Estoy perdiendo la cabeza
Eran las nueve de la mañana, ni siquiera pude levantarme para ir a la escuela hoy, menos mal que mis padres no preguntaron nada. No tenía ganas de ir, no quiero decir que estaba paranoica por lo que sucedió ayer, pero si sentía miedo de volver a alucinar así. Me levanté por fin de la cama, me había dando hambre, así que corrí directamente a la cocina.
—Mierda, no hay nada —maldecí al observar el refrigerador. No recordaba que los viernes es cuando hacen la despensa. Menos mal mi padre me daba dinero y podía pedirme algo para comer.
Me la pasé toda la mañana recogiendo mi cuarto, también dándome tiempo a mí misma, me maquillé, pero me quedé con un short corto y una blusa de tirantes que usaba para dormir. No quería pensar demasiado sobre lo de ayer o porqué vi a Daniel, sin embargo, me siento extraña. Tengo que contárselo a alguien, no puedo callar esto más, me voy a volver loca.
Estoy esperando a que Emilio llegue de la escuela para poder charlar con él. No sabía su horario, pero a esta hora yo ya hubiera salido. A lo lejos escuché mi celular sonar, estaba entrado una llamada. Fruncí mis cejas corriendo hasta donde lo había dejado, no alcancé a llegar. Observé la pantalla, era Ross, seguido de eso me llegó un mensaje.
Ross
-"¿Estás en casa?"
Miré ceñuda la notificación, mi panza se había revuelto y quería sonreír, pero vamos, aquí nadie me está viendo. Si, me hallaba muy nerviosa, quería contestar, pero no sabía qué, sería muy raro que solo pusiera un "sí". Tomé el móvil entre mis manos, cuando justo volvió a escribirme.
Ross
-"Estoy fuera."
Abrí mis ojos y bloqueé el celular. Fui directamente a la puerta, solté un suspiro antes de abrir. Ahí estaba él a punto de tocar, sonrió cuando me vio—Hola Amargot —me mostró una bolsa de papel que traía, fruncí las cejas—. ¿Puedo pasar?
—Ah, sí. Hola, pasa —fue mi respuesta nerviosa, cerré la puerta cuando el estaba dentro. Giré encontrándome con los ojos café del chico—. ¿Qué es esa bolsa que me mostraste? —tomó mi mano desconectándome, me guio hasta el comedor de mi casa. No hice nada por quitar su agarre, me intrigaba mucho qué era lo que traía.
—¿Recuerdas que me contaste que te gustaban las galletas con chispas de chocolate? —asentí. El día que fuimos al cine, nos salimos a la mitad de la función, ambos llegamos a un restaurante y cenamos, mientras charlábamos de nuestros gustos—. Te hice galletas —esta vez no iba a castigarme negándome a sonreír. Me acerqué a él tomando la bolsa observando lo que había dentro, se veían muy apetitosas. Metí mi mano dentro, agarrando una. La llevé a mi boca para probarla.
—Están muy buenas —tapé mi boca al hablar. Vaya que este chico si sabe cocinar, quedaron deliciosas—. Gracias.
Era extraño, casi nadie prestaba atención cuando decía que me gustaban las galletas o alguna otra cosa insignificante. Él me contó que le encanta cocinar, pero no sabía que lo hacía tan bien—No hay de que —dejé la bolsa de papel sobre la mesa—. ¿Por qué no fuiste a la escuela hoy?
—No... —desvié la mirada. Entonces vino a mí el recuerdo de lo que sucedió ayer, cómo fue que me cegué por completo al ver a mí hermano, de no haber sido por esa persona que me sostuvo, estaría en el hospital porque me habrían arroyado—, no tenía ganas.
—¿De verdad? Eso es extraño —rodeé los ojos y después negué.
—Algo sucedió ayer —un escalofrío recorrió mi espalda, tragué saliva.
—Oh, Estela me contó —hundí mis cejas—. También que ya sabes..., te besó —ese era un tema aparte. Sentía que me ahogaba al seguir callando todo lo que me está sucediendo.
—No es eso, necesito contarte otra cosa, sino me voy a volver loca —asintió—. Ayer que iba por la calle, yo..., vi a mi hermano, pero eso es imposible porque él no está aquí. Después, sentí como si estuviera en un sueño, todo estaba en cámara lenta e incluso iba a pasarme un coche por encima —al decir la ultima frase mi voz se quebró. Sí, estaba por comenzar a llorar. Un nudo en mi garganta se formaba al solo recordar el miedo que tuve en ese momento. Me senté en la silla del comedor con la cabeza gacha, me daba vergüenza que Ross me viera así, tan vulnerable. Pasé amabas manos por mis ojos y a la vez tapando mi cara—. Ni siquiera supe cómo llegué a mi casa, no puedo recordarlo.
Percibí como es que se agachó para quedar frente a mí—Hey, Margot, tranquila —apartó mis manos haciendo que lo viera. Envolví mis brazos en él tomándolo por sorpresa, sin embargo, también me abrazó, sentí como su mano sobaba mi espalda, eso hizo que me tranquilizara un poco.
—Tengo miedo de salir y que me suceda algo así otra vez —negué sobre su hombro.
—No va a pasarte nada, Margot, yo voy a estar contigo. Y si ocurre de nuevo, también estaré —se separó de mí, sus ojos estaban en los míos. Llevó sus pulgares a mis mejillas, retirando con ellos las lágrimas. Sonreí al comprender porqué me sentía a salvo con él—. No tengas miedo —sus ojos marrones tenían un brillo reconfortante. Asentí sin apartar mi mirada. Acerqué mi cara a la de él, la ultima vez que hice esto salió muy mal, lo cual esta vez no fue así, ni siquiera se apartó. Esperé unos segundos estando a centímetros de él, pero él acortó la distancia juntando sus labios con los míos. Hace tiempo no besaba alguien con esta intensidad, mi boca se movía torpemente por lo nerviosa que estaba, pero al cabo de un rato era lo que sobraba en el beso. Me hinqué para quedar a la par de él, su mano abandonó mi mejilla para bajarla a mi cintura. Sabía que esto había subido de tono cuando ambos estábamos jugando con nuestras lenguas.
Era raro no sentirme extraña o si quiera estar coordinando mis pensamientos ahora mismo. No sabía que esto se sentía tan bien y quiero más, por mí no había problema si los dos nos quedábamos en el suelo del comedor. Pero, paramos al instante en que la puerta principal se abrió, él y yo miramos espantados encontrando la cara de Emilio totalmente perplejo.
—Por dios —sonrió y después se tapó la boca—. Fue un mal momento —Ross se levantó, a la vez que me tendía la mano para ayudarme. No dijimos nada, solo estábamos ahí parados—. Vuelvo luego —salió casi al instante cerrando la puerta de nuevo.
Ross se giró hacia mí—Así que... —lo estaba viendo con el rabillo del ojo—, ¿podría ser oficial? —fruncí mi entrecejo.
—Tengo que devolverte tu camisa.
—¿Qué? —era lo primero que se me ocurría, cómo se supone que debo actuar después de un beso tan... Apasionado. Carraspeé.
—Recuerdas que me prestaste... —fui interrumpida por su risa. Volteé por fin, encarándolo.
—Eso no me interesa, Margot —se acercó. Tomó mi mano—. Hablo de que no solo quiero ser tu amigo —sonreí a la vez que soltaba un suspiro.
—Supongo que... Me gustas —volvió a besarme de una manera dulce.
—Bueno, supongo que tú también me gustas —respondió burlón al separarse—. Creí que nunca lo dirías.
Muy bien, Margot, definitivamente estás loca. Estás haciendo lo que en tu día catalogabas como una pérdida de tiempo. Y vaya que lo estoy haciendo, a este chico yo lo odiaba y ahora resulta que me gusta. Oh Dios, estoy entrando en pánico. ¿Qué sigue? Nunca en mi vida he visto a alguien de una forma romántica, hablo de que si me ha llegado a atraer alguien, pero jamás me imaginé tener una relación con dicha persona.
¿Por qué Ross es tan persistente? ¿Por qué le gusté yo? ¿Cómo? Desde el día en que nos conocimos nos tratamos mal y yo le agarré un cierto rencor cuando me dijo que los lentes no se me veían bien. No entiendo, Tomás tuvo razón cuando dijo: "nunca digas nunca". Ese día que conocí al chico con el que me acabo de besar, si sentí esa conexión de odio y rabia, sin embargo, al parecer se convirtió en atracción. Como dicen: "Del odio al amor, hay un solo paso", totalmente patético.
—Yo tampoco —jamás creí que iba a caer en sus garras, o si quiera verme a mí tratando de ser romántica.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro