Sería raro no querer irme de aquí
Estoy sintiéndome extraña, yo nunca salgo y me agobia un poco que haya gente a mi alrededor, no me prestan atención, pero aún así me siento incómoda.
Seguí con la mirada al chico que estaba acompañando, venía hacia la mesa en la que nos habíamos acomodado. Me había traído a un lugar donde vendían comidas y postres—Te pedí de comer primero —habló en cuanto llegó, se sentó e ignoró la cara de desagrado que puse—. Yo te invité.
—¿Y vamos a comer aquí... donde hay mucha gente? —no estoy acostumbrada a este tipo de lugares, es muy diferente a la cafetería de la escuela.
—¿Por qué? ¿No te gusta? —hice una mueca observando mi alrededor. Más bien, no me quedaba alternativa. Era la primera vez en casi un año que yo pisaba un lugar así, la última vez que lo hice fue junto a mi hermano en mi cumpleaños, pero desde que él se fue, preferí no salir más.
—Ah... Sí, solo bromeo —pasé mi mano por mi cabello intentando acomodarlo. Podía visualizar como Ross estaba diciendo algo, se veía entusiasmado, pero no podía prestar atención, solo escuchaba el tic tac del reloj que estaba colgado en la pared y cada vez se intensificaba más, lo miré con extrañes, ¿por qué se escucha tan alto? Me está volviendo loca.
—¿Amargot? ¿Estás bien? —volví en mí al sentir la mano del chico en mi brazo.
—No me llames así —aparté mi brazo de la mesa.
—¿Segura que estás bien? —no tenía más opción que comer aquí junto al chico que no me cae tan bien, al rededor de mucha gente desconocida.
—Ajá —miré mis uñas y las llevé a mi boca, no era habitual que hiciera eso, sin embargo, necesito hacer algo para no salir corriendo de aquí.
—¿Quieres que nos vayamos? Te noto muy intranquila —negué dejando de mover mi pierna, ni siquiera le había prestado atención. Él frunció el ceño. Se veía a lo lejos como es que una de las camareras sostenía una pequeña tarta de chocolate y esta vez si entré en pánico.
—¿Aún quieres ir a tu casa? —me levanté de la silla en la que estaba, el chico realizó el mismo movimiento. Seguía detenidamente con la mirada a la chica, justamente ella se detuvo en la mesa que estaba a un lado, quería irme de ahí antes de que cantaran la canción de cumpleaños.
—Si quieres. Iré a pedir que pongan nuestro pedido para llevar —Ross se retiró más que desconcertado. Rápidamente salí del lugar, estaba perdiendo la cabeza ahí dentro. Vi desde fuera como es que las personas que estaban anteriormente a un lado de nosotros reían y aplaudían al ritmo de la canción. La niña que estaba frente al pastel se veía muy contenta mientras observaba las velas.
—¿Qué día cumples años? —pegué un pequeño salto al escuchar la voz del chico que acompañaba, no me enteré cuando salió del lugar. Alcé las cejas viendo como se burlaba de mi reacción.
—No te diré —ambos regresamos de nuevo a su auto. Sabía que no era buena idea ir a su casa y sé que a pesar de que le dije que no iría, lo único que quería era no estar en el establecimiento.
...
Ross no condujo muy lejos, me sorprendió al ver la enorme casa a la que habíamos llegado, esto era una mansión. El chico esperó a que el portón se abriera, siento que me vería muy descortés si le preguntara si en realidad vive aquí, aun así me da igual—¿Por qué nos vamos a colar a esta casa? No soy de robar —levantó una ceja sonriendo. Avanzó y después aparcó frente a la puerta principal.
—Buenas tardes señor Ross —un sujeto un tanto mayor, de traje, apareció abriendo la puerta. Pero a qué clase de lugar me trajo, sigo sin creer que sea su casa.
—Buenas tardes Agustín, ella es Margot, una amiga del colegio —fruncí las cejas, el señor me tendió la mano cortésmente.
—Señorita Margot, un placer conocerla —me sentía aún más extraña aquí. Tomé su mano saludando.
—Ah... Solo llámame Margot —él sonrió asintiendo—. Y no somos amigos, no le crea —Ross rio, pero no estaba bromeando, yo no lo consideraba mi amigo, más bien, estoy con él porque quería distraerme.
—Acompáñame —sonreí al amable señor antes de retirarme con Ross. ¿Cómo es que esté chico cortés se acercó a mí para ofenderme aquél día en la biblioteca? Al parecer nunca lo sabré. El chico me guio a una especie de sala de estar, tenía muebles bastante modernos y muy bonita decoración. Se detuvo casi al llegar a la otra habitación—¡Oh! Hay algo que quiero mostrarte —no dije nada siguiéndolo hasta unas puertas de madera en el mismo salón, las abrió y caminó dentro. Era una pequeña pero espaciosa biblioteca, había unos cinco estantes llenos de libros, en el centro, se encontraba una mesa circular con varias sillas—. ¿Qué te parece?
—¿Por qué tienen una biblioteca? Es... demasiado —Ross se quitó la mochila para ponerla en una de las sillas, dejó la bolsa que traía nuestra comida sobre la mesa.
—Creí que te gustaba, bueno, ya sabes, vives en una biblioteca —crucé mis brazos soltando un suspiro, me adentré por completo a la habitación dejando mi mochila en el suelo. Este chico se creía muy gracioso, que yo este siempre en un lugar así, no quiere decir que lo haga por gusto.
—No, estoy ahí por compromiso —rodeé los ojos, volteé una silla para poder sentarme.
—¿Por qué estudias tanto?, aún faltan meses para el examen de la universidad —me encogí de hombros. Yo iba a ingresar a esa universidad por medio de una beca, si mi puntaje era elevado entraría sin ningún costo. Por lo que tengo que aprender desde ya.
—Tengo que saber más —me recargué en la mesa observando al chico que también iba a tomar asiento. Esta universidad era a la que Daniel, mi hermano, siempre había querido entrar y a la vez, era la misma carrera que estudiaría. A mí no me gustaba los negocios internacionales, no era exactamente lo que quería hacer, pero si quiero estar cerca de mi hermano tengo que.
—Pero... —hice unos sonidos interrumpiendolo. Me sentía un poco frustrada, sabía que este día iba a ser muy largo, más estando con este chico.
—Pero nada —mantuve su mirada sin ninguna expresión—. No tengo tiempo para tener montones de amigos, no me gusta socializar, no me gusta hacer otra cosa que no sea estudiar y no me gusta que quieras cambiar eso —sentía punzadas en mi cabeza, quería salir corriendo de aquí y volver a mi casa.
—Yo de verdad quiero ser tu amigo, pero eres muy amargada, Amargot —cerré los ojos con frustración.
—No me llames así —yo sé perfectamente lo amargada que soy, a veces me pongo a reflexionar cuando estoy acostada en la noche, pienso en todo lo que me enoja y también en lo que me pone nerviosa, trato de ver el porqué, pero no llego a ninguna conclusión—. Estudiaré contigo si te mantienes en silencio —asintió tomando la bolsa de comida. Me levanté para ir y agarrar mi mochila de nuevo, la puse sobre la mesa sacando una libreta. Soy una estúpida, hoy no me traje la maldita computadora, como no tenía planeado estudiar en la casa de este chico, sino estar en mi hogar, no la eché en la bolsa. Solté el aire que tenía acumulado, sentía ese nudo en la garganta cuando tienes mucha rabia y no te puedes desquitar.
—¿Quieres la ensalada de pollo que te pedí? —sonreí exageradamente hacia él, hundió sus cejas observado mi cara. Él también sabía que yo ya estaba perdiendo la cabeza. Tendió la charola con la comida.
—A la mierda —la tomé apartando mis cosas, tenía hambre y tal vez por eso me estoy poniendo de mal humor. Piqué un pedazo de pollo con el cubierto desechable para llevarlo a mi boca—. ¿Vives solo? —rio.
—Con mi hermano, pero se la pasa laborando y mis padres vienen de vez en cuando porque viajan mucho por trabajo —desvié la mirada al platillo que estaba comiendo. ¿Por qué rayos le había preguntado eso? No es que fuera chismosa, pero me entró curiosidad—. ¿Qué hay de ti?
—Tú deberías saberlo, ¿qué no sabes cosas sobre mí? —rodó los ojos y dio un sorbo a su bebida—. Nada de otro planeta, vivo con mis padres y mi hermano esta al otro lado del mundo, así que no tenemos el tiempo para hablarnos.
—Creí que no me dirías nada —me encogí de hombros.
—No te acostumbres.
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