Capítulo Único
La música se perdía en el viento, incluso las voces de sus amigos se hacían mudas por la distancia, si les pidieran bajar seguramente los ignorarian por completo, el corazón latiendo era más importante y la calidez entre sí era irreemplazable.
Las cuerdas de aquella guitarra extranjera hizo que Marinette recordara el primer baile con el chico que la traía vuelta de cabeza, ese chico dulce y encantador que ahora volvía acogerla entre sus brazos, pero... ¿Por qué no lograba aceptar que sólo era como amigos?
Los amigos no bailan como lo hacen ellos en ese momento, y Adrien lo estaba descubriendo, sencillamente, por como se sentía la escencia a galletas de esa chica en sus pulmones, por como el calor de su cuerpo lo hacía sentir seguro, casi podía compararlo a la paz que su madre le regalaba en cada abrazo, Marinette era distinta... Marinette era especial.
La lucha interna de ambos era una bomba con contador límite, en cualquier momento estallaría y no habría forma de escapar, incluso arrastrarian consigo a personas que creían amar.
La luna hizo su magia, las estrellas siguieron el juego con diversión al ser espectadores de un amor escondido, un amor negado y arriesgado. Era imposible no detenerse a mirarlos y saber que había algo más entre los dos.
No miras a una amiga con ese brillo, no evitas hablar con un amigo por tus nervios, no abrazas a una amiga con tanto afecto, no huyes de la cercanía de un amigo sin motivo.
No eran sólo amigos.
—Gracias... Por lo que hiciste.
Se mentía a sí mismo, él no quería decir eso en realidad, ya lo había hecho en el avión cuando, falsamente, quitó aquel papel de su cabello como una excusa para acariciarla. Ver sus mejillas rosadas fue una obra de arte, nada se le podía comparar, sus azules con el reflejo del sol fueron la suficiente tentación para querer tocar sus labios, pero lo evitó con un abrazo. Se felicitó a sí mismo por tener autocontrol, aunque, ya a estas alturas no estaba seguro de poder continuar igual.
—No es necesario que me agradezcas otra vez.
Marinette susurró sobre hombro, no quería oír eso nuevamente, no quería sentir ese baile como un cruel golpe de realidad en donde la única razón por la cual estaban juntos era por su amistad. Debía haber algo más, su agarre se volvía más cercano, más cálido, más inusual.
—Es lo que los amigos hacen.
Ella lanzó el contraataque, estaba cansada de ser la única a quien le dolieran esas palabras, a pesar de que quizás él no las sintiera como un puñal, le servía de desahogo por todas esas noches en vela pensándolo y escribiendo en su diario sus locas fantasías sobre un futuro juntos.
—Marinette.
Sus ojos se encontraron, se perseguían con el aire contenido, sin osar marcar distancia.
—¿Ocurre algo?
Sus mejillas tomaron un ligero color rojo por la forma inusual que Adrien la estaba mirando.
—Y-yo... Sólo... —se acercó lo suficiente como para compartir el aire, con miedo fue extinguiendo la distancia, inseguro de meter la pata y perder a la mejor amiga que pudo pedir en su soledad. —no lo sé.
—¿No lo sabes? —sonó más a pregunta que afirmación, pero el raciocinio duró un parpadeo.
Sus manos se aferraron con fuerza cuando el toque de sus labios se completó, sus ojos cedieron con tristeza... El momento no sería eterno, era un sueño demasiado irreal de alcanzar.
La magia de los hot dogs que comieron dejó de surtir efecto y lentamente los hizo tocar tierra. Todos alrededor quedaron mudos por la escena que compartía ese par, incluso Alya y Nino, quienes desde que llegaron a New York habían intentando juntarlos, no podían creerlo.
Cuando se separaron, compartieron miradas un minuto antes de percatarse que todos sus amigos y compañeros habían presenciado su beso, tomaron distancia con vergüenza.
Adrien puso una mano en su nuca tratando de ocultar un poco su rostro de todos, mientras que Marinette contenía el aire de manera sobrehumana.
—¡Ya era hora! —rompió el silencio un extraño y comenzó a aplaudir. Con rapidez todos hicieron lo mismo, felices por los dos jóvenes.
—Hey, chica. Creo que no necesitabas tanta ayuda. —Alya se acercó a su amiga con un claro gesto de satisfacción en su rostro, pero Marinette bajó la cabeza sintiendo una culpa abrumadora estrujar su pecho. —¿Mari?
—Y-yo... Creo que debería ir a dormir, estoy algo cansada. —sonrió forzada y se despidió en general de todos, yéndose casi corriendo hacia su habitación.
—Hey, viejo. ¿No irás tras ella? —Nino medio abrazó al rubio con camadería. —¿qué pasa?
—No lo sé... No sé porqué lo hice. —murmuró perdido en sus pensamientos. —Marinette y yo...
—¿Qué no lo sabes? —alzó una ceja incrédulo y Alya también se acercó a ambos.
—Adrien, ¿qué estás esperando? —cuestionó exasperada. —acabas de besar a Marinette y ahora dejas que se vaya de ese modo. ¿Realmente crees que sólo son amigos?
—Esto no debió pasar. —la pareja quedó frente a Adrien con el ceño fruncido. —y-yo estoy con Kagami. —les devolvió la mirada con miedo.
—¿Qué?, ¿cómo es eso de que estás con Kagami? —parecía que en cualquier momento Nino explotaría por la revelación de su mejor amigo. —pero si acabas de... ¿Por qué no nos dijiste?
—Oh no... —la morena dio un paso hacia atrás viendo por dónde se había ido Marinette minutos antes. —¡Adrien Agreste!, ¡¿qué demonios hiciste?! —le gritó completamente molesta. —Si estás con Kagami, ¿por qué besaste a mi mejor amiga?
—Alya...
—Sueltame, Nino. —se alejó de su novio y se concentró en el de ojos verdes. —¿Sabes que Marinette tiene sentimientos por ti?
—¿Qué?, eso es imposible... Nosotros sólo...
—Dilo una vez más y juro que te rompo los dientes. —le enseñó su puño y Nino tomó su hombro para intentar clamarla. —Bien, me calmo. —tomó aire repetidas veces.
—Viejo, esto está mal... Deberías pensar en lo que realmente sientes. ¿Quieres estar con Kagami o quieres estar con Marinette?
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Todo había resultado bien para la clase de Francia, hicieron nuevos amigos y compartieron nuevas experiencias. Lo único que tenía a todos de mal humor, era que la maestra les pediría un ensayo sobre el viaje, pero fuera de eso no tenían nada para quejarse.
El autobús estaba llevando a cada alumno a su respectivo hogar, los últimos fueron Adrien y Marinette, ya que uno vivía al lado del instituto y al otro lo pasarían a buscar en auto para ir a un evento de Gabriel's
Los dos estaban sentados en lados opuestos del autobús, se miraban de reojo, pero no eran capaces de encontrarse infraganti en la acción.
—Vine... Porque creo que debemos hablar.
—Marinette, lo que pasó arriba...
—Adrien, me gustas. Desde hace mucho que me gustas... Yo te amo.
Marinette cerró sus ojos con fuerza y apoyando su frente en la ventana frente a ella suspiró con cansancio, tan sólo recordarlo la llenaba de vergüenza y nervios. Quería vomitar, no debió comer aquel hot dog de dudosa procedencia en el aeropuerto.
—¿Yo te gusto?, ¿lo dices de verdad?
—Puedes olvidarlo, puedes hacer como si nada pasó. No es necesario que me des una respuesta, pero ya no podía seguir callando.
—Marinette, yo...
Los recuerdos atacaron su cabeza una y otra vez, era una tortura interminable a su corazón. ¿Cómo debía afrontarla ahora?, ¿todo seguiría como siempre?, ¿podría olvidar realmente aquel sentimiento tan sofocante que ella le hizo experimentar?
—Ya llegamos, Marinette. —la llamó con suavidad, tentado a tocar su mejilla para despertarla si es que estaba dormida, pero no fue así, la azabache abrió los ojos y de un salto de puso de pie.
—B-bien, si... —hizo un gesto gracioso y ambos se sonrieron como siempre.
Adrien tomó las maletas de ambos y las bajó del autobús despidiéndose cordialmente del director Damocles y la maestra Mendeleiev.
El rostro de Kagami los esperaba pacíficamente en las escaleras del instituto, con rapidez se puso de pie a su encuentro y no tardó en abrazar al rubio, dejando un beso suave en sus labios.
Marinette observó dolorosamente la escena, algo en su pecho provocó que sus ojos se cristalizaran, pero no lloraría ahí frente a ellos. Se tragó sus emociones lo más que pudo y sonrió cuando la japonesa la miró con alegría.
—Hola, Marinette. —saludó abrazando el brazo de su novio.
—Hola, Kagami. —respondió quitándole la maleta a su amigo con algo de brusquedad, no pudo evitarlo. —bueno, yo tengo que irme... Mis padres me esperan. —hizo un leve asentimiento con la cabeza, pero en ese momento el timbre de una bicicleta llegó a sus oídos.
—Creo que vienen por ti. —agregó la de ojos almendra. Adrien volteó a ver a Luka justo cuando bajaba de su vehículo, sereno y sin prisa.
—Creo que llegué justo a tiempo. —comentó mientras colgaba su casco en el manubrio de la bici. —¿cómo fue todo? —sonrió a los tres.
Marinette sin pensarlo dos veces corrió hacia él abrazándolo con fuerza, casi se caen por el impacto, pero eso no le importó mucho al guitarrista, quien le devolvió gustoso el gesto. Aunque lejos de poder disfrutar el contacto, se preocupó en extremo al sentir su camiseta humedecerse.
—Luka, por favor sácame de aquí. —murmuró oculta en su pecho.
—¿Pudiste encontrar claridad en tu viaje? —preguntó con tristeza, aunque ya sabía la respuesta.
Adrien vio la escena con extrañeza, celoso, con pena e impotencia. ¿Si era cierto que al final a Marinette le gustaba Luka?
—Nos vemos en otra ocasión. —se despidió aún con la ojiazul en sus brazos, sólo Kagami respondió con un "claro, nos vemos"
Las miradas entre los dos chicos fueron suaves en un principio, pero con el pasar de los segundos se convirtieron en puro veneno a pesar de que fuesen amigos.
—Algunos fueron con claridad y volvieron confundidos.
Adrien cerró sus puños con fuerza. Esas palabras golpearon directo a su lucha interna y no le agradaba no tener control de lo que sentía.
—Yo... Creo que también lo hago.
—¿Lo haces?, ¿en serio?
—Siendo sincero, no estoy muy seguro, pero esta noche podemos fingir que no le tememos a lo que vendrá.
—Sólo esta noche te pido que me abraces como si fuera más que una amiga, Adrien. ¿Crees que sea posible?
—¿Puede ser más que un abrazo?
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—Marinette, yo lo entiendo. No tienes que darme explicaciones.
—Ya no digas eso, Luka. —cubrió sus ojos para evitar que viera sus lágrimas. —nosotros... Decidimos darnos una oportunidad y yo fallé en eso.
—Oye... —él murmuró con un tono suave y aterciopelado. Se acercó lo suficiente para tomar una de sus manos y acariciarla. —de verdad que lo entiendo. Tú melodía no está sincronizada conmigo por completo.
—Nos besamos... En realidad fue él quien dio el primer paso. —confesó con la voz cortada. —y no fue sólo una vez, p-pero... Él está con Kagami. No lo entiendo, no puedo entenderlo.
—Tiempo... Espera a que todo se ordene en su cabeza y su corazón.
—Luka, perdóname.
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Kagami veía sosprendida a Adrien, casi en shock y es que no podía creer lo que le había dicho hace unos minutos.
—No pudiste haberla besado, nosotros... Estamos juntos. —habló con seriedad y el rubio suspiró pesadamente. —Adrien, tu y yo somos novios.
—Por el mismo motivo te lo digo... Yo besé a Marinette. No puedo ocultarte esto, Kagami. —la miró a los ojos. —no sé qué sucede conmigo, pero yo creo que siento algo más por ella.
—Dijiste que habías desistido de ese amor. —murmuró dejando una lagrima silenciosa caer por su mejilla. —¿por qué?
—Kagami, lo siento... De verdad estoy muy apenado con esto y me siento culpable. —ella limpió su mejilla rápidamente y respiró dos veces antes de hablar otra vez.
—¿Qué quieres realmente, Adrien?
—Quiero... Quiero que lo nuestro funcione, quiero que todo esté bien entre los dos.
—Pero estás dudando y tu indecisión me lastima. ¿Estás seguro de lo que dices? —Adrien bajó su cabeza y se perdió en sus pensamientos, Kagami alzó la misma con su mano y lo miró fijamente. —Marinette no sabía lo nuestro, ¿cierto?
—Nadie lo sabía... En eso quedamos.
—Entonces te preguntaré por última vez. ¿Qué es lo que quieres?
—¿Podrías abrazarme? —pidió por impulso y antes de que ella pudiese responder ya la tenía entre sus brazos. La respuesta a su interrogante llegó por si sola y Kagami fue consciente de ella cuando lo vio salir corriendo por la puerta.
Con el corazón metafóricamente en sus manos, se permitió sollozar en silencio.
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—Gracias por acompañarme a mi casa, te debo esta y muchas más. Algún día me cobrarás y no sabré como pagártelo.
—Siempre podrás contar conmigo, lo sabes. —besó su frente con ternura y le sonrió al separarse. —visita más a menudo mi casa, una dote de inspiración no me viene nada mal de vez en cuando. —Marinette rio por su comentario.
—¿Seguiremos con mis clases de guitarra?
—Claro que si. —sus azules chocaron y como si fuera agua, Luka fluyó hacia su bicicleta. —nos vemos, mi melodia.
—Nos vemos.
Cuando el guitarrista iba a cruzar la esquina, oyó a lo lejos un grito aproximarse desesperante. No pudo evitar sonreír, por fin su amigo encontraba la sincronía perfecta en su corazón.
—¡Marinette!, ¡Marinette espera!, ¡Puedo explicártelo!
—¡No hay nada que explicar! —no alcanzó a cerrar la puerta por completo, Adrien puso su pie para evitarlo.
—Escúchame, Kagami y yo...
—Me quedó bastante claro, no es necesario que me lo repitas. Lo que pasó en New York se queda en New York. —Él no aflojó su empuje contra la puerta.
—¿Y si no quiero que se quede allá? —Marinette perdió su fuerza un segundo y eso bastó para que el de ojos verdes abriera la puerta por completo. —Marinette, te quiero y siempre sentí que eras más que una amiga para mi.
—¡La besaste!, ¡después de lo que pasó entre nosotros la besaste!
—No sabía que ella vendría a buscarme y no sabía que...
—Son novios y y-yo... Yo hice mal tercio, además de que me había dado una oportunidad con Luka.
—¿Qué?, Marinette, —tomó sus brazos sin pensarlo dos veces. —esa noche... lo que dije era verdad. Todo lo que pasó fue real y especial.
—Al otro día me ignoraste y no supe que hacer.
—Porque no quería perderte... Porque no sabía cómo decirte lo de Kagami y porque no tenía nada claro. Ahora si, ahora puedo decirte que si sé lo que quiero.
—No...
—No me des una respuesta ahora, pero yo quiero con todo mi corazón intentar ser la persona indicada para ti. Mírame a los ojos, tu me conoces mejor que nadie... No te estoy mintiendo.
—Tiempo, todo lo que pido es tiempo para poder pensar.
—Lo haré, todo el que necesites.
Se rompieron cuatro corazones, dos debían sanar aún, uno seguiría la calma acostumbrada y el último se encontraría a sí mismo en un nuevo comienzo.
La honestidad puede ser dura, pero necesaria, más si se trata de hablarnos a nosotros mismos con sinceridad.
Pide perdón cuando hieras a alguien, acepta el amor que nace del corazón, no busques pretextos absurdos para dejar de hacer lo que tienes que hacer y se feliz con lo que tienes.
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