Capítulo 34
Varios días después del incidente de la ventana, la ojiverde deambulaba tranquila por los alrededores del viñedo, observando atentamente a todos los trabajadores. La época de vendimia estaba llegando a su fin y tenían que tener todo listo para antes de que llegase el invierno a Napa. El otoño parecía desaparecer y por ello todos los trabajadores estaban aún más apurados que de costumbre.
Mientras continuaba su andar entre las quince hectáreas de la vid, Lauren pensó en los últimos meses desde la muerte de Alejandro. Conocer a las hijas, de quien alguna vez fue la pareja de su madre, fue deslumbrante para la ojiverde, sobre todo por Camila, quien instantáneamente había robado su atención y se había apoderado de sus pensamientos.
La ojiverde pensó en todas las veces que la hizo enfurecer, en la apuesta en la cual tuvieron que intercambiar de labores, en el cirujano mordido por uno de sus caballos, en el pequeño ojimarrón y por su puesto, en la cita que había tenido con la castaña y en las dos veces en que ambas habían hecho el amor.
Todos los acontecimientos que pasaron desde que conoció a Camila revolotearon al instante por su mente y se detuvieron en aquella madrugada donde tuvo que saltar desde la ventana de la habitación de la morena. Sus rodillas habían quedado raspadas después de haber caído al suelo con tal brutalidad, pero al final caminó a su casa con una sonrisa en el rosto. Misma sonrisa que no se le había quitado para nada desde ese día.
Por su puesto, las cosas con la castaña en el transcurso de los días no fueron como había planeado, ya que la ojimarrón se volvió tan escurridiza que para Lauren era muy difícil encontrarla. De un día para otro Camila había decidido que sería buena idea comenzar a involucrarse de lleno en todas las tareas del viñedo y había comenzado a recibir algunas clases en línea sobre enología, así que mientras no estaba desaparecida por algún lado de las cientos de hectáreas de Pinot Gheeshlod, estaba deambulando por todo el lugar a lado de Sampietro, Allyson y Dinah, quienes se estaban encargando de instruirla.
La ojiverde no podía evitar sentirse celosa y algo triste por no ser parte de quienes instruyeran a la morena sobre el viñedo, así que no dudo ni un segundo en acorralarla un día cuando la castaña estaba a punto de comenzar sus clases en línea. Sin embargo, en lugar de aclarar las cosas y hacerle saber como se sentía al respecto, el lado carnal y pasional de la ojiverde se apoderó de ella y comenzó a besarla demostrándole así a Camila lo mucho que la necesitaba. Está de más decir cómo y en dónde terminaron ambas.
Una sonrisa apareció en el rostro de Lauren al recordar las veces que le había hecho el amor aquel día en las caballerizas, y esa sonrisa creció aún más al saber que desde aquel día la morena también se escabullía de sus deberes para encontrarse con ella en algún lugar apartado del viñedo y comenzar una muy pasional sesión de besos.
- ¡Hey, Jauregui! - la voz de Dinah llegó a sus oídos sacándola de sus pensamientos
La joven rubia se acercó hasta ella un poco agitada. Correr a 28° y sin sombrero podía llegar a ser fatal para cualquier ser humano. Napa era muy caluroso a pesar de estar en Otoño.
- ¿Qué sucede?
- Tu mujer te está buscando. - el corazón de la ojiverde comenzó a latir
- Dinah, te he dicho cientos de veces que no la llames "mi mujer". - hizo comillas con los dedos mientras veía como la rubia rodaba los ojos
- Yo sólo digo la verdad. - colocó una mano en su pecho - Te apuesto a que más de media mitad de los trabajadores saben que te estás acostando con la jefa. - sonrió
- ¡Dinah! - la golpeó
- Está bien, está bien. - alzó sus manos en rendición - Pero sabes que es verdad. - murmuró sin que la ojiverde pudiese oírla - Como sea. Camila te está buscando, parece desesperada por encontrarte.
Su corazón dió un vuelco.
- ¿Ella está bien? - preguntó preocupada, necesitaba asegurarse de que su morena estuviera sana y salva - ¿Pasó algo malo?
- No. - respondió rápido la rubia restándole importancia - Ella está con Nick en la alberca. En realidad ambos te están buscando.
- Vale. - sonrió inconscientemente haciendo que la más alta sonriera con malicia al verla no ser disimulada de sus sentimientos - ¿Te podrías quedar vigilando que todo ande bien por acá? Necesito hacer un reporte y dárselo a Allyson. - le entregó la tabla que tenía en sus manos - Tienen que terminar a las cinco. Si no terminan a esa hora de todas formas mándalos a sus casas.
- ¿Terminarían mañana?
- Sí. - asintió - Ya verifique a todos los del lado izquierdo, ve con el lado derecho y listo.
- Sí, sí. - hizo un ademán de desinterés fingido con la mano - Ya lárgate que desde aquí se ve lo mucho que quieres salir corriendo a los brazos de tu mujer de ojos de pistola.
El término ojos de pistola se había hecho muy popular entre los trabajadores del viñedo para referirse a la forma tan peculiar que tenía la mirada asesina de la morena.
Camila aún no lograba al 100% llevarse bien con los trabajadores del viñedo. Por su puesto, era una historia diferente con las y los trabajadores de la hacienda, quienes estaban en contra de todos los comentarios que hacían sobre la castaña y su humor.
A toda velocidad, y agradeciendo a la vida por tener condición física muy buena, la ojiverde corrió una muy larga distancia hasta llegar a la hacienda, donde detuvo un poco el paso y comenzó a trotar hasta llegar a la parte de atrás donde estaba la alberca.
- Mamá. - escuchó la voz de Nick llamando a la morena - ¿Te gusta Lauren?
La ojiverde se detuvo en seco al oír la pregunta del hijo de la morena. Ambas habían estado escabulliendose por ahí para así evitar que Nick se diese cuenta de su aún no nombrada relación sentimental, así que a Lauren le tomó por sorpresa aquello que el pequeño ojimarrón estaba preguntando, por lo que retrocedió unos pasos y se escondió detrás de un árbol para poder oír.
- ¿P-por qué preguntas eso, Nicholas? - cuestionó un poco nerviosa la morena, quien estaba recostada en una de las sillas de playa que había cerca
- El otro día, cuando fui a visitar a papá a Brooklyn, me dijo que a ti te gustaba Lauren. - la ojiverde rodó los ojos, odiaba muchísimo a aquel cirujano de pacotilla - ¿Es cierto, mamá? ¿Te gusta?
Removiéndose incómoda en la silla de playa, la ojimarrón se levantó para quedar enfrente de su hijo y mirarlo a los ojos. Levantó una de sus manos y comenzó a acariciar sus mejillas para después intentar sonreírle.
- ¿Te preocupa eso?
- No lo sé. - agachó la mirada - Papá dijo algunas cosas más...
- ¿Qué te dijo?
- Él dice que si Lauren se vuelve tu novia tú vas a olvidarte de mí, así que me mandarás a Brooklyn.
Desde la distancia, la pelinegra pudo observar como los ojos de Camila se encendían en llamas. Un mar de enojo y malhumor se acercaban.
- Jamás, nunca, ni siquiera por un segundo vuelvas a dejar que tu padre te convenza de que yo haría algo tan absurdo, banal e inhumano como eso. - gruñó - Eres mi vida entera, Nicholas. No podría imaginar mi vida sin ti a mi lado. Eres mi todo. - lo cogió de las mejillas para que la mirara - No te cambiaría por nadie en el mundo. Ni siquiera por alguien que me gustase. Tú eres mi prioridad.
- ¿Entonces... si te gusta? - preguntó tímidamente el castaño
- Nich... - antes de continuar hablando la ojiverde hizo acto de presencia para ayudar un poco a la castaña en no tener que explicarle nada a su hijo - Jauregui, hey. - saludo
El cuello de Nicholas giró tan rápido que se logró escuchar un casi inadvertido crujido.
- Hola, me ha dicho Dinah que ambos me estaban buscando. - sonrió quitándose el sombrero - Hey, campeón. Cuidado con ese cuello, lo necesitas para vivir. - se acercó hasta el castaño y lo despeinó
- Nicholas quería saber si querías acompañarnos al rato en la noche al río. - se mordió ligeramente el labio inferior esperando que la respuesta fuese positiva, Camila deseaba con todas sus fuerzas poder pasar un rato con Lauren fuera de las caballerizas o de la propiedad de los Issartel
- Por su puesto. ¿Eso quieres, enano? - le preguntó mientras ponía sus manos en sus hombros
- Estaría bien. - murmuró él
- ¡Entonces, iremos al río! - gritó con felicidad - ¿A qué iremos al río? - preguntó segundos después - ¿No creen que el agua estará un poco fría en la noche? Quizá...
- No iremos a nadar. - respondió la castaña rodando los ojos - Vamos a estrenar el nuevo telescopio que le regaló su abuelo a Nicholas.
- En ese caso... - dejó las palabras al aire sonriendo - Hey, campeón, ¿pasa algo malo? - le preguntó la ojiverde al hijo de la castaña al verlo sin siquiera una pizca de emoción
Nicholas la miró con atención unos segundos y después negó. Su mamá le había asegurado que jamás lo dejaría. Qué era su prioridad. Pero algo en las maliciosas palabras de su padre le hizo dudar un poco sobre la fidelidad de Camila hacia él. No quería perder a su madre, la amaba. Así que tendría que poner las cartas sobre la mesa con aquella ojiverde.
- Nada. - mintió - Iré a mi habitación. Hace mucho sol y me arde la piel, ¿puedo retirarme, mamá?
- Claro que sí, cariño. - acarició una de sus mejillas sintiendo al instante su piel caliente - ¿No quieres que te acompañe? Debo ponerte la crema para después del sol y...
- Puedo hacerlo yo. - se encogió de hombros - No te preocupes, mamá. Diviértete un rato más.
- Con cuidado.
- Sip. Adiós. - se acercó a ella y le dejó un beso en la mejilla para después salir corriendo sin siquiera despedirse de la ojiverde
Ambas mujeres lo vieron desaparecer entre los árboles por el camino de cemento que daba hacia las escaleras que conectaban a la hacienda.
Por unos segundos ambas se quedaron en absoluto silencio hasta que la castaña suspiró y se levantó de donde estaba.
- ¿Todo bien? - se atrevió a preguntar la ojiverde a pesar de saber perfectamente que era lo que la había hecho suspirar de esa forma
Con cautela se acercó a la morena y la tomó de la cintura para pegarla a su cuerpo. Su piel se sentía algo fría, lo que le daba a entender a Lauren que no tenía mucho de haber salido de la alberca, ya que también tenía una que otra gota escurriendo por su cuerpo.
- Ryan es un imbécil. - se quejó dejando caer su rostro en el pecho de la pelinegra - Le ha dicho a Nicholas que voy a olvidarme de él y mandarlo a Brooklyn lejos de mí.
- ¿Puedo por favor hacer un viaje exprés y golpearlo? Me debe una ese maldito bastardo. - gruñó
- No, no irás a ningún lado. - se separó un poco - Mantente alejada de él, Lauren. Ryan solo significa problemas.
- Problemas son los que va a tener si sigue metiéndose con mi novia y Nick. - después de decir aquello sus ojos se abrieron con sorpresa, había hablado de más y probablemente la morena la estrangularía o algo así
- ¿Tú novia? - cuestionó levantando una ceja sin dejar de mirarla
- Y-yo... - desvió la mirada de la morena y comenzó a hacerse la desentendida - ¿Novia? ¿Qué novia? Yo nunca dije novia. ¿Acaso oíste novia? Quise decir...
- Dijiste novia. - interrumpió
Bien, no había escapatoria. Muy a su pesar Lauren sabía que tenía que admitir lo que había dicho y prepararse para las consecuencias. Aún era muy joven para morir, pero quizá podría lidiar con eso.
- Sí dije novia. - admitió sonrojándose haciendo que la morena sonriera con ternura a su reacción - P-perdóname si lo dije, quizá fue solo el calor del momento. Estoy demasiado enojada por lo que le dijo el estúpido del cirujano ese a Nick y estoy diciendo incoherencias. - habló rápidamente - Sé que no somos novias ni nada, digo, ya sabes... - la ojimarrón rió al verla tan nerviosa - Ugh.
- Mírate, hasta te ves linda haciendo el tonto. - se burló - Quizá deberías estar nerviosa más seguido, así estás más mona que cuando tratas de seducirme a cada segundo. - colocó sus manos alrededor del cuello de la ojiverde
- No te acostumbres. - se quejó mientras apretaba su agarre en la cintura de la castaña - Suelo decir estupideces, lo sabes. Y yo sé muy bien que te encanta cuando te digo barbaridades y trató de seducirte. - le guiñó un ojo volviendo casi al instante a ser la ojiverde segura de sí misma que siempre era
- Sabes... necesito hablar con Nicholas. - suspiró dando por zanjado el tema anterior - Y quizá tu y yo tengamos que dejar de vernos...
- ¿Qué? - frunció el ceño - ¿Estás demente? ¡No!
- Lauren...
- Espera, no. Cállate y escúchame. - puso un dedo en los labios de Camila - Me gustas. Hemos estado robándonos momentos aquí y allá durante varios días y no podría volver al tiempo en el que simplemente te comportabas como Hitler y me gruñias por todo.
- ¡No me digas Hitler!
- Entonces no digas tonterías, Camila. - se agachó un poco y dejó un beso en sus labios - No vas a deshacerte de mi tan fácilmente y lo sabes. Ahora, saca esa idea tonta de dejar de vernos porque no será así.
- Pero...
- Sin peros. - gruñó - Encontrarás un solución. Es más, yo te ayudaré. Puedo hablar con Nick, sólo no digas que necesitamos dejar de vernos, ¿ok?
- Está bien.
- Excelente. - la abrazó escondiendo su rostro en el cuello de la morena - Hueles tan malditamente bien.
- Huelo a cloro.
- Me encantas. - dejó un beso en su cuello y después se separó para verla a los ojos - Estás preciosa con ese bikini, por cierto. - sonrió de lado
- Trata de controlar lo que tienes dentro de tus pantalones. - respondió con sus mejillas sonrojadas tras haber sentido como la parte más íntima de la ojiverde se endurecía
- Lo veo difícil. - le guiñó un ojo - Pero lo haré. Tengo que volver al trabajo.
- Adiós. - se deshizo del agarre de la ojiverde y se alejó de ella
- Nos vemos en la noche. - sin dejarla reaccionar, se acercó rápidamente y dejó un beso en los labios de la morena para después colocarse el sombrero e irse de ahí
Mientras Camila se dejaba caer nuevamente en la silla de playa luego de que la pelinegra se fuera, un par de ojitos color marrón observaron desde lejos. Definitivamente alguien tendría una charla esta noche.
Y no sería con las estrellas.
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