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Capitulo 7

La segunda salida a Hogsmeade llegó más rápido de lo que Lilith habría querido y antes de darse cuenta, ya se encontraba en su típica mesa de Las Tres Escobas esperando a Fred Weasley para una "pequeña aventura".

No tenía ni idea de a donde irían, pero Lilith decidió vestirse con una falda negra corta y entubada, unas medias negras, suéter ceñido color esmeralda, botines negros, una gabardina negra y su cabello negro suelto. 

El sonido de una aparición sonó detrás de ella y al girarse se topo con un sonriente Fred Weasley, que vestía un elegante traje café oscuro.

—Hola, hermosa Lils.—saludó con una sonrisa.

—Weasley—asintió a modo de saludo.

—Bueno, nuestra aventura es fuera de Hogsmeade y—levantó la mano en alto, evitando que ella hablara— antes de que te quejes, tengo todo planeado para volver a tiempo a Hogwarts.—aseguró con firmeza.

—De acuerdo.—suspiró pesadamente, dejó unos galeones sobre la mesa, bebió toda su bebida y se coloco junto a Fred.—¿Nos apareceremos?

—Así es, hermosa.—le guiñó un ojo y ofreció su mano. Lilith la tomó.—¿lista?—ella asintió.—Entonces, vámonos.

Sintieron un tirón en el estomago y cuando Lilith abrió de nuevo los ojos, vio que estaba en un callejón oscuro. Confundida, miró a Fred, quien le sonrió y tomándola de la mano la hizo salir a la calle. Lilith descubrió de inmediato que estaba en una calle muggle. 

Fred caminaba tranquilamente llevando a Lilith de la mano, quien veía los altos edificios con la boca abierta. Nunca antes viajo al mundo muggle, no esperaba que fuera tan grande. 

—¿A donde vamos?—pregunto Lilith aferrándose a su mano, temerosa de perderse.

—Ya lo verás. Mientras disfruta del paseo.—dijo Fred con una sonrisa.

Continuaron caminando durante un rato por las largas calles de aquella ciudad hasta que se detuvieron frente a un precioso y lujoso restaurante. Fred abrió la puerta a Lilith quien con cierta duda entro al lugar. Un mesero se les acercó y se dirigió a Fred con una sonrisa.

—Buen día, ¿tienen reservación?—pregunto el mesero.

—Sí, vengo con el señor Douglas. Soy Fred Weasley y mi acompañante.—respondió.

—Oh, sí. Enseguida. Síganme, por favor.

El mesero comenzó a caminar y ambos lo siguieron. El restaurante era muy amplio, con candelabros de cristal y cientos de mesas decoradas de una manera tan fina que Lilith supo que no podría costear ni una copa en ese lugar.

—Weasley, ¿qué esta pasando aquí?—susurro Lilith confundida.

—Bueno, nuestra pequeña aventura comienza con un desayuno de negocios.—Fred sonrió nervioso.—Tenía que venir a esta cita pero George no podía venir conmigo así que...

—Decidiste traer a una completa desconocida.—completo Lilith.

—Decidí traer a la chica que salvo mi vida, esperando que también logre salvarme de no arruinar esto.—replicó Fred con cierta seriedad.

Llegaron hasta una mesa larga un señor ya mayor se encontraba sentado junto a otros dos hombres un poco más jovenes. Al llegar con ellos, todos le saludaron estrechando las manos y se sentaron.

—Señor Weasley, señorita, bienvenidos.—saludó el mayor.—Soy Owen Douglas.—se presentó a Lilith.

—Lilith Nott, un placer.—saludó con una sonrisa falsa.

—El placer es todo mío. Bien...¿Comenzamos?

Dos horas despues, Fred aún continuaba conversando con el señor Douglas y sus abogados. Al parecer, el señor poseía una empresa de exportación de especias mágicas e intentaba llegar a un arreglo con Fred para ser su proveedor principal. Al final, Lilith respiró  tranquila cuando vio como los abogados entregaban un contrato a Fred, pero frunció el ceño al ver como este hacía una mueca.

—Esta todo en latín—dijo Fred.

—Si.—admitió el señor Douglas.—Es política de nuestra empresa que todos nuestros contratos sean en latín, pero le puedo asegurar que todo esta tal y como lo hemos hablado. Solo hace falta su firma y todo estará hecho.

—Espera.—dijo Lilith arrebatandole el contrato y comenzando a leerlo con rapidez.—Aquí dice que le cobraran a los Weasley el 59% del valor de cada producto que ellos reclamen como que no llegaron para así poderles enviar otro. También dice que el precio de cada especia subirá un 25% cada mes y que...

—No quiero saber nada más, Lilith.—dijo Fred con el ceño fruncido, levantándose de golpe.—Nos vamos.

—Es solo una mujer, ¿Cómo puede confiar en ella? seguro ni sabe lo que esta diciendo.—dijo el señor Douglas con nerviosismo.

Lilith jadeo indignada, levantándose también y antes de que pudiera hablar, Fred tomó la palabra:

—Esta mujer es una de las mujeres más inteligentes que conozco, le confió absolutamente todo y usted nunca podrá tener ni la mitad de la astucia que ella tiene. Ahora, si nos disculpa —tomo a Lilith de la cintura—nos vamos y no quiero volver a saber de usted.

—¡Señor Weasley, por favor...!

Pero Fred no se detuvo a escucharlo. Llevando a Lilith de la cintura, salieron del restaurante, volviéndose a internar en aquella tumultuosa calle muggle. Durante un rato, ninguno de los dos dijo nada y Lilith se dedico a observar a su alrededor. 

—Gracias.—suspiro Fred.—George es el bueno en idiomas pero como tenía una cita importante con Angelina, tuve que venir yo. Si no fuera por ti, ahora estaríamos en bancarrota.

—De los errores se aprende.—dijo Lilith encogiéndose de hombros.

—Cierto...al menos comimos gratis.—bromeó Fred y ella sonrió divertida.

—Oye, ¿Cuándo me soltaras?—pregunto Lilith haciendo referencia al agarre en su cintura.

—¿Te molesta?

—No en realidad, pero la gente pensara cosas.

—Aquí nadie nos conoce, Lilith. Tranquila.—le guiño un ojo.—¡Ah! ¡Mira!—Se detuvieron frente a una preciosa florería. —Te comprare unas rosas para compensar tu ayuda.

—No lo hagas.—negó Lilith.—no me gusta cualquier flor y la que me gusta es demasiado cara. 

—¿No te han regalado flores antes?—pregunto Fred.

—No.

—Mmm...¿y cual es esa flor?

—Orquídeas blancas, pero igual no me gustaría que me las regalen nunca.

—¿Porqué?—la miró confundido.

—Porque las flores son efímeras, es algo deprimente ver algo morir. Así estoy mejor.—respondió encogiéndose de hombros.—¿Y ahora a donde vamos, Weasley?

—¡oh! ¡cierto!—Fred aplaudió emocionado—¡Ahora si iremos a nuestra aventura! 

La llevó hasta un callejón donde volvieron a desaparecerse. Cuando Lilith volvió a abrir los ojos, estaban en una cabina telefónica completamente tapada de los vidrios. Al salir, Lilith casi se atraganta con el panorama frente a ella.

—Weasley...¿Qué carajo es...?

—¡Bienvenida a un día en el parque de diversiones!

—Tu estas completamente loco si crees que yo me subiré a una de esas cosas.—dijo Lilith viendo la montaña rusa.—Antes me embarazo de Goyle.

—Anda, anda, anda...¡luego te quejas!—dijo empujándola por la espalda, haciéndola avanzar.

—¡Fred Weasley!

Decir que la experiencia en un parque de diversiones muggle había sido terrible, sería mentir. A decir verdad, Lilith jamás se había divertido tanto en su vida como aquella tarde. En un principio estuvo aterrada porque ella ni siquiera era amante de montar en escobas, mucho menos iba a confiar en aquellos aparatos muggles, pero grande fue su sorpresa cuando se encontró riendo a carcajadas con Fred Weasley cada que bajaban de un juego y subían a otro.

—¡Oh por Merlín!—Lilith rió—No puedo creer que hemos subido a todos los juegos.

—Y algunos hasta los repetimos.—Fred le guiño un ojo.—Lastima que ya es hora de volver, faltan quince minutos para las seis. 

—Ah...es verdad.—asintió.

Lilith había olvidado que tenía que volver al colegio. Se aparecieron en Las Tres Escobas, donde ya no había nadie más que Madame Rosmerta que los saludó con una sonrisa.

—Debo irme.—dijo Lilith metiendo las manos en los bolsillos de su gabardina.

—Lo sé, te veo mañana en tutorías, hermosa Lils.—sonrió Fred.

Ella no dijo nada, dio media vuelta, avanzo dos pasos y se detuvo. Suspiro pesadamente y sin voltear el rostro, dijo:

—Solo lo diré una vez, ¿de acuerdo?...me divertí mucho hoy. Hace mucho tiempo que no reía...gracias,...Fred.

En cuanto terminó de hablar, salió rapidamente del local, dejando a un sorprendido pelirrojo detrás, quien sonrió de emoción en cuanto ella se hubo ido.

—Yo también me divertí hoy, Lilith.—murmuró con un ligero sonrojo.

A la mañana siguiente, en el Gran Comedor, Lilith leía como siempre uno de sus libros mientras desayunaba cuando de pronto alguien dejo caer un libro frente a ella, haciendo un ruido en la mesa y alertando a varios. Con tranquilidad, Lilith cerro su libro de golpe y miro a la persona frente a ella con una ceja alzada.

—¿Se te ofrece algo, Parkinson?—cuestionó Lilith.

—Este es el libro que usaremos para la poción de Slughorn en equipos, quería que lo revisaras.—dijo Pansy cruzándose de brazos.

—¿Revisarlo como para que?

—¿Cómo que para que? Pues para ver si te gusta alguna poción de ahí para que la hagas con Theo, Blaise y yo.—dijo Pansy con obviedad.

—Parkinson, yo ya tengo equipo.—dijo Lilith.

—¿No crees que te estas juntando mucho con esas Gryffindor? Te volveras una idiota, ¡Oh!, Ya lo eres.

La mesa de Slytherin rompió en carcajadas y Lilith sonrió con suficiente.

—¿No crees que deberías dejar de coger con todo aquel que tiene pene solo para intentar llamar la atención de Draco? Te volverás una zorra, ¡ay!, es que ya lo eres.

Esta vez nadie rio, Pansy jadeo indignada y todos la miraron sorprendidos. Absolutamente jamás Lilith había insultado a un miembro de Slytherin. De pronto, antes de que Pansy pudiera decirle algo, una lechuza aterrizo frente a Lilith cargando una hermosa caja blanca con un moño azul.

Lilith abrió la caja y todas las chicas de alrededor soltaron un jadeo de sorpresa. Se trataba de un hermoso ramo de orquídeas de cristal. El simple regalo lucía maravilloso y costoso, tanto que incluso Pansy y el resto de las Slytherin se mordieron el labio con envidia. 

Tomó la etiqueta del obsequió y leyó en su mente:

Dijiste que no te gusta lo efímero, entonces te di algo perpetuo. Tiene un encantamiento indestructible y brillará en las noches. Espero te guste.

Fred Weasley.

Fue casi imposible que una sonrisa no se asomara en el rostro de Lilith, haciendo que los de su mesa la miraran sorprendidos. Se levanto cargando el ramo y sonrió a Pansy.

—No estaré en su equipo y yo me junto con quien se me da la gana. Ahora, si me disculpas, debo dejar este obsequio en mi cuarto.

Salió del Gran Comedor con una enorme sonrisa, dejando a Pansy Parkinson con la palabra en la boca. Soltó un ligero suspiro de felicidad y miro sus rosas.

Eran perfectas.






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