Capítulo 5 -LET IT SNOW!
KETHAN
Estar en una habitación, con una cama matrimonial disponible, muy poco espacio de por medio y ella luciendo tan bien. Parece mi regalo de navidad perfecto, si tan solo no fuera una falsa, mentirosa y traidora, tal vez podría pasármelo bien.
Mira la audacia suya de traerme a todos los lugares que estuvo con él como si simplemente fuera el reemplazo en turno de su prometido. La palabra me escuece la boca con demasiada amargura.
¿Qué sabe él de ella para convertirse en algo tan preciado como su prometido?
Pero como siempre, a Winter le da por regalarse con hombres baratos que no dan más que el mínimo y ella cree que lo son todo.
Winter es feliz con que se le dé una galleta, como si se tratará de un perrito que colecciona basura.
Aún recuerdo perfectamente cuando en la universidad uno de sus preciados novios le regalo la galleta que venía en el paquete gratuito que te dan con el vuelo, ella creyó que se lo había traído desde Alemania y lo atesoro con todo su corazón hasta que le demostré que no era más que un obsequio del avión y eso solo significaba que se había olvidado de ella.
Lloró por horas y termino tirando la galleta por el escusado, desde entonces las galletas de canela le disgustan.
Ella sale de la ducha con el pijama más ridículo que pudo encontrar, pantalones verdes pegados a su cuerpo para después de su rodilla convertirse en rallas rojas y blancas, el mismo material en la playera y un estampado simulando botones de caramelo y un cinturón. Es un duende. Un maldito duende.
La risa se me escapa cuando hace un mohín, pero me arrepiento cuando su aroma a manzana, canela y menta golpean mis sentidos.
—Supongo que vas tarde al trabajo, Santa te va a correr —me burlo porque esa ha sido nuestra relación desde siempre.
Bajo la mirada rebuscando entre mi maleta mi pijama para tomar una merecida ducha. Rebusco de nueva cuenta, una vez más, pero ahora sacando todas las cosas ordenadamente.
—Vaya, que original, Kethan —gruñe y siento como pasa por mi lado yendo al closet que esta al inicio donde decidió desplomar sus cosas.
Cuando dejo lo último de mis prendas sobre la cama es cuando soy consciente de una pequeña hoja de papel. Siento que el corazón se me detiene. La tomo entre mis manos, es la letra de Nolan, un resoplido furioso sale de mi boca.
"Ups, creo que tomé tus sosos pijamas de dos piezas, no los necesitas, ya lo arreglé, me agradeces con muchos chocolates, dinero y un mes viviendo de ti, tal vez más, lo pensaré, suerte".
Arrugo el papel con tanta fuerza que quisiera pulverizarlos.
—¿Pasa algo? —el duende se levanta del caos de su ropa que obstruye la puerta y esa vocecita socarrona me dice que ella también tiene que ver con esto.
Casi volteo robóticamente, siento que las chispas salen de su cuerpo. La veo ahí donde está mordiendo sus labios, aguantando la risa.
Jodido Nolan. Santa le llevará algo más que carbón esta navidad.
—Parece que olvide mi pijama —gruño.
Maldito duende, sonríe, sonríe abiertamente como una niña traviesa que no puede aguantar por contar la broma que ha hecho.
—Qué curioso —se hunde de hombros. Regresa al piso para tomar un paquete embolsado—, traje una extra —sonríe tendiéndola hacia mí.
Solo siento el material de franela, veo los toques rojos y verdes. Suelto el moño rojo que la sostiene para verlo. Este se destiende mostrándome mi peor pesadilla; un mameluco, pero no cualquier mameluco, es un maldito mameluco del grinch vestido de Santa Claus.
—Creo que es de tu talla —sonríe con sus manos detrás de su espalda, balanceándose y es justo ahí que noto que su atuendo tiene cascabeles.
Acerco mi rostro al suyo, examinándola, amenazándola. Deja de balancearse y los cascabelillos dejan el insulso ruido que están haciendo. Abre la boca y su aliento mentolado choca con mi nariz.
Podría besarla.
Ella se muerde el labio inferior y las ganas de tomar el lugar de sus dientes me invaden terriblemente.
—¿Es así como quieres jugar, Winny? —pregunto y me sorprende el rubor que trepa en sus mejillas ante mi voz y la manera en que retrocede—, porque yo no solo te voy a castigar con carbón —veo como sus narices se abren en conjunto con esos ojos inmensos.
Da un paso hacia atrás, carraspea un poco, vuelve a su ropa ignorándome, huyendo de mi como lo ha hecho siempre.
—Voy a comenzar a trabajar en el calendario —murmura rebuscando entre el desastre de su maleta.
WINTER
Nolan me envía un mensaje más pidiéndome una foto de Kethan con el pijama, pero no quiero más problemas, he cruzado ya una línea de la que no estoy segura de que pueda salir entera y me aterra.
Le envío emojis enojados esperando que entienda el asunto en el que me acaba de meter.
Me odio por reaccionar ante él. Odio que tenga este efecto en mí, como si me absorbiera por completo. Estoy segura de que escucho los latidos de mi corazón y de seguro en este momento debe estar riéndose en la ducha.
Tengo que recordarme quien es Kethan, no puedo simplemente dejar que pase una barrera más allá de donde lo recluí.
Tengo que recordar que Kethan tomo mi corazón y lo aplasto. Debo recordarme que es un hombre en el que no se puede confiar y que claro, me odia. Por desgracia es tan atractivo y tan bien parecido además de ser un adulador nato, que sabe obtener lo que quiere.
Lo obtuvo de mí una vez, pero no habrá una segunda.
La puerta del baño se abre, volteo de manera casi inmediata, la risa me gana antes de que siquiera pueda procesar toda la imagen, lo veo vestido de grinch y simplemente. Dios. No puedo explicarlo. Tiene un mohín en la cara y cuando la risa me gana sus ojos fríos se clavan en los míos. Trago saliva, pero no puedo dejar de reír, es involuntario.
Su ceño se frunce casi de inmediato, sus ojos me envían ondas inmediatas. Dejo la computadora en la cama y salto poniéndome en pie cuando lo veo lanzarse a la cama en busca de venganza.
Carajo, carajo, carajo.
Sale de la cama corriendo hasta donde estoy, veo la salida, es mi única opción, corro hacia la puerta en un intento de escapar, está bastante molesto.
A penas doy dos pasos cuando sus manos envuelven mi cintura, me alza como si no pesara nada. Pataleo, es lo único que se me ocurre.
—Kethan, para —pido, suplico.
Pero solo hay un gruñido provenir de su boca que me recorre la espina dorsal. Trago saliva cuando me gira junto a él. Me tira sobre la cama ignorando que mi portátil está ahí.
—Quieres reírte —gruñe abalanzándose sobre mi colocándose a horcajadas sobre mi—, te daré algo de que reírte.
Sus manos corren a mis costillas repartiendo... cosquillas... mi cuerpo entra en crisis, la risa me brota de la boca sin gracia alguna mientras mi cuerpo se contorsiona debajo de él.
—No, Kethan, para —pido, suplico entre risas que no puedo detener.
Escucho su risa y me congelo al escucharla tan melódica cuando me doy cuenta de que mis manos han alcanzado sus costados imitando el movimiento de las suyas en mis costillas, se ríe y creo que soy adicta al ruido, se abalanza sobre mi cuerpo, agachando su espalda para estar sobre mi mientras la risa le sigue ganando.
Río con él y me siento libre, siento su risa en mi mejilla, sus labios tocan mis mejillas mientras su aliento choca con el mío.
Volteo involuntariamente hasta donde está su rostro, nuestros labios se rozan y las risas paran.
Sus ojos me observan, primero a los ojos, luego a los labios y yo hago lo mismo. Nuestras bocas a centímetros exhalan, trago saliva y siento la sequedad de mi garganta. Sus labios bajan más, siento la calidez de los suyos.
Nos vamos a besar. Nos vamos a besar y lo voy a permitir.
Sus labios están más cerca y yo estoy a nada de acortar la distancia cuando los toquidos de la puerta nos regresan a la realidad.
No puedo hacer esto.
Me volteo de inmediato.
—Es la comida —digo con la voz terriblemente afectada—, creí que tendrías hambre.
Me recorro como puedo saliendo de debajo de él.
Escucho como se desploma sobre la cama.
—Está nevando —anuncia y volteo al techo de cristal instintivamente. Esta nevando.
Paso saliva. Y guardo el recuerdo que quiere saltar en mi cabeza, pero no puedo luchar contra lo que ya está ahí. El vivido recuerdo de aquella navidad que pasamos juntos, muerdo dentro de mi mejilla como si con eso fuera más que suficiente para ahogar los recuerdos que no hacen más que recordarme quien es él y quien soy yo.
El embustero y la chica que no es suficiente. Era así como nos llamaban en la universidad, ¿no?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro