitación podía observar la sala en donde ellos estaban sentados, estaban discutiendo algo, pero sé que también están escuchando todo lo que estoy diciendo.
—Pero estás cambiando, Margot. Eres más abierta conmigo, cosa que no ocurría tan seguido —hice una mueca. Tenía razón, antes iba con él solo por obligación, sin embargo, es diferente, siento más confianza estando con Tomás.
—Supongo que ya no me caes tan mal —soltó una risilla—. Me recuerdas a Daniel —alzó sus cejas sorprendido. Era la primera vez que hablaba de mi hermano con Tomás desde que se fue.
—¿Tu hermano? —asentí—. ¿Por qué te recuerdo a él? —dije que no con la cabeza, agaché la mirada. Si iba a platicarle sobre Daniel, no quiero que mis padres oigan.
No sé si estoy lista para eso, o siquiera recordar aquello. Aun que creo que es tiempo, estoy castigándome al guardar todo esto para mí sola. Tal vez me este volviendo loca y probablemente Tomás pueda ayudarme a no tener mis pensamientos a mil por hora. Echo mucho de menos a mi hermano, la manera en la que me apoyaba en las cosas que hacía, era mi mejor amigo y me lastima que eso ya no pueda ser así—Soñé con mi anterior cumpleaños —un nudo se formó en mi garganta, mordí con fuerza mi labio inferior aguantando las ganas que tenía de llorar.
—¿Recuerdas qué sucedió en tu cumpleaños pasado? —quisiese no recordar. Asentí—. Sino quieres decirme ahora, podemos charlar el lunes sobre eso —no dije nada. En cualquier momento sentía que iba a explotar. Suspiré con pesadez y volví a mover la cabeza, afirmando.
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