A veces no soy un robot
Miércoles, hoy comenzaba las clases de taller, había elegido clases de dibujo y pintura. Tomás, mi psicólogo me recomendó hacer este tipo de cosas para mantenerme más "relajada", lo cual dudo mucho porque no tengo idea de dibujar.
Tenía mis cosas sobre la mesa, había elegido uno de los pupitres que estaba vacíos ya que era de dos personas, pero vamos, yo no quiero socializar. Observé a las demás personas esperando que la profesora no tardara mucho. Pude visualizar como es que la chica que era novia de Ross entró junto a él, no puede ser, tiene que ser una broma.
—¡Margot! —cerré los ojos e hice una mueca, sentí la atención de todos en cuanto la chica mencionó mi nombre. ¿Cómo era que se llamaba? ¿Estrella? ¿Elena? Solo recuerdo que comenzaba con la letra 'e'. Ambos se sentaron frente a mí.
—Que sorpresa Amargot —rodeé los ojos y sonreí falsamente—. No sabía que te gustaba dibujar.
—No me gusta —la chica frunció las cejas, mostrando una expresión juguetona—. Se supone que me va a "relajar" —hice comillas con los dedos.
—Buenas tardes muchachos —esta profesora la conocía y su voz me daba mucho sueño—. Hoy comenzaremos con retrato a un objeto, algo básico representando sus sentimientos y emociones en la hoja —negué levantando la mano—. Si señorita Rodríguez —odiaba que me llamaran por mi apellido.
—¿Es muy tarde para cambiarme de taller? —la maestra no se lo tomó a mal, ella me conocía y sabe como soy.
—Lamentablemente sí —genial, me toca aguantar al chico engreído y su novia rara. Estoy segura que terminaré calva. Pasé ambas manos por mi cara, estaba frustrada y a penas comenzó la clase.
...
Al terminar salí casi corriendo del aula, mi día iba de mal en peor me habían asignado un tutor y sorpresa, se trataba de la novia de Ross, ¿Eva? No puedo recordar su nombre.
—¡Margot! —hablado de Roma. Giré para observarla, sonrió tendiendo un pedazo de papel. Fruncí el ceño bajando mi mirada hasta este—. Este es mi número, me mandas mensaje para ponernos de acuerdo. Ahora tengo que irme, mi padre llegó por mí —no dije nada tomando la nota. Una vez más me rodeó con sus brazos, abrazándome y se fue casi corriendo.
Suspiré pesadamente. Quité mis lentes y los puse sobre mi cabeza, guardé el papel en el bolsillo de mi pantalón. Eso no era lo peor, mas bien, la biblioteca está cerrada y no tengo dónde estudiar. Si iba con Emilio, él lo que hace es no estudiar, me tocará estar en mi casa. Hice una mueca observando la puerta de entrada a la escuela, me encaminé como de costumbre, dispuesta a salir.
—Amargot, ¿estás ocupada? —el chico engreído había alcanzado mis pasos, rodeé los ojos. Creí que se había ido con su novia.
—Sí, tengo tarea y también voy a estudiar —intenté abrir la puerta pero Ross se me adelantó. Fruncí el ceño saliendo junto a él.
—¿Quieres estudiar conmigo? —hice un mueca mirando hacia otro lado rogando que Emilio apareciera. Negué volviendo mi vista a él chico cuando no encontré a mi amigo.
—No, ya te dije que no me gusta estudiar en equipo —intenté abrirme paso e irme, pero él se interpuso de nuevo en mi camino. Me estaba irritado este chico.
—¿Cuándo vas a dejar esa hostilidad conmigo? —arqueé una ceja, mi cara era de disgusto total. Él sabía perfectamente porque me comportaba así, este chico fue él que hizo que lo odiara, las primeras impresiones nunca se olvidan. Si así es cuando no hay confianza no quiero imaginar cómo será después—. Mira, sé que me comporté grosero. Pero podríamos volver a empezar, por favor. Te invito un helado.
—Eres un imbécil, pero acepto —sonrió. No era de segundas oportunidades o si quiera salir a alguna parte, sin embargo, me he estado agobiando mucho y necesito relajarme, aun que creo que es mala idea ir con el chico que me saca de quicio.
—Vamos, hoy traje mi carro —¿su carro? Yo ni siquiera sé conducir y él tiene dos tipos de transporte.
Hundí mis cejas al sentir una mano tocando mi hombro, volteé de mala manera pero mi visaje cambió totalmente al ver que se trataba de Emilio—¿Hoy estarás en tu casa? Tengo muchas cosas que contarte —tomó mis brazos acercándome a él para poder susurrarme—. ¿Segura que este chico y tú no traen algo? —lo miré de mala manera
—No me jodas, claro que no —hice una mueca de disgusto—. Sí voy a estar, solo que ahora iré con el chiflado a por un helado. ¿Quieres venir?
—No soy ningún chiflado —había olvidado que este chico estaba a un lado de nosotros. Giré de mala manera observándolo. Puede que le haya dado una oportunidad para hacer las pases, pero eso no quiere decir que ya no me caiga mal y para mí sí es un chiflado—. Hola, me llamo Ross —se presentó hacía mi amigo quien lo conocía bien. Visualicé como es que Emilio sonrió un tanto nervioso, movió sus manos tratando decir algo, pero no lo hizo. Intentó acomodar su cabello dando a notar su nerviosismo.
—Hola... Soy Emilio —desvió su mirada mientras reía—. Y no puedo ir, tengo algunas cosas que hacer —asentí—. Te veo más tarde Baudette —rodeé los ojos, como odio mi nombre, los dos por igual. Hice mala cara hacia Emilio, a veces me arrepentía que fuera muy unido a la familia, porque sabe algunas cosas sobre mí—. Un gusto, Ross —sonrió hacia ambos antes de retirarse. Seguí con la mirada al chico que era mi amigo.
—¿Entonces si tienes amigos? —llevé mis ojos al muchacho terco junto a mí. Crucé mis brazos y fruncí el ceño. Que no me provoque. Rio observando mi reacción, imitó mis movimientos, ya que al igual se cruzó de brazos y hundió sus cejas.
—¿Entonces si vas a callarte? —negó girándose con la intención de ir a su coche. Lo seguí sin decir nada más.
—Sabía que contestarías algo así —abrió la puerta del copiloto cuando llegamos a su auto, después rodeó hasta llegar al otro lado. Alcé mis cejas echándole una mirada incrédula, me monté antes de decir algo que pudiera ofenderle—. ¿Segura que no quieres venir a mi casa a estudiar? —suspiré con pesadez, lo miré de reojo.
—¿Cómo voy a ir a tu casa? Ni siquiera te conozco lo suficiente, no seas idiota —pasé el cinturón de seguridad hasta el otro extremo, abrochándolo.
—Bueno, yo soy muy observador —giré hacia él frinciendo el ceño. Me estaba empezando a doler la cabeza, no entiendo porque le dije que sí—. Sé que tú color favorito es el amarillo.
—Ajá —ese color si es mi favorito, pero simplemente lo hizo al azar, estoy segura.
—Tu nombre casi completo es Margot Baudette Rodriguez —arqueé una ceja, hice una mueca desviando la mirada—. También sé tu número celular —rodeé los ojos—. Y tienes un hermano.
—¿Qué eres? ¿Un acosador? —rio encendiendo su auto—. Llevamos cuatro días hablando y vienes a decirme todo eso de mí, yo muy apenas sé tu primer nombre —me había dicho cosas que probablemente había escuchado ya, por eso no me sorprendía nada.
—Me llamo Ross Eduardo —solté una carcajada, sí, me estaba burlando de su nombre y lo raro que había sonado. Espero este bromeando—. Eres una mala persona. Es la primera vez que te veo reír no de una manera sarcástica y lo haces solo para burlarte de mi nombre.
—Me hizo gracia, hombre —se puso en marcha. Estaba en duda, era obvio que yo no quería estudiar con alguien, pero él es tan terco que probablemente me va a terminar convenciendo. Solté un suspiro observando por la ventana, hoy estaba nublado, se sentía un ambiente agradable—. No sabía que tenías novia, ella es muy... Expresiva —tampoco quería decirle que era rara.
—Lo sé, ella es una linda persona —apoyé la frente en el vidrio de la ventana—. Aun que casi no tenemos el tiempo de estar juntos, en sus ratos libres yo estoy ocupado y viceversa, pero a pesar de todo nos vemos —yo jamás he estado en una relación, tampoco sé lo que se siente tener a una persona contigo de una forma romántica, siento que es pura pérdida de tiempo.
—¿Desde cuando se conocen? —seguía viendo como es que pasábamos algunas calles , aún con la frente pegada al vidrio, casi nunca salía, así que no tenía ni idea de donde quedaban los lugares sociales.
—Aproximadamente desde primaria, ella ya es como mi familia. Estamos saliendo desde hace tres meses —supongo que sería como yo y Emilio, solo que ellos de una forma más romántica—. ¿Y tú? ¿Sales con alguien? —solté un gruñido juguetón.
—No, no tengo tiempo para eso —y siempre lo he dicho.
—¿No te has dado la oportunidad? —negué girando hacia él, tenía una expresión confundida pero a la vez divertida—. Es por eso que me das mucha intriga —rodeé los ojos dejándome caer en el respaldo del asiento. Vaya que será un día largo.
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