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Capítulo 25

Nochu se colocó delante de su novio. No apartaba su mirada de Woo. Sus experiencias le habían enseñado cómo identificar la sed de sangre, tarea más sencilla si se trataba de un novato como el ebrio frente a él, a quien sus facciones delataban y había visto apretar su agarre sobre el cuello de la botella en sus manos, amenazadoramente. Sin embargo, alguien inexperto solo exteriorizaba su impotencia usando el lenguaje extra verbal, no era capaz de llegar a la acción. Simplemente debía bloquear las intenciones asesinas sin fundamento de un amateur con una verdadera; una que le demostrara donde estaba el verdadero infierno, algo que para un asesino de su calibre, era pan comido. Bastaron unos instantes para que la expresión profundamente sombría de Jungkook hiciera que los humos de Eunju se extinguieran y tragara en seco, al sentir cual si la muerte estrangulara su espina dorsal.

«No voy a perder». Esa era la idea que había monopolizado la conciencia de Eunju, cual si tratara de auto engañarse. Era una realidad irrefutable que no era capaz de derrotar al hombre frente a él. Quizá fue su espíritu de mal perdedor, tal vez el exceso de alcohol en su sistema; no conocía el motivo, pero la claridad de sus pensamientos era ahora inexistente. La única acción que pudo llevar a cabo fue, justamente, la que era totalmente contraproducente.

—Si no puedes amarme a mí, no permitiré que te entregues a nadie, mucho menos a este imbécil —susurró entre dientes con tono frustrado.

El ángulo de su mano demostraba sus claras intenciones de lanzar la botella que sostenía y estamparla con rabia contra Jimin. Sin embargo, sin saber cómo pasó, se encontraba en el suelo, con sus ojos enfocando el techo, el aire escapando de sus pulmones por el golpe de su espalda en el piso y sintiendo la muñeca izquierda a punto de romperse por la presión ejercida sobre esta por la mano y el peso del cuerpo de Jeon.

—¡Jungkook! ¡Detente, ¿qué pretendes hacer?!

—Encargarme de que no se interponga, nunca más.

Nochu no pensaba con ecuanimidad. Jimin estaba en peligro, esa sensación fue suficiente para que sus sentidos se activaran más y no se contuviera al momento de contraatacar. Cuando sintió la vulnerabilidad del rival, totalmente prisionero de su agarre e inmovilizado por su peso, no pudo luchar más contra sus instintos, que le gritaban proteger a su novio. Sacó el cuchillo que siempre guardaba en el lateral de su pierna y lo clavó con brusquedad a pocos milímetros de la sien de su contrario, viéndolo tragar en seco con expresión aterrada.

—¡Jungkook! —Volvió a gritar Jimin, asustado, sin haber discernido donde se había clavado el cuchillo. Su cuerpo temblaba de pensar lo que podía haber sucedido frente a sus ojos y en su propia casa.

—No te interpongas, Jimin. Alguien tiene que poner a este imbécil en su lugar —dijo, observando a su pareja con el rabillo del ojo. Enfocó luego su total atención en el Woo, esta vez con una expresión sombría—. ¡Largo de aquí! —ordenó amenazante. Se acercó a su rostro, para que el castaño no pudiese escuchar—. Ten en cuenta que si te dejo ir con vida, es porque no planeo causarle problemas a Jimin. Si vuelvo a verte por aquí, tal vez no tengas tanta suerte como hoy.

Se incorporó. Sacó el arma blanca del corte, algo profundo, dejado en el piso de madera, y se colocó delante de su pareja una vez más.

El terror se apoderó de las expresiones de Eunju. La frase "vi mi vida pasar por delante de mis ojos" era más que adecuada para reflejar lo que había experimentado en esos breves instantes.

Observaron juntos a Woo retirarse con gran velocidad, totalmente resignado y derrotado, tras decir, mirando a Jimin, un ahogado: "te arrepentirás de esto", mostrando que se había percatado de la naturaleza oscura oculta bajo la fachada de Jungkook; pero, al mismo tiempo, dejaba ver que se había rendido, no le quedaba otro remedio ante tal oscuridad y habilidad en su rival.

—Lo lamento, Jungkook. Pensé que podría aclararlo todo con él antes de que te percataras de su presencia aquí —se disculpó, un poco atónito por lo sucedido.

—No. Yo soy quien lo siente, te he mostrado una parte de mí que hubiese querido ocultar.

Jimin se disponía a reconfortarlo y decirle que no se preocupara por ello; pero observó la amplia y maliciosa sonrisa en el rostro de su novio.

—¿De qué te ríes? —cuestionó consternado.

—No es nada. —Se dispuso a evadir el asunto, no solía mostrar su oscuridad a alguien que no pertenecía al bajo mundo y tampoco deseaba continuar con ese tema—. Simplemente, me sorprendió que te disculparas. ¿Cómo podría enojarme porque mi novio vocifere a los cuatro vientos que está enamorado de mí y su corazón me pertenece?

—¡¿Quién está vociferando?! —exclamó sonrojado—. ¿Cómo puedes ser tan malicioso? Has arruinado el momento. En el fondo, eres incluso peor que Eunju.

—Mmmmm... Dices que soy peor, pero... hay una gran diferencia entre él y yo —dijo con tono triunfal. Lo tomó de la barbilla y acercó sus rostros—: que estás loco por mí —concluyó y lo beso apasionadamente.

Jimin quiso refutar, pero cada una de sus palabras era robada por el irresistible sabor de aquellos labios. Se tragó su orgullo, disfrutó del contacto por un rato más y se dejó llevar por el placer que le provocaba el erótico juego entre sus lenguas en el interior de su boca. Si no podían tener sexo, o siquiera tocarse un poco, al menos quería rozar el cielo por unos segundos con ese beso.


Tres días habían pasado desde lo ocurrido con Woo. Jungkook estaba sentado a la mesa del comedor, con sus manos entrelazadas frente a su barbilla, pensando por qué ese beso tan delicioso no se había convertido en algo más; por qué Jimin no había dejado que sucediera. Aparentemente, el castaño había olvidado cuantificar el paso del tiempo. Alguien debía recordárselo.

La mañana aún era joven, el medico había salido a trabajar como siempre. No tenía guardia, Jeon lo sabía a la perfección. Su mente comenzó a dar vueltas por numerosas hipótesis hasta que llegó a una idea que le satisfizo. Sin embargo, cuando se disponía a pensar como pasar una dulce noche, recibió una llamada telefónica de su mejor amigo.

—¿Qué quieres? —expresó enojado.

Oye, calma. ¿Qué bicho te picó? —preguntó Taehyung al escuchar el tono malhumorado.

Solo un insecto especializado en interrumpir momentos importantes llamado Tae, nada grave —contestó con sarcasmo.

No estoy para seguirte la corriente, así que mejor no me pongo a tu nivel. Estoy llamando por trabajo.

—¿Qué pasó? —Estaba algo preocupado. Si lo necesitaban a pesar de haberle dicho que estaba suspendido, debía ser grave.

Necesito pasar a dejarte unos papeles relacionados con Jiyeon para que nos apoyes con su rastreo... Por más que me duela admitirlo, no hemos logrado deducir su paradero —dijo con pesar, enfurecido por su impotencia y por tener que depender de su líder, aun cuando se suponía que estaba en reposo.

Mmmm, ya veo... —se vanaglorió con superioridad—. Así que todo se reduce a que como sabías que estoy de vacaciones, no querías que me relajara... Eres malo, Taetae —agregó burlón, haciendo que un par de venas se saltaran en la frente del hacker—. De todos modos, me estaba aburriendo sin hacer nada. Deja de preocuparte por ridiculeces y trae eso hacia aquí.

—¿Cómo puedes pensar que todo lo que se mueve en el mundo gira alrededor tuyo? —Suspiró con pesadez, pero algo aliviado de que su compañero se lo tomara bien—. Te los llevaré mañana, todavía tengo que ultimar algunos detalles más.

Por mí, perfecto. Hablamos mañana entonces, ahora estoy algo ocupado.

Después de colgarle el teléfono a V, se recostó en el espaldar de la silla. Taehyung era como su hermano, habían crecido juntos. Lo conocía a la perfección, sabía de su gran sentido del deber y la responsabilidad; ese detalle lo había llevado a la conclusión de que su amigo se martirizaría por no haber sido lo suficientemente competente como para hacer su trabajo como líder sustituto. Además, sabía que también se culpaba por no haber evitado que lo encontraran sus perseguidores antes de trasladarse a la casa de Jimin. El despertar de ese sentimiento en su compañero fue lo que Nochu se propuso evitar desviando el punto de la conversación y, aparentemente, lo había conseguido. Una sonrisa sinceramente aliviada apareció en sus labios.

Se dispuso a llamar a Jimin. Se encontraba extrañamente nervioso. Probablemente el médico regresaría a casa como cada día y no habría imprevistos; pero, a pesar de saberlo, tenía la imperiosa necesidad de corroborarlo. Esa noche nada saldría mal, no lo permitiría.

Con el celular en su oído, presentía que sus manos comenzarían a sudar en cualquier momento, pues la respuesta se demoraba. Cuando se disponía a colgar, escuchó la voz de su castaño al otro lado de la línea.

—¿Jungkookie? ¿Qué ocurre? ¿Te sientes mal? —preguntó, con voz algo preocupada. No había pasado demasiado tiempo desde que había salido al trabajo.

«Otra vez tratándome como si estuviese convaleciente».

No es nada importante, solo quería saber a qué hora regresabas, para decirte que no compres nada para cenar, yo prepararé lo que comeremos.

Tengo algunas operaciones programadas, así que iba a llegar algo tarde. Te agradezco que vayas a encargarte de ello; pero, ¿no será mucha carga para ti? Pensé que te estabas sintiendo mal, como hacía tanto que no cocinabas.

Jimin, no me estoy muriendo. Tú solo no te preocupes, ¿sí? Yo me encargo de todo. Además, si no cocinaba es porque, al parecer, olvidaste que no puedo salir y eres tú quien tiene que hacer las compras —le reprochó por ser tan sobreprotector y despistado.

—¿Ah, sí? No recuerdo haber dejado de hacer las compras alguna vez. —Se hizo el desentendido.

Ajá. Tú di que no; yo digo que te creo —contestó poco convencido.

Jejeje. Está bien, admito que tal vez lo olvidé. Lo siento. —Rio travieso—. Nos vemos en la noche.

No suenas muy arrepentido por ello, pero en esta ocasión lo dejaré pasar porque me siento generoso. Hasta más tarde. —Colgó.

No podía preparar una cena ostentosa, apenas hacía unos minutos se le había ocurrido la idea. No tenía demasiadas cosas en el refrigerador y tampoco podía permitirse salir o encargar nada, eso significaría tirar por la borda en un día los esfuerzos para mantenerlo oculto. Simplemente, prepararía una velada sencilla, donde la compañía mutua fuese el mejor regalo.

Jimin retornó, tal y como estaba previsto, al anochecer. Dejó su chaqueta enganchada en la percha a la derecha de la puerta, aflojó su corbata y se adentró en su hogar. Encontró un ambiente silencioso y apacible, la iluminación de las lámparas algo atenuada y un delicioso y nostálgico aroma que se correspondía, indudablemente, con el sazón de los increíbles guisos de Jungkook, que impregnaba sus sentidos, guiándolo hacia la cocina, donde estaba su pareja, con ropa casual y un delantal, terminando los preparativos para la cena.

—Ya he vuelto —le dijo y recorrió con la vista la mesa, decorada con un mantel color marfil y una vajilla finamente colocada para dos, con una botella de vino tinto y un par de copas.

—Bienvenido. —Lo recibió con su mejor sonrisa.

Unos minutos después estaban sentados a la mesa, brindando con sus copas en alto y degustando las delicias preparadas para la ocasión. Eran elaboraciones simples, pero les sabían a gloria, sencillamente, porque las estaban comiendo juntos.

Las manecillas del reloj avanzaban y su plática no terminaba, estaban absortos en temáticas de rutina, comentarios sobre el día de trabajo, recopilación de memorias desde que se conocieron. Sonrisas y miradas anhelantes inagotables fueron dirigidas del uno al otro.

Luego de terminar, se sentaron abrazados en el sofá. No se decían nada, las palabras no eran necesarias, solo necesitaban el contacto de sus pieles para sentirse a gusto, lo sabían, por eso se dedicaban a jugar con sus dedos en la tela de la ropa del otro e intercambiar tiernas caricias.

Jimin había estado con su cabeza recostada en el hombro de Jungkook por unos minutos, disfrutando de su olor. Tras unos segundos de confort, sintió la mano de Jeon contornear su rostro y guiarlo con delicadeza hasta que sus miradas se encontraron.

—Te amo. —Lo besó y comenzó a aflojarle la corbata.

Era tiempo de volver a reclamar como suyo ese cuerpo que desde hacía tanto tiempo deseaba poseer una vez más. El deseo era inocultable. Ambos estaban en su límite.

Bueno, en el capítulo que viene habrá cítrico por aquí XD. Siempre les digo que no soy buena para escribir lemon, pero hay veces que la historia lo requiere en un momento dado.

Debo volver a publicar en esta semana, al menos una vez, porque el martes estaré ocupada, y no es sino hasta después del próximo jueves que tendré tiempo.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

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