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Capítulo 9 - JINGLE BELL ROCK


WINTER

Quien iba decir que Kethan no sabe patinar. Si alguien me lo hubiera dicho hace unas semanas, la verdad, es que no les hubiera creído, pero mientras veo como no se despega de la vaya y ve a todos con odio puro mientras masculla una sarta de cosas que en realidad no tienen sentido acerca del hielo y la nieve, veo que en verdad no sabe patinar.

No puedo evitar reírme.

En mi cabeza nos imaginaba patinando juntos, andando de aquí para allá, mientras Kethan con su gracilidad que lo caracteriza cautivaba las miradas de todos, y bueno, si las está cautivando, pero son por razones opuestas a su gracilidad y más a su torpeza.

Me acerco de vuelta a él, con cuidado de no dañar su pequeño ego.

—Te puedo enseñar —le ofrezco.

Sus furiosos ojos verdes chocan con los míos, me hundo de hombros.

—Se patinar —gruñe lo mismo que le gruño a la instructora que con amabilidad le brindaba una andadera después de su tercera caída. Se aclara la garganta—, es solo que el hielo es irregular aquí.

Si claro, el hielo.

Suelto un suspiro lento, me quedo a su lado en la barra.

—Podemos hacer otra cosa —lo invito.

—Estoy bien —suelta otro gruñido. Toma mi mano—, enséñame —dice entre dientes.

Sé cuánto le ha costado decir esas pocas palabras. No le gusta pedir ayuda, es lo que más detesta. Culpo a su familia, pero esa es otra historia.

Toma mi mano con recelo primero, pero después toma mi otra mano en un intento de balancearse y no perder el equilibrio.

Veo como clava su mirada en el hielo mientras se desliza con cuidado, como si de verdad creyera que el hielo esta irregular. Sus mejillas están rojas mientras intenta seguir un ritmo constante.

Creo que es la cosa más tierna con la que me he podido topar el día de hoy.

—Dobla un poco tus rodillas —le indico intentando no dañar su curioso y delicado ego.

Asiente aun con el rostro enrojecido.

Soy yo quien quiere besarlo y abrazarlo.

Él dobla sus rodillas con cuidado, fijándose en la inclinación que mantengo en mis piernas, revisa las mías y luego las suyas como si en realidad estuviera tomándolo en serio y esta fuera una cuestión de vida o muerte.

—Deslizas uno hacia atrás, pero en diagonal —hago el movimiento con lentitud para que lo vea.

Hace el movimiento y siento como sus manos aprietan las mías cuando está a punto de perder el equilibrio. Lo detengo como puedo anclándome en el hielo.

—El movimiento es fluido y grácil, tú sabes de eso, siempre andas por ahí haciendo con delicadeza —le explico cuando recupero su equilibrio.

Comienzo por andar con lentitud para que vea mis movimientos.

—Así que me ves —dice con la burla implícita. Es ahí cuando caigo en cuenta de mi comentario tan desafortunado que ha alimentado su ego de maneras increíbles.

Ruedo los ojos avanzando más rápido para evitar el comentario, él apenas sigue mi paso, pero no pienso, en ese momento solo me sumerjo en la vergüenza y hago un esfuerzo sobre humano para salir de ella.

—Espera, Winny —dice cuando voy más rápido.

Sus cuchillas lastiman el hielo mientras el intenta caminar sobre el hielo.

—¡Cuidado! —grita, lanzándose hacia mí.

Giramos en el hielo, mis patines pierden el equilibrio mientras él me voltea con rapidez. Él cae primero, sus manos aprietan mi cuerpo cuando caigo sobre él.

KETHAN

Golpeo el hielo por cuarta ocasión en el día, moja mis pantalones y suéter, pero por lo menos salve a Winter de que arrollara a esos pobres niños a los que se dirigía con toda rapidez y sin fijarse.

Se levanta torpemente sobre mí, poniendo sus manos en mi pecho para sentarse a horcajadas sobre mí.

—Oh, dios, de verdad lo siento, ¿estas bien?, ¿te lastime?

Su rostro acongojado y enrojecido me debería de dar lastima, pero no, simplemente quiero tomar el momento.

—No —murmuro sobando mi cabeza—, creo que tengo una contusión.

Sus ojos se abren tanto como pueden, veo la desesperación en su rostro.

—Oye, de verdad lo siento —balbucea—, te llevaré al médico.

Me incorporo con rapidez, sentándome en el frio hielo, mis manos atrapan su cintura, llevo mis labios a su mejilla colocando un pequeño beso que la congela, llevo mis labios a su oído.

—O podemos ir a la habitación. —susurro.

Veo como su rostro roba el color de su cabello, no dice nada, simplemente ve a los lados, veo como traga saliva. Se aparta con rapidez, levantándose como puede. Me tiende la mano, pero no me ve a los ojos. La tomo, pero me impulso con cuidado para no volver a tirarnos al hielo.

—El próximo año aprenderé a patinar —le prometo a Winter mientras ella se hunde de hombros.

La realidad me congela mientras ella guía mi camino dándome la espalda.

No habrá próximo año, porque el próximo año ella será una mujer felizmente casada. Debería detener la mentira aquí, debería saltar del coche antes de que se estrelle contra el poste que dice "matrimonio", frente a nosotros, pero no quiero.

Si Winter aprieta mi mano, yo con gusto me estrellaré, pero en este momento quiero creer más que nunca en esta mentira.

Salimos de la pista hacia los casilleros donde dejamos nuestros zapatos y agradezco que aquí si se pueda caminar. Ahora yo tomo la delantera, me encamino delante de ella, sin soltar su mano, usando para jalar su caminar.

Estrello su cuerpo contra los casilleros que crujen contra su espalda, ella me ve con los ojos bien abiertos, no le doy tiempo de decir palabra alguna, cubro sus labios con los míos, devoro sus labios con la insaciable hambre que tengo de ella.

Ella cede ante mis impulsos, mi mano resbala por su cintura pegándola a mi cuerpo mientras devoro su sabor, sus labios necesitan tanto de mí como yo de ellos, su lengua se funde con la mía en una intensa lucha.

No me importa quien carajos nos vea, la quiero hacer mía aquí mismo.

Sus manos se anudan en mi cuello atrayéndome a ella, necesitando que el poco espacio que quedaba entre nosotros se anule.

El ruido de mi celular suena de fondo y carajo, quiero matar a quien quiera que este llamando, pero no importa, no contestaré, me fundiré en ella, me enterraré en ella tan profundo que ella no podrá sacarme.

—Tú —dice sobre mis labios, tan impaciente como lo estoy yo—, tú celular —intenta alejarse de mis labios, pero vuelve a ellos como yo.

—Que se jodan —murmuro tomándola de nuevo en un beso.

Pero el maldito móvil no para de sonar, gruño sobre sus labios, tomo el estúpido móvil que está en mis pantalones, no me aparto de ella, beso suavemente su mejilla y ella pestañea con esa mirada febril, carajo, deslizo el móvil en mi oreja.

—No me jodas —gruño en el teléfono.

—¿Perdón? —la voz de la madre de Winter resuena en el teléfono.

Mis ojos se abren tanto como pueden, me separo de Winter, porque sé exactamente porque es esta llamada.

—Señora Laufey, disculpe, es que casi pierdo su llamada —la mirada de Winter se congela. 

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