Capítulo 8 - REJOICE
WINTER
Me besó. Kethan me besó.
Sus labios tan suaves y adictivos atraparon a los míos y por ese instante, no hubo más, simplemente dejamos que pasará. Un momento mágico dentro de la navidad, un milagro y quizás la llama que se enciende en mi interior habla sobre ese deseo que susurraba en secreto noche tras noche.
Él termina el beso apartándose con lentitud y yo no puedo hacer otra cosa que clavar mirada en el intento de hombre de jengibre que estoy haciendo.
Siento el corazón en los oídos, es tan intenso que ni siquiera escucho con claridad lo que está diciendo la amable dueña que al parecer mantiene una animada conversación con Kethan.
Trago grueso sintiendo la sensación de los labios de Kethan sobre los míos. Estoy a punto de llevar mis manos a mis labios en un intento por tocarlos, por sentir que es real, por tocar lo que él acaba de marcar, pero me detengo a mitad. No sé si Kethan está viéndome, pero espero que no, a ese cretino no le hace falta más ego.
Tengo que salir de aquí. De verdad tengo que.
El celular me devuelve a la realidad, lo busco a tientas sobre la mesa, deslizo sin fijarme quien llama, solo lo coloco en mi oído buscando alejarme de esta situación, hacer como si en realidad nada de esto paso.
—Cariño, buenos días —la voz de Rob me hace abrir los ojos tanto como puedo.
Me paro de inmediato, mi silla cae por lo abrupto de mi movimiento, veo a Kethan con el susto marcando mi rostro para encontrar su mirada sobre mí. Es lo que menos necesitaba en este momento.
Trago grueso de vuelta, exhalo intentando no comenzar a hiperventilar.
Kethan se levanta con la elegancia que lo caracteriza como si estuviera intentando alcanzarme, pero ya no estoy aquí.
No puedo hacerle esto a Rob, el hombre que en realidad me ama y no al hombre que tengo enfrente para el que solo represento una aventura.
—Rob —digo por fin encontrando mis cuerdas vocales.
El rostro de Kethan se congela apenas unos segundos, puede ser casi imperceptible, pero noto como su barbilla se aprieta.
Realmente no importa, él solo está queriendo demostrar que puede tenerme, que puede ganarle a Rob, y maldita sea, yo estoy cayendo en su trampa.
Salgo de la tienda rápidamente.
—No he sabido de ti, preciosa, ¿todo bien? —lo entiendo, está nervioso, sabe que estoy con Kethan, sabe que hay historia de por medio.
Hubo una ocasión en donde discutimos a causa de Kethan, lo inseguro que ese tema pone a Rob no lo hace mejor, estaba furioso y no paraba de decir "donde hubo fuego, cenizas quedan", como si eso significará algo.
Nunca hubo fuego. No de su parte.
—Sí, Rob, he estado ocupada con el itinerario y la obra de Erica, tener a mi escritora contenta es mi prioridad —suelto una risita nerviosa.
El silencio reina por unos segundos en la llamada.
—¿Todo bien con Kethan? —pregunta por fin.
¡Carajo, no!
—Sí —digo con la voz en decibeles bajos. Me reprimo por lo pésima que soy para mentir.
—Winter —escucho el tono crudo del regaño que se aproxima—, recuerda que tu no eres nada para Kethan, que tú eres su chiste, su juego —incrimina y mi corazón sangra en silencio con el golpe de la realidad—. No arruines lo nuestro, bebé —dulcifica el tono de su voz—, recuerda que yo si te amo.
Y el corazón dolorido, de alguna forma duele más.
—Lo sé —murmuro con el corazón aplastado. Y no entiendo porque mis mejillas están mojadas.
KETHAN
—Sé que Kethan no es de fiar y sé cuánto me amas —repite como si lo hubiera recitado ya varias veces—, no tienes de que preocuparte, Rob, yo también te amo —suelta una risilla seca y escueta, eleva sus manos como si estuviera emocionada—, y nos vamos a casar.
Kethan no es de fiar...
Ama a Rob y se va a casar con él.
¿Qué estoy haciendo?
No escucho cuando termina la llamada, pero la veo quedarse congelada, dándome la espalda, ignorando que estoy ahí como lo ha hecho tantas veces.
La rabia en estado puro me invade quebrantando todo mi autocontrol, como si no existiera. Me dejo llevar por mis impulsos, mi mano envuelve su muñeca, la obligo a voltear, viendo como su rostro está sumergido en lágrimas.
No quiero verla llorar, me niego a hacerlo.
—Kethan —dice ella secando sus lágrimas con el dorso de su muñeca, tomando un poco de su suéter navideño que tiene demasiados cascabeles.
Sin embargo, no para de llorar.
Necesito poner distancia entre nosotros, necesito olvidarla y pronto porque está a nada en ser la mujer de alguien más, pero aun y cuando me digo eso, termino jalándola, obligando a su cuerpo a chocar con el mío, envolviéndola en un fuerte abrazo.
Quisiera absorber su dolor y que ella nunca volviera a llorar.
Quiero cumplir todos sus deseos, lo que ella necesite, lo que ella quiera, lo cumpliré. Siempre ha sido así y siempre así será.
—¿Quieres que me vaya? —pregunto con el corazón apretado en mi pecho.
Si es lo que desea, lo haré realidad.
Sus manos aprietan el suéter verde navidad de cachemir que traigo puesto, su rostro esta oculto ahí mismo.
—No —murmura casi como un suspiro tembloroso—, no quiero que te vayas —me pide.
He estado perdido durante mucho tiempo, he desafiado a la vida misma y he odiado a todo ser humano que se me cruza porque simplemente son detestables para mí, pero cuando se trata de Winter, todo eso se desvanece.
Es como si Winter fuera un planeta y yo esa luna que no puede dejar de orbitarla, no importa lo mucho que me deteste. Ella es mi luz en la oscuridad, el maldito duende colorido que alegra mis días.
Ella ha visto a la verdadera persona tras la máscara y nunca me dejo, siempre estuvo ahí con su molesta alegría y su magia. Me hizo creer en la magia, porque ella es magia pura.
Winter es todo para mí y mi gran deseo de navidad.
—Podemos pretender —pide alzando su rostro, viéndome directamente a los ojos, rompiéndome con esa sola mirada—, que todo este año no paso.
Si digo que sí, ¿en qué me convierte?, ¿en el amante en turno al que solo le quedan las migajas.
Mi corazón no desea eso, pero si es lo que ella desea, con todo gusto, me arrodillaré, dejaré que me pise. ¿Quiere que sea su amante?, carajo, seré el mejor.
—Duende, —murmuro colocando un beso en su alborotado cabello—, ¿quieres ir a patinar?
Sus ojos grises brillan con intensidad y de verdad quisiera cautivar esa mirada suya para siempre, la intensidad, la magia, la felicidad.
Suelta mi suéter con lentitud y veo esa mirada juguetona cubriendo todo su rostro.
—¿Podemos, Scrooge? —suelta su burla.
—Santa también los hace trabajar en navidad —sigo su juego.
Su mano corre a la mía, tomándola, su fría mano se acomoda entre mis dedos y mi corazón resuena con ganas, comienza a caminar jalándome un poco al inicio, ignorando lo que su toque me hace.
—Pero Santa tiene una misión —sonríe, pero no me ve, sigue el camino.
—Scrooge también —me hundo de hombros, necesitado de todo esto de ella.
Ella se ríe y su risa ilumina todo en mí.
—¿Cuál es su misión? —continúa sonriendo.
Quiero quedarme por siempre en esta mentira.
—Hacer tanto dinero como pueda —sonrío.
Ella resopla, niega con la cabeza.
—Corramos, que ocupas la intervención de los fantasmas de las navidades con urgencia —se ríe.
Solo la ocupo a ella en realidad.
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